divendres, 1 de juny del 2012

Las cuentas de Dívar y los cuentos de Gallardón.

El presidente del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) y del Tribunal Supremo (TS) es un pío y probo varón, fiel seguidor de la doctrina católica y más partidario de la justicia divina que de la humana, a quien Zapatero nombró para el cargo en un momento de desvarío mental. Este curioso personaje que hasta la fecha había llevado una existencia al margen de la atención mediática de una sociedad que compra su derecho al espectáculo al precio muchas veces de la integridad de las instituciones, de pronto tomó una decisión insólita que, para cuando se hayan apagado sus ecos, puede haberle costado la carrera. Convocó a los medios, se puso bajo la luz inmisericorde de los focos y narró una historia, típica exculpación de parte, sin dar explicaciones convincentes de sus actos, sin aceptar su culpabilidad y sin demostrar fehacientemente su inocencia. Casi parecería un acto de iniciación para una dinámica de grupo: llega la figura principal, cuenta un relato y el resto de los participantes interactúa con él. 
En este caso, los periodistas tenían preguntas que formular que Divar respondió ateniéndose a un guión minuciosamente preparado según el cual debía poner gesto compungido e hilvanar un discurso de inocencia sustituyendo las pruebas por insinuaciones, verdades a medias, fantasías, fábulas e insinuando que, si no da explicaciones más claras y rotundas es porque pesa  sobre él una especie de obligación de confidencialidad o secreto que se estaba inventando. El resumen fue que no solo no disipó las dudas sobre sus presuntos ilícitos sino que las convirtió en certidumbres. La dinámica entró en funcionamiento; los periodistas no creyeron nada de lo escenificado y la mayoría de los comentaristas pidió la dimisión de Dívar.
La idea de que un acusado con pruebas materiales razonables puede liberarse de la acusación a base de proclamar enfáticamente su inocencia sin demostrarla por ninguno de los procedimientos habitualmente admitidos, no suele tener cabida ni en las ilusiones de los delincuentes más avezados, tanto menos en los cálculos de un profesional del derecho que está acostumbrado a los manejos de la retórica con finalidad de exculpación, encubrimiento o diversión. La fórmula según la cual se viste uno de punta en blanco, pone gesto digno y compungido, clarea la mirada y trata de parecer convincente ya no funciona. En resumen, tras haber reaccionado con expresiones despreciativas y hasta soberbias asegurando que no pensaba dar explicación alguna, Dívar se vio obligado a darla por exigencia de la opinión y hasta de sus colegas sin que alcanzara a ser otra cosa que un pobre intento de mixtificación y ocultación. 
La dinámica de grupo le ha sido claramente adversa. Todos los sectores ilustrados, abiertos, avanzados del país quieren que resigne el cargo antes de que el destrozo en el prestigio de la justicia vaya a más. No así los períodicos de la carcunda. Pero eso todavía es peor para él. Esos sectores se suman hoy a la petición de que Dívar comparezca en sede parlamentaria a explicar sus fines de semana caribeños con menos bizantinismos y equívocos que en la rueda de prensa.
Pero hete aquí que el ministro de Justicia, Ruiz Gallardón otra oveja de la grey católica, se opone a dicha comparecencia pero no por razones de afinidades ideológicas o de coincidencia en la misma superstición, sino, asegura muy serio, por razones puramente técnicas ya que, dice, eso sería atacar el principio esencial de la separación de poderes ya que el Parlamento no puede controlar el Poder Judicial. De inmediato distintas voces han recordado a este maestro del escamoteo, la falacia y el sofisma una sentencia del Tribunal Constitucional de 2003 que admite que el presidente del CGPJ comparezca ante el Parlamento a petición de este.
No está mal la intención, pero demuestra poco juicio. Si el Parlamento llama a comparecer a Dívar no lo llama por su actividad como poder judicial ni lo investiga por tal sino que lo hace en su condición de funcionario público del que existen indicios racionales de que ha cometido un ilícito reiterado que pudiera ser constitutivo de delito. Al hacerlo, el Parlamento no controla el poder judicial sino el recto comportamiento personal de sus funcionarios. 
Ruiz Gallardón debe intentarlo de otra forma si quiere impedir que se sepa la verdad. De momento, lo único que los dos han conseguido es lo contrario de lo que se proponían: la comparecencia de Dívar fue una pantomima y la intervención de Ruiz Gallardón un teatro.
La imagen es una captura del vídeo de la comparecencia de Dívar publicado por el diario El País

La locura del método.

En un aparte en Hamlet, Polonio dice de lo que el joven príncipe de Dinamarca le cuenta: "aunque sea una locura, tiene método". Juntar método y locura suena, a su vez, a locura; exactamente: la locura del método, una de las más peligrosas porque es letal. El lunático del método lo sacrifica todo a este y no ya con la mala conciencia de la fanática sino con la autocomplacencia de la cartesiana que porta orgullosa la identidad occidental consistente en identificar método y razón, como si la misma razón no nos avisara de a qué extremos de depravación, crueldad e ignominia puede llevar ella misma. El nazismo era una ideología científica; el comunismo era una ideología científica. ¡Ah, las aguas del Leteo!
Basta de monsergas. Vamos a lo práctico. Lagarde, jefa del FMI, dice que el organismo no está preparando un plan de rescate de España. Será verdad o no pero lo indudable es que alguien ha dicho que está en marcha tal plan. Mas, al tratarse de la locura del método o el método de la locura, puede ser ella misma quien lo haya hecho so pretexto de negarlo. Afirmar una cosa negándola tiene arte; aunque lo más probable es que se lo haya soplado Soraya Sáez de Santamaría con el ruego de que lo desmienta. Bingo.
Llega luego Merkel a pedir apoyo para las "valientes" o "decididas" o "audaces" reformas de Rajoy. Locura en el método porque pide a los demás el apoyo que ella no presta, habiéndose negado hasta la fecha a satisfacer ninguna de las caridades que Rajoy ha implorado y han sido unas cuantas, desde una sonrisa menos teutónica a los eurobonos, pasando por el enchufe con el Banco Central Europeo (BCE). ¡Con estos centreuropeos no valen los jamones de Jabugo!
Por si acaso, los burócratas de Bruselas, que son como los monstruos engendrados por el sueño de la razón metódica, han arremetido contra el gobierno de España prácticamente por todo, poniéndolo de inútil para arriba, especialmente en cuanto a la gestión del escandalazo de Bankia, cosa de la que presumen saber porque están parapetados en el BCE. La locura de este método reside en que tales propósitos incendiarán los mercados y obligarán a Rajoy a hacer más locuras. Y el método consiste en la peculiar forma que tiene el BCE de seguir los Diktate germánicos, haciendo lo contrario de lo que se le pide.
No hay tragedia sin comedia. Sáez de Santamaría asegura triunfante que un puñado de personalidades transoceánicas, como Obama entre otros, apoya los planes españoles, esos que todavía no se han presentado y por tanto desconocen. Cree que lo que digan los estadounidenses influye tanto en Bruselas o Berlín como lo hace en Madrid. Es una creencia muy de la tierruca pero algo ingenua.
De Guindos asegura que el futuro del euro se juega esta semana en España e Italia. La locura del método nos ha llevado a la lógica conclusión de cargarnos el euro a fuerza de protegerlo. De Guindos tiene tendencia a ser oracular y ya se sabe que los oráculos suelen ir acompañados de estados de trance y brumas mentales. Supongo que la repentina incorporación de Italia al grupo de los condenados se debe a la necesidad de reforzar el simil futbolístico o, como diría mi abuelo, "balompédico". El mismo De Guindos aguantó ayer impertérrito una soflama de la diputada canaria Ana Oramas quien acusó al PP de haber complotado la caída del gobierno en mayo de 2010 cuando este comunicó a los grupos que España estaba al borde del abismo. Es decir, lo acusó de traición al país y se atribuyó a sí misma y a los catalanistas el mérito de haber impedido una catástrofe que hubiera llevado a la intervención. La absoluta locura del método en versión carpetovetónica. Supongo que el oracular De Guindos vería en Oramas a una sibila que le revelaba el pasado y le mostraba el futuro.
Ignoro si De Guindos forma parte de la tropa gubernamental que acude al encuentro del club Bilderberg, convocado en una localidad gringa de Virginia que responde al muy francés nombre de Chantilly, no sé si por esnobismo o por ganas de despistar. Al fin y al cabo, los primeros esfuerzos mentales de estas lumbreras mundiales se dedican a asegurar su protección. Creo que han decidio declarar un estado de alarma en 10 km a la redonda por amenaza de ataque terrorista. Es como cuando Dios mantenía a raya a los cotillas de los israelíes, cubriendo el Sinaí con negras nubes y tormentas mientras dictaba a Moisés la divina ley.
Esto del Bilderberg es el trasunto contemporáneo de la leyenda eterna de la búsqueda del Santo Grial y estoy seguro de que muchos asistentes al cónclave piensan que acuden a Camelot, si bien, signo de los tiempos, también hay damas. Al Santo Grial que estos caballeros buscan (el crecimiento, la estabilidad, la paz, la democracia, la eterna felicidad del género humano) le ocurre lo que al de la leyenda artúrica: nadie sabía qué forma tenía porque nadie lo había visto nunca. Suprema locura del método: inventarse algo e imponérselo a la especie humana sin contar con ella para nada. Es lo que hizo Dios, ¿no?

El PSOE se ha abstenido en la votación de la reforma financiera del gobierno. Parece ir virando a la izquierda, recuperando su imagen propia, desdibujada por su coincidencia con el PP. Aunque lo hace con mucho trabajo porque le crujen las cuadernas, como a los viejos navíos y ha de tomar aliento en la abstención. Algo muy poco recomendable porque la abstención solo indica indecisión, incapacidad para pronunciarse entre alternativas, poco liderazgo, que se dice. Pero quizá se trate a su vez del método de la locura consistente en recuperar la capacidad de dirigir a base de mostrarse desorientado.
Locura en el método, método en la locura. Escojan porque hay de los dos. En abundancia.
(La imagen es una foto de World Economic Forum, bajo licencia de Creative Commons).

dijous, 31 de maig del 2012

La pintoresca comparecencia de Dívar

Hoy ha comparecido Carlos Dívar para dar explicaciones sobre los viajes de fines de semana caribeños, denunciados por un vocal del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) como presunta malversación de fondos. Asegura haberlo hecho a petición propia, pero todo el undo sabe que se debe a la presión de la opinión y, sobre todo, de sus colegas, poco propicios a que los salpique este ambiguo asunto. No ha aceptado culpabilidad alguna, asegura tener la conciencia "absolutamente tranquila", sostiene que no ha hecho nada que no hagan otros presidentes de órganos del Estado y afirma contundentemente que no ha cometido "ninguna irregularidad jurídica, ni moral, ni política". Preguntado si ha considerado la posibilidad de dimitir, afirma que nunca ha pensado en la posibilidad de dimitir, como si eso fuera una prueba de algo.
La comparecencia, cuidadosamente preparada, con palabras medidas al milímetro, con razonamientos que quieren ser contundentes y no pasan de ser circunloquios, deja una extraña impresión; como si Dívar no estuviera hablando, sino recitando una lección aprendida. Una parte de la declaración era leída y, por lo tanto, cuenta poco pues lo escrito estaba cocinado antes y, al someterse a las preguntas en donde las respuestas deben ser espontáneas el presidente del CGPJ y del Tribunal Supremo se ajustaba a un guión de exculpación que es evidente le habían preparado y que, aunque quisiera disimularlo, no evitaba el permanente choque entre lo que es y lo que se quiere que sea. De ese modo entreveraba las explicaciones y justificaciones sobre un comportamiento que sostenía era intachable con el anuncio de que el órgano que preside va a tomar medidas para hacer que nunca más pueda repetirse ese intachable comportamiento, lo cual es verdaderamente divertido. Sin duda consciente de la contradicción de todo el acto Dívar estaba muy tenso, tropezaba con algunas palabras, llegaba a equivocar el tiempo de algún verbo (un "habría" por un "hubiera") y venía a insinuar que sus viajes están protegidos por una especie de secreto o confidencialidad del cargo, como si fuera de los servicios secretos, pero sin decirlo claramente ya que tal cosa no es cierta.
En definitiva, la comparecencia es un típico acto fallido porque no solo no disipa las sospechas sino que las acrecienta. El propio Dívar, como magistrado, está harto de saber que las declaraciones exculpatorias de los acusados carecen de todo valor. De qué sirve que asegure (eso sí, con mucho énfasis y prosopopeya) que no ha "cometido ninguna irregularidad juridida, ni moral ni política". ¿Acaso le corresponde a él decidirlo? Lo mismo dirían, si los dejaran, todos los delincuentes que en el mundo han sido. ¿Y qué valor puede tener esta afirmación sin valor alguno teniendo en cuenta que se presenta como un sustituto de una franca explicación con rendición de cuentas completa incluida la identidad de quien o quienes le acompañaba(n) en los viajes?
Si Dívar quería, en efecto, ser transparente, le bastaba con serlo, sin escenificar ese pintoresco escenario concebido para impresionar a ingenuos. Y si, por razones efectivas y reales, no pudiera serlo, le hubiera bastado con pedir la constitución de una comisión en el seno del CGPJ o del propio parlamento que se comprometiera a escuchar su explicación con obligación de guardar silencio.
Pero no ha hecho nada de eso sino que se ha limitado a afirmar su buena voluntad y su cumplimiento de una norma que él mismo reconoce que estaba "desfasada", razón por la cual será cambiada precisamente para hacer imposible que Dívar pueda seguir con sus fines de semana caribeños. En resumen, Dívar no ha comparecido para justificar sus actos sino para justificar su negativa a justificar sus actos.
La imagen es una captura del vídeo de la comparecencia de Dívar publicado por el diario El País

La Gran Nación se tambalea.

La cara de susto de MAFO, muy parecida a la que se les pone a los brokers cuando se hunde una bolsa inopinadamente ya lo dice todo y haría innecesaria esta entrega si no fuera por la necesidad de explicarnos cómo hemos llegado hasta aquí.
Hasta aquí quiere decir aquella situación en que hemos pasado de tener uno de los sistemas financieros y bancarios más sólidos del planeta (en enérgica afirmación de Rodríguez Zapatero hace cuatro años) a estar calificados de bonos basura y no ya solo los bancos sino el país en su conjunto. Incidentalmente, una sola pregunta con referencia a aquella afirmación de Zapatero: ¿con qué grado de conocimiento de causa hablan los gobernantes en momentos especialmente difíciles? Sin duda, cuando Zapatero ensalzaba la solidez de la banca española no lo hacía de mala fe o para engañar; simplemente, no tenía ni idea de la situación. Mala costumbre esta de decir cualquier cosa para salir del paso. Lo mismo sucede con Rajoy. Afirma categórico que España no necesitará rescate. ¿En qué se fundamenta cuando la realidad pulveriza día tras día las bases de sus cálculos? Obviamente en nada. En sus deseos, supongo y en su firme convicción moral de que España es una Gran Nación.
Los escasos planes y proyectos de Rajoy yacen pulverizados a los pies de ese Moloch que se llama la prima de riesgo. Tengo para mí que el pánico que infunde la tal prima es exagerado. Suele compararse con la de Grecia, Irlanda, Portugal en el momento de las respectivas intervenciones y todo el mundo espera el hachazo de un instante a otro. El primero de todos, el gobierno. Rajoy, en realidad, ya no gobierna sino que se limita a esperar qué oportunidades se nos ofrecen y qué órdenes se nos dan a cambio pues Bruselas (es decir, básicamente, Alemania) no condiciona sus decisiones a las informaciones de las autoridades españolas, a las que no cree, sino a las de los consultores y calificadores internacionales independientes y las de sus propios emisarios. Este puñado de individuos extranjeros es el verdadero gobierno de España que está intervenida de hecho. Por eso la prima de riesgo no es muy significativa: puede tirar hacia arriba si detecta que el gobierno español sigue haciendo chanchullos y trata de escabullirse de la dura disciplina europea (sobre todo cuando parece va a acordársenos una moratoria, algo por lo que, por cierto, había luchado inútilmente Rubalcaba), pero no se ejecutará, por así decirlo, mientras España se ciña a las condiciones del rescate blando que se está imponiendo. 
Lo que más impulsa la prima de riesgo no es la conjura judeomasónica gibraltareña y exterior, como quieren el ABC y La Razón sino las aventuras de la picaresca, la corrupción nacional. El gobierno trata por todos los medios de impedir que se sepa qué sucedió con Bankia, es decir, trata de encubrir lo que está pareciendo cada vez más una estafa de proporciones mayúsculas. Siendo así que la transparencia y honradez del gobierno es un requisito imprescindible de la gobernación actual a la hora de gozar del crédito exterior, ese encubrimiento esta causando el alza de la prima y no el hecho de que se pitara el himno nacional en el fútbol, como sostiene no sé cuál de los ministros porque todos rivalizan en decir disparates.
En "emergencia total" ve Felipe González a España y en "emergencia total" considera El País la Unión Europea. Y toca a rebato, sumándose a otros grandes rotativos europeos en busca de ideas aúreas que salven la Unión. Llegados aquí, Palinuro no resiste la tentación de recurrir a su acrisolada doctrina de la Europa de la chapuza. Europa se encuentra cíclicamente al borde del abismo; cuando se abre esta conciencia, surgen ideas grandiosas. Por ejemplo, Felipe González habla de soberanía compartida. Casi parece haberse hecho nacionalista vasco o catalán. No haya cuidado: la misteriosa fórmula reza de puertas para fuera, no para dentro. Y siga sin haber cuidado, tampoco para fuera tiene sentido. La soberanía no se comparte como el que comparte un predio o una piscina, cosas externas y ajenas a nosotros. La soberanía la llevamos con nosotros y la ejercemos todos juntos pero es solo una. Puede coexistir con otras soberanías (es la costumbre) pero no compartirse con ellas. Es más, cuando se da la compartición es a la fuerza y en condiciones nada simétricas. Por ejemplo, Alemania comparte la soberanía de Grecia pero Grecia no comparte la de Alemania. ¿Y España, la Gran Nación? Blowing in the wind.
Las ideas grandiosas nunca han salvado a Europa de las crisis. Lo han hecho las chapuzas. Y de nuevo será una chapuza la que resuelva la situación porque en el ánimo de todos parece estar la idea (ignoro si correcta o incorrecta) de que si la Unión es cara, la no-Unión lo es más.

dimecres, 30 de maig del 2012

El inevitable hundimiento de España.

No se trata solamente de que las reiteradas promesas de Rajoy en campaña electoral hayan resultado falsas e incluso lo contrario de lo que él decía. Eso es más o menos atribuible a la forma de la derecha de hacer política basada en la mentira, el engaño, la crispación y la agresión al adversario. Antes bien, se trata de que el presidente del gobierno ha seguido mintiendo una vez ocupado el cargo ya no para ganar las elecciones sino para tratar de resolver la crisis a su chapucero e improvisado modo. El problema es que nadie lo cree ya en Europa, nadie le hace caso, nadie da crédito a España, a causa de que, como explica muy bien el editorial de hoy de El País Opacidad sobre Bankia se trata de "un país que un día valora el déficit de 2011 en un 6% y meses más tarde corrige la cifra casi al 9%; un día informa de que el cuarto grupo bancario español gana dinero, y semanas más tarde, tras una atropellada nacionalización, confiesa haber perdido miles de millones". Y de esto no cabe culpar a la herencia de Zapatero, ni a la indolencia de los griegos, ni a la leyenda negra sino exclusivamente a la fabulosa incompetencia de este gobierno.
Y no solo la incompetencia. La cerrada negativa del PP a que nadie dé cuentas sobre Bankia en sede parlamentaria tiene una explicación sencilla: no quiere que se sepa cómo sus gobiernos autonómicos de Madrid y Valencia llevan años gestionando las cajas de sus comunidades como si fueran su peculio personal. Son los lugares en donde han enchufado a docenas de amigos y parientes con sueldos astronómicos y muchos de los cuales no saben hacer la "o" con un canuto, en donde han obtenido créditos fabulosos en condiciones paradisíacas, en donde han recurrido para sus chanchullos y sus financiaciones ilegales. De esta forma se explican ahora esas mayorías absolutas de las que se envanecían Aguirre y Camps: ganaban las elecciones a base de corromper todo el proceso. ... hasta que han arruinado las gallinas de los huevos de oro con notable quebranto para cientos de miles de personas. Ciertamente, se explica que el gobierno no quiera que nadie hurgue o investigue en Bankia, el último chiringuito fraudulento que se montó con la intención de ocultar la ruina de Caja Madrid y Caja Valencia. Se explica, pero no se justifica. Está bien que la oposición pida una comisión de investigación (petición a la que, por fin, se ha sumado el PSOE de tapadillo y vergonzantemente) pero, dados los indicios, debe intervenir la justicia. Probablemente en Bankia se oculta la mayor estafa, el mayor fraude hecho nunca a los ciudadanos por un partido político, quizá con la connivencia parcial de otros ya que, en definitiva, todos se beneficiban de esta situación.
Pero la gravedad de la crisis no viene solo del episodio de Bankia, sino del hecho ya evidente de que, aunque el resto de bancos y el sector financiero en su conjunto no esté tan tocado por el robo y la estafa como aquella, es obvio que se encuentra quebrado y en la ruina. No hay dinero para rescatar Bankia y mucho menos lo hay para salvar al conjunto de la banca, hundida en el cenagal del ladrillo. Si Bankia necesita, como mínimo, 24.000 millones de €, lo que precise el conjunto del sistema financiero será muchísimo más. ¿Cuánto? Es inútil preguntar a Rajoy, Guindos o Montoro porque no tienen ni idea y, además, mentirán como tienen por costumbre. Pero bastará con esperar el informe de los auditores extranjeros que estará listo en veinte días. Hay apuestas sobre cuánto necesitará España para sacar la nariz del agujero pero la mínima que he leído está en 260.000 millones de €. De la máxima prefiero no hablar.
Cuando esa cantidad figure en las primeras de los periódicos, España habrá quebrado como Grecia. Peor, incluso. Para entonces, las alternativas serán escasas: vender el país, vender sus habitantes, aceptar condiciones de mendicidad y esclavitud durante largos años o iniciar una revolución que, desde luego, no evitará la miseria pero, cuando menos, nos permitirá meter en la cárcel a los responsables de esta catástrofe.
Lo cual es sencillo porque hay uno que sobresale sobre todos los demás. Fue Aznar, con su ley de liberalización del suelo, el que puso en marcha la burbuja del ladrillo, que dio abundancia de recursos y dinero fácil durante unos años a cambio de endeudar el país hasta el punto de la inevitable bancarrota.
Rajoy no puede hacer nada. Nadie lo cree. En realidad, no gobierna. Farfulla ahora que hay que esperar las elecciones griegas. Otra de sus mentiras. Lo que hay que esperar, lo que verdaderamente va a determinar el destino de España, es el informe de los auditores extranjeros. Entre tanto, que Rajoy dé las gracias a Aznar por habernos puesto en esta situación. Que él le dé las gracias. Los demás debemos pedir su procesamiento. Ya que aún no se ha producido por el crimen de la guerra del Irak, quizá se pueda por haber causado la ruina de otro país: el suyo.
(La imagen es una foto de La Moncloa en el dominio público).

¿En dónde está el PSOE?

Cunde la indignación en el país. A cada nueva noticia se alzan más voces escandalizadas pidiendo justicia, castigo a los culpables, depuración de responsabilidades y otras medidas en respuesta a un panorama de quiebra del sistema financiero inducida por una mezcla de decisiones erróneas, prácticas corruptas, presumibles delitos y puros disparates. A la parte alícuota de la crisis general de la deuda soberana que ha correspondido a España se añade un desastre bancario interno presumiblemente provocado por la manipulación de las cajas de Madrid y Valencia por el PP. Es decir, la particular experiencia patria es de un doble quebranto del que no cabe salir si no es aceptando asimismo doble sacrificio.
Lo malo de esta segunda tanda de restricciones y privaciones es que viene siempre acompañada con nuevas noticias que sacuden los cimientos del orden social y atacan la solidez de la base moral sobre la que se pretenden obtener los nuevos sacrificios. La lluvia de casos de corrupción, de ineptitud, de enchufismo o de despilfarro que jalonan el modo en que la derecha lleva años gestionando entidades como Caja Madrid o Caja Valencia en provecho propio o del partido, tienen a la ciudadanía encendida. Los casos escandalosos de gestores que han quebrado bancos, premiados con primas millonarias evidencian cómo son los mismos que provocaron la crisis, los banqueros, quienes nos han metido ella, los que pretenden ahora seguir especulando con una solución basada en el sacrificio de todos. 
La gota que ha colmado la medida ha sido la crisis de Bankia que tiene un grado considerable de estafa y el gobierno pretende soslayar mediante una solución in extremis que no parece vaya a salirle debido a la oposición del Banco Central Europeo. Sobre todo indigna que las autoridades impongan una política de secreto y silencio, impidan la investigación parlamentaria de los hechos, los oculten y pretendan que los responsables de esta catástrofe no asuman responsabilidad alguna. Todo mientras se exige que la gente redoble sus esfuerzos y peche con el rescate de las entidades quebradas quizá fraudulentamente. 
Por lo demás, vistos los acontecimientos desde las últimas elecciones del 20-N, está ya claro que Rajoy no disponía de plan alguno para sacar el país de la crisis como afirmó reiteradamente en la campaña electoral e igualmente lo está que en todo momento de su gobierno ha hecho lo contrario de lo que anunció previamente sin conseguir sin embargo los objetivos marcados. España no ha recuperado la confianza de los mercados sino que la ha perdido del todo y la crisis la están pagando y vienen pagándola los de siempre, los sectores más vulnerables que Rajoy se había comprometido expresamente a defender. A estas alturas no queda sector social alguno, fuera de los banqueros y los curas, que no se alce en contra de los engaños de Rajoy y el gobierno de la derecha.
La cuestión es ¿qué ha hecho el PSOE en estos seis meses? Y la respuesta no es tranquilizadora: prácticamente nada. Culpabilizado desde el principio de una crisis que no era suya, ignorado de hecho por un gobierno altanero que se negó a pactar nada con una oposición a la que siguió atacando con virulencia, el PSOE se esforzó por transmitir una imagen de lealtad, constructiva, que no confundía los intereses del Estado con los de un partido o un gobierno y que sabía encontrar terrenos de entendimiento para mejorar la política. En el curso de esta actividad responsable, dejó de aparecer como un partido de oposición activa. Eran tantos los puntos de encuentro con el gobierno del PP que la oposición en sentido estricto ha recaído sobre Izquierda Unida.
Llegado el momento crítico de Bankia, con la opinión prácticamente sublevada en contra de un gobierno que amnistía a los defraudadores, silencia sus fechorías o es cómplice de ellas mientras se ensaña con los más débiles, el PSOE tiene una actitud confusa, ambigua. Quizá obedezca a un responsable deseo de no calentar más los ánimos en una situación explosiva pero, de hecho, equivale a situarse al lado del gobierno y no de la ciudadanía cuando exige que se abra una investigación sobre las responsabilidades en la catástrofe. 
De acuerdo con las tendencias marcadas por los últimos sondeos y barómetros, la intención de voto del PSOE sigue descendiendo, Rubalcaba inspira menos confianza que Rajoy y su grado de popularidad sigue siendo inferior al de este, que ha sido históricamente bajo. Si el PSOE quiere volver a perder las elecciones en su día y proseguir por el sendero que lleva a la irrelevancia solo tiene que seguir con esta política de confusa colaboración con el gobierno, sin modularla con una firme defensa de los derechos ciudadanos, de exigencia de investigación parlamentaria, de depuración de responsabilidades por este caos de ineptitud, improvisación y ruina.
(La imagen es una foto de La Moncloa en el dominio público).

dimarts, 29 de maig del 2012

Los ladrones deben comparecer. Bankia: la estafa del siglo del PP.

(La primera y tercera imágenes son una foto de gobierno.edomex, y la segunda de Brocco Lee, ambas bajo licencia de Creative Commons).

La cerrada, numantina, negativa del PP a que los responsables de Bankia rindan cuentas del desastre que han ocasionado en el cuarto banco del país hace temer lo peor y, desde luego, autoriza a los atormentados ciudadanos a pensar lo que quieran tanto de los actos de los directivos como de sus protectores, amigos o aliados políticos. ¿Por qué negarse a una investigación que esclarezca los hechos? ¿Por qué bloquear las comparecencias? ¿Por qué impedir que se sepa la verdad de lo que ha pasado en los últimos diez años? ¿Por qué tapar, ocultar, encubrir hasta los mínimos detalles de una trayectoria que, siendo sin duda, desastrosa, también puede serlo delictiva?
¿Por qué va a ser? Porque en el PP hay muchos pringados en una gestión que más parece del crimen organizado que de un partido democrático. Una comisión de investigación podría hacer aflorar una cantidad de basura que quizá acabara con el gobierno de Rajoy y, desde luego, de Esperanza Aguirre. Porque así como el núcleo principal del latrocinio de la Gürtel se encuentra en Valencia, el de la gigantesca estafa de Bankia está en Madrid (sin descontar los resabios "gürtelianos" también en la capital) y en el hecho de que Caja Madrid fuera una entidad administrada durante años por las autoridades del PP, que se han valido de algunos representantes del PSOE e IU para callarles la boca con sueldos suculentos y hacer lo que les pareciera mejor para sus negocios, enjuagues y trapicheos.
Caja Madrid es la gran bomba fétida en la sentina de la derecha, el gran engaño, la gran estafa del siglo en la que el PP ha hecho lo que ha querido. Basta con una comparación: si, tras arruinar el banco es legal que un consejero arruinador se lleve 14 millones de euros de prima, ¿qué se habrán estado repartiendo en los negocios sucios, los trinques y los pelotazos?
Porque esta derecha española es de comunión diaria, de gritos cuartelarios que llaman patriotismo pero, en cuanto puede, roba todo lo que alcanza, desde activos financieros hasta las cucharillas de las fiestas. Si es legal llevarse 14 millones de euros por hundir un banco, ¿qué han hecho en lo ilegal que tan nerviosos están y no quieren que se sepa? ¿Desfalcos millonarios? ¿Información privilegiada? ¿Nepotismo, enfuchismo y clientelismo? ¿Financiación ilegal del partido? ¿Cohechos? ¿Malversaciones? ¿Apropiación indebida? ¿Falsificación de documentos? ¿Blanqueo de capitales? Probablemente todo eso y más.
La negativa del PP a la comparecencia parlamentaria de los responsables de este desaguisado es un intento de ocultar al pueblo español el alcance de un expolio organizado durante años por los dirigentes del PP en provecho propio y en serio quebranto de todos los ciudadanos. Es decir, un intento de volver a mentir y engañar a toda la ciudadanía igual que el del 11-M de 2004. Curiosamente está en el poder el de la "conviccion moral" de la autoría de ETA en 2004. Ya trae práctica. Lo sorprendente -muy desagradablemente sorprendente- es que esta vez parece estar ayudado por el PSOE que reacciona tarde y muy tibiamente a las exigencias de responsabilidades de la ciudadanía. Es verdad que también puede estar parcialmente pringado (no mucho, es de suponer) en esta bochornosa historia, pero eso no es óbice para que vaya en primera fila pidiendo investigación parlamentaria y judicial completas e inmediatas. Por el contrario, al parecer, Rubalcaba pretende expulsar de la Comisión Ejecutiva del PSOE a la militante socialista que filtró el desacuerdo interno a propósito de Bankia. El país entero debe ver y escuchar estos propósitos y hacerse su composición de lugar sobre el grado de implicación del PSOE en la tarea de poner al descubierto esta estafa al conjunto del país. Porque si la Comisión era a puerta cerrada, quien haya filtrado su contenido ha hecho mal; pero peor estaba haciendo la Comisión, ayudando a que se oculte una fechoría que carece de parangón en la historia de nuestro país. No sé si el PSOE recuperará el aprecio perdido de la ciudadanía (mañana Palinuro hablará de esto) pero, desde luego, este no es el camino.
Y, como parece que ya están todos en franca desbandada, ahuecando el ala por lo que pueda pasar, conviene ir echándoles el guante antes de que sea tarde. Por ello, buena iniciativa la de El Jueves de sacar un bando poniendo en busca y captura a los presuntos ladrones.
(La primera imagen es una foto de gobierno.edomex, y la segunda de Brocco Lee, ambas bajo licencia de Creative Commons).

Carne de perro.

Rajoy rechaza la idea de una comparecencia de los responsables (por llamarlos de algún modo) pasados y presentes de Bankia en el Parlamento. Según Ruiz Gallardón, exalcalde de Madrid devenido ministro de Justicia, dicha comparecencia se producirá "cuando sea oportuno", de donde se sigue que ahora no lo es. Se oponen los dos a una petición generalizada y a todas luces bien fundada. Una importante institución financiera, la cuarta del país, que ayer afirmaba ser sólida, próspera y haber obtenido 300 millones de beneficios en 2011 en carta de despedida de su presidente, Rodrigo Rato, y hoy revela que los beneficios eran pérdidas de 3.300 millones está pidiendo a gritos no solo una investigación parlamentaria sino penal. Máxime si todo cuanto la rodea es una extraña lluvia de miles de millones de euros que afectan a unas u otras actividades, a unas u otras partes de este alambicado consorcio del escamoteo y el trinque. ¿Pueden los dos mandatarios anteriores aducir una sola razón por la que no convenga al interés público conocer qué ha sucedido en una entidad de la envergadura de Caja Madrid, con diez millones de impositores y centenas de miles de accionistas? No, no pueden porque no la hay. Quien sufre un daño, merma o perjuicio por la acción de otro tiene derecho a saberlo todo sobre el daño que se le ha causado. Negarlo así como así, por mandato de gobernante, no es compatible con la democracia. El argumento de que no debe salir a la luz lo que haya sucedido porque puede armarse un lío es, justamente, un argumento a favor de la comparecencia de los citados responsables en sede parlamentaria. El parlamento es representante de los ciudadanos y debe hacer valer sus derechos, en especial el de información veraz. El secreto en asuntos de interés público en beneficio de terceros no es admisible. Y es lo que el Parlamento está haciendo, esto es, pedir la comparecencia de Rato, Goirigolzarri, Fernández Ordóñez y quienes más sean precisos hasta aclarar la situación. Al menos lo hace con decisión IU. El PSOE parece ir a remolque, como con desgana. Vincula cualquier ayuda posterior a Bankia a que se den explicaciones, pero no la ya acordada. Y se limita a pedir explicaciones lo cual parece incluir alguna comparecencia aislada, aunque no una comisión de investigación. En el fondo da la impresión de que el PSOE tampoco ve con buenos ojos una investigación minuciosa de Bankia. La santabárbara de esta era Caja Madrid y, mientras no se den las condignas y convincentes explicaciones, el personal está autorizado a pensar que esta, controlada por los partidos políticos, se gestionó con criterios de amiguismo, de enchufismo y clientelismo, un lugar de colocación de parientes y allegados, una fuente de recursos baratos en forma de créditos muy favorables para los más diversos caprichos y esto sin contar la corruptelas relacionadas con la financión de los partidos a base de créditos a fondo perdido. Y en ese contexto de caciquismo y corrupción cuyos desatinos llevaron la entidad a su situación actual están implicados los partidos políticos con representación en los órganos de la entidad, el PP, el PSOE e IU. Por supuesto, con grados de responsabilidad muy distintos.
Hay una tendencia de los partidos a cerrar filas en causa común siempre que se plantean problemas y el pueblo se alza pidiendo cuentas. Es el efecto del viejo dicho de que perro no come carne de perro, aunque sea de suponer que en esto, como en todo, mandarán las circunstancias.
Y las actuales son turbulentas. Cada vez se generaliza más la idea de que esta crisis es en realidad una estafa con unos estafadores y unos estafados, siempre los mismos. Crece la indignación ciudadana al contemplar maniobras de ingeniería financiera por miles de millones de euros que contrastan con el veloz empobrecimiento del conjunto de la población. En este clima se revela que Carlos Dívar, presidente del Tribunal Supremo y del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) ha venido cargando al erario público gastos privados en escapadas tan desconocidas por la ciudadanía como conocidas por sus compañeros de tareas que las habían bautizado con cierto cinismo como "semanas caribeñas". ¿Qué ha movido a siete miembros del CGPJ a pedir la dimisión del que denunció a Dívar? La vieja costumbre canina de no hincar el diente a uno de la familia. Pero la ciudadanía ha salido a la calle, a pedir la dimisión de Dívar a las puertas del Tribunal Supremo, lo que puede acabar cambiando la vieja costumbre y admitiendo que, según las circunstancias, los perros se maten entre sí a dentelladas.
Y por si sí o por si no es necesario que quienes hayan perpetrado el desastre de Bankia comparezcan en el Parlamento y donde sea necesario a dar las obligadas explicaciones a una opinión pública cada vez más indignada. Solo así empezará la tarea de poner coto a los abusos de los partidos en general y de este gobierno en particular que ha confundido la mayoría absoluta con el derecho a engañar, expoliar, maltratar a los ciudadanos y reírse de ellos.
(La imagen es una foto de La Moncloa en el dominio público).

dilluns, 28 de maig del 2012

El cantamañanas trata de tranquilizar los mercados

Ignoro a quién querrá convencer Mariano Rajoy en esta ocasión. Desde su punto de vista ha realizado un acto heroico: ¡primera rueda de prensa en solitario desde que llegó al gobierno! ¡Y hasta ha respondido preguntas! La gente, que se acostumbra siempre enseguida a lo bueno, podrá decir lo que quiera pero para él, para Mariano, ha sido un trago durísimo: acostumbrado a estar oculto, a enviar a otr@s en su lugar a dar la cara ante los medios y a no responder a las preguntas que estos le hacían cuando se los cruzaba por los pasillos, es muy desagradable ponerse ante un micrófono, con todos los focos sobre ti, teniendo que dar cuenta de lo que sucede, que maldito si lo entiendes. Y, sobre todo, teniendo que improvisar alguna respuesta inteligible a las cuestiones periodísticas, muchas de ellas planteadas con intenciones demoniacas a un pobre hombre que no hace otra cosa que improvisar como puede.
Pero todos esos apuros, esos desasosiegos de Rajoy a la gente le traen si cuidado. Rajoy es presidente del gobierno por libre y muy terca, empecinada, voluntad propia; nadie lo forzó; se presentó a las elecciones porque quiso, porque sostenía tener la receta para salvar España, para salir de la crisis, razón por la cual pidió una mayoría absoluta que la gente, algo imprudentemente, le dio; y porque quiere sigue en el cargo del que podría librarse si tanto le pesa con la dimisión. Pero no hay tal; al contrario: ahí está él, sacrificado, siempre en el puesto de mando en vela por nuestro bienestar y tratando de ayudar a todo el mundo.
Pero este todo mundo carece de solidaridad con los sufrimientos de Rajoy. Quiere que no se le engañe, que se diga la verdad de cuanto sucede, no se le oculte información, no se le roben sus ahorros, no se le explote, ni se le prive de sus derechos, no se le haga imposible la vida, ni se le deje sin trabajo, no se le expolie la pensión y no tenga que pagar dos y tres veces por los mismos bienes y servicios, sean medicamentos o autopistas. En otras palabras, la gente no quiere un gobierno de corruptos, ladrones, embusteros y pedantes; precisamente el de Rajoy.
Por eso su comparecencia inopinada, sin duda a instancias de alguno de los irresponsables que tiene como asesores y que le habrá dicho "compareces, Mariano, o el chiriguito se nos hunde", ha tratado de contrarrestar el clima de general abatimiento con el que el país parece prepararse a recibir la única noticia cierta, tanto más cierta cuanto Rajoy la niega: la intervención de España por las autoridades europeas. Es cierto que Rajoy afirma, con toda la contundencia que le permite su farfulleo, que España no precisa rescate alguno. Después de ver qué ha sucedido con todo aquello que ha afirmado o negado (que resultó ser mentira en uno u otro caso) es patente que nadie en España se lo toma en serio... en este asunto. Sí, en cambio, en la cerrada voluntad expuesta por el presidente de impedir que se investigue nada en Bankia o que se llame al Congreso a sus responsables. Rajoy sabe que Bankia es un espejo de la corrupción, la estafa, el saqueo de los fondos públicos, el despilfarro y la malversación que ha protagonizado su partido en los últimos años tanto en Valencia como en Madrid. Sabe que cualquier cosa que diga podrá ser utilizada en su contra en el inevitable proceso penal que, antes o después, tendrá que esclarecer esta gigantesca rapiña nacional que ha organizado su partido y que ha llevado a España a la quiebra de hecho.
No lo cree nadie en el interior lo cual es un eco de lo que le sucede en el exterior, incluso benigno. En Europa nadie tampoco escucha ya a Rajoy, su palabra carece de valor y su juicio de crédito después que se le ha visto cambiar las magnitudes del déficit varias veces, instrumentalizar las medidas de política ecónomica al servicio de intereses electorales, ignorarlo todo sobre las características de las cajas y bancos cuya salud se supone que propiciará. De este modo, su lamentable rueda de prensa de hoy ha sido solo para consumo interno. En el extranjero no lo escuchan porque no se fían. Por eso estamos intervenidos de hecho, con una comisión de cuestores y fiscalizadores impuestos por la Unión Europea para examinar nuestras cuentas y sometidos después al control de un órgano también exterior para que España no rice el rizo y engañe incluso en las explicaciones sobre los engaños. Si Rajoy sale en público a tranquilizar los mercados, como si se queda en su casa, charlando con los vecinos, el resultado no variará porque ya no depende de lo que él haga y diga, sino del dictamen que emitan los interventores en su momento.
Por ahora, si acaso, las aterrorizadas comparecencias públicas de Rajoy solo sirven para que la bolsa baje y la prima de riesgo alcance los 600 puntos.

De la Gürtel a Bankia pasando por el palacete de Matas.

Es hora de atar cabos. En los últimos años, al socaire de la burbuja inmobiliaria provocada por la ley Aznar de liberalización del suelo. España se había convertido en el paraíso de la especulación y, como todo lo especulativo tiene contornos difusos, también de los negocios sucios, blanqueo de dinero y corrupción galopante. La corrupción suele acompañar a la prosperidad económica como las pulgas al perro. Ya les pasó a los socialistas cuando estimularon la economía. El partido se les llenó de corruptos. Hubo un momento en que tenía encausados, perseguidos por la justicia o condenados un director general de la Guardia Civil, una directora del Boletín Oficial del Estado, el gobernador del Banco de España, un par de presidentes de Comunidad Autónoma y otros peces menos vistosos. En el caso de la corrupción del PP, el asunto parece más complejo, presenta un entramado empresarial, como corresponde a la ideología del partido que la ampara, aunque sin descartar las aventuras personales, al estilo de Jaume Matas que tiene ramificaciones de todo tipo, incluido un punto de contacto con el lado apache de la Casa Real.
Han sido años contemplando cómo una trama corrupta había montado una red de negocios fraudulentos en colaboración con las administraciones públicas de diversos niveles pero todas del PP en Valencia y Madrid. Años viendo los fastos valencianos y lamentando después la ruina de una gestión despilfarradora y corrupta. Y en Madrid el asunto es aun más intrincado porque, sobre darse la presunta corrupción gürteliana, que es un tema de saquear las arcas públicas en beneficio de unos cuantos sinvergüenzas, aparecen escenarios oscuros, con fundaciones misteriosas, como Fundescam, a través de la cual se sospecha pudo financiarse ilegalmente el PP, por no hablar de historias de espionaje que parecen sacadas de un tebeo de Mortadelo y Filemón. Por descontado, la financiación ilegal del PP en Valencia es otra de las supuestas barrabasadas en la comunidad. La financiación ilegal es el juego más sucio que puede darse en la contienda electoral, equivalente al dopaje en el deporte. Si hay financiación ilegal habría que anular el resultado de las elecciones.
En ese panorama de corrupción generalizada la llamada crisis revela asimismo su naturaleza de estafa que, como todas las estafas, es difícil de determinar porque muchas veces los estafados no son menos estafadores que los estafadores. Al final el asunto queda claro viendo quién se salva y quién no. Se salvan los bancos. Nada más. El resto, no; los ministerios, las subvenciones, las empresas, los trabajadores, los autónomos, las universidades, la investigación, la obra pública, la educación, todo cae bajo la podadora de los mercados de la deuda. Curiosamente son los bancos los que provocaron la crisis originariamente al lanzarse al frenesí de la especulación con los títulos de alto riesgo. Y la crisis se mantiene mientras nadie encuentre forma de salvarlos del monumental pastel que han organizado y salvarlos con recursos ajenos pues ellos han malgastado los propios. Ahogados los bancos ahogan la economía, que no puede funcionar sin crédito. Si la economía no funciona no es posible rescatar los bancos. Típico círculo vicioso.
Pero, al lado o además de las prácticas erróneas en los mercados de valores, también cabe preguntarse por la acción pública cuando se da en la banca y en lo que tenga, incluso, de delictivo. Caja Madrid estaba gobernada por el PP, con un consejo de administración de adictos y los dos consejeros de la oposición que no han alzado la voz en ningún momento. La cuestión de quién se hacía cargo de la dirección de Caja Madrid se dirimió en un rifirrafe dentro del PP. Aguirre proponía a su hombre de confianza, Gonzalez y, al final, se avino con Rajoy a que lo fuera Rato. Una decisión política para una Caja que llevaba años gestionada con criterios políticos partidistas. Cuando una gestión requiere 24.000 millones de euros para evitar la quiebra ha sido un desastre sin paliativos. Y de los desastres siempre hay responsables. 
Corrupción, gestiones desastrosas, incompetencia, despilfarro, el panorama es desolador. No es de extrañar que en el extranjero no confíen en España. Se ha convertido ya en hábito preguntar a Rajoy por esa confianza que, según él, nos otorgarían los socios europeos apenas se entereran de que él era presidente del gobierno. No más confianza sino mucha menos es la que inspira Rajoy dado que, como puede verse con Bankia, no tiene un conocimiento realista del estado de la economía sobre el que especula, aunque lo que sí parece claro es que el PP, sus allegados y amigos han estado haciendo mangas capirotes con uno de los grandes bancos del país, lo han esquilmado y ahora quieren que los ciudadanos paguen sus desaguisados y latrocinios y sin hacer preguntas ni tener derecho a enterarse de qué haya sucedido.
Los responsables del hundimiento de Bankia deben de ser algunos, pero es imprescindible que se aclaren los hechos y se expliquen. Y esto con independencia de que, como ya dijo Palinuro hace un par de entregas, no está nada claro que el hundimiento de Bankia no sea no el final sino el comienzo de otra crisis. Si Bankia se salva con dinero público, ¿por qué no las otras cajas? Incluso lo bancos comerciales. No hay dinero para un rescate del conjunto del sistema financiero español, aquel que, según Zapatero, era robusto como un roble y estaba tan acorazado como el Bismarck.
(La imagen es una foto de Rafel Robles L., bajo licencia de Creative Commons).