dimecres, 24 de desembre del 2008

Las entrañables fiestas.

No hay mal que por bien no venga. La tremenda crisis que azota al planeta globalizado tenía que tener su lado positivo: nos ahorrará la habitual retahíla de artículos críticos sobre el consumismo desatado que caracteriza a las Navidades. Tendría gracia que con un paro desbocado, el empobrecimiento general, los cierres de empresas, los impagos, las quiebras, los desahucios saliera el habitual plumilla a dar la turrada de cómo el desmedido afán de consumo prostituye el sentido íntimo, recogido de la natividad del Señor. Precisamente ahora que hasta el Fondo Monetario Internacional, severo guardián de la ortodoxia monetarista, parece haberse convertido de golpe a la más cruda doctrina keynesiana de aumentar el gasto público con el fin de estimular la demanda, o sea, de incrementar cuanto se pueda el consumo. Bendito sea él.

¿Y qué fue de aquellas teorías de la "sociedad de consumo" o del "consumo ostentoso" que achacaban al capitalismo tardío el hecho de estar basado en un despilfarro siempre creciente? Se han esfumado en espera de la recuperación, de tiempos mejores, cuando sea posible volver a atacar al "sistema" por su feroz consumismo entre Martini y Martini.

Tristes Navidades en que se va a gastar menos que el año pasado. Menos mal que esta noche podremos consolarnos escuchando las filosofías de SM el Rey antes de la cena de Nochebuena. Ya que no podemos consumir, aburrámosnos con la reconocida elocuencia del Monarca que designó Franco previsoramente como "sucesor a título de Rey" hace medio siglo.

(En la foto Ramoncete y Héctor montando a caballo junto al Belén que tanto ayudaron a montar).

Nada de corporativismo: pura justicia.

¿Ven Vds., descreídos, como es cierto que ya no hay diferencias entre la izquierda y la derecha, según sostienen la señora Botella y otros intelectuales de similar abolengo? Como un solo hombre hicieron piña ayer los vocales-jueces del Consejo General del Poder Judicial, los de la izquierda y los de la derecha, para defender al pobre juez Tirado de este infame linchamiento mediático al que se le ha sometido a instigación directa del Gobierno. Vocales "progresistas" y vocales conservadores, con el presidente del Consejo a la cabeza, el ultracatólico señor Dívar, encontraron un terreno común ante el que palidecen sus respectivas convicciones ideológicas. ¡No podían dejar al juez en la situación que dictamina su apellido! Y no lo hicieron. Mil quinientos euros de multa entienden Sus Señorías que es pena suficiente para la negligencia del juez, consistente en dejar de ejecutar una sentencia que hubiera enviado a la cárcel a quien, estando en cambio en la calle, aprovechó para asesinar presuntamente a una niña. Mil quinientos euros. A los que el señor Dívar, tan católico, tan recto y tan justo habrá añadido para su coleto una docena de avemarías.

(La imagen es una foto de Público, bajo licencia de Creative Commons).

Beautiful Losers.

Con este título tiene la obra social de Cajamadrid una exposición en la Casa Encendida que se complementa con algunas otras piezas en la galería Subaquatica, que está en la calle Caballero de Gracia. Versa sobre esta última manifestación de la vanguardia que, a falta de nombre mejor y en tanto se espera uno, se llama Cultura urbana e incorpora escuelas y movimientos como el arte desobediente, el arte skater (que podemos tranquilamente traducir como "arte del patinete"), el neo graffiti, la Escuela de la Misión. Todos ellos tienen una serie de elementos en común: trátase por lo general de autores autodidactas, adeptos al llamada "hágalo Vd. mismo" (también conocido como Do it yourself art), surgidos en los ámbitos urbanos y suburbanos de los Estados Unidos (de costa a costa) en los años noventa, todos rebeldes, en contra del sistema, algunos en conflicto con la ley y en circuitos independientes y paralelos. La exposición trae obras de algunos de los más conocidos, como Barry McGee, Thomas Campbell, Chris Johanson, Ed Templeton, Margarert Kilgallen, Phil Frost, etc.

La canción es más o menos como la de todas las vanguardias: ruptura con los cánones artísticos establecidos, investigación de nuevas formas estéticas, empleo de nuevos materiales. Hay fotos, objetos diversos, grafismo, vídeos, música, graffiti, collages, empleo de imagen y texto... Y hay mucha provocación, uso de elementos de la vida cotidiana para fabricar obras de arte, recomposición y reutilización de lo convencional con otros fines, falta de respeto, ataque a los valores establecidos. En fin, todo lo que trae consigo la juventud, especialmente en los ámbitos creadores. Si hubiera que trazar la genealogía de estos artistas callejeros (¿algo más callejero que los graffiti o la pintura en los patinetes?) sería más o menos del modo siguiente: sus bisabuelos son los hippies de los sesenta y setenta; sus abuelos gente como Roy Lichtenstein y Andy Warhol; sus padres, Keith Harding y Michel Basquiat, considerados, a su vez, como... ¡gente respetable, más o menos del sistema! Y la forma de la creación en la que todos coinciden y parecen sentirse a gusto: el diseño. Tiene esta forma la ventaja de su multilateralidad, versatilidad y universalidad. Diseño es cubrir de graffiti los vagones de un metro, como dibujar la portada de un disco, de un fanzine o de cualquier otra revista. El movimiento, también heredero de lo punk, especialmente musical, alcanza a todos los órdenes de la vida. Es más, los artistas del "arte del patinete" están orgullosos de que una manifestación artística haya influido sobre un deporte, cosa en verdad relativamente nueva.

La peripecia vanguardista del movimiento no estaría completa si de ella no pudiera decirse, como de todas las anteriores, que en gran medida éste ha sido absorbido por los circuitos comerciales, como se demuestra por el hecho de que su estética se haya incorporado a la publicidad de grandes marcas y muchas veces de la mano de los mismos creadores, que han pasado de atacar y despreciar a las vacas sagradas del momento a serlo ellos mismos. ¿Un ejemplo? El de Spike Jonze, fotógrafo y cineasta especializado en arte del patinete y luego director de afamados largometrajes como Ser John Malkovich.

Merece mucho la pena darse una vuelta por la exposición. Se entienden bastantes cosas del mundo en que vivimos, del comercial y del no comercial.

(La segunda imagen es una muestra de graffiti ESPO, de Stephen Powers)


Actualización 11:00 del día 24.

¿Quién dijo que los dioses no se ocupan de nosotros? Esta mañana he recibido este magnífico vídeo en un correo que me envía mi amiga Pilar y que ilustra perfectamente lo que se dice en esta entrega de los beautiful losers. Perfectamente: véase primero el vídeo y léanse (si apetece) luego las observaciones. El vídeo:

Las observaciones:

1ª) se ve la forma de trabajar de uno de estos artistas urbanos, grafiteros o escritores (como ellos gustan designarse), que no es sencilla ni carente de riesgos;

2ª) es un producto -el graffiti- para consumo interno, en este caso, de su familia;

3ª) sin duda es arte;

4ª) tiene fuerte impacto emocional;

5ª) está en el circuito comercial porque sirve para anuncio de los laboratorios Pfizzer;

6ª) véanlo por el lado positivo: las empresas adaptan su publicidad a la estética de los tiempos y la ética del momento.

Gracias, Pilar. Felices fiestas.

dimarts, 23 de desembre del 2008

¿Quién como Dios?

Vuelve SS Benedicto XVI a la carga contra los matrimonios homosexuales e incrementa el calibre de su artillería. En su alocución a la Curia romana que publicaba ayer L'Osservatore romano propone la adopción de una "ecología humana" (supongo que quiere decir un "ecologismo humano") para salvar al hombre de su autodestrucción. Digo yo que hace falta ser Papa para diferenciar un ecologismo humano del ecologismo a secas, como si la destrucción del planeta no fuera ya "autodestrucción" del ser humano. El agente perverso de esta tarea destructiva es el matrimonio homosexual, dado que éste (el matrimonio) no puede ser otra cosa que "el vínculo vitalicio entre el hombre y la mujer como sacramento de la creación".

La toma el Papa con la adopción del concepto de Gender ("género") que cita en inglés, ignoro por qué. El Pontífice piensa que este término implica "la autoemancipación del hombre frente a lo creado y frente al Creador". Tampoco se entiende por qué. Hay mucha gente a la que molesta que, por influencia del feminismo, cada vez se hable más de "género" que de "sexo" pero lo que no veo es que quienes hablan de "género" traten de emanciparse del Creador. Me da la impresión de que el término es una mera excusa y que lo vituperable desde el punto de vista pontifical y lo que, por lo tanto, le interesa, es esa pretensión de emanciparse del Creador. De algún modo tenía que llevar Benedicto XVI el matrimonio homosexual a ese punto crucial en la visión católica de la sublevación contra Dios porque, al fin y al cabo, querer emanciparse de tan próvido Padre equivale a sublevarse contra él. El hombre homosexual es luciferino. Y el Papa Benedicto XVI le lanza el reto del arcángel San Miguel: "¿quién como Dios?".

Los homosexuales, hombres o mujeres, lo tienen muy crudo. Según informa El País prácticamente todos los países excepto el Brasil y Burkina Faso niegan la adopción de niños a parejas monoparentales u homosexuales. No es de extrañar con tanto anatema papal. En esa pretensión de los matrimonios homosexuales el hombre se comporta con la soberbia del doctor Frankenstein o, como lo expresa el Papa: "quiere hacerse a sí mismo y disponer siempre y de modo exclusivo de todo lo que le concierne." Se me alcanza que esto tiene que sonar muy mal a oídos de los muchos homosexuales creyentes que no querrán emanciparse de su Dios y mucho menos ocupar su lugar. Por otro lado, aun suena peor a oídos de quienes, sin ser homosexuales, creemos que el hombre es y debe ser dueño de sus destinos y de todo cuanto le concierne.

(La imagen es una foto de Sospensorio, bajo licencia de Creative Commons).

¿Mintió o no mintió?

Hubo un tiempo en que afirmaciones como las que hizo ayer Iñaki Gabilondo en el informativo de las 21:00 hubieran bastado para que el aludido le enviara los padrinos. Gabilondo llamó embustero al presidente del Gobierno, dijo que en su intervención en la Cuatro del jueves pasado el mandatario mintió al afirmar que él nunca supo nada de los vuelos de la tortura a Guantánamo y que, de haberlo sabido, lo habría denunciado. Sin embargo luego se ha conocido que hubo, al menos, una autorización de un vuelo con prisioneros a la base cubana que se tramitó siendo ministro de Defensa el creyente señor Bono y concluyó siéndolo el señor Alonso. ¿Con o sin conocimiento del señor Rodríguez Zapatero?

La cuestión está en entredicho. ¿Mintió o no mintió el presidente del Gobierno? Pienso que la cosa no puede quedar así y que es obligada una declaración pública del señor Rodríguez Zapatero para dejar el asunto en claro. Dice Gabilondo que, dada la presumible complicidad del PP con el Gobierno en tan vidrioso asunto, no cabe esperar de él iniciativa alguna. Pero sí de la ciudadanía libre y crítica que jamás apoyará estos métodos de secuestro y terrorismo de Estado, llámense GAL o Guantánamo. El presidente nos debe una explicación.

Caminar sin rumbo (XXIX).

Sublime decisión

(Viene de una entrada anterior de Caminar sin rumbo (XXVIII), titulada La llamada del Señor.

Aquella conversación fue decisiva en mi vida, si bien sólo lo vi así muchos años después, cuando me fue dado reinterpretarla. He observado que eso es algo muy frecuente. Como si la naturaleza, a quien atribuimos con harta soberbia una sabiduría que no sabemos si tiene sólo porque la cuestión nos afecta personalmente se hubiera encargado de atenuar el efecto que un impacto emocional fuerte pudiese causarnos eliminando su conciencia inmediata para devolvérnosla luego, pasado mucho tiempo, cuando ya estemos curados de espantos y podamos entenderla con mayor desapasionamiento.

Mi madre acogió la noticia de la visita del cura con su tolerancia y consideración habituales. Debió de darse cuenta de la importancia que tenía para mí en mi estado de enajenación religiosa y, lejos de hacer algún comentario irónico, como hubiera sido lo habitual, acerca de la insufrible afición del clero a meter sus narices donde nadie lo llamaba al amparo del dominio que ejercía en la España nacionalcatólica, fijó el día de la entrevista el último antes de las vacaciones en el colegio, para que no tuviera que volver al siguiente, y recibió al jesuita en el despacho de mi padre, que no se utilizaba desde que éste partió para el exilio.

Aquel despacho había sido siempre una especie de lugar misterioso a mis ojos de niño, un severo sancta sanctorum en el que, viviendo mi padre con nosotros, raramente se entraba y en su ausencia, nunca. Lo dominaba una mesa de roble macizo estilo renacimiento de espaldas a una ventana provista de pesadas cortinas. En un extremo había un pequeño tresillo en torno a una mesa baja, en donde mi padre recibía a las visitas. Con las cortinas echadas, a plena luz del día, era preciso encender la una lámpara de pie contigua al sofá que bañaba el despacho en una luz ocre, tamizada por la pantalla.

Mi madre saludó afablemente al padre Martín que parecía algo impresionado probablemente porque no esperaba encontrarse en un lugar así y lo invitó a tomar asiento en el sofá mientras ella lo hacía en uno de los sillones y le preguntaba si quería tomar un café o alguna otra cosa, a lo que él contestó que un vaso de agua que yo me apresuré a traerle quedándome luego de pie, sin saber qué hacer. Fue el padre Martín quien sugirió:

- Creo que sería mejor que habláramos a solas.

- ¿Por qué? -contestó mi madre con naturalidad-. ¿No viene Vd. a hablar de mi hijo?

- Precisamente por eso.

- Precisamente por eso. Ya es mayor -añadió, mirándome con una ligera sonrisa, como diciéndome "¿verdad que sí? ¿verdad que eres mayor?"- Al menos para escuchar lo que los demás mayores decimos de él.

Y, sin esperar más, me invitó con un gesto a sentarme en el sillón contiguo, cosa que hice sintiendo que el corazón me latía aceleradamente, como golpeando la caja torácica.

Si sintió alguna incomodidad, el padre Martín no la manifestó. Tras unos instantes en los que pareció recapacitar sobre lo que quería decir, abordó directamente el asunto de lo que a sus ojos era mi indudable vocación religiosa. La pintó con colores encendidos, alabó mi comportamiento en la "catequesis social", sostuvo que él sabía distinguir muy bien las vocaciones, que se había quedado sorprendido por la fortaleza de la mía, que debíamos sentirnos agradecidos a los designios del señor y que para aquella casa, y se refería a la nuestra, sería una bendición. Mi madre me miraba de vez en cuando con una expresión entre divertida y dudosa y, al escuchar lo de la bendición, esbozó una sonrisa.

- Todo eso que dice Vd., padre, está muy bien y tenga la seguridad de que, si es como Vd. dice, si la vocación de mi hijo es tan fuerte como dice, en esta casa nadie se opondrá a que se cumpla. Pero, de momento, me parece un poco pronto para que tome una decisión de esa importancia. Todavía es casi un niño que apenas ha visto nada de la vida. Hay que dejarlo que la viva y que luego se pronuncie.

- Creí que pensaba Vd. que ya es mayor.

- Lo suficientemente mayor para asistir a una conversación en la que se habla de él, pero no tanto como para tomar una decisión que comprometerá su vida posterior. Para eso, no; para eso, debe esperar. Cada cosa a su tiempo.

- El tiempo para estas cosas es lo más pronto posible.

- ¿Incluso aunque falten elementos de juicio? ¿Haremos como con el bautismo, esto es, condicionar la vida de un ser que no tiene uso de razón, que no entiende qué hacen con él, que sabe ni hablar?

Estoy seguro de que el padre Martín no habia oído nada semejante en su vida. Debía de tener por entonces treinta y tantos años y para él, como para todo el mundo entonces en el país, para mí mismo, había instituciones sociales y religiosas como el bautismo que nadie cuestionaba, que no eran cuestionables. No estoy seguro pero creo que comenzó a perder el aspecto de cisne negro que yo le había adjudicado en el Arroyo para retornar al de córvido, un córvido ominoso. Miró a mi madre de hito en hito y le salió una especie de discurso en el que después he pensado que ni él podía creer:

- Hay que tener en cuenta que, en la lucha por las almas, eso es lo que hace el enemigo: poner su impronta en el espíritu de los recién llegados para ganárselos, hacerlos adeptos...

- Perdone, padre, ¿qué enemigo es ese?

El jesuita parecía cada vez más desconcertado. Me miró como haciendo ver que no era cómodo exponer lo que pensaba en mi presencia. Es de suponer que hubiera querido contestar: "el demonio", pero pareció pensárselo mejor, paseó la mirada por el despacho cual si buscara inspiración y respondió:

- No sé, ¿los comunistas, tal vez?

Al llegar aquí mi madre que no era comunista pero estaba mucho más cerca de ellos que del padre Martín, rio abiertamente, con alborozo.

- ¡Pues déjelos hacer eso tan feo! ¿Por qué quiere imitarlos? ¿No tiene la Iglesia métodos mejores de reclutar a su personal?

Con el paso del tiempo, rememorando esta conversación que tengo grabada, he reflexionado qué sorprendente debía de resultar al jesuita el empleo de tales expresiones maternas. "Personal" debía de ser la última palabra en la que pensara el padre Martín al referirse al clero, a los sacerdotes, a los siervos de Dios, a los pastores de la grey, a los hermanos en Cristo; cualquier cosa menos "personal". En las dos ocasiones posteriores en que volví a hablar con el padre Martín, una meses después de esta conversación, en que ya le comuniqué definitivamente que no tenía vocación alguna pero que le estaba muy agradecido por lo que había hecho, y otra muchos años más tarde, cuando lo encontré en un país centroamericano entregado a la Teología de la liberación, como era de esperar, no salió este asunto. Él sí se acordó de preguntarme por mi madre y supo encontrar palabras de admiración hacia ella; pero eso fue muchos años más tarde.

A partir de aquel momento, como si hubiera un acuerdo tácito entre los dos, la conversación ya la dirigió mi madre. Tranquilizó al jesuita asegurándole que tomaba muy en serio lo que había dicho y que, llegado el momento, me dejaría elegir libremente, sin tratar de imponerse en sentido alguno. Y se lo decía a alguien que hasta entonces había dado por supuesto que los padres intervendrán en estos asuntos pero siempre en el sentido "correcto". Habla a favor del padre Martín que demostrara tanta cintura dialéctica y supiera contenerse y asimilar que estaba escuchando algo no previsto pero que, en cierto modo, tendría que haber imaginado. Continuó mi madre diciendo que yo era un muchacho muy reflexivo pero bastante impresionable, que tenía una sensibilidad delicada, que últimamente había vivido experiencias muy intensas y que encontraba recomendable dejarme un tiempo para asimilarlas. Pensábamos irnos de veraneo en unos días a una casa de sus padres, de los abuelos, en la costa, que tendría tiempo de reflexionar sobre todo ello y seguramente a la vuelta del verano, quién sabía, pudiera tomar una decisión. Luego lo acompañó hasta la puerta diciéndole que estaba encantada de conocerlo y se la cerró en las narices dejándome horrorizado en el vestíbulo y pensando que seguramente el padre Martín se habría sentido humillado. Pero no me dio tiempo a reflexionar sobre ello porque ya mi madre había dado media vuelta y se dirigía a mí:

- Espero que no te parezca mal lo que le he dicho. Todavía eres muy pequeño para estas cosas. Y, en todo caso, tú sí que no has dicho nada.

Para mi desesperación era cierto: no me había hecho oír. Es cierto que ninguno de los dos consultó mi parecer, pero también lo es que pude haber dicho algo y no lo hice. Estaba fascinado mirando a aquellas dos personas, por entonces las más importantes en mi vida, hablando sobre mí con la naturalidad con que se pudieran contar impresiones de un viaje. Me veía desde fuera, objeto de las cuitas de dos seres queridos y sentía como una especie de arrullo. Los dos sabían mucho más que yo y los dos me querían y querían lo mejor para mí. Pero desde puntos de vista muy distintos. Mi firme convicción religiosa volvió de golpe así que vi desaparecer al padre Martín porque con él se iba la promesa de un futuro de plenitud, entrega, sacrificio y ¿por qué no? santidad. Y ¿a cambio de qué? A cambio de las muelles relaciones con mi madre que no creía en nada, que se reía de la religión y que, en el fondo, odiaba a la Iglesia y a los curas, a los que culpaba del atraso secular de España. Por eso, en una especie de agonía, me encaré con ella y le dije que, en el fondo, todo el problema era porque ella no creía. Me miró con y alzando las cejas con unaq punta de burla dijo:

- ¿Y qué?

- Pues que todo se arreglaría si creyeses.- "Todo" venía a significar para mí el asunto de mi vocación, tan clara hacía unos instantes y ahora tan cuestionada.

- Pero si no creo, no creo. No se puede creer si más. ¿Por qué no tratas de converme?

- Yo no puede convencerte pero estoy seguro de que si quisieras creer, creerías.

- Me parece que no. ¿Cómo podría querer creer si no creo?

- Si fueras a misa, creerías.

Mi madre rio, me cogió de la mano atrayéndome hacia sí, me besó y me dijo:

- ¿Y tú quieres que vaya a misa sin creer? ¿No ves que eso es un sacrilegio? La sola idea debiera ofenderte. Ya sé que es lo que hacen ellos: mandar a la gente a la iglesia a la fuerza. Ya lo has oído: como los comunistas. Pero eso no es lo que hago yo.

Quedé confundido y como obnubilado. Tenía razón y tuve una sensación doble: el desconcierto de dársela y el orgullo de que quien así razonara fuera mi madre. Ella cambió de conversación como cerrándola:

- Ya hablaremos más despacio. Tendremos tiempo. El domingo nos vamos tu hermana, tú y yo a casa de los abuelos. Allí trataremos este asunto si quieres y si tus primos te dejan un minuto libre, que no creo.

(Continuará)

(La imagen es el grabado nº 6 de la serie de W. Hogarth, Historia de un libertino (1735), titulado Matrimonio de conveniencia).

dilluns, 22 de desembre del 2008

La gran crisis del siglo.

Sólo falta que el Anti-Cristo anuncie su llegada si es que no está aquí disfrazado de crisis para ir al paso de los avances de la ciencia. Tan fuerte es aquella que baja hasta la compra de lotería, tradicional refugio de los pringaos. Babilonia se hunde. El Vice electo de los EEUU afirma que su país está al borde de la quiebra, como si fuera la España de Felipe II o de Felipe IV o de Fernando VII o del invicto Caudillo. Y el Gobernador del Banco (sic) de España (sic) dice que la crisis es peor que la de 1929. Ojo clínico el de MAFO y diagnóstico precoz, voto a tal. Da gusto el optimismo que irradian los próceres. Menos mal que el señor Rodríguez Zapatero cuenta con que empezaremos a remontar en la segunda mitad de 2009; un consuelo viniendo del mismo que advirtió que había crisis cuando ya no quedaba dinero para pagar a los ujieres de La Moncloa.

¿Alguien recuerda que tras el hundimiento del comunismo íbamos a entrar en un siglo de ventura y prosperidad, que la historia iba a acabarse? Ya no queda un hueso sano a la doctrina neoliberal. Considerando este desastre planetario se ve que tal doctrina, expuesta con insufrible suficiencia por sedicentes expertos no era propiamente una doctrina sino un conjunto de memeces. Cierto que los neoliberales insisten en que la crisis no es debida a la falta de regulaciones sino a su exceso. Pero es que la memez es inasequible al desaliento y a las pruebas empíricas.

Es verdad que la crisis no se se debe tan sólo a cuestiones económicas sino que también (y acaso principalmente) se debe a cuestiones morales: el afán de lucro, la codicia, la avaricia, la falta de escrúpulos, el ansia de rapiña, la insolidaridad, el espíritu delictivo, la ausencia de toda norma moral. Habría que impulsar una reconstrucción moral de la especie, cosa nada fácil porque no hay sistemas conceptuales, racionales, ideológicos que puedan acometerla. Muy de evitar al respecto son las recetas ya prestas de la Iglesia que avanza a paso de carga con su fórmula mágica: no follar, resignarse y obedecer al mando.

A la izquierda le ha caído sobre la cabeza la crisis general del capitalismo sin tener no ya una alternativa preparada para ofrecer como salida sino siquiera una mínima capacidad analítica para comprender la crisis y explicársela a sus desesperados seguidores. Lo extraño de Atenas es que el ejemplo no se haya extendido a otras capitales europeas y no europeas en las que hay tantos o más motivos para salir a la calle a bofetadas con todo lo que huela a oficial, Estado, poder, gobierno, institución o dirección.

(La imagen es una foto de Icrf, bajo licencia de Creative Commons).

Proselitismo y marketing.

Debe de ser la primera vez que alguien ingresa en una organización clandestina anunciándolo en la prensa y mostrando en ella el careto. Son tácticas nuevas con las que ETA se adapta a las cambiantes circunstancias de mayor acoso policial y falta de vocaciones como la que padecen los seminarios, instituciones con las que tiene mucho en común. Estoy seguro de que ha buscado el asesoramiento de psicólogos que la ilustrarán acerca del efecto que la iniciativa pueda tener en sus militantes actuales y en la cantera de los futuros. Al fin y al cabo, el espíritu de la imagen es similar al de los carteles mediante los cuales las Fuerzas Armadas instan a los jóvenes a enrolarse. Claro que en la foto alguno no es tan joven, lo que abre una interesante perspectiva respecto a la clientela potencial de ETA, sobre todo en épocas de crisis.

La publicidad del reclutamiento tiene también sus costes. Se hace parte del trabajo de la policía que ahora sólo tiene que poner un "Se buscan" debajo de las fotos. Suponiendo que sean reales, por supuesto. Porque también pueden ser productos de photoshop, rostros que no pertenecen a nadie concreto. Y ahí andarían los pikoletos buscando a cuatro vascos virtuales tan existentes como Calisto y Melibea.

Así que en el análisis de costes/beneficios es probable que la iniciativa resulte productiva para incitar al ingreso en las filas de los terroristas, considerados gudaris. Porque, por baja que sea la rentabilidad será alta ya que el coste es mínimo puesto que los cuatro de la foto y otros seis que no aparecen pero tienen la misma intención, estaban huidos, en busca y captura. O sea que, de perdidos, al río.

Guillermo en las carreras.

Exactamente ¿qué premia el Planeta? Sin duda novela, pero ¿qué tipo de novela? No la experimental, ni la de alta calidad o de amplios vuelos; no la de depurado estilo, trama original o muy creativa; no la de profundidad psicológica o filosófica ni la de carácter histórico o costumbrista; no la novela poética, la epistolar ni la memoria novelada; no la novela comprometida o de preocupación social. Parece que premia la novela escrita por alguien lo suficientemente conocido para asegurar ventas millonarias; lo importante es la firma, la novela puede estar escrita de cualquier modo. El premio Planeta, es bien sabido, es una operación de marketing editorial.

Todo eso se cumple en el caso del último premio a Fernando Savater. Si además se da la circunstancia de que la obra no está escrita de cualquier modo sino con esmero, miel sobre hojuelas. Pero eso no quiere decir que la novela sea una novela. El señor Savater escribe bien, con gracia, agilidad, riqueza léxica, abundancia de citas, elegancia y claridad. Pero no escribe literatura propiamente hablando sino otra cosa muy difícil de definir si es que se puede, parcialmente ensayo, parcialmente artículo o reportaje. Casi es más fácil entender el escrito por lo que no es; y no es una novela.

Es cierto que el autor ha escogido una fórmula de género (intriga) y un formato clásico, con planteamiento, desarrollo y desenlace en secuencia temporal lineal, que evita los tiempos superpuestos que a veces son enfadosos. El narrador es algo más complejo y rebuscado pues alterna uno omnisciente con dos primeras personas distintas de dos protagonistas. Pero todo esto entra en el terreno del utillaje narrativo ordinario. Algo más en profundidad, la trama es inverosímil y no está bien tratada. Se dirá que siendo literatura no tiene por qué ser verosímil, lo que es cierto pero, cuando menos, debiera ser creíble y no lo es ya que los episodios, los lugares, los percances resultan irreales y, al tiempo, tópicos. Algunos de estos son extravagante (como el atentado al Sultán), no tienen otra finalidad que el lucimiento del autor, desvían la atención de la trama principal si la hubiera y se disuelven en la nada de su misma concepción.

Los personajes carecen de consistencia entre otras cosas porque casi todos son el propio señor Savater, razonan y hablan como él y todos muy parecidamente entre sí aunque en las descripciones del omnisciente el autor se esfuerce en subrayar sus peculiaridades. La ambientación -el mundo de las carreras de caballos- no consigue interesar, en parte porque es algo muy alejado de la experiencia ordinaria del común de los mortales y en parte porque el propio autor no se esfuerza mucho en que interese o, si se esfuerza, no lo consigue. Es de agradecer que no haga una exhibición abusiva de su competencia específica en la materia, con esas interminables parrafadas técnicas que no hay Cristo que soporte al estilo, por ejemplo, de los términos médicos en Palinuro de México, de Fernando del Paso, pero tampoco consigue encuadrar la historia en el ambiente de las carreras de caballos, de forma que ambas instancias, la historia y el ambiente, marchan cada una por su lado.

Y una vez que uno se ha desecho de todo prejuicio e idea preconcebida, que uno admite que la literatura es una mar océana sin reglas ni cánones y que lo literario es una causa sui resulta que el relato tampoco engancha. El autor se esfuerza por sorprender y, sin embargo, el libro se lee muy rápidamente porque todo él es bastante previsible, no porque esté uno deseando llegar al desenlace y enterarse de qué sucede. Cosa, además inútil porque, como si fuera una especie de venganza del autor, el desenlace queda abierto.

Savater profesa una gran admiración por el personaje de Guillermo Brown, de Richmal Crompton, y da la impresión de que su novela tiene mucha influencia "guillermina". Algunos datos remiten directamente a ella, como, por ejemplo, el episodio del león que trae a la memoria el de Guillermo y los del camping y, por supuesto, el equipo de cuatro hombres que está encargado de resolver el misterio del jockey desaparecido es un trasunto de los "proscritos" de los relatos de Guillermo. El Guillermo de Savater (el llamado Príncipe) es pelirrojo, como el Pelirrojo de Guillermo. Y hay más: el propio planteamiento de la historia y su desarrollo tiene mucho de las historias de Crompton. Quizá sea eso el aspecto más literario de la novela. Con el alcance que tiene la literatura de Crompton.

diumenge, 21 de desembre del 2008

¿Cambio en Comisiones Obreras?

Suele hablarse de la evolución conservadora o "derechización" de los partidos de izquierda. El PSOE, se dice, debe prescindir de la "O" de obrero y la "S" de socialista, pues ha mucho que no hace justicia a lo que en un tiempo significaron. Teniendo en cuenta que otros, generalmente nacionalistas españoles, también piden que deje caer la "E" de español ya que lo tienen por un partido vendepatrias, sólo le quedaría la "P" de Partido, lo que resulta determinación escasa. Algo parecido viene diciéndose de Izquierda Unida (IU), especialmente durante el mandato del señor Llamazares. Análoga evolución se detectaba en los dos sindicatos mayoritarios que, muy vinculados a los dos grandes partidos de la izquierda (PSOE y PCE) en los comienzos de la transición, hace ya mucho que rompieron con la imagen de ser "correas de transmisión" de aquellos, se independizaron y consolidaron una posición de autonomía de proyectos que los llevó en primer lugar a una confrontación con los partidos, especialmente visible en la UGT en relación con el PSOE, y de entendimiento y diálogo con la patronal, mediada por los gobiernos de distinto signo.

Esa situación propició una larga etapa de paz social sólo rota en una ocasión, a raíz del llamado "decretazo" del Gobierno del Aznar en 2002. Una política de colaboración alentada probablemente por los años de crecimiento sostenido y prosperidad que se vivieron desde mediados de los noventa hasta muy recientemente, cuando la irrupción de la crisis económica galopante parece estar preparando el terreno para planteamientos más reivindicativos y radicales. Hace unos días IU renovó sus órganos personales y colectivos de mando con Cayo Lara a la cabeza, quien ha anunciado una política de la coalición de mayor distanciamiento con el PSOE. Ahora, la sustitución del señor Fidalgo por el señor Ignacio Fernández Toxo en la Secretaría General de CCOO parece preanunciar movimientos en una dirección similar de mayor combatividad.

La verdad es que el caso del señor Fidalgo que tenía una sorprendente buena sintonía con la derecha y presumía de una intensa amistad con el señor Aznar era bastante extraño habida cuenta, sobre todo, de que este último no cedió un ápice (excepción hecha de la retirada del mencionado "decretazo") en su política neoliberal de ataque sistemático a los derechos económicos, sociales y laborales de los trabajadores. Por supuesto, que haya buenas relaciones personales entre los dirigentes sindicales, políticos y sociales en general es muestra encomiable de que las tradiciones de respeto y entendimiento democráticos han calado en España. Pero lo cierto es que esa civilizada práctica se hizo a costa de los intereses de los trabajadores que vieron disminuir en términos relativamente significativos su participación en la riqueza nacional pues la capacidad adquisitiva de los salarios se estancó durante los años de crecimiento o creció muy por debajo del monto de los beneficios empresariales.

Las dos elecciones de los señores Cayo Lara en IU y Fernández Toxo en CCOO parecen apuntar a un replanteamiento de la táctica política y sindical en un sentido de mayor combatividad. La cuestión es si resulta viable dado que se juntan tres circunstancias que, en principio obstaculizan este propósito.

En primer lugar, la propia personalidad moderada de los electos. Sin duda el señor Fernández Toxo no es tan proclive a la derecha como el señor Fidalgo, pero no deja de haber sido el secretario de acción sindical del último y hombre de talante pausado. Entiendo que la moderación de ambas candidaturas se debe a la fragmentada (en el caso de IU, atomizada) composición interna de ambas organizaciones, a su pluralismo, en definitiva, que obliga a presentar candidaturas de amplio consenso.

En segundo lugar debe tenerse en cuenta que el cambio de táctica ha de hacerse valer frente a un Gobierno de izquierda; socialdemócrata, desde luego y más radical en el terreno social que en el económico, pero de izquierda al fin y al cabo, que se resiste a adoptar medidas de solución de la crisis económica que vayan en detrimento de los intereses de los trabajadores.

En tercer y último lugar, la existencia de esa misma crisis, caracterizada por un aumento vertiginoso del paro. Los altos índices de desempleo han sido siempre desmovilizadores de la acción sindical cuya capacidad de presión es mucho más débil que cuando se dan supuestos de pleno empleo o próximos a él. Y si cuando estos se daban en los años de crecimiento los sindicatos no supieron, pudieron o quisieron articular políticas más exigentes de índole redistributiva, resulta algo iluso pensar que puedan hacerlo en plena crisis cuando la correlación de fuerzas les es muy desfavorable.

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