Ignoro a quién querrá convencer Mariano Rajoy en esta ocasión. Desde su punto de vista ha realizado un acto heroico: ¡primera rueda de prensa en solitario desde que llegó al gobierno! ¡Y hasta ha respondido preguntas! La gente, que se acostumbra siempre enseguida a lo bueno, podrá decir lo que quiera pero para él, para Mariano, ha sido un trago durísimo: acostumbrado a estar oculto, a enviar a otr@s en su lugar a dar la cara ante los medios y a no responder a las preguntas que estos le hacían cuando se los cruzaba por los pasillos, es muy desagradable ponerse ante un micrófono, con todos los focos sobre ti, teniendo que dar cuenta de lo que sucede, que maldito si lo entiendes. Y, sobre todo, teniendo que improvisar alguna respuesta inteligible a las cuestiones periodísticas, muchas de ellas planteadas con intenciones demoniacas a un pobre hombre que no hace otra cosa que improvisar como puede.
Pero todos esos apuros, esos desasosiegos de Rajoy a la gente le traen si cuidado. Rajoy es presidente del gobierno por libre y muy terca, empecinada, voluntad propia; nadie lo forzó; se presentó a las elecciones porque quiso, porque sostenía tener la receta para salvar España, para salir de la crisis, razón por la cual pidió una mayoría absoluta que la gente, algo imprudentemente, le dio; y porque quiere sigue en el cargo del que podría librarse si tanto le pesa con la dimisión. Pero no hay tal; al contrario: ahí está él, sacrificado, siempre en el puesto de mando en vela por nuestro bienestar y tratando de ayudar a todo el mundo.
Pero este todo mundo carece de solidaridad con los sufrimientos de Rajoy. Quiere que no se le engañe, que se diga la verdad de cuanto sucede, no se le oculte información, no se le roben sus ahorros, no se le explote, ni se le prive de sus derechos, no se le haga imposible la vida, ni se le deje sin trabajo, no se le expolie la pensión y no tenga que pagar dos y tres veces por los mismos bienes y servicios, sean medicamentos o autopistas. En otras palabras, la gente no quiere un gobierno de corruptos, ladrones, embusteros y pedantes; precisamente el de Rajoy.
Por eso su comparecencia inopinada, sin duda a instancias de alguno de los irresponsables que tiene como asesores y que le habrá dicho "compareces, Mariano, o el chiriguito se nos hunde", ha tratado de contrarrestar el clima de general abatimiento con el que el país parece prepararse a recibir la única noticia cierta, tanto más cierta cuanto Rajoy la niega: la intervención de España por las autoridades europeas. Es cierto que Rajoy afirma, con toda la contundencia que le permite su farfulleo, que España no precisa rescate alguno. Después de ver qué ha sucedido con todo aquello que ha afirmado o negado (que resultó ser mentira en uno u otro caso) es patente que nadie en España se lo toma en serio... en este asunto. Sí, en cambio, en la cerrada voluntad expuesta por el presidente de impedir que se investigue nada en Bankia o que se llame al Congreso a sus responsables. Rajoy sabe que Bankia es un espejo de la corrupción, la estafa, el saqueo de los fondos públicos, el despilfarro y la malversación que ha protagonizado su partido en los últimos años tanto en Valencia como en Madrid. Sabe que cualquier cosa que diga podrá ser utilizada en su contra en el inevitable proceso penal que, antes o después, tendrá que esclarecer esta gigantesca rapiña nacional que ha organizado su partido y que ha llevado a España a la quiebra de hecho.
No lo cree nadie en el interior lo cual es un eco de lo que le sucede en el exterior, incluso benigno. En Europa nadie tampoco escucha ya a Rajoy, su palabra carece de valor y su juicio de crédito después que se le ha visto cambiar las magnitudes del déficit varias veces, instrumentalizar las medidas de política ecónomica al servicio de intereses electorales, ignorarlo todo sobre las características de las cajas y bancos cuya salud se supone que propiciará. De este modo, su lamentable rueda de prensa de hoy ha sido solo para consumo interno. En el extranjero no lo escuchan porque no se fían. Por eso estamos intervenidos de hecho, con una comisión de cuestores y fiscalizadores impuestos por la Unión Europea para examinar nuestras cuentas y sometidos después al control de un órgano también exterior para que España no rice el rizo y engañe incluso en las explicaciones sobre los engaños. Si Rajoy sale en público a tranquilizar los mercados, como si se queda en su casa, charlando con los vecinos, el resultado no variará porque ya no depende de lo que él haga y diga, sino del dictamen que emitan los interventores en su momento.
Por ahora, si acaso, las aterrorizadas comparecencias públicas de Rajoy solo sirven para que la bolsa baje y la prima de riesgo alcance los 600 puntos.
Por ahora, si acaso, las aterrorizadas comparecencias públicas de Rajoy solo sirven para que la bolsa baje y la prima de riesgo alcance los 600 puntos.