Hay algo tradicionalmente hispánico y ridículo en los dos momentos estelares mediáticos de estos tres días, la reunión del G-8 en Camp David (19-20 de mayo) y la vigésima quinta cumbre de la OTAN en Chicago (20-21 de mayo). La primera reunión es del G-8 en sentido restringido; nada de G-9 ni 10 ni 20. Se reúnen los que mandan y dos de los mandados más dóciles, Durao Barroso y Van Rumpuy. Nuestro presidente no tiene ahí nada que hacer ahí. No están los tiempos para que la Gran Nación de Rajoy siente plaza de potencia económica cuando va peregrina con los hidalgos andrajos a la vista a la segunda reunión, la militar de la OTAN, con el cazo por delante tratando de obtener facilidades de la rígida doctrinaria alemana, Merkel, que llegará crecida de la reunión en el mítico Camp David.
Vamos con los dos conciliábulos. El G-8 está perfectamente retratado en la foto de El País. Más que una foto, es un mapa del significado del evento. En primer plano, pero de espaldas (los únicos cuyo rostro no se ve), los dos ilustres burócratas de la Unión Europea, el Presidente de la Unión y el del Consejo, dos don Nadies. En semiprimer plano asimismo, de perfil, pero perfectamente visible y dominando la escena, Frau Merkel, la única mujer en el ágape. Al fondo la que protocolariamente es la presidencia, con Obama rodeado de Cameron (por la special relationship) y Hollande (por ser el nouveau né) aparece algo desdibujada dado que el foco está entre el cogote de Van Rumpuy y la rubia cabellera de Merkel. Que no solamente es la única mujer sino la más veterana de la reunión. Todos los demás se incorporaron a sus respectivos cargos después que ella lo hiciera en 2005. El único que podría precederla sería Durao Barroso quien, antes de ser presidente de la Comisión, lo fue del gobierno de Portugal en 2004. Pero, aparte de no pintar nada en el G-8, Durao no está por haber sido presidente del gobierno portugués. Así que la alemana es la veterana y, además, a la que todo el mundo reconoce como la Canciller del país que puede sacar a Europa de la crisis. La figura de este G-8 es esta nueva dama de hierro, antigua militante de las Juventudes Comunistas de Alemania Oriental.
Pues bien, a esta heroína veterana, esta dirigente mundial, esta valquiria del ahorro y el recorte es a quien tiene que enfrentarse Rajoy en actitud de peregrino implorando la ayuda celestial. Y eso en el contexto de una reunión militar de la OTAN, reunión a la que se presenta el arruinado hidalgo hispánico pedigüeño profiriendo sin embargo grandes y belicosas voces en dirección a Gran Bretaña. Lo menos que puede decirse de la situación es que parece una repetición de la caricatura del español bombástico de ceñudo gesto y arrogante ademán que no ha comido caliente en dos días, ha alquilado el chambergo y no sabe si podrá pagarlo, pero desafía a singular combate todo lo que se le pone por delante.
Palinuro comienza a maliciarse que el ministro de Asuntos Exteriores no tiene idea de lo que se trae entre manos. Seguramente sabrá mucho de Europa, pero el resto del mundo es tierra ignota para él. Presentarse en la reunión de la OTAN alimentando un contencioso con uno de sus miembros más poderosos es, desde el punto de vista diplomático, una metedura de pata de principiante. El batir de tambores guerreros de la retaguardia mediática del gobierno es simplemente bochornoso. Recuerda demasiado el ruido que hacen los orangutanes en momentos de peligro, tanto más estrepitoso cuanto más miedo tienen.