dissabte, 6 de setembre del 2008

Países anegados.

Los de Avaaz han puesto en marcha una campaña de recogida de firmas para apoyar la petición que los representantes de los pequeños Estados insulares harán al Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas para que se tomen medidas con urgencia a fin de frenar el cambio climático, principal responsable de que esté subiendo el nivel del mar. Este ascenso de las aguas acabará sumergiendo a muchos de estos países en un plazo más corto que largo, lo que obligará a evacuar a las poblaciones y encontrarles acomodo en algún otro lugar, cosa nada fácil. Quieren que firmemos el texto siguiente. Yo lo he hecho. Creo que todo ayuda:


A la Asamblea General y el Consejo de Seguridad de la ONU:

Nosotros, como ciudadanos de todo el mundo, compartimos la preocupación de las pequeñas naciones insulares con relación a la amenaza que el cambio climático representa para la paz y la seguridad internacional. Necesitamos actuar ya, y las discusiones sobre el clima global deben acelerarse para poder llegar a un sólido acuerdo a tiempo para prevenir una catástrofe, así como para proteger a aquellos que son obligados a desplazarse como consecuencia del calentamiento global. Nuestro futuro en común requiere que las Naciones Unidas traten la crisis climática internacional como mínimo con la misma urgencia con que se tratan temas relacionados con la guerra y la paz.

(La imagen es una foto que representa viviendas inundadas en Funafuti, Tuvalu y procede de lapágina de Avaaz).

divendres, 5 de setembre del 2008

Zapatero ya ha fallado.

Y no solamente ha fallado sino que nos ha engañado miserablemente, lo que es mucho peor. Más claro: este Gobierno ganó las elecciones de marzo pasado mintiendo a la gente. Mintiendo consiguió el voto de la izquierda, mintiendo se mantuvo y, según se ve, piensa seguir en la mentira hasta el final de la legislatura que ójala llegue pronto porque se vea obligado a convocar elecciones anticipadas al no disponer de mayoría absoluta.

Quede claro que este deseo no es la habitual trampa de los analistas de derecha que critican a la izquierda por no serlo suficientemente pero con la sola intención de que gane la derecha. No es el punto de vista de este blog ni de este post. Al contrario: aquí se propugna la disolución de las cámaras y las elecciones anticipadas en la esperanza de que el PSOE haga un esfuerzo y presente como cabeza de lista a una persona de izquierda y no a este sucedáneo que ya ha mostrado de qué es capaz: mentir como un bellaco para conservar el poder.

Ayer ximo, un amable lector, hizo un comentario que me dio que pensar. Decía ximo: "¿estoy muy equivocado si digo que en las anteriores elecciones se presumía de poder ir hacia el pleno empleo?. No quiero disculpar a nadie y que cada palo aguante su vela pero, me cuesta mucho ( no quiero, mas bien) crer que en aquella campaña nos estuvieran engañando de manera tan miserable y estrepitosa.Pardillo?". Yo tampoco quiero creer tal cosa, pero a las pruebas me remito: a la altura de julio de 2007, en el debate sobre el Estado de la Nación, el señor Rodríguez Zapatero dijo que España alcanzará el "pleno empleo" en la próxima legislatura. Ésta es la próxima legislatura y si entonces el paro era del ocho por ciento aproximadamente, hoy es del once por ciento

Se dirá que se trata de hace más de un año de entonces, en un ambiente de euforia en que nadie podía prever lo que ha sucedido. Sin embargo, al borde del fin de año, en diciembre de 2007, cuando ya se oteaban los negros nubarrones en el horizonte, el señor Rubalcaba anunciaba que: Podemos llegar al pleno empleo y ser líderes en derechos sociales. ¿Hace falta recordar ahora las sonadas declaraciones del mismo señor Rubalcaba en 2004: "Los españoles se merecen un Gobierno que no les mienta"? Estoy de acuerdo con el ministro del Interior, así que espero verlo dimitir por mentiroso y anunciar su pase a la vida de civil.

Aun así habrá quien diga que se trata de diciembre de 2007, cuando todavía ataban los perros con longanizas en la calle Ferraz. De acuerdo pero es que en marzo de 2008, a una semana de las elecciones, cuando la crisis era ya un hecho aunque el Gobierno se obstinara (como sigue obstinándose) en no reconocerla el señor Rodríguez Zapatero seguía diciendo en el debate televisado con el señor Rajoy que se comprometía a lograr el pleno empleo en 2012. Por supuesto hablaba del final de la legislatura y los incondicionales dirán que esperemos hasta entonces, que las cosas sin duda mejorarán. Es posible pero lo que dicen hoy en el Gobierno es que se avecinan tiempos malos y que de pleno empleo, nada.

O sea no hay exageración: han mentido y siguen mintiendo. Esto molesta mucho porque se trata de gente de izquierda pero es la realidad. ¿Y qué decir entonces de las políticas de igualdad, de las cuestiones del aborto, la eutanasia, el avance en los derechos sociales? Por supuesto Palinuro aplaude estas cuestiones pero lamentablemente da la impresión de que han recurrido a ellos para desviar la atención de sus políticas derechistas en otros territorios no menos importantes. Es decir, siguen mintiendo.

Tengo dos argumentos para demostrarlo. El primero hace referencia a la cuestión de la laicidad del Estado. Aquí no va a moverse nada. Nadie va a tocar los infames Acuerdos con la Santa Sede. Habrá políticas sociales moderadamente progresistas en algunas cuestiones pero no en otras cruciales, las decisivas para laIglesia.

El segundo argumento para probar que el Gobierno socialista miente y que no tiene nada de socialista sino que está engañando a la gente, en concreto a sus electores, entre ellos a Palinuro, utilizando su voto para hacer lo contrario de lo que sus votantes quieren es la inmigración. Durante el mandato de este Gobierno en su segunda etapa y el del ministro Celestino Corbacho en concreto, los eurodiputados socialistas españoles han votado a favor de la "directiva de la vergüenza" europea con las honrosas excepciones de los señores Borrell y Obiols. El ministro señor Corbacho también ha impedido que los inmigrantes puedan reunirse con sus familias y antes de ayer, en un movimiento indignante que ya debería haberle costado la destitución fulminante, anuncia que para luchar contra la crisis que él ni sus compañeros de Gobierno reconocen, cerrará el cupo de inmigración anual.

No se trata sólo de que esa decisión sea políticamente inadmisible sino de que es una inmoralidad. El mismo señor Corbacho ha llegado a ministro de España porque sus padres, extremeños, emigraron a Cataluña cuando él era niño. Es pues un emigrante. Si Cataluña hubiera hecho con él lo que él quiere hacer con los africanos que vienen a España espoleados por el hambre, estaría a estas horas destripando terrones en la dehesa lo que quizá hubiera sido una suerte para la causa de la justicia y de la izquierda.

O sea que mentirosos e inmorales. Compañeros: nos hemos lucido.

(La imagen es un famoso cuadro de Ford Madox Brown que simboliza la dureza de la emigración, se llama The Last of England y se encuentra en Birmingham Museums and Art Gallery).

La fuerza del odio.

Aprovechando la hora de comer y un vacío en los exámenes ayer dimos un salto hasta Coyoacán, a recorrer la zona, una de las más pintorescas del Distrito Federal y visitar las casas de Frida Kahlo y León Trotsky. La primera se ha puesto imposible desde que se hizo la película con Salma Hayek pues se ha llenado de turistas. La de Trotsky en cambio sigue en el bendito semiabandono en que ha estado siempre. Semiabandono porque, aunque esté bien atendida, no es un negocio como lo es la de Frida Kahlo y los pocos visitantes que hasta ella se acercan (estuve observándolos un buen rato) son como peregrinos, como iluminados por una luz interior. La casa está más o menos según la dejó Trotsky al morir a manos de Ramón Mercader. En el pequeño pero frondoso jardín luce la estela que labró Juan O'Gorman en memoria de Lev Davidovich Bronstein, que descansa en la parte de atrás, junto a su esposa Natalia Sedova.

El caso Trotsky invita a una reflexión sobre el alcance del odio, la envidia, el miedo, la inseguridad y otros rasgos de la naturaleza humana. ¿Por qué persiguió Stalin con tanta saña a Trotsky y a su familia, después de derrotarlo en las intrigas internas del Partido Comunista? Hacia más de quince años que Lev Davidovich ya no tenía poder político real en la Rusia soviética, quince años en que anduvo perseguido y hostigado por el totalitarismo estalinista hasta que éste consiguió acabar con él. La pregunta es siempre la misma: ¿por qué? Y la respuesta también ha de serla misma: por el ejemplo moral de Trotsky. Stalin no podía permitir que un solo hombre, un hombre exiliado, perseguido, acorralado, se enfrentara al aparato estatal de la Unión Soviética y ordenó asesinarlo al tiempo que lo vilipendiaba, estigmatizaba su persona y trataba de eliminar toda memoria de su paso por la historia.

Es curioso: poco antes del hundimiento del comunismo, el Partido Comunista de la Unión Soviética rehabilitó a todos los perseguidos del estalinismo, a los Zinoviev, Kamenev, Bujarin, etc... pero no a Trotsky. Cuando pregunté a los comunistas soviéticos el porqué de esta anomalía, me contestaron que porque Trotsky nunca fue procesado y condenado. Trotsky fue un caso de venganza personal de Stalin; la venganza del soberbio, del todopoderoso frente al débil y, sin embargo, ahí está, erguido en su derrota. Que si el odio tiene fuerza, más fuerza tiene la moral.


ACTUALIZACIÓN DÍA 5 DE SEPTIEMBRE

Este post ha merecido el honor de ser reproducido en el número de hoy del estupendo periódico digital de izquierda

InSurGente con el que Palinuro mantiene excelentes y fraternales relaciones sazonadas con una actitud mutua de vigilante crítica, necesaria siempre para el logro que ambos reconocemos común: la emancipación del ser humano.

dijous, 4 de setembre del 2008

La crisis está desbocada.

Casi parece una broma de un dios maligno. Cuanto más se obstina el Gobierno en que los ministros no pronuncien la palabra "crisis" mayor es la profundidad, extensión y complejidad de ésta. No recuerdo una situación tan absurda en muchos años. El señor Rodríguez Zapatero y los suyos utilizan circunloquios como si, víctimas de una creencia supersticiosa en los poderes mágicos de las palabras, esperaran que éstas sustituyeran a los hechos.

Mes tras mes los indicadores económicos dan unas situación catastrófica: el paro está ya en el 11%; la inflación no se detiene; las ventas de coches caen en picado; las de inmuebles igual; la tasa de confianza está por los suelos; el euríbor por las nubes; el IPC también; las empresas quiebran; la bolsa se hunde; el índice de morosidad se dispara; la banca tiene problemas de liquidez; el PIB no se mueve o va para abajo.

Pero según el Gobierno esto no es una crisis sino un frenazo.

Las declaraciones de los ministros quedan desmentidas por los hechos apenas se han formulado; las comparecencias en sede parlamentaria no sirven para nada; apenas ha declarado un ministro cuando la oposición parlamentaria pide otra y al ministro ha de sucederle el presidente del Gobierno "a petición propia" cuando una semana antes se había negado a hacerlo.

Pero según el Gobierno esto no es una crisis sino un frenazo.

Ante las malas perspectivas y la política de ahorro, las demás instituciones se sublevan contra el Gobierno, incluso las gobernadas por el partido del Gobierno. Ayuntamientos y Comunidades Autónomas parecen hacer causa común para mejorar su situación y aumentar sus disponibilidades presupuestarias.

Pero según el Gobierno esto no es una crisis sino un frenazo.

¿Quién es el imbécil al frente de la política de comunicación del Gobierno?

(La imagen es una foto de Hryckowian, bajo licencia de Creative Commons).

El peregrino intermitente.

Julio Llamazares ha emprendido un largo y peculiar viaje a través de los años y de la vida, uno que tiene un destino pero no fijo en un punto en el horizonte sino diseminado por la geografía nacional: el de visitar todas las catedrales de España, un viaje que ha iniciado bajo la doble advocación de Fulcanelli y Georges Duby ya que empieza su periplo con sendas citas de ambos como una mezcla premonitoria entre el espíritu científico y el místico que viene a ser como un programa del itinerario. Es un viaje que se irá completando con los años. Empezó en 2000, cuando los cálculos monetarios se hacían en pesetas (p. 46) pero ya en Zamora, ochenta y cuatro páginas más adelante, se calcula en euros (p.130). El viajero pasa por el tiempo igual que el tiempo pasa por su viaje en el que también hacen su aparición las nuevas tecnologías casi como introduciéndose sin avisar ya que el autor no parece gran amigo de ellas; escribe con pluma en un cuaderno y en un par de ocasiones dice, parece que con orgullo, que no tiene máquina de fotos lo que no empece para que el lector encuentre algunas reproducciones de bajísima calidad desperdigadas por el libro pero que dan una idea bastante certera de los ambientes que gustan al autor para sus fines. No obstante las nuevas tecnologías aparecen de pronto en la página 558 y en la catedral de San Feliu de Guixols cuando Llamazares se hace con un modesto folleto explicativo no pidiéndoselo a un encargado más o menos agradable cual tiene por costumbre sino, dice, bajándoselo de internet", notable evolución desde luego si bien se nota que a regañadientes pues escribe internet con mayúscula, signo indubitable de que sigue siendo algo extraño para él.

El propio autor declara el sentido profundo de la obra: "viajar y contar su viaje, aunque a nadie interese salvo a él" (p. 145). Típica modestia porque un viaje de Llamazares, que es un gran escritor, interesa a mucha gente y la prueba es que esta obra Las rosas de piedra, Alfaguara, Madrid, 598 págs) a pesar de su considerable extensión, va por su segunda edición en un año. Es un libro curioso, impregnado de una especie de misticismo laico. El autor no es religioso, me parece que ni siquiera creyente, pero se siente atraído y espiritualmente movido por el sentido trascendental que emana de las catedrales románicas, góticas (ambas sus preferidas) y renacentistas. No tanto por el estilo neoclásico, al que odia sin que me quede claro el porqué, aunque lo intuya: escaso misterio.

El libro está formado por dos tipos de narrativas: de un lado la descripción de las catedrales y de otro los percances del recorrido por las tierras de España. Éste es al mismo tiempo un libro sobre catedrales y un libro de viajes. Por lo que hace al primer relato, la descripción de los templos es liviana y no muy técnica, cosa de agradecer aunque a veces se le vea algo la estameña de los resúmenes de las guías. A este respecto hay de todo.Una de las conclusiones que se obtienen de este peregrinar de Llamazares es que el régimen general de las catedrales en España es como la casa de Tócame Roque: los horarios son irregulares; unas tienen guías (a su vez de muy distinta calidad); otras, no; otras, simples fotocopias. Las instalaciones dependientes de los edificios (criptas, claustros, museos) están sometidas al mismo principio caprichoso y aleatorio. Salvo que se tenga la suerte de dar con algún canónigo amable (cosa rara) o algún lugareño aficionado a mostrar el templo, como le sucede a veces a Llamazares, las catedrales carecen de personal capacitado para mostrarlas a los visitantes con conocimiento de causa.

En este terreno de las cuestiones propias de las catedrales, sus estilos, arquitecturas y tesoros artísticos el libro es una mina; muy subjetiva, como debe ser todo criterio artístico pero una mina. Resalto de él lo que más me ha interesado con una idea tan subjetiva como los juicios del autor: la exaltada valoración de la catedral de León, la suya, hecha con un ánimo contenido pero emocionado; la admiración ante la rica pintura acumulada en el museo de la de Palencia (el Greco, Berruguete, Zurbarán, Mateo Cerezo) (p. 206); la apreciación del gótico tardío de las de Valladolid y Segovia, ambas obras de Juan Gil de Hontañón (p. 240); el asombro ante la de Burgo de Osma, la quinta de España en tamaño tras las de Santiago, León, Burgos y Toledo y depósito de las ilustraciones de Beato de Liébana (255); la comprobación de que la de Gerona es la única catedral de España cuya nave central carece de columnas y se asienta solamente sobre las paredes (p. 520); la sorpresa ante los frescos de José María Sert en la de Vic (p. 538).

En un terreno no artístico sino de organización eclesiástica es interesante reseñar la distinta dignidad de los templos. Aragón constituye un verdadero galimatías: Barbastro es catedral junto a una concatedral en Monzón y una excatedral en Roda de Isábena. Calahorra y La Calzada constituyen una catedral con dos sedes y en Zaragoza conviven dos catedrales, la Seo propiamente dicha y la basílica delPilar (p. 403).

No me resisto a consignar una respuesta a un interrogante que plantea el autor en relación al cimborrio de la catedral de Zamora de clara influencia bizantina vía Francia. Se pregunta Llamazares: "Pero ¿cómo llegaría hasta Zamora? ¿Por qué caminos? ¿En qué momento?" (p. 129). Si hacemos caso a mi amigo el abogado y escritor Javier Sáinz Moreno, el único que ha propuesto una teoría alternativa a la de don Ramón Menéndez Pidal sobre la autoría del Poema del Mío Cid en un libro titulado Jerónimo Visqué de Périgord, autor del Mío Cid, esas preguntas están contestadas: viene de la mano del obispo Visqué de Périgord que anduvo con las mesnadas del Cid y llegó a obispo de Toledo. Por cierto, el propio Llamazares se encontró después con Visqué al pasar por Salamanca en donde había una exposición sobre él (p.155).

Respecto al segundo tipo de narrativa el libro es más que nada un libro de viajes, ya se ha dicho, aunque se trata de un viaje entrecortado ya que el viajero lo interrumpe y lo reanuda cuando lo tiene a bien, acometiendo su empeño por grupos de diócesis territoriales: Galicia, Castilla la Vieja, el reino astur-leonés, Vascos/navarros y riojanos, Aragón y Cataluña. Se lee de corrido o saltando de una parte a otra porque está escrito en una prosa sencilla, tersa, escueta, que recuerda la de Cela en el Viaje a la Alcarria y lleno de observaciones pertinentes, muchas veces implícitas, en forma de understatements sobre las gentes y tierras de España por las que Llamazares profesa una devoción prudentemente oculta. Es pintoresco el personaje de Merlín, un hombre que no está muy en sus cabales en la catedral de Mondoñedo (p. 74). No creo que sea extraño que a la sombra de estos grandes templos cristianos abunden gentes de peculiar compostura. Así tampoco será raro que, al visitar la catedral de Teruel, un borracho se le presente como "fabricante de ojos", mereciendo la muy sobria pregunta de Llamazares de "¿Qué habrá querido decir?" (p. 478). A mí, menos sobrio y más dado a la ensoñación romántica que el autor, me sonó como aquel inquietante personaje de E.T.A.Hoffmann en Elhombre del saco y su expresión "¡bellos okos!" ("schöne Öken!"). Algo parecido a ese curioso y extraño episodio del grupo de turistas ciegos que visitan la catedral de Ciudad Rodrigo (p.70).

¿Quién no ha tenido alguna vez la impresión al visitar alguna catedral, algún claustro silencioso, de que el tiempo se hubiera quedado colgado de los capiteles de las columnas, venerables piedras, y de que a la vuelta de algún pilar, de alguna columna podría uno toparse con el arcediano de Nôtre Dame o el magistral de Vetusta? Y, hablando de Vetusta, Llamazares recala en Oviedo, ciudad a la que iban a estudiar los leoneses de su generación, toma un café en la cafetería Logos, enfrente de la facultad de Derecho, en donde también lo stomaba yo cuando daba clases allí más o menos en el tiempo en el él estudiaba (p.89) y me hizo gracia.

Llamazares es un escitor de ánimo leonés. No estoy seguro de saber expresar lo que a mi entender se encierra en esta determinación intuitiva, quizá una fe laica (ya lo he dicho) que lo lleva a respetar a los demás de una forma tan obsesiva que no parece española a pesar de que el hombre es radicalmente español, que lo lleva a luchar contra su forma de ser, como se prueba por el hecho de que, padeciendo claustrofobia, se encierra en las criptas y sufriendo de vértigo, sube a las torres y los campanarios. No menos significativa me parece su acendradísima circunscepcción que nos habla mucho de su carácter amable y tímido. Por ejemplo, en la catedral de Valladolid se queda dormido en un banco (una experiencia que hemos tenido todos los que hemos visitado templos a veces en jornadas agotadoras), hasta que se despierta con un sobresalto y, muy preocupado, se dice: "Menos mal que nadie me ha visto" (p. 225) Y¿cómo sabe él que nadie lo ha visto si estaba dormido? Su reflexión, pues, no es decir que el asunto sea baladí sino el bochorno de que lo vean durmiendo, es decir, de no poder escenificarse, como los viejos hidalgos castellanos.

Lo que hace más español al autor y lo integra de modo casi esencial, civilizatorio, con los ámbitos en los que circula y deambula casi como si fuera un marciano, el momento en que se descubre su identidad de raíz con el paisaje cultural y los usos y costumbres patrios es el del almuerzo a mediodía. Jamás cuestiona el hecho de que los templos, siguiendo inveterada costumbre hispánica en el terreno religioso (como si Dios también se retirara a almorzar) y en el del siglo cierren a mediodía para cumplir con la sacrosanta costumbre de la copiosa mesa, quizá la amada sobremesa y puede que hasta la muy hispánica siesta. De todo ello participa nuestro autor sin cuestionarlo ni una sola miserable vez, como el que se adapta a un movimiento telúrico. En ningún momento se le ocurre que los templos podían estar abiertos a mediodía (cosa que ya va calando en el comercio, siempre el más adelantado, sobre todo las "grandes superficies", que pueden permitírselo) en beneficio de quienes, como quien esto suscribe hace años que se ha declarado en rebeldía de mesa, sobremesa y siesta, se ha desnacionalizado y emplea el tiempo entre las 14:00 y las 16:00/17:00 horas en algo distinto que llenar la andorga. Llegado a esas horas Llamazares se funde con el paisaje, inquiere en dónde se puede comer "bien" y, de serle posible, se sienta ante una bien provista mesa que lo sirvan y a llenar bien el estómago con independencia del tiempo del año al extremo de que, a veces le cuesta levantarse de la mesa y hasta, ya se ha visto, se queda traspuesto en algún crucero.

Cuídese señorLlamazares que aún le queda seguir con este interesante viaje para dar cuenta de la otra mitad más o menos de las catedrales de España, esos refugios del alma de piedra y silencio.

dimecres, 3 de setembre del 2008

Nueve hurras por el juez Garzón.

Basta con ver cómo se pusieron ayer todas las derechas del país para comprender que el juez Garzón ha dado en el blanco que es también donde más les duele. Voto a tal qué griterío organizaron, cómo se pusieron, qué cantidad de denuestos, descalificaciones, falacias e insultos pudieron oírse a propósito de la providencia del señor Garzón para recabar información antes de decidir qué hará en un asunto para el que ha sido requerido en debido tiempo y forma, esto es, si abre o no diligencias para averiguar si hubo delito en la sanguinaria, bestial, inhumana represión que organizaron los fascistas en España durante la guerra civil y los primeros años de la posguerra y, habiendo habido delito, a qué tipo responde y qué cabe hacer al respecto. Para muchos de los que ayer participaron en la diatriba contra Garzón éste sólo tenía que haber escuchado al fiscal que pedía el archivo del caso. Eso es lo que se llama respeto por la autonomía del juez de instrucción.

En el ámbito político el señor Rajoy dijo eso tan original de que no hay que reabrir viejas heridas sin plantearse siquiera si se habían cerrado alguna vez. El señor Mayor Oreja, un franquista confeso, calificó la decisión garzoniana de "disparate" porque volvía a poner a las dos Españas frente a frente. Habría mucho que hablar sobre esto y se hará en su momento ahora que el señor Garzón con una decisión encomiable ha planteado el asunto de fondo que envenena la política española: la represión franquista, ¿fue un delito de genocidio?

En este territorio político el que cargó con mayor contundencia contra el magistrado con insultos incluidos fue El Mundo que en esto de vilipendiar es consumado maestro. Calificó la decisión del señor Garzón de una truculenta garzonada y provocó que los otros jueces en la Audiencia Nacional pidieran la defensa de su compañero frente a la hostilidad y virulencia de los ataques. En lo que no eran insultos, el editorial de El Mundo utilizaba tres razones para oponerse a la decisión del juez Garzón alguna de los cuales era compartida por otras instancias, a saber: 1º) la decisión del señor Garzón es algo parecido a la "causa general" durante el franquism0 (argumento que comparte el diario con las asociaciones de la magistratura) o con el agravante de que dicha "causa general" no fue sino un asunto meramente propagandístico; 2º) los posibles delitos han prescrito a causa de la Ley de Amnistía de 1977; 3º) de hacerse caso al señor Garzón, ello obligaría a disponer de recursos que la Justicia española no posee.

De los insultos de este periódico especialista en la materia que se defienda el señor Garzón; de las falacias puede hablarse aquí: 1º) la "Causa General" fue una orden del poder político al Ministerio Fiscal para que realizara una acumulación de información mientras que ahora es al revés, una solicitud de información de la justicia a los poderes políticos. Además lo de meramente propagandístico no es cierto ya que muchos procedimientos penales se sustanciaron con pruebas de la "causa general"; 2º) en cuanto a la prescripción en virtud de una ley (de autoamnistía), aparte de que el genocidio no prescribe por decisión de los tratados internacionales, una ley posterior derogaría tranquilamente una ley anterior; 3º) lo de los recursos es una bobada por si cuela.

Pero la parte más divertida del guirigay antigarzoniano vino precisamente de los colegas jueces del señor Garzón en sus tres asociaciones de la magistratura, la de la derecha, la de la extrema derecha y la de la extremísima derecha pues la judicatura que, como decíamos ayer, apenas ha cambiado desde los tiempos de Franco, desconoce el centro y la izquierda y bien claro ha quedado. Su evidente coincidencia con El Mundo procede probablemente del espíritu corporativo porque, como nadie ignora, muchos jueces (o lo que pasaba por tales) fueron un puntal de la estrategia represiva de la dictadura. Si los criminales que componían la Brigada Político Social de Franco eran unos delincuentes, ¿qué fueron los jueces que condenaron a decenas, cientos de personas en el siniestro Tribunal de Orden Público, antecesor de la actual Audiencia Nacional? Los jueces de las asociaciones que pasan por ser la derecha y el "centro derecha" repiten los argumentos de la prensa reaccionaria sobre la nueva "causa general", la no competencia del juez Garzón, la inexistencia del delito y, en todo caso, su prescripción.

Los más refinados son los de la asociación"progresista" de jueces que parecen acusar al señor Garzón de activismo judicial y no ven justificación a una posible acción penal en lugar o substitución de la política que es la que corresponde. En el colmo de la incongruencia el portavoz de esta asociación "progresista" reconoció que asiste a las víctimas el derecho a saber donde se encuentran sus muertos pero no parece ocurrírsele que la garantía de que eso se cumpla sean precisamente los jueces y no ya solamente frente a la posible desidia de los poderes públicos sino contra su expresa oposición.

No se me alcanza cómo puedan decir unos jueces que no sea competencia de un juez de instrucción indagar para descubrir al autor de un delito al que, antes de acusar formalmente, es preciso definir con exactitud y sin titubeos. Tampoco entiendo cómo pueda un juez negarse a indagar un delito porque suponga que haya prescrito. Los jueces están obligados a investigar la presunta comisión de delitos, luego ya se verá si hay o no prescripción. Dicho con otras palabras: Franco es responsable de un delito de genocidio y es un genocida. Si el delito ha prescrito, no habrá condena, cuestión tanto más irrelevante cuanto que el autor lleva ya más de treinta años muerto. Y si no ha prescrito pero se debe tener en cuenta el principio de irretroactividad de las normas penales, como se han apresurado a señalar los magistrados "progresistas" (más muertos de miedo que de vergüenza, me parece), queda la cuestión del ejemplo moral de nuestras acciones. En función de éste y en virtud del sentido de la justicia que siempre estará por encima de los subterfugios de los leguleyos, es importante que un tribunal de justicia declare que Francisco Franco fue un genocida. Y que quede claro que quienes honran su memoria honran la memoria de un genocida.

(La imagen es una foto de Carolonline, bajo licencia de Creative Commons).

dimarts, 2 de setembre del 2008

Tres hurras por el juez Garzón.

Ya era hora. Resultaba ridículo que España se erigiera en juez universal, precisamente a través de una iniciativa del señor Garzón en relación con el señor Pinochet y tuviese su casa sin barrer en asuntos como el genocidio y las violaciones de derechos humanos. Porque si Pinochet fue un criminal el máster se lo dio el general Francisco Franco, otro criminal que se adelantó a su tiempo en materia de persecuciones haciendo palidecer las de la junta militar argentina y otros dictadores latinoamericanos. A su lado todos estos eran honrados gobernantes que se desvivían por su amado pueblo.

A su vez, lo que la oposición derechista va a hacer de inmediato ya no será cuestionar la competencia del señor Garzón sino insistir en el principio de irretroactividad de las normas penales en la esperanza de que el nombre del delincuente Francisco Franco no incurra en el ludibrio y su alambicado sistema de iniquidades y maldades no surja a la luz pública y sea, por fin, condenado treinta, cuarenta, setenta años despúés.

¡Un censo de los desaparecidos, masacrados, asesinados y enterrados de cualquier forma en cualquier parte! Desde luego,lo mejor es que se sepa la identidad de todas esas víctimas y qué sucedio con ellas y si, de paso, se conoce la de los victimarios, mejor que mejor. Será un acto de justicia.

En los años de la transición esto no fue posible ni en broma. Los franquistas seguían en el poder, sobre todo en el militar y el judicial. Los militares hubieran impedido por la violencia que sucediera algo así. No se había hecho nada y ya hicieron una intentona... ¡Cuántas veces escuchamos en aquellos años que lo que los de izquierda pretendíamos era ganar en la paz lo que habíamos perdido en la guerra!

Ahora el ejército ha cambiado mucho, sobre todo desde el ingreso de España en la OTAN y gracias a dicho ingreso, guste o no a quienes pusieron en marcha Izquierda Unida desde la plataforma del OTAN NO. Ya no se puede contar con él para un golpe de Estado. Por eso la derecha se ha concentrado en instrumentalizar el Poder Judicial, que ha cambiado mucho menos que el ejército, si es que ha cambiado algo. Sin embargo, las iniciativas del juez Garzón, inscriben en este ámbito y logran el palmarés de lo más avanzado y progresista. El juez Garzón hace historia y contará con el apoyo entusiasta de toda la gente ecuánime y justa del país. Su decisión traslada la polémica al interior del Poder Judicial, que ya va siendo hora también de que se enfrente a sus responsabilidades durante la Dictadura.

Pero los jueces aplican las leyes, en este caso la llamada Ley de la Memoria Histórica Cuando ésta se aprobó en el Senado con el apretado resultado que se aprecia en la imagen, muchos en la izquierda la saludamos criticándola y pensando que menos daba una piedra. La idea era -y así lo expusimos- dar un primer paso que posibilitara otros posteriores que abrieran por fin ese lóbrego tugurio del miedo y la memoria histórica de los españoles a los aires frescos de la justicia y la reparación. La decisión de zancada hacia este fin. Pero ha sido posible gracias a aquella Ley tan timorata e insuficiente para muchos perfeccionistas del momento.

¡Tres hurras por eljuez Garzón y también por aquellos legisladores!

(La primera imagen es una foto de Carolonline. La segunda, de Jaume d'Urgell, ambas bajo licencia de Creative Commons).

Las pirámides de Teotihuacán.

Son una de las atracciones rabiosamente turísticas de México que más me gustan. Desde la primera vez que las visité, allá por 1984, en mi primer viaje al país, creo haber estado en el lugar unas cuatro veces y siempre hago lo mismo: subo a la dos, la del Sol y la de la Luna, oteo el paisaje desde arriba junto a tropecientos turistas más, todos fotografíandose, me extasio ante la calle de los muertos que indefectiblemente me recuerda los Campos Elíseos o la Luitpoldarena en Nürnberg y procedo luego al descenso, más problemático que la subida, como saben todos los que han estado aquí y han visto a alguien bajando de nalgas. Ramoncete se portó. Subió y bajó, cierto que ayudado por sus padres, entre grandes risas y disfrutó muchísimo. Arriba corría una agradable brisa y el tiempo ayudó. Es verdad que Teotihuacán ya no es lo que fue. Hay pocos turistas, a los que ya no importunan tan densos grupos de vendedores de ponchos o puñales de obsidiana, bastantes tiendecitas de recuerdos están cerradas, ya no se celebran espectáculos de luz y sonido. Entre la crisis y la escalada de México en el índice de sociedades violentas a la colombiana el negocio turístico anda muy desangelado.

Contraté la excursión en una oferta de grupo, cosa que no hago nunca pero en estos tiempos de "freno económico" no está el horno para dispendios de taxi. La oferta incluía una visita a la inevitable basílica de Nuestra Señora de Guadalupe, hace unos años elevada a la extraña categoría de "Emperatriz de América". En cuanto al edificio lo tengo por uno de los más feos del planeta, pero es el centro de una devoción firmísima y multitudinaria del pueblo que lleva a algunos de sus hijos a cruzar el enorme atrio de rodillas o, incluso, a venir ya arrodillados desde mucho antes, quien sabe si desde su pueblo, y a otros a rellenar de exvotos las paredes de las capillas o los pies de los altares. Nos concentramos en las otras iglesias que hay en el complejo guadalupano que no son tampoco maravillas pero muestran un barroco colonial la mar de atractivo frente a la pretenciosidad universalista de la basílica moderna y allí pudimos comprobar que, en la polémica sobre el aborto no es solo que el obispo de Guanajuato amenace con la excomunión ipso facto a toda aquella que proceda a una interrupción voluntaria del embarazo sino que la Iglesia está poniendo a los curas en pie de guerra en contra de la nefanda práctica, como se prueba con esa foto de la horrible vitrina que nos encontramos a la entrada de la antigua basílica y que por cierto no se puede visitar porque, como siempre, está en obras para rescatarla del hundimiento a causa del carácter pantanoso del terreno en el que está construida, lo mismo que le sucede a la catedral de la Plaza del Zócalo.

La excursión comprendía, además de nosotros, dos chicas argentinas muy jóvenes, un matrimonio gringo ya talludito y un japonés acompañado de un señor de unos cuarenta años y nacionalidad para mí indescifrable. Pronto se estableció la dinámica de grupo en estos casos sólo rota por nosotros que no estábamos interesados en las explicaciones ramplonas y fabulosas del guía, ni en la visita a un taller de platería y otro de obsidiana sólo pensada para que la gente pique y se lleve a casa objetos perfectamente inútiles a precios fabulosos y mucho menos en un almuerzo típico "amenizado" por algún mariachi, y solamente queríamos saber en qué lugar era preciso quedar para que nos recogiera la furgoneta chevrolet hasta la siguiente parada.

Fue inevitable asistir a algunos intercambios de grupo en el interior del vehículo especialmente animados después de un almuerzo que debió de estar bien regado de alcohol. De ellos sólo quiero reseñar algo que tengo por una de mis experiencias más acrisoladas: creo que sólo conozco algo más estúpido e ignorante que un gringo diciendo a un argentino, chileno u otro latinoameriacno eso de "nosotros en América hacemos tal y cual", y es que esos interlocutores no pregunten al gringo en dónde diantres piensa él que esté la Argentina o Chile o cualquier otro país latinoamericano.

dilluns, 1 de setembre del 2008

México.

Acabamos de llegar a México, a donde me ha tocado venir a examinar por la UNED. Ha sido un trayecto agradable dentro de lo que cabe. Digo esto porque, aunque son más de doce horas de vuelo, para mi sorpresa el airbus era relativamente espacioso en clase turista y se podía estirar las piernas, cosa imposible en otros tipos de airbuses, verdaderas fábricas de tromboflebitis. Y un vuelo apacible a pesar de Gustav. En los trayectos Madrid-México D.F. normalmente los aviones entran en Norteamérica a la altura de Nueva York y luego tuercen al sur a través de Tennessee, Alabama y Louisiana, cruzan el golfo de México y llegan al Distrito Federal. En Louisiana pasan entre Baton Rouge y Nueva Orleans, muy pegados a ésta pero hoy se ha desviado como cosa de seiscientos kilómetros, pasando muy al oeste de Baton Rouge, supongo que evitando el huracán, aunque a once mil metros no sé yo si el fenómeno se hará sentir mucho. Ramón se portó ejemplarmente.

El aeropuerto Benito Juárez sigue siendo el escaparate de la eficiencia caótica. En la recogida de equipajes, había un perro amaestrado husmeando entre las maletas; pero no buscaba drogas sino comida. Nos requisaron un bocadillo de tortilla. Luego de pasar por el scaner de salida, una máquina de inspección aleatoria decidió que nos tocaba abrir todas nuestras pertenencias para que nos las revisaran por enésima vez.

El servicio de "taxi autorizado" con el que en teoría se combate el expolio a que el servicio libre era tan proclive se fundamenta en una racionalización de ese mismo expolio. Si dos visitantes que van a hoteles muy cercanos en el centro pretenden que un solo taxi pase primero por uno y luego por el otro con el consiguiente ahorro descubren que eso no es posible. El taxi hace en efecto el recorrido de los dos hoteles pero hay que pagar como si fueran dos trayectos completos y distintos desde el aeropuerto al centro.

La capital nos recibió con un cielo de plomo. Nos alojamos en un hotel residencia con un aire colonial, en régimen de apartohotel muy cómodo en Chapultepec, a tiro de piedra del Museo Antropológico y la Alameda Central. Y tiene un servicio de wi-fi en abierto fenomenal. No como en España donde el Meliá-Coruña cobra por la conexión algo así como cuatro euros la hora. Otro expolio.

Como mañana (hoy en España) tengo libre, he planeado una excursión a Teotihuacán, a ver cómo se porta Ramoncete.

(Las imágenes son sendas reproducciones del famoso grabador hidrocálido José Guadalupe Posada, primera la magnífica calavera catrina y la segunda el famosísimo Fandango y francachela de todas las calaveras.)

Los girasoles ciegos.

El viernes se estrenó la peli de José Luis Cuerda Los girasoles ciegos con guión del propio Cuerda y de Rafael Azcona e interpretación brillantísima por cierto de Maribel Verdú entre otros buenos actores. Es una adaptación del renombrado libro de relatos homónimo publicado por Alberto Méndez en 2004, unos meses antes de morir (Los girasoles ciegos, Barcelona, Anagrama, 153 págs). Corresponde pues decir algo sobre el libro por dos razones: la primera porque conocí al autor en mis tiempos de estudiante aunque no lo traté porque era un par de años mayor que yo y esa diferencia en la Universidad es un mundo si bien considero que somos de eso que llamamos misma generación; la segunda porque cuando se publicó el libro aún no tenía yo blog y dada la escasa simpatía que despierto en el corral publicístico hispánico no me hubieran publicado la reseña razón por la que lo hago ahora antes de la crítica de la peli. No es preciso que reitere lo contento que estoy con internet que ha venido a librarnos a algunos de la necesidad de cabildear y compadrear con la manga de enchufados que controlan los medios para publicar nuestros escritos.

Comparto muchas cosas con Méndez: unas experiencias similares en un país y un tiempo marcado por la sórdida posguerra e, imagino, el hecho de proceder de familia de vencidos en la contienda que nos hizo crecer escuchando historias terribles de represión, persecución, torturas, fusilamientos pero también de entereza, entrega, resistencia. Un mundo hecho de cruda realidad y fantástica idealización que ha pesado sobre nuestra formación, al menos sobre la mía, como una losa de granito. Méndez pertenecía a la izquierda universitaria como yo. Militó en el Partido Comunista unos veinte años hasta 1982 en tanto que yo abandoné toda militancia comunista ("revisionista" o "pro-china") en menos de seis meses. Pero mantuvimos siempre nuestras convicciones izquierdistas. Su vida ya se ha acabado (que la tierra le sea leve); la mía sigue y las convicciones, también. Lo que no es poco decir en un país en que un porcentaje asombroso de quienes fueron de izquierda en los años de la dictadura se ha pasado a la derecha; a esta derecha heredera de aquella.

Mirado desde el ángulo de las propias biografías el libro de Méndez puede entenderse como un ajuste de cuentas pero es más que eso: es un intento de narrar, de exteriorizar, de dar algún sentido a aquel magma de impresiones y recuerdos propios y ajenos que fue nuestra experiencia de infancia y adolescencia. Méndez se atrevió con lo que otros no hemos osado aún y está por ver que lo hagamos. A veces tengo la impresión de que la veintena de libros que he publicado es un intento de cubrir el vacío de ese otro que todavía no he escrito. Méndez, sí. Por eso quizá su destino haya sido el de libro único porque el autor estuvo escribiéndolo y reescribiéndolo a lo largo de su vida; porque era su vida. Algo así como lo que la pasó a Goethe con el Fausto que le llevó sesenta años.

Los girasoles ciegos es un conjunto de cuatro relatos breves entreverados dos a dos que aparecen como jalones de un mismo aciago hecho y a los que el propio autor llama "derrotas", dos de ellas, relatos autónomos, reemergen luego como episodios de los otros dos lo que forma una especie de mosaico literario de extraños efectos. Relatos que se terminan como relatos en otros relatos y todos reflejan el mismo tiempo y la misma circunstancia: la espantosa, despiadada, bárbara represión de la posguerra. El tiempo que le importa a nuestra generación que no vivió la guerra pero sí ¡y cómo! la posguerra.

Casos como los que en ellos se relatan los hemos vivido o conocido de referencia directa o indirecta los hijos de los vencidos en aquella guerra porque quien no tuvo un padre (o los dos o algún otro familiar directo o toda la familia) preso, fusilado o exiliado era porque lo tenía escondido en alguna cueva, cámara, escondrijo donde bastantes pasaron años. No hubo piedad para los vencidos y ese es el rasgo que define a los vencedores hasta hoy: que no dieron cuartel ni tregua a los derrotados a los que persiguieron con saña durante toda la dictadura intentado exterminarlos, al tiempo que sembraban el terror entre la población. En aquella España y durante cuareta años sólo hubo odio y miedo. Esa ferocidad, esa falta de límites morales, esa crueldad desenfrenada y desprecio por la dignidad humana de los asesinos (y fueron muchos, cientos, miles: muchísimos falangistas, carlistas, los curas, los militares, los jueces, los funcionarios de prisiones, los guardias civiles, la policía política, el somatén) que llevaron a cabo la represión es lo que hace imposible respetarlos a día de hoy, a ellos y a quienes, sabiendo lo que pasó, los aplauden. De los izquierdistas de los sesenta y setenta pasados a esta derecha no quiero ni hablar.

Es posible que como sostienen los llamados historiadores "revisionistas" y sus acólitos de haber ganado la guerra los que la perdieron las cosas hubieran sido iguales o peores. Es posible. Pero eso no pasó y toda especulación al respecto es inane. Lo que sí pasó y lo que hay que decir es que los vencedores se ensañaron con los vencidos inermes durante meses, años, decenios; que los persiguieron, expoliaron, humillaron, torturaron y asesinaron a mansalva; que trataron al país como territorio conquistado y a los habitantes como enemigos derrotados para los que no hubo cuartel.

El extraodinario mérito de Alberto Méndez es haber reflejado esa angustiosa situación en un escueto cuarteto de relatos literarios. Es poner nombres y rostros, acercarnos a tantas víctimas de la cruel vesania de los vencedores. Es haber abierto un ventanal a la memoria colectiva, haber dado un paso más en la devolución de la dignidad a las víctimas y en subrayar la indignidad de los victimarios. Y todo con una eficacia que mueve las entrañas porque los cuatro relatos, no tengo duda, responden a cuatro episodios que operaban en la memoria personal del autor como lo hacen en la mía y en la de todos quienes estuvimos en circunstancias parecidas porque todos oímos hablar en casa del caos de los últimos días de la Junta de Casado en Madrid que es el hilo del primer relato; todos también de los huidos por el monte, muchas veces cazados como fieras, motivo de la segunda historia; todos del siniestro coronel Eymar y su Tribunal de Represión de la Masonería y el Comunismo, tema de la tercera; y todos de algún topo, asunto del cuarto relato que da título al conjunto y es el argumento central de la peli de Cuerda.

Si he hacer alguna crítica a la obra es más por el lado literario. Los relatos tienen una estructura rebuscada, a veces artificiosa, como si el autor no quisiera contárnoslos de forma sencilla y directa y pretendiera proteger nuestra sensibilidad a base de recursos narrativos mejor o peor traídos, a base de relatos fragmentarios, manuscritos encontrados por casualidad, epístolas o dislocación de los tiempos. Por último, el título me desconcierta. He sido incapaz de encontrar en la Biblia referencia alguna a los girasoles ciegos. Desde luego ninguna a los girasoles que son plantas oriundas de América y por tanto desconocidas en el lugar y tiempo en que se escribió la Biblia y tampoco a ningún ciego de cualquier otra naturaleza que ande dando tumbos por no ver la luz del sol, y creo haber repasado todas las referencias neo y veterotestamentarias sobre la ceguera que hay muchas. Habrá que creer que es una invención del cura fascista, lascivo y criminal del relato y que el autor lo toma como una licencia literaria.

En cuanto a la peli lo primero que debe agradecerse es el magnífico trabajo de guión que han hecho José Luis Cuerda y Rafael Azcona quien falleció antes del estreno. Cuerda ya tiene experiencia en este tipo de historias pues rodó en su día la magnífica La lengua de las mariposas y en la calidad de Azcona como guionista no es preciso detenerse. Porque ha sido una verdadera proeza convertir en un relato lineal, sencillo, comprensible, la complicada armazón literaria de la historia, contada a tres voces y en tres tiempos: uno pasado en forma de carta del cura fascista a su superior, otro futuro en forma de recuerdos narrados por el hijo ya crecido años después y otro intemporal como tercera persona omnisciente. Por supuesto hubo que cambiar muchas cosas sobre todo el emplazamiento del relato pero ello ha redundado en beneficio del carácter cinematográfico de la historia que es cine en la estela de La lengua de las mariposas, otro trozo vivo de la memoria colectiva que se nos presenta gracias a la imaginación y la creatividad de Méndez y la maestría cinematográfica de Cuerda.


Digresión: Quienes tenemos más o menos la edad que podría tener Méndez hoy vimos bastantes películas de ínfima calidad glorificando los crímenes de los sublevados como "Glorioso Alzamiento", "Santa Cruzada" y semejantes mamarrachadas, empezando por una sobre guión del propio Franco que se llamó, cómo no, Raza y es un producto literalmente para cretinos. Tiene gracia que quienes estaban de acuerdo con semejante basura digan hoy que el cine español no tiene categoría y pidan que no se hagan más películas sobre la guerra civil. ¿Por qué no hacen ellos una desde su punto de vista a ver qué exito tiene? Resucitar a sus galanes no será posible pero siempre podrán encontrar media docena de chulos para protagonistas.


La ambientación está muy bien y en efecto es un acierto llevar la acción a Ourense en 1940 porque así es posible reflejar mejor el atosigante clima represivo de la dictadura y resulta más verosímil la historia secundaria del intento de fuga de los dos adolescentes por la raya de Portugal. En la historia original ese empeño de Madrid a Santander con el ánimo de cruzar a Francia era muy improbable. Sin embargo lo que es un aumento de verosimilitud por un lado es una disminución por otro. No es creíble que en una diminuta ciudad de provincias como Ourense una familia pueda mantener durante meses una situación de un huido viviendo como un topo al menos tomando en cuenta el conjunto de la historia sobre todo por la situación del niño en la escuela que no es sostenible mientras que sí lo es en Madrid.

Algunas aportaciones de los guionistas son muy oportunas y contribuyen a dar solidez a la historia. Por ejemplo la presencia del superior del seminario que no se limita a ser el invisible receptor de la carta del cura sino que conversa con éste y lo amonesta de forma muy realista. Como también lo es la aparición de la sobrina de la casera que viene a cobrar un alquiler en atraso. O las escenas del colegio con los curas vociferando el Cara al sol brazo en alto y obligando a hacer lo mismo a los chavales. Quién más quién menos los de la generación de Méndez hemos vivido esto a manos de los mismos que ahora invocan la "objeción de conciencia" frente a la Educación para la Ciudadanía que sigue siendo el mismo género de pajarracos. En cambio resulta poco verosímil y es bastante tópica la escena del chulo falangista de brillantina y bigotito acompañado por los matones de la policía. No porque esas cosas no pasaran sino porque resulta descabalgado del resto de la peli y se nota demasiado que es un añadido.

No estoy muy seguro de que la versión cinematográfica haya traducido el carácter del diácono/alférez provisional porque da la impresión de estar como desdoblado sin que sus dos aparente facetas contradictorias, el religioso con problemas de conciencia y el asesino fascista se concilien bien. Es más creo que el plano en el que folla con una almohada a la vista de un grabado sensual de una mártir es una exageración.

La banda sonora es muy buena y hay muchos otros detalles cuidados con esmero como el leve acento galaico de los curas frente al español estentóreamente castellano de los fascistas. Repito Maribel Verdú borda el papel y el niño no se queda atrás. Cuerda sabe manejarlos muy bien porque los deja actuar con naturalidad, con la inocente sosería y atonalidad de la infancia.

Ojalá la vea mucha gente. Es una gran película.