dimarts, 22 de maig del 2012

La arrogancia de la impotencia.

Tenemos el país semi-intervenido por la autoridad europea. De Bruselas llegan unos comisarios financieros a comprobar sobre el terreno la veracidad de las afirmaciones del gobierno sobre la cuantía del déficit. A nadie le extraña tras haber visto cómo ese gobierno lleva cuatro meses haciendo malabarismos con los números que suben o bajan al albur de confusas explicaciones, recriminaciones y oscuras acusaciones de manipulación y engaño. Si los socialistas habían ocultado la cuantía del déficit (primera variación); si eso lo han hecho las Comunidades Autónomas (segunda variación) y, en concreto, las de Valencia y Madrid. Angela Merkel, sin embargo, no ve razón para dudar de la palabra de Rajoy, pero no parece haberlo avalado en su pretensión de involucrar al Banco Central Europeo (BCE) en el rescate/no-rescate de la banca española. La Canciller es una experta diplomática. Como lo es Barack Obama, quien ha hecho unas comprometidas y valientes declaraciones pidiendo al BCE que compre toda la deuda pública posible de España e Italia. Otra de las características de la buena diplomacia es lo valientes que somos todos a la hora de arriesgar el dinero del prójimo. Pero nada más.
Nuestra realidad es la presencia de unos censores de cuentas impuestos por Europa. Nuestros amigos no ven razón para dudar de la palabra de Rajoy pero, como Santo Tomás, prefieren venir a meter los dedos en la llaga. Rajoy no ha conseguido ninguno de sus designios sino solamente palabras de apoyo y solidaridad, incluso alguna arenga americana; todo palabras al viento de la historia. No obstante, para demostrar cuán rendido está al Diktat germánico neoliberal, ha rechazado de plano la sugerencia de Hollande sobre los eurobonos, una fórmula estupenda para resolver el problema europeo pero a la que los alemanes se oponen sino con la Wehrmacht, con la Geldmacht, mucho más eficaz, pues no hace falta invadir los países; basta con pasarles las deudas al cobro. Y, ya lanzado al campo del compromiso con la transparencia del sistema financiero, el mismo Rajoy ha puesto en manos de dos agencias privadas extranjeras la evaluación de la salud de aquel, una de las cuales se hizo célebre al calificar de excelente la salud de un banco irlandés que quebró un año más tarde.
En estas condiciones de debilidad resulta patético escuchar al presidente del gobierno urgir de las instituciones europeas un deus ex machina que salve la muy apurada situación interior en forma de "inyecciones" de capital a los bancos. En primer término las instituciones europeas son lentas por tradición, conveniencia y voluntad. Además, dar veinticuatro horas suena a ultimatum de la oveja al lobo. En este su primer periplo internacional de envergadura Rajoy ha paseado una gran nación en estado comatoso a la vista del amplio mundo. Para colmo de males, el propio servicio exterior español ha montado un entremés burlesco reverdeciendo los antilaureles de Gibraltar. Cameron pidió al parecer charlar con Rajoy y este accedió teniendo buen cuidado de declarar de antemano que del Peñón no se hablaría. No se hablaría porque no se puede. No están los tiempos para arrogancias vacuas al estilo del ultimatum de las veinticuatro horas.
Sin embargo la arrogancia está muy presente en sede doméstica. Para subrayar las diferencias entre la oposición del PP y la suya, el PSOE pasa el día haciendo ofertas de acuerdos y pactos al gobierno con el fin de, como dice Rubalcaba, hablar con una sola voz en Europa. La idea obvia es trasmitir a la opinión la imagen de una oposición que arrima el hombro. Todo son ofrecimientos, propuestas, ofertas de acuerdos. El secretario general del PSOE está dispuesto a llamar a Rajoy por el móvil y hasta por un tam-tam. ¿Y Rajoy? ¿Cómo responde? Como suele hacer, con el silencio. No se da por aludido. Tampoco cuando se le critica por ningunear el Parlamento y gobernar por decreto. Y menos aun cuando se le afea no responder preguntas en las ruedas de prensa. Todo eso debe de parecerle futesas. Igual que los miles de euros de las semanas caribeñas parecen al juez Dívar "miserias". No hay gran diferencia en punto a arrogancia. Como insólitamente altanera es la respuesta que Rubalcaba ha obtenido a sus propuestas de interpretar una monodia europea. Rajoy le avisa de que debe cuidar la coherencia. Rajoy pidiendo coherencia a los demás. Rajoy. Supongo que es lo que la red llama chanante.
(La imagen es una foto de La Moncloa en el dominio público).

dilluns, 21 de maig del 2012

¿Quién persigue a quién?

Según el Cardenal Rouco en Alcalá de Henares se está persiguiendo inicuamente al obispo Reig Pla a causa de sus declaraciones sobre los homosexuales. Rouco las atribuye al amor cristiano de Reig por la especie y por sus ovejas descarriadas y/o enfermas. La mayoría municipal, en cambio, las considera inadmisibles por homófobas y merecedoras de algún tipo de ostracismo o expulsión a las tinieblas exteriores a Alcalá.
¿Y qué dijo exactamente el obispo para encrespar así la opinión pública? Vino a decir que la homosexualidad es una enfermedad que “se cura” con una terapia adecuada. Un disparate muy extendido entre mucha gente conservadora y tradicional bastante de la cual va más lejos y la considera un delito. En varios países acarrea la pena de muerte. O sea, no es asunto para andarse con frivolidades, aunque sean mitradas, pues fácilmente pueden convertirse en tragedias. Se empieza hablando de enfermedad y se termina haciéndolo de delito. Más claramente: esas declaraciones estigmatizan a los homosexuales y, por tanto, los persiguen.
En verdad, el obispo supuestamente perseguido, según Rouco Varela, es el que persigue a una colectividad que no es de su agrado, la de los homosexuales y lo hace, además, con desprecio no ya de las virtudes cristianas sino del mero sentido común. La Organización Mundial de la Salud dejó de considerar la homosexualidad una enfermedad en 1990. Carece de sentido que un obispo enmiende la plana en asuntos médicos a la OMS. Por eso los homófobos católicos recurren al término “desorden”, en un intento de ocultar sus intenciones, siendo así que “desorden” quiere decir enfermedad. Un obispo no es quién para determinar qué sea o no enfermedad y, si lo hace, está usurpando ilegalmente unas competencias profesionales.
Suele aducirse, llegada aquí la discusión, que, al fin y al cabo, la iglesia es una asociación privada voluntaria y habla para sus miembros y no para el conjunto de la sociedad y, en consecuencia, puede decir lo que le parezca y convenga a los intereses de la asociación. Nadie tiene derecho a perseguir a un obispo cuando habla a su grey, diga lo que diga. La validez de este argumento, obviamente, depende de que sea cierto que el obispo habla a su grey. Y no lo es.
En primer lugar, aunque las declaraciones se produjeron en el curso de un acto litúrgico, se transmitieron a través de la televisión pública, TVE2, en tiempo real. Esto de retransmitir las misas católicas mediante una radiotelevisión pública implica meter el culto religioso en todos los hogares, sean o no creyentes. Por supuesto, el creyente en otra religión o el ateo el domingo a las 12 del mediodía no tenían opción: o veían la misa del señor Reig y escuchaban sus disparates homófobos o se iban a alimentar los patos en el Retiro.
En segundo lugar, y ello es más grave, el obispo Reig no habló de y para el círculo de sus seguidores sino para el conjunto de la colectividad, no por lo que se refiere al auditorio sino por lo que hace al objeto del disparate, los homosexuales. El obispo Reig calificaba de “curables” a todos los homosexuales y no solamente a los homosexuales católicos. Imaginar esta segunda hipótesis sería completamente absurdo. Pero eso no puede ser óbice para una creencia religiosa que tiene a gala dar por ciertas cosas no ya absurdas sino directamente delirantes. Si, a pesar de todo, el obispo no restringe su “diagnóstico” a los homosexuales católicos sino que, al contrario, dice reafirmarse en su criterio da la impresión de que, en efecto, quien se dice víctima de una persecución es el que persigue a los demás. Y que haya montado un circo, obligando a todos los curas de su diócesis a predicar en misa en contra de algunos de sus semejantes por razón de su orientación sexual, no lo hace menos sino más perseguidor de su prójimo al que, según su religión debiera amar.

(La imagen es una foto de Mukarra, bajo licencia de Creative Commons).

Año 2030. De las Memorias de Mariano Rajoy.


(Mariano Rajoy, Memorias. Una vida al servicio de la Patria. Editorial Reverencia, Santiago de Compostela, 2030. 348 págs.).



Capítulo VIII: 2012, el año fatídico.

Ya dije en el capítulo 1 de estas Memorias que, habiéndome jubilado, y no teniendo mayores obligaciones, pensaba contar toda la verdad de mis breves meses de gobierno. No me parece justo cargar yo solo con la responsabilidad de la catástrofe que cayó sobre nuestro país durante la que hoy se conoce como la Gran Depresión de la Eurozona y que, en el fondo, se debió a la fabulosa incompetencia de Zapatero y la herencia que nos dejaron los socialistas. No pretendo eludir mi responsabilidad sino dejar en claro hasta dónde llega. Cuando nos hicimos cargo del gobierno de lo que entonces era simplemente España y no este absurdo conglomerado de hoy llamado CNI o Confederación de Naciones Ibéricas, el país estaba en quiebra, a punto de ser intervenido por las autoridades europeas y encaminado a la horrorosa depresión que siguió después, cuando la tasa de paro llegó al 30% y fue necesario prohibir por decreto que las mujeres trabajaran para poder emplear a los varones. Mucho se nos criticó esta medida pero la parte más sana, más cristiana, de mi partido y del país, me felicitó por ello. El obispado me mandó la bendición apostólica con un valiente mensaje de Monseñor Rouco, alabando mi coraje por haber sabido cortar la ola de feminismo agresivo y devuelto las mujeres a su lugar natural en el orden social cristiano: el fogón.
Pero no adelantemos acontecimientos. Mi gobierno tomó el toro por los cuernos, metáfora conocida pero muy apropiada en nuestro caso ya que previamente habíamos declarado que las corridas son un bien cultural patrio. Recortamos lo que pudimos los gastos a base de aumentar impuestos, suprimir subvenciones, rebajar salarios, reducir pensiones, eliminar partidas enteras de gastos de lujo como la educación, la sanidad, etc. Aun así no olvidamos quiénes eran los nuestros y dimos una amnistía a todos los defraudadores, permitiéndoles blanquear fortunas a cambio de una pequeña mordida del 10%. Rescatamos todos los bancos con dinero público, incluso los que nosotros mismos habíamos hundido. Todo esto era lo contrario de lo que había dicho en la campaña electoral, razón por la cual se me acusó de mentir. Otra injusticia más. Cuando se dice que se va a hacer algo y luego no se hace o se hace lo contrario, no se ha mentido; se ha cambiado de opinión. Mentir es afirmar o negar falsamente algo sobre un asunto de hecho. Por ejemplo, si digo que mi déficit es del 1,2% y luego resulta que es el doble, he mentido. Pero no fui yo, sino Esperanza, que no tiene arreglo ni medida para sus ambiciones.
El caso es que, con los deberes hechos, nos pusimos a mirar a Europa que por entonces todavía era un ente político verosímil y no este galimatías actual llamado LED (Liga Europea Democrática) en perpetua lucha con la SED (Sociedad Europea Democrática), pero Europa languidecía. Los franceses habían elegido a un socialista radical, Hollande, un estatista furibundo. Solo quedaba Merkel como faro de nuestra acción y la única a la que podía pedir que presionara al Banco Central Europeo para que financiara el saneamiento de nuestra banca por la vía del enchufe. Por eso aproveché la cumbre de la OTAN, a la que iba Angela, que estaba en una reunión del G-8, para tener una entrevista con ella, pero la muy ladina no se comprometió a nada. No me quedó más remedio que vender en España las buenas palabras de esta rígida teutona como apoyo contante y sonante. Entre tanto, Hollande, más papista que el Papa, como buen socialista, quiso que el G-8 debatiera la cuestión del rescate a España y yo me vi obligado a declarar que los bancos españoles no necesitaban rescate alguno, lo cual no era compatible con el hecho de que estuviera pidiendo fondos del BCE.
Y eso no fue lo peor de aquella desagradable jornada. Mientras llegábamos a Chicago, famosa ciudad de gangsters, Margallo me venía volviendo loco con la necesidad de encararse con los ingleses de una vez y de recuperar Gibraltar. Yo creía que iba de broma pero el hombre hablaba en serio pues nos veía como la generación que devolvió a la Patria su integridad territorial, y ya había echado por delante a la Guardia Civil. Esa noche soñé que Cameron en realidad era el almirante Nelson y en la cumbre de la OTAN recordaba con una sonrisa que el cabo Trafalgar está muy cerquita de Gibraltar, al otro lado del estrecho.
Y no fue lo que más disgusto me causó, no se crea el lector. Mientras volábamos sobre los Estados Unidos me llegó la noticia de cómo Esperanza y los valencianos habían mentido con el déficit. Hubiera podido tomarme la revancha de los muchos berrinches que Esperanza me ha producido. Bastaría con que dijera que no hay derecho a mentir a los ciudadanos y que el que la hace la paga. Hay quien dice que si no lo he hecho es porque yo miento más que Aguirre y Cospedal juntas. Pero eso no es cierto. No lo hice porque siempre ha sido norma mía en la vida no aprovecharme de la debilidad del adversario. Por eso, al bajar del avión en la ciudad de los rascacielos dije que, en definitiva, unas décimas más o menos en el déficit no eran asunto relevante.
También me enteré de que, en mi ausencia, Gallardón se fue a Intereconomía a poner por las nubes a Franco y a su suegro, el ministro falangista Utrera Molina; Wert dejó la Educación para la ciudadanía convertida en una crestomatía cristiana; Fernández Díaz estaba dispuesto a llevar a las Vascongadas a todos los presos etarras; Montoro amenazaba con mandar los corchetes a las Autonomías y Guindos decía a quien quería oírle que no quedaba un ochavo en las arcas públicas. Siempre creí que mi gobierno no era un gobierno de verdad sino un ramillete de personalidades peculiares, en fin, eso que los castizos llaman grillaos. Pero nunca tuve tan claro que tenía que cambiarlo como cuando llegué a la entrevista con Merkel.
Pero, sabido es, no me dio tiempo. Al poco de la intervención de España, se produjo la rebelión de los Jovenes persas dentro del partido, este desapareció y en el que emergió en su lugar, el PERUN (Partido Español Religioso Unido Nacional) no había lugar para alguien como yo, moderado y representante de la derecha posibilista. Esta de ahora es una derecha doctrinaria y militarizada y sus frecuentes desfiles por las calles con sus uniformes hacen temer lo peor respecto a la estabilidad de la Confederación Ibérica. Es muy amargo comprobar que los españoles nos hemos quedado sin Patria porque esta ridícula Confederación no es nada. Son los reinos de las cibertaifas. Y todo debido a nuestra mala cabeza. Entre ellas, la mía, aunque no tanto como sostienen mis enemigos.
(Continuará.)
(La imagen es una foto de La Moncloa en el dominio público).



diumenge, 20 de maig del 2012

El guerrero pordiosero.

Hay algo tradicionalmente hispánico y ridículo en los dos momentos estelares mediáticos de estos tres días, la reunión del G-8 en Camp David (19-20 de mayo) y la vigésima quinta cumbre de la OTAN en Chicago (20-21 de mayo). La primera reunión es del G-8 en sentido restringido; nada de G-9 ni 10 ni 20. Se reúnen los que mandan y dos de los mandados más dóciles, Durao Barroso y Van Rumpuy. Nuestro presidente no tiene ahí nada que hacer ahí. No están los tiempos para que la Gran Nación de Rajoy siente plaza de potencia económica cuando va peregrina con los hidalgos andrajos a la vista a la segunda reunión, la militar de la OTAN, con el cazo por delante tratando de obtener facilidades de la rígida doctrinaria alemana, Merkel, que llegará crecida de la reunión en el mítico Camp David.
Vamos con los dos conciliábulos. El G-8 está perfectamente retratado en la foto de El País. Más que una foto, es un mapa del significado del evento. En primer plano, pero de espaldas (los únicos cuyo rostro no se ve), los dos ilustres burócratas de la Unión Europea, el Presidente de la Unión y el del Consejo, dos don Nadies. En semiprimer plano asimismo, de perfil, pero perfectamente visible y dominando la escena, Frau Merkel, la única mujer en el ágape. Al fondo la que protocolariamente es la presidencia, con Obama rodeado de Cameron (por la special relationship) y Hollande (por ser el nouveau né) aparece algo desdibujada dado que el foco está entre el cogote de Van Rumpuy y la rubia cabellera de Merkel. Que no solamente es la única mujer sino la más veterana de la reunión. Todos los demás se incorporaron a sus respectivos cargos después que ella lo hiciera en 2005. El único que podría precederla sería Durao Barroso quien, antes de ser presidente de la Comisión, lo fue del gobierno de Portugal en 2004. Pero, aparte de no pintar nada en el G-8, Durao no está por haber sido presidente del gobierno portugués. Así que la alemana es la veterana y, además, a la que todo el mundo reconoce como la Canciller del país que puede sacar a Europa de la crisis. La figura de este G-8 es esta nueva dama de hierro, antigua militante de las Juventudes Comunistas de Alemania Oriental.
Pues bien, a esta heroína veterana, esta dirigente mundial, esta valquiria del ahorro y el recorte es a quien tiene que enfrentarse Rajoy en actitud de peregrino implorando la ayuda celestial. Y eso en el contexto de una reunión militar de la OTAN, reunión a la que se presenta el arruinado hidalgo hispánico pedigüeño profiriendo sin embargo grandes y belicosas voces en dirección a Gran Bretaña. Lo menos que puede decirse de la situación es que parece una repetición de la caricatura del español bombástico de ceñudo gesto y arrogante ademán que no ha comido caliente en dos días, ha alquilado el chambergo y no sabe si podrá pagarlo, pero desafía a singular combate todo lo que se le pone por delante.
Palinuro comienza a maliciarse que el ministro de Asuntos Exteriores no tiene idea de lo que se trae entre manos. Seguramente sabrá mucho de Europa, pero el resto del mundo es tierra ignota para él. Presentarse en la reunión de la OTAN alimentando un contencioso con uno de sus miembros más poderosos es, desde el punto de vista diplomático, una metedura de pata de principiante. El batir de tambores guerreros de la retaguardia mediática del gobierno es simplemente bochornoso. Recuerda demasiado el ruido que hacen los orangutanes en momentos de peligro, tanto más estrepitoso cuanto más miedo tienen.

dissabte, 19 de maig del 2012

La verdad y la mentira.



Artículo de hoy en el diario Público


La política es actividad que suscita escepticismo e incluso cinismo. Casi nadie cree que los políticos digan jamás la verdad; al contrario, muchos piensan que mienten por lo común en interés propio. Esta mala fama, probablemente inmerecida, tiene una ventaja para los políticos mentirosos, que cuando se descubre su mentira no hay reacción indignada porque eso es justamente lo que muchos esperan de ellos como políticos, que mientan.
Pero mentir está mal, se sea político o astronauta; es un comportamiento moralmente reprobable. Si, además, se miente en el ejercicio de un cargo público, puede ser también jurídicamente reprochable ya que se causa un perjuicio a unos ciudadanos cuyos intereses se dice representar. El descubrimiento de que el déficit real de la Comunidad de Madrid será el doble de lo que sus gobernantes dijeron pone de relieve que estos mintieron. Podría decirse que no se trataba de una mentira sino de un error de cálculo, lo cual hubiera sido creíble de no ser porque, al conocerse hace meses la desviación del déficit, las autoridades del PP se la atribuyeran a un engaño del PSOE. No había tal engaño. El engaño estaba protagonizándolo quien afirmaba estar luchando por la verdad.
Este tipo de falsedades ataca de tal modo el prestigio del gobierno que no solamente lo priva de la confianza que solicita sino hasta del respeto que se le debe. Es imposible tomarse en serio a quien nos ha engañado. Todavía no lo han entendido y siguen soñando conspiraciones exóticas pero la causa de la derrota del PP en 2004 fue el intento de engañar a la opinión acerca de la autoría del atentado del 11-M. Es tal el descrédito de la mentira que en los países de solera democrática el político a quien se pilla en una mentira dimite. No es de recibo que un político haya faltado a la verdad en algo que no solamente va en desdoro injusto de otro partido sino en claro detrimento de los intereses del común.
Alguien, algún Maquiavelo de vía estrecha, puede caer en la tentación de fabricar un casus belli con el fin de distraer la atención de las mentiras sobre el déficit. El más socorrido es el de Gibraltar. No es cosa de ponernos alarmistas pero, en las actuales circunstancias de debilidad estratégica de España en la región, buscarse un conflicto con Gran Bretaña en el estrecho solo puede ocurrírsele a un orate. Basta con recordar al ardoroso vindicador del Peñón que al otro lado de ese estrecho se encuentran Ceuta y Melilla que, como se sabe, están fuera del paraguas de la OTAN.
Gibraltar es el nombre del irredentismo franquista. Tiene gracia que vuelva a serlo y por motivos similares, esto es, distraer la atención pública de algo más grueso. Y que no es solamente la mentira del déficit sino también la de la red “Gürtel”. El juez reclama 317 contratos de la Comunidad de Madrid con la red de presuntos delincuentes. Los contratos estarán bien o no; eso lo dirá la justicia, pero lo cierto es que existían puesto que, de no existir, el juez no los hubiera pedido. Y, si existían, ¿qué relación tiene con la verdad la contundente declaración de Aguirre de que ella ni su gobierno tenían nada que ver con la “Gürtel” al extremo de que llegó a jactarse de haber destapado la trama?
(La imagen es una foto de Esperanza Aguirre, bajo licencia de Creative Commons).

La iglesia militante.

Diez de la mañana de un soleado día de mayo. Monseñor Pouco da una rueda de prensa para explicar la alegría de la iglesia como cuerpo místico ante los nuevos contenidos de esa materia semidemoniaca de Ciudadanía.
- El cuerpo místico de Cristo no descansa. Está siempre en acción, luchando contra el maligno, el mundo, sus pompas y sus obras. Siempre blandiendo la espada de la fe para que no eche raíces la herejía, el cisma, la blasfemia o los pecados contra natura. Fue así como convencimos al ministro, que es hombre devoto, de que omitiera toda referencia a la "homofobia", concepto incomprensible para los escolares.
- Pero, monseñor,-señala un joven reportero, recién salido del nido- la homofobia es un delito.
- Precisamente por eso, hijo mío. No vamos a convertir la Ciudadanía en una apología de los delitos.
- No -porfía el importuno-, si es al revés.
- El mal no tiene derecho ni revés, mi joven amigo. Cualquier intento de exponer las almas cándidas de los escolares al contagio con el mal y el pecado debe ser combatido. Combatido con la decisión de la iglesia, que no deja pasar una.
Once y media de la mañana del mismo día. El Cardenal Pouco  interviene en un magazin radiofónico de "Radio Calvario" en un programa llamado"El alma de España":
- Sí, fuimos nosotros quienes insistimos para que Ciudadanía condenara el "nacionalismo excluyente". Contaré una anécdota: la autoridad civil quería que se condenara todo nacionalismo sin más. Nos pareció poco prudente, porque puede haber un nacionalismo bueno, saludable, cristiano. Lo que condenamos es la exclusión porque no hay nada más anticristiano. La iglesia católica es inclusiva, quiere proteger bajo sus alas a toda la humanidad, por eso es católica. Algunos dicen que tenemos un espíritu belicoso e imponemos nuestras creencias a sangre y fuego cuando podemos. Pero yo os digo que eso es falso. Nuestras creencias, que son las verdaderas, se imponen por el amor y la caridad. Lo de la sangre y el fuego es de épocas pasadas cuando, si la iglesia pecó, así fue por la voluntad de Dios para su mayor gloria.
Dos en punto de la tarde. El día está denso por una nube de aire africano. El Príncipe de la iglesia asiste a un almuerzo en la sede del Arzobispado en honor de la alcaldesa de la capital del Reino, quien acaba de declarar que jamás cobrará el IBI a la iglesia.
- Monseñor puede estar seguro -afirma la alcaldesa mientras prueba una endibia a la salsa roquefort- de que para cobrar ese tributo habrá que pasar por encima de mi cadáver.
- Dios no lo quiera, hija. No lo digo por la exacción sino por tu cadáver. Estamos realmente reconocidos a la corporación municipal, de cuya devoción y piedad no teníamos dudas ya desde los tiempos del alcalde anterior a quien el Señor ilumine en su misión de ser el nuevo San Miguel que dirija las legiones celestiales en lucha contra las potencias infernales del aborto y la sodomía.
- San Miguel, Monseñor, y San Gabriel, que anuncia la buena nueva a la doncella.
- Todos los arcángeles, hija -sentencia Monseñor, mientras unta una rebanada de pan de mousse de cabracho, al que es muy aficionado-. Todos los arcágeles y algunos santos, como San Jorge, que derrotó al monstruo de tres cabezas: 1ª) la de la promiscuidad; 2ª) la del control de la natalidad; 3ª) la de los matrimonios gays.
- Me gustaría mucho escuchar sus razones en contra de esa monstruosidad para fortalecer mi fe.
- Pues ven esta tarde a una reunión que tengo con curas párrocos en Alcalá y las oirás. A propósito, dados los tiempos que corren nos hemos permitido pedir al catering que facturen este almuerzo al Ayuntamiento así como un pequeño óbolo para ayudar a reparar el tejado que tiene goteras.
Cinco de la tarde del caluroso día. Sigue el aire esfixiante del África. Monseñor preside un sínodo diocesano en la iglesia de San Alejandro Parvo, de céntrica ubicación. El ambiente del concilio está tenso y cargado no solo debido al aire africano sino por la decisión municipal de pedir al obispo Puig Serrat que ahueque el ala a causa de sus declaraciones homófobas. Monseñor Pouco toma la palabra:
- Parece mentira. Vengo ahora de estar con la alcaldesa de Madrid, fiel hija de la iglesia y me encuentro esta sublevación municipal, casi masona y republicana. En efecto, en efecto, basta con salir a la calle para darse cuenta de que el África empieza en los Pirineos. Un país de salvajes, hombre, gobernados por acémilas. Porque, en definitiva, ¿que ha dicho el obispo? Que los homosexuales son unos enfermos. Lo mismo que decía la OMS cuando era una verdadera organización cristiana y no como ahora, una especie de soviet internacional de la homosexualidad. Lo diré con más claridad: la internacional rosa, la que está detrás de esa odiosa campaña de acoso y derribo de este santo varón. Preciso es protegerlo y no permitir que lo linchen unas hordas incapaces de comprender que lo que Monseñor Puich pretende es devolver al redil a las ovejas descarriadas.
Nueve de la noche del día caluroso. Después de los rezos de completas y antes de retirarse a sus aposentos, el purpurado hace repaso del día, uno más que ofrece al Señor en su lucha en favor de la reevangelización de España que el Santo Padre le ha encomendado. ¿Por qué no ha de estarle resrvado por la gracia divina el destino de un nuevo Santiago y cierra España?
(La imagen es un cuadro de Champaigne con un triple retrato del Cardenal Richelieu (hacia 1640)).

divendres, 18 de maig del 2012

El azote de España.

Artículo  en el diario Público hoy.




Tiene que ser muy duro haber estado años acosando a un gobierno por incompetente, desastroso, incapaz y contrario a los intereses nacionales en todos los terrenos y encontrarse a los cuatro meses de formar uno propio que no es mejor sino bastante peor que el criticado. Es, sin duda, muy amargo haberse pasado años presentándose como el hombre de las soluciones, con un plan de éxito, auxiliado por un equipo milagroso que restauraría la confianza general en el país y lo pondría en la senda de la recuperación y que se evidencie que las tales soluciones no existen o, si lo hacen, son peores que las del adversario, perjudican a la población propia y no solo no suscitan las felices consecuencias esperadas sino las contrarias.
La impericia de Zapatero, su irresponsabilidad, superficialidad y permanente recurso a la improvisación, se decía, pusieron a España al borde de la quiebra, a punto de ser intervenida, como Grecia, Portugal e Irlanda, con las que se la comparaba permanente y maliciosamente. Pero su sustituto la tiene en una situación mucho peor, más amenazada, habiendo superado los máximos de riesgo de Zapatero, con la confianza internacional por los suelos y el sistema financiero descalificado, hecho unos zorros y a punto de ser intervenido por la autoridad europea.
Quien no dio un minuto de tregua a Zapatero, ni le ofreció apoyo alguno, quien torpedeó todas sus iniciativas con intención de salvaguardar el país excepto aquella de reformar la Constitución que Zapatero tomó a regañadientes en contra de sus convicciones, se encuentra ahora ante la cruda realidad de que su gestión ha sido mucho más catastrófica. A pesar de haber tomado las más drásticas decisiones que el extranjero le exigió, Rajoy descubre que el resultado es mucho peor que el del gobierno anterior. El nuevo del PP tiene el raro mérito de haber hundido el país aun más en la recesión, camino de la depresión, haber destruido el cuarto banco y, por extensión, el conjunto del sistema financiero. Y eso que, a diferencia de lo que sucedió con el gobierno anterior, este no ha tenido que luchar en los dos frentes, el exterior y el interior con una oposición hostil e intransigente sino que, al contrario, ha encontrado una colaboradora y dispuesta a apoyar.
El fenomenal batacazo del gobierno abarca los terrenos económico, social y moral. Solo le resta el político, blindado en su mayoría absoluta. En lo demás, ha empobrecido a la población con recortes, sisas y mermas de todo tipo; ha incrementado la polarización y la inestabilidad social con su reforma laboral y su eliminación de los servicios sociales que mitigaban la suerte de los más desfavorecidos; ha mentido en todos y cada uno de los puntos de su programa como reconocen sus miembros, empezando por su presidente. Y lo peor es que ese batacazo se lo ha dado, no por las fuerzas ciegas del exterior, sino por su vengativa obcecación y su deseo de aniquilar al PSOE, que lo llevó a retrasar las medidas que sin embargo preconizaba como urgentes, con el objetivo, ruin en las circunstancias, de ganar las elecciones en Andalucía. Esto es, el batacazo es debido a la propia e incompetente gestión que ha sacrificado descaradamente los intereses del país a los del partido en su lucha contra el PSOE. En estas condiciones, que tenga el flanco político blindado, lejos de ser una fortuna para el país, es una desgracia.
Todo eso, en efecto, debe de ser muy amargo. Muy amargo haber humillado a los socialistas por incoherentes y pedigüeños en Europa para encontrarse uno mendigando de la forma más innoble. La experiencia suele ser amarga. Y, si esta situación sirviera para que la derecha española comprendiera que la democracia es un sistema de reglas civilizadas, de diálogo, de consenso y de respeto al adversario, quizá cupiera darla por buena y hasta compartirla en función de un presumible patriotismo común.
Pero a la vista de las escasas e inconexas explicaciones hasta la fecha, dadas por un gobierno convencido de estar en lo justo, rodeado de enemigos jurados, probablemente antiespañoles, en el exterior y en el interior, no hay muchas esperanzas de que se produzca aquel aprendizaje. La dialéctica schmittiana de amigo-enemigo aplicada por la derecha, la lleva a un egregio aislamiento cuya última consecuencia solo puede ser que deberá cargar con toda la responsabilidad de la catástrofe que se avecina. Es la consecuencia del sostenella y no enmendalla propio de la mentalidad autoritaria, el azote de España.

La ciberpolítica en España



Hoy, segunda jornada, terminan por la tarde las de ciberpolítica en España, que están siendo muy interesantes.



Hoy se abordarán los problemas de la comunicación, la movilización políticas y las redes, según el programa adjunto. Cierra Palinuro hablando de las multitudes.

La gran depresión del siglo XXI.

Dentro de cien años los estudiosos de la historia probablemente hablarán de este segundo decenio del siglo XXI como el de la "Gran depresión". Si no lo hacen será porque, tras estos quizá vengan tiempos más aciagos. El destino del hombre está abierto y el resultado de sus actos no suele ser previsible y muchas veces es contraproducente. O quizá porque, para entonces, ya no sea costumbre en la historia identificar la de Europa con la del mundo, bien porque la historiografía se haya hecho universal, bien porque Europa sea en esos tiempos una magnitud desdeñable, un non-entity, que todo puede pasar.
Estaban los occidentales en general y los europeos en particular muy contentos con la marcha general de la civilización mundial que los tenía a ellos como pináculo del progreso, dueños y señores de los destinos ajenos. Tan contentos y satisfechos que se permitían el lujo de aleccionar a los demás (una confusa mezcolanza de países del Tercer Mundo, en vías de desarrollo, en desarrollo, emergentes) acerca de la superioridad de sus pautas morales, el valor del individuo, los derechos humanos, etc. Sostenían asimismo que había alguna relación (si bien jamás estuvo muy clara) entre desarrollo económico, bienestar material y altas pautas morales de convivencia social.
Europa, Occidente, vivía rodeada de sus antiguas colonias y dependencias, luchando todas por sobrevivir, frente a las cuales podía darse la satisfacción de reconocer una deuda moral por los tiempos del colonialismo que ahora se pagaba dignamente por medio de la Ayuda Oficial al Desarrollo.
De repente, en un quinquenio -lo que viene durando la actual crisis cuyo fin nadie se atreve a vaticinar- estas imágenes de la realidad han saltado por los aires. La crisis es occidental, específicamente europea. Las antiguas colonias no la padecen; al contrario crecen a ojos vistas y en su seno apuntan ya verdaderas potencias económicas como la China, la India, el Brasil, etc que suponen una competencia literalmente ruinosa para Europa. Esta no puede hacer frente al nuevo peligro en una situación de postración económica y de ella solamente cree poder salir aumentando la productividad, compitiendo con unos países que prácticamente no tienen gasto social. Este es el porqué del ataque al Estado del bienestar europeo como único modo de restablecer el crecimiento. Hay que recortar gastos superfluos.
El problema es si son superfluos. Desde un punto de vista estrechamente económico (también hay una economía humanista) indudablemente sí. Desde un punto de vista moral no menos indudablemente no. El Estado del bienestar es la cristalización institucional de la conciencia jurídico-moral europea y su desmantelamiento significaría despojar a Europa del fundamento filosófico de su pretensión civilizatoria. Unas sociedades en donde la idea dominante es que los individuos son en realidad mercancías no pueden ir luego a predicar a casa del prójimo la doctrina del valor supremo del individuo y los derechos humanos.
Igual que el movimiento 15-M no es un problema de orden público, sino un estado de ánimo de sectores muy amplios de la sociedad que se manifiesta mediante la oposición en función de criterios morales, quienes defienden el Estado del bienestar defienden la idea del valor supremo del individuo y la función de los derechos. Los dos enfoques pueden mezclarse en uno, la del combate por una sociedad justa. En ese combate las posiciones están muy claras y las fuerzas muy desequilibradas a favor del mantenimiento de una política neoliberal de predominio de los mercados y desaparición del Estado social con absoluta despreocupación por la justicia social, concepto que Hayek considera una aberración incluso moral. Los partidos mayoritarios, las grandes organizaciones financieras, las grandes empresas, las instituciones ideológicas, como las iglesias, los medios de comunicación, las universidades, las fundaciones, todos coadyuvan a esa finalidad. Enfrente aparece un movimiento difuso, desestructurado, espontáneo, horizontal, multitudinario, apoyado por algunas fuerzas minoritarias de izquierda y en parte los sindicatos, los sectores marginales de los medios y en buena medida, la red. Esa lucha está perdida de antemano en términos electorales, en especial porque sus protagonistas no siendo partidistas, no se presentan a las alecciones, así que tendrán que insistir en el camino de la fundamentación moral de su oposición. Es decir, tendrán que recurrir a la desobediencia civil.
A todo esto, Europa sigue siendo un territorio muy peculiar, un ámbito de efervescencia permanente, en el que la historia está siempre pasando tumultuosamente, destruyendo Estados, haciendo nacer otros, cambiando regímenes, alterando sus fronteras. Es también un terreno de debate y experimentación, uno en el que quizá quepan sistemas políticos, equilibrados por una acción multitudinaria inspirada en el recurso a la desobediencia civil. 
(La imagen es un grabado de Paul Klee titulado Encuentro de dos hombres que conjeturan (1903).

dijous, 17 de maig del 2012

Las desventuras del gobierno español

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Artículo de hoy en Público. .



Que el gobierno se equivoque en la necrológica de Carlos Fuentes y lo haga padre de Artur Mas mueve a risa, pero no extraña. Algo de esto viene sucediendo con esa turbulencia diplomática en que Exteriores está metiéndose a cuenta de Gibraltar, moviendo reina en la partida y con Trillo de embajador en Inglaterra pero a la espera del “placet”. También mueve a risa, aunque más preocupada, y tampoco extraña. Como no extraña, aunque igualmente mueva a risa, escuchar al ministro Montoro leer la cartilla al agorero de Krugman con un argumento moral: que no deben pronunciarse profecías que pongan en riesgo a países. Él, sin embargo, contrapone un argumento científico y sostiene que el corralito en España es “técnicamente” imposible. La opinión sin duda agradecerá al ministro que explique cuál sea esa técnica sobre todo a la vista de que tendrá que entrar en acción en los próximos días, probablemente, en Grecia, en donde parece dibujarse un “pánico bancario”. Cómo se sale técnicamente de un pánico bancario sin un corralito.

Y no extraña porque el gobierno en pleno da la impresión de estar sin aliento. Lo dijo de Guindos, antes de pedir auxilio al Banco Central Europeo y las instituciones de la Unión. Lo recalca en una de sus escasas apariciones públicas Rajoy de forma inquietante pues dice hablar con líderes europeos y ninguno se refiere al posible rescate de España. En realidad es muy difícil ejercer ese liderazgo que se promete siempre fuerte, decidido, clarividente en épocas electorales, cuando se está en una posición que la prensa de la derecha calificaría de “genuflexa ante Merkel” si se tratara de un presidente socialista. Al tratarse de uno de los buenos, la actitud refleja la franca sinceridad que reina entre dos amigos entre los cuales no hay secretos.

Pocos gobiernos han perdido tan rápidamente el poco crédito que tuvieran. Todos los sondeos, encuestas, barómetros dan una imagen escalofriante del bajo concepto en que la opinión tiene a los miembros del gobierno, a su presidente, y del pesimismo con que ve su acción, en cuyo éxito no tiene ninguna confianza. No es consuelo que la oposición salga mejor parada. Es el gobierno el que no ha conseguido generar ese sentimiento del que decía estar seguro, la confianza. Al contrario, ha conseguido aumentar la desconfianza y por eso crece la prima de riesgo que es como la navaja de la verdad.

Es lógica la situación. Al gobierno toca habérselas con lo más feo de la crisis en una situación especialmente mala pues, por las medidas que se cree obligado a tomar, tiene enfrente prácticamente a toda la sociedad, banqueros, financieros, empresarios, sindicatos, actividades profesionales, jóvenes, parados, pensionistas, etc. En estas circunstancias resulta paradójico pero cierto que el único aliado con el que el gobierno puede contar, además de su partido, por supuesto, es el PSOE.

De hecho Rubalcaba parece haberlo entendido y por eso ofrece “pactos de Estado” al PP. Es sorprendente y no mueve a risa que el gobierno no aproveche la oferta y salga de su soledad fortaleciéndose parlamentariamente. No da la impresión de ver lo que, sin embargo, los socialistas sí parecen haber visto: la situación es tan grave que no solamente estamos jugándonos la estabilidad social y política del país sino la supervivencia de su casta política.

(La imagen es una foto de La Moncloa, en el dominio público).