dimarts, 16 de desembre del 2008

El absurdo valenciano.

La entrada de Palinuro del pasado 30 de noviembre se titulaba Camps, el patriota y en ella se decía que la decisión de que Educación para la ciudadanía se impartiera en inglés en la Comunidad Valenciana era "una decisión absurda, disparatada, como de chiste, propia de una tradición de astracanada, farsa y esperpento, más adecuado al mundo de los ninots que de las decisiones políticas de una sociedad racional y avanzada". Por eso no resultará extraño que ahora salude con alborozo el hecho de que la Generalitat haya dado marcha atrás. Esto probablemente no quiere decir que el señor Camps haya reconsiderado su actitud, pues cada cual es fiel a su trayectoria, pero está claro que la revocación de tan arbitraria como patafísica decisión es un producto de la movilización ciudadana. Irónicamente ha sido la primera clase práctica del tema de la asignatura de Educación para la ciudadanía.

Con la ciudadanía no se juega.


(La imagen procede del periódico Tribuna de la Administración Pública de CCOO y se encuentra en el blog Medinaspatasarriba.com).

Caminar sin rumbo (XXVI).

Amor y dolor.

(Viene de una entrada anterior de Caminar sin rumbo (XXV), titulada Mitos satánicos

Me senté en un bar al borde de la playa a contemplar el mar y pensando en ese mundo de los comunicadores hecho de imágenes, programas, movimiento, agitación y siempre mucha controversia. Lo que buscan todos es que se hable de ellos porque ahí es donde está la audiencia que es lo que importa. Lo de los Mitos satánicos era obviamente una provocación. Estaba claro que en España un programa metiéndose con la Iglesia no saldría. O quizá sí. No, no, de ningún modo. Hacerse podría hacerse pero nadie lo produciría, nadie lo distribuiría y nadie lo proyectaría. Es decir, que a la hora de condenar a los demás por actuar como borregos, siguiendo doctrinas disparatadas o asesinas como enunciadas en forma de fatua conviene pensar en qué pasaría en España en similar situación sólo que con la confesión religiosa cambiada. Pero justo eso era lo que hacía "tilín" a los ojos de Ovidi. Este Ovidi era un caso con aquel aspecto como de hombre jirafa y su capacidad para exponer un asunto de modo claro y rotundo. Quizá esa fue su perdición.

Decidí darme un descanso de Luján y Willie, anduve paseando perezosamente por la ciudad e incluso me metí en un cine a ver Troya la película de Wolfgang Petersen, interpretada por Brad Pitt que hace de Aquiles. No haya temor, que no me pondré ahora a largar puerilidades sobre la cinta. Quizá en otro momento. Lo que quería era retrasar el de volver a la casa de Luján, en donde tendría que implicarme de nuevo en su atormentada relación con Willie. Pero no tuve más remedio ya caída la noche. Y efectivamente estaban los dos esperándome con la televisión encendida, pero sin verla porque no paraban de discutir. Así quedé de nuevo mezclado con la vida común de la pareja. Una vez estuvo clara mi condición de observador participante las discusiones siguieron y siguieron. Tardé en darme cuenta de que era siempre así, que la pareja vivía discutiendo y que su implicación en las discusiones era la prueba de su mutua dedicación. Lo peor hubiera sido que uno de ellos hubiera visto hastío o desinterés en el otro. Llevaban una vida sentimental plenamente realizada y a mí me tenían de espectador de su dicha consistente en estar discutiendo todo el día. Luego del niño y la boda vinieron otro niño, un viaje que llevaban años aplazando, la compra de un coche nuevo, las relaciones con algunos lejanos parientes de Willie, el destino de las próximas vacaciones, la forma de vestirse de Willie, la de Luján y hasta la mía, que sufrió un duro examen crítico. Nunca faltaron motivos de controversia, encendidas discusiones cargadas de referencias crípticas a sus agravios del pasado que parecían ser muchos pero jamás los llevaron a la ruptura. Yo mismo una vez me di cuenta de que la relación llevaba mucho fuego de artificio empecé a despreocuparme de ella y así pude dedicar mi atención a otros asuntos, a pensar en mis cosas o en cualesquiera otras pero ya liberado de la angustiosa sensación de verme arrastrado a un conflicto sentimental que iba a terminar como el rosario de la aurora. Conflicto sentimental era, desde luego, pero se vivía a sí mismo como tal, sin esperar (y seguramente sin desear) solución alguna.

En aquellas discusiones ocupó un lugar estelar durante un par de días el Emperador Jones que Willie quería que Luján ayudara a producir para que él pudiera darse a conocer. Oyéndolo hablar con tanta delectación sobre su idea, la de mezclar la negritud con la homosexualidad se me ocurrió pensar que no conocía a nadie más opuesto a la imagen que yo tenía de Jones, un negrazo ex presidiario que él mismo, delgado, rubio, de ojos azules.

- Eso son pequeñeces- dijo con impaciencia, como si desdeñara tener que ocuparse de asuntos de tan escasa enjundia como el parecido físico entre el intérprete y el interpretado.- Minucias. A ver, ¿qué tenía de Medea Sarah Bernhardt?¿O qué tenía de Hamlet Lawrence Olivier? Todo eso es cosa de maquillaje, pelucas y un variado atrezzo. Lo importante es la idea, el espíritu con el que está abordada la temática.

Le dije que no veía relación alguna entre los negros de O'Neill y la homosexualidad y me confesó que también a él le parecía un poco traída por los pelos pero, en el fondo, todo era cuestión de proponérselo porque, a la postre, ¿qué historia se contaba en el Emperador Jones? La de un hombre cazado como si fuera una fiera, perseguido, acosado, negado, el símbolo mismo del trato social de la homosexualidad.

- Sí, pero lo cazadores, los acosadores que son hombres creen que la pieza que están cazando es una especie de dios al que sólo cabe matar con una bala de plata.

- Bueno ya te dije que venía algo traída por los pelos pero lo que quiero que te des cuenta es del clima que se va creando a lo largo de la obra, con el repicar permanente del tambor en la selva que Jones quiere atravesar sin conseguirlo. Es una metáfora de ese clima de cacería humana que se crea con los prejuicios machistas y heterosexuales de la sociedad en que vivimos. Es más, esa sociedad está prefigurada en la selva en la que el Emperador Jones se pierde porque no es capaz de atravesarla igual que muchos homosexuales no son capaces de sobrevivir en una sociedad hostil.

Luján no parecía estar especialmente interesado en el asunto y, apenas lo veía Willie, empezaba una agria discusión acerca de cómo el médico no hacía nada por la carrera del otro que se preguntaba con algún suspiro romántico, en definitiva, cuál había sido el sentido de su vida. Otras veces venía a ser al revés: si estábamos Luján y yo hablando de su consulta, un tema que, como buen profesional, lo estimulaba, los problemas que tenía con algún niño en especial, en poco tiempo Willie iba poniéndose sombrío y al final soltaba alguna indirecta maliciosa en relación con Luján y los niños que sacaba de quicio al otro.

- ¿Ves? - Me decía el médico con resignación- Hasta tiene celos de los niños.

- Precisamente porque son niños-. Añadía Willie sin piedad.

Vi que el rostro de Luján cambiaba de color y que su gesto se endurecía pero se contuvo, aunque no siempre lo conseguía cuando Willie lo provocaba demasiado con los infantes.

Ya había visto de todo, había pasado mis días en Barcelona y les comunqué que me aprestaba a partir. Al despedirse, los dos me dijeron que lo habían pasado muy bien conmigo y que volviera cuando quisiera, que aquella era mi casa. Se lo agradecí mucho. Realmente había pasado unos días agradables aunque al principio resultaron un poco exasperantes. Qedamos buenos amigos.

Con la mochila a cuestas, como era el día en que se presentaban los Mitos satánicos, decidí pasarme por el atrio de la Sagrada Familia ya que tenía tiempo pues había decidido ir en el puente aéreo. Estaba dando un paseo a la entrada de la iglesia por delante de las columnas que son como las rejas de una enorme celada mientras terminaban de montar el escenario, de ajustar los focos, situar las cámaras, los equipos, los ayudantes, la gente que se había ido arremolinando cuando hubo un tumulto, gritos, carreras, un movimiento general de desconcierto; de pronto todo se había detenido y parecía concentrado en un punto que yo no alcanzaba a ver. Me moví tratando de acercarme pero apenas pude, empecé a escuchar opiniones que saltaban de un lugar a otro, como cohetes que pasaran silbando. Que había sido un atentado. No se oyó ningún disparo. No había sido con pistola o bomba sino, al parecer, con arma blanca. Un par de minutos más tarde se aproximaron dos o tres sirenas de la policía que murieron justo a nuestra espalda y los agentes se abrieron paso perentoriamente, a fuerza de codos. El gentío que había delante de mí se los tragó como el pantano se traga la piedra y volví a enfrentarme al muro de espaldas agitadas e informaciones cruzadas que venían de cualquier parte y se iban a otra. Habían matado a Ovidi. No, sólo estaba herido. ¿Se sabe quién ha sido? Parece que fue una mujer con ayuda de un niño o un niño solo. Lo habían apuñalado. La mujer estuvo a punto de que la lincharan.

A partir de cierto momento cuando ya estaba establecido el dispositivo los agentes obligaron a desalojar y a circular a la gente. Uno podía acercarse a las cintas que prohibían el paso pero ya no se veía nada. Había llegado más gente que circulaba entre los camiones y los focos que ahora formaban una barrera impenetrable para los curiosos. De pronto se me ocurrió pensar que, hubiera sucedido lo que hubiera sucedido, habría pasado directamente delante de las cámaras y era probable que los siguientes telediarios dieran la noticia completa. Menuda primicia. Si no le había pasado nada grave, Ovidi tenía ya el lanzamiento más espectacular posible, un atentado.

Cogí un taxi hasta el aeropuerto del Prat y allí me conecté a internet desde un business center o algo parecido. Encontré un nuevo recado de Laura en skype, que seguía empeñada en dar conmigo, que seguía muy interesada después de lo que habló con Vlam o Vlam le contó. Una mujer constante. Cedí a la tentación (¿a quién no le gusta que lo soliciten?) y contesté contándole mis planes inmediatos: que volvía de Barcelona a Madrid, a mi casa y ya que estábamos en ello y si quería que entabláramos contacto, ¿por qué no me enviaba un foto? No debía de estar en ese momento porque no contestó de inmediato.

Aproveché para saltar a la página de una agencia de noticias que lo daba como un flash: alguien había atentado contra Ovidi Colomer cuando éste iba a presentar su nuevo programa Mitos satánicos. Apenas se sabían datos concretos. Parece ser que una mujer se abalanzó sobre él y le echó al rostro un ácido corrosivo que le ha producido quemaduras graves y hasta es posible que pierda la visión de un ojo. Se espera un parte médico en poco tiempo así como una rueda de prensa de la policía. No hace falta decir que estaba todo el mundo conmocionado, los compañeros de profesión -salía uno de ellos diciendo que la de periodista es de alto riesgo; los políticos -salía otro diciendo que Ovidi era un profesional extraordinario; gente de la cultura, del espectáculo que hablaban todas como si lo hicieran de un muerto. Aunque no lo estuviera, como si lo estuviese: un presentador de televisión con el rostro deformado y tuerto ha perdido su trabajo y es como si dejase de existir.

Abordé el primer avión que pude y me dejé caer en Madrid bastante atolondrado de lo que había visto y vivido en Barcelona pero contento de haber estado. Lo siento por Ovidi que ahora pasará el resto de su vida pensando por qué tuvo que ser él el objeto elegido por el mal para manifestarse. Me gustaría conocer algo más acerca de la mujer que había perpetrado el hecho y a la que ya llamaba en mi interior Carlota Corday.

(Continuará).

(La imagen es el grabado nº 3 de la serie de W. Hogarth, Historia de un libertino, titulada En la taberna (1735)).

dilluns, 15 de desembre del 2008

Dos madres.

El avance de la ciencia no sólo destruye supersticiones y estereotipos sino que da al traste también con joyas antiquísimas de la sabiduría ancestral. Por ejemplo, a la hora de explicar la soberanía parlamentaria Delolme recordaba que los jurisconsultos ingleses siempre sostuvieron que "el Parlamento puede hacer cualquier cosa excepto convertir un hombre en una mujer o una mujer en un hombre". Esa excepción ha caído hace mucho y no ya el Parlamento sino cualquier clínica puede sacar una mujer de un hombre o viceversa.

Del mismo modo cae otro viejo proverbio, el de "madres no hay más que una" porque ahora pueden ser dos. Según noticia de Público ya puede haber dos madres biológicas para el mismo niño.El asunto se consigue en un pispás, inseminando el óvulo de una e insertándolo en el útero de la otra. Y ese niño tendrá dos mamás... ¡qué suerte!

Hay mucha gente que dice que la presencia del padre en la familia es imprescindible y a mí no me lo parece más de lo que es la de los zánganos en la colmena. Así que repito: ¡qué suerte la de ese chaval o chavala!

(La imagen es un pastel de Ernst Ludwig Kirchner titulado Dos desnudos amarillos con jarrón de flores (1914) que se encuentra en el Bündner Kunstmuseum de Coira, Suiza).

Perro.

¡Qué estupendo, qué noble, qué magnífico gesto el de ese periodista iraquí que arrojó el zapato a la cabeza de Mr. Bush! Nunca, desde que el señor Kruschev se valiera del suyo para golpear el pupitre en la Asamblea General de la ONU había sido un zapato tan famoso. Es más, considero que el que aquí nos ocupa fue lanzado por millones de manos anónimas entre las que me cuento a la cabeza de ese mandatario fradulento, soberbio, ignaro, despótico, embustero, criminal y torturador. Millones, cientos de millones nos sentimos representados en la iniciativa del periodista.

El llamarle "perro" se entiende aunque quizá no goce de la misma simpatía universal, sobre todo en los países en que abundan los amantes de los animales. En realidad ninguno está a un nivel moral tan bajo como Mr. Bush; ni las cucarachas. Habría que llamarle ¡hombre! Pero eso tampoco sería justo porque si los señores Bush, Blair y Aznar son hombres, también lo somos los demás, que no hemos invadido, masacrado y esquilmado a pueblo alguno. Así que lo mejor será calificarlos por los suyos propios que ya dicen bastante de la calaña de sus titulares: ¡Bush! ¡Blair! ¡Aznar!

(La imagen es una foto de Público, bajo licencia de Creative Commons).

Cayo Lara.

Luego del relativo fracaso de la última Asamblea Federal de Izquierda Unida (IU) y de un mes de frenéticas componendas y pactos, la coalición electoral consiguió ayer elegir por algo más del 55 por ciento de los votos de su Comité Político Federal a un candidato del Partido Comunista de España como Coordinador General. Algo es algo. Pero da la impresión de que tanto por el escaso margen de la victoria como por la composición del órgano colegiado que debe colaborar con él, IU sigue minada por el espíritu fraccionalista que la imposibilita de articularse como una alternativa nítida y creíble en el panorama político español. Y el órdago lanzado ayer por el flamante cargo recién electo de una posible huelga general tratándose de una fuerza política marginal y que por no poder no puede ni presionar a la central sindical mayoritaria habla muy poco en el sentido de que IU haya recuperado la capacidad de fundamentar sus propuestas en análisis críticos pertinentes.

En fin, concédansele los tradicionales cien días.

(La imagen es una foto de Izquierda-unida.es, bajo licencia de Creative Commons).

Pensando en la crisis.

Último número de la revista Trasversales, correspondiente al otoño de este año de crisis, preludio seguramente de su agudización en el siguiente. La redacción de la revista considera que la crisis expresa "el completo fracaso de las recetas 'neoliberales' y desreguladoras que han protagonizado el pensamiento de las elites mundiales desde los pasados años ochenta." (p. 4) y formula su idea de que es la hora de las alternativas y de "una nueva construcción social". Sería muy de desear pero, a la vista de la correlación mundial de fuerzas, escasamente verosímil. Lo más probable es que salgamos de la crisis parcheando el modo capitalista de producción... y hasta la siguiente.

Armando Montes (La querella de las lenguas) critica el Manifiesto por la lengua común firmado por una amplia representación de intelectuales y aboga por la continuación del modelo educativo catalán que tiene a la lengua catalana como vehicular de los contenidos; un punto de vista que se ha visto recientemente respaldado por la opinión de la Unión Europea que aconseja mayor inmersión lingüística en Cataluña, Galicia y País Vasco. Montes vincula la competencia lingüística de castellanohablantes y catalanohablantes a su condición de clase lo que es muy atinado, bastante marxista y prueba que el mantenimiento del modelo educativo catalán es beneficioso para las clases subalternas.

Marta Cárdaba, Manuela Fernández y Toñi Ortega (La ley que hace falta) piden una ley de plazos para garantizar los derechos de las mujeres en el control de la natalidad y que el aborto sea prestación gratuita normalizada en la red pública de salud de las Comunidades Autónomas.

Mayka Cuadrado Zurinaga (Madres y padres sin cadenas) aboga por implantar la igualdad efectiva en los permisos de maternidad y paternidad para que los hombres nos hagamos cargo de nuestras responsabilidades en la crianza de los hijos.

José Luis Redondo (Crisis económica o crisis de una civilización) sostiene que el capitalismo es una economía ·especulativa y delincuente que tiene que derrumbarse periódicamente" (p. 21) y que habrá que implantar algún tipo de gobernación de la economía mundial. Pero lo que le parece más grave es la crisis ecológica producida por "la evidencia de la imposibilidad de una civilización con un crecimiento continuo del consumo energético." (p. 23) Sostiene, también con ecos marxistas perceptibles, que el sistema capitalista es ciego y su funcionamiento automático nos conduce al desastre y que "sólo la actuación consecuente de los ciudadanos puede corregir este camino" (id.). Seguramente, pero sería aquí en donde habría de empezar el artículo porque, fracasado el comunismo de la planificación centralizada, eso ¿cómo se hace?

Rolando Astarita (Mercado inmobiliario y teoría marxista) es, al parecer, un resumen de una condensación de un capítulo del autor de próxima aparición. El resultado es que el texto apenas se entiende. Habrá que esperar al libro.

David Hammerstein (Preguntas sobre la crisis (entre lo absurdo y lo real)) insiste en que hay que regular los flujos de capital mundiales y sostiene como cierta la aparente paradoja de que la crisis "favorece los ecosistemnas que dan soporte a nuestras sociedades" (p. 29) para lo cual propone la más bien inverosímil idea de que hay que "decrecer de forma sostenible" (id.).

David Casacuberta y Antonio Gutiérrez-Rubí (La web 2.0 en las organizaciones políticas: tres claves para potenciar y mejorar su uso) defienden con todo entusiasmo la web 2.0, básicamente por su interactividad y sus tres propuestas son: 1ª) aceptar una nueva cultura de comunicación, cosa que me parece muy sensata. 2ª) Ir a formas nuevas de organización no jerárquica, más de tipo red, también bastante razonable. 3ª) Fomentar y aprovechar el talento colectivo, también muy puesto en razón siempre que no se dejen arrastrar por la vehemencia al extremo de sostener, con James Surowiecki, que "en el grupo hay más sabiduría que la que podemos encontrar en los miembros más inteligentes del grupo" (p. 35) porque es la típica falacia colectivista dado que no hay, no existe ni existirá jamás sabiduría de grupo; sólo existe la del individuo, agrupado o no. Y no es lo mismo.

Beatriz Gimeno (El discurso de la discapacidad) publica un interesante trabajo argumentando en una línea muy foucaultiana que el discurso de la discapacidad es un discurso represivo propio del capitalismo que, sin embargo, ha sido interiorizado por la derecha y por la izquierda igualmente. Sostiene que es un discurso reciente, del siglo XIX porque en la Edad Media no había "discapacitados· y las únicas personas diferenciadas desde el punto de vista de la salud eran los leprosos (p. 39). Y, si no estoy equivocado, los locos con los que, por cierto, se organizaban los "barcos de los locos"; salvo que se crea que la locura no tiene nada que ver con la salud. Sostiene Gimeno acertadamente a mi entender que "no existe la discapacidad sino que lo que existe es una sociedad discapacitante" (id.). Los mismos discapacitados han interiorizado el estigma y carecen de suficientes apoyos sociales y políticos. Es muy difícil construir una identidad social y política a partir de la discapacidad pero hay que hacerlo porque la raíz de esa discriminación es política y para ello lo primero habrá de ser "desligar la idea de discapacidad de la enfermedad o tragedia personal" (p. 43). Seguramente pero eso tampoco es fácil.

Miquel Monserrat (Rusia, Georgia, Osetia...Perplejidad) hace una sucinta narración de los recientes acontecimientos en Georgia y Osetia del sur, así como la intervención rusa sólo para confesar su impotencia a la hora de tomar partido. "¿Podemos hacer algo que no sea tomar partido por Saakashvili o Putin, esa crápula?" (p. 48).

José Manuel Roca (Elecciones en Estados Unidos: Bye, bye, Bush) hubo de escribir el artículo antes de que se conociera el resultado de las elecciones en los Estados Unidos, con lo que es poco lo que puede decir sobre ellas. En cambio traza un balance destructivo de la presidencia de Bush, poderosamente armado de datos empíricos. Entiende que el legado de Bush es muy negativo y creo que se queda corto; en mi opinión la política neocon es lo más cercano que podemos tener al fascismo en las democracias; en los Estados Unidos y en España. Francamente, no veo grandes diferencias entre los neocons y los fascistas. Termina Roca su artículo hablando de los retos de Obama el más importante de los cuales le parece sea "desmontar la herencia ideológica plasmada en la doctrina del destino manifiesto." (p. 58).

Recomendable lectura este número de otoño de Trasversales y espero que para el número de invierno vuelvan a la tradicional costumbre de usar las eñes. En español es imprescindible para no encontrar textos llenos de anos.

diumenge, 14 de desembre del 2008

La insoportable señora Aguirre.

Si hay un fenómeno atípico, una nota discordante, un dato descompensado, una voz desafinada en la política española se trata de la señora Aguirre y su neurótica obsesión por ocupar un lugar diario en los medios y hacer hablar de ella al coste que sea. La ubicuidad de esta dama desgranando impertinencias y vaciedades a todas horas, sin compasión por el descanso vecinal, empeñada en hacer oír su acento de señora segura de sí misma y del servicio crispa los nervios del santo Job. Da la impresión de que la presidenta escoge todos los días un asunto de actualidad para pronunciarse sobre él, sea o no de su competencia (y no digo la jurídica sino la estrictamente mental) como lo hace el Papa coram populo los miércoles de audiencia en la Plaza de San Pedro. Todos los días son miércoles de audiencia para doña Esperanza Aguirre. ¿Qué Fraga suelta uno de sus habituales desatinos? Allí está ella para pronunciarse en contra. ¿Qué el Gobierno detiene a media docena de cabecillas de ETA? Doña Esperanza anuncia que es el primer paso para justificar la negociación. ¿Que Mr. Obama es elegido presidente de los EEUU? La lideresa dice, o podría decir, que no tiene nada en contra de los negros.

Es obvio que está encantada de haberse conocido y dispuesta a gastar una pasta de dineros de los madrileños en que se entere de ello el último rincón de España. Y hasta daría medio presupuesto de Universidades por conseguir que todos los telediarios abrieran con su vera efigie y su comentario de la actualidad, para edificación de conciudadanos, igual que Fidel Castro alecciona a los suyos y de paso al mundo entero con sus puntos de vista publicados en soporíferos artículos y el señor Chávez anima a sus masas desde un programa especial de televisión en el que él es el presentador y el presentado. Me extraña que ninguno de los pelotilleros que tiene pastando en Telemadrid haya caído en la cuenta de hacer un programa con una aparición asegurada de doña Esperanza, algo que pudiera llamarse "Aguirre íntima" o "Esperanza, esa mujer". De tal modo la tele no tendría que perder el tiempo ocupándose de declaraciones de personajes menores, como la Reina Sofía, que ha de confiar sus opiniones al sublime cauce de doña Pilar Urbano, catecúmena del Opus Dei.

La manía compulsiva por ocupar el proscenio lleva a la señora Aguirre a constituirse ella sola en oposición al Gobierno, siempre por la línea del mayor tremendismo, que es lo que asegura titulares. Y, si el Gobierno no ofrece flanco, la emprende con su propio partido, a cuyo dirigente máximo se opone con la misma contumacia que al Gobierno. No conoce descanso ni concede tregua, ejerce veinticuatro horas sobre veinticuatro, todo lo aprovecha, no ceja ni calla, está siempre sobre aviso y encuentra le mot juste para sacar de quicio a los columnistas progres que la ponen en solfa, como hace ahora el mismo Palinuro, harto de encontrarse a la señora Aguirre, a los aguirristas y los antiaguirristas hasta en el ketchup del Burger King cuando no agrediendo o provocando (que si el señor tal debe dimitir, el señor cual callarse o la señora tal cual pensar en sus cosas), desgranando a lo grandielocuente verdaderas melonadas como si fueran quintaesencias filosóficas.

Dice la doña que ella es liberal a machamartillo y por liberalismo entiende una mezcla del frenesí privatizador de la señora Thatcher con el intervencionismo del general Primo de Rivera. Esa doctrina le lleva a entrar en el sector público (que se supone ha de administrar con prudencia) como el elefante en la cacharrería, pateando, destruyendo, con el afán de privatizar y privatizar: desde el hospital Severo Ochoa a las Universidades de Madrid, la escuela pública o el Canal de Isabel II, todo es objeto de su ataques, de su furia desprestigiadora con el propósito de desmantelar el Estado del bienestar entre los aplausos fervorosos de los mismos infelices que pagarán las consecuencias en falta de servicios públicos dignos de tal nombre.

Los discursos neoliberales corren parejos con una práctica ultrarreaccionaria propia de los neocons. La fórmula de la COPE (obispos "liberales" en pro de la recatolización de la sociedad) por cuya alma intercedió la ultraliberal señora Aguirre ante el Rey. Porque todos estos pájaros del libre mercado creen que las cosas sólo funcionan mediante contactos y enchufes. Que el Estado no intervenga para que yo pueda hacer lo que me dé la gana y que cuando vengan mal dadas intervenga a favor de lo mío.

Probablemente el aspecto más insufrible de la omnipresente y vociferante señora Aguirre sea el ejercicio continuo de usurpación intelectual de la izquierda, a la que roba descaradamente sus expresiones (como hacían los fascistas con los colores y los símbolos de los anarquistas o socialistas) para elaborar el discurso contrario. La izquierda, dice, carece de la supuesta superioridad moral de la que hace gala, lo que implica que, salvo el improbable caso de que las morales vayan a la par, la superioridad recaerá del lado de la derecha. De la derecha sin complejos; la que defiende valores y principios. ¿Cuáles? Un momento, rápidamente saldrán. Los zangolotinos de las juventudes aguirrianas de las Nuevas Generaciones son los "verdaderos revolucionarios", los "auténticos incorformistas" lo que supone, obviamente, que la izquierda no lo es (ni siquiera la IU que presume de ello, ya que no de votos) y que la revolución es patrimonio de la derecha. ¿Alguien ha oído alguna vez semejante estupidez? Curiosamente sí: la de quienes hablan del oxímoron de la revolución conservadora.

Ahora la tiene tomada con el mayo del 68 (probablemente porque alguno de sus asesores, que leerá francés, haya visto que M. Sarkozy prometió acabar con el espíritu del 68 y decidió plagiar) y ¿qué ha hecho? Lo de siempre, usurpar sus conceptos para denigrar la cosa: se apropia del "prohibido prohibir" y condena al mayo a la poubelle de l'histoire. ¿Y qué quiere poner en lugar de mayo del 68? Atención, que vienen los principios: según dice, la "cultura del mérito, el esfuerzo y la autoridad". Eso por lo que dice; por lo que no dice pero hace: la educación privilegiada, la sanidad privada y el cura diario de misa y olla. En cuanto a lo que dice es obvio que sólo se refiere a la autoridad; lo que quiere es volver el autoritarismo, su caldo de cultivo, la dictadura que es el régimen ideal para que las señoras Aguirre jueguen al bridge y no como ahora que tienen que dedicarse a la política porque los hombres son unos calzonazos.

La idea "nueva" es la autoridad, pues el personal (ya saben a lo que me refiero: las chachas, los chóferes, los porteros, los jardineros: su personal) se ha desquiciado y soliviantado. ¿Pues no le montan números unos liberados sindicales con los que hay que acabar cuando pasea sus reales por sus clínicas privadas con el dinero público? La autoridad y sólo la autoridad. Los otros rasgos: el esfuerzo y el mérito ya estaban; no hace falta que los traiga porque ya estaban. Gracias al esfuerzo y al mérito salió la sociedad española del letargo y la atonía de los cuarenta años de franquismo.

¡Ah, que Franco era socialista...!

¿Es que nadie tiene aquí sentido del ridículo?

(La imagen es una foto de 20 Minutos, bajo licencia de Creative Commons).

Caminar sin rumbo (XXV).

Mitos satánicos.

(Viene de una entrada anterior de Caminar sin rumbo (XXIV), titulada La vida burguesa

Ovidi me había dicho que el programa que pensaba sacar el aire en cuestión de días y para el que me entrevistaba se llamaba A salto de mata, aunque él gustaba escribirlo como Asalto de mata. Se me quejó de que la televisión anduviera aún tan atrasada que había que contentarse con el hecho de que las cosas tuvieran normalmente un solo nombre, en lugar de dos o tres, que es lo que mola.

-Por ejemplo, yo me llamo Ovidi pero hay días en que me gustaría llamarme Saúl o Washington Irving. ¿Por qué no?

Exactamente lo que he dicho siempre, ¿"por qué no?" Estoy convencido de que llamamos experiencia a la capacidad de la gente para preguntarse ¿por qué no? Lo curioso parecía ser que la televisión no estuviera tan adelantada como debiera, de forma que los programas, por ejemplo, cambiaran de nombre, según fueran rodando. Estaba convencido de que una de las razones de que hasta los mejores programas acabaran perdiendo audiencia era la puñetera costumbre de darles un nombre y mantenerlos en él. Estaba yo lejos de suponer que ya había él decidido cambiar el del suyo, sobre la marcha.

- ¿Quién puede mirar cien semanas seguidas un espacio que se llame "La familia Gutiérrez" o "los escondrijos de la naturaleza"?

Siendo así que la televisión no tiene nada que ver con la realidad, que hace rancho aparte.

- A ver ¿en dónde te maquillan antes de hablar contigo?

El maquillaje era la confesión paladina de que la televisión no tiene nada que ver con la realidad, es un paisaje inventado y quienes lo pueblan, personajes imaginarios, incluso cuando relata hechos verídicos. La televisión es la gran productora de los "simulacros" de Derrida. En la televisión todo se simula. Y lo curioso y complementario es que, además, se emite, esto es, penetra en el mundo de representaciones de cada cual, ha entrado en todos los hogares, la televisión está permanentemente puesta y presente en la mayor parte del tiempo de los ciudadanos: en sus casas, en los aviones, en bares y cafeterías, en los andenes del metro. Le extrañaba que nadie hubiera puesto en marcha una empresa de pompas fúnebres que garantizara un televisor TDT en cada féretro. Nunca se sabe lo que va a suceder y a lo mejor el muerto no quiere perderse su programa favorito.

Y porque la televisión es un mundo aparte me envió un coche a recogerme que me llevó a un estudio perdido en algún lugar del Maresme que no fui capaz de identificar. Yo, de todas formas, iba contento de librarme por unas horas del angustioso drama familiar que vivían Luján y Willie y en el que estaba a punto de zambullirme quién sabe con qué consecuencias.

Ovidi se movía como una anguila por el plató de un edificio que era una especie de nave con módulos, uno de ellos el que ocupaba "Producciones Grifo" que era su empresa. Me saludó de lejos y vino hacia mí ondulando su cuerpo larguirucho, pero firme y dominando el escenario.

- Hola, -me dijo, dándome la mano como de pasada-. Estupendo que hayas venido. Es una idea que se me ha ocurrido, no creas, bueno, tengo todo el proyecto hecho y empaquetado, con los guiones, todo, a punto de mandarlo todo a Televisión y de pronto se me ocurrió que podía meterle una entrevista breve con alguien así de peso en la actualidad. No es que pensara en ti; pero se me ocurrió al verte.

- Vaya, gracias. -siempre era un consuelo.

- Bueno, no hace falta que te explique: somos una empresa seria, con sucursales en montones de sitios, una página web.

Ya la había visto. Era una biografía/hagiografía de Ovidi y se rellenaba con cortes de sus programas, alguna entrevista, los premios que había recibido y una foto con el Rey, los dos muy sonrientes, como si acabasen de contarse un chiste.

- Quede claro: es una prueba; vamos a ver cómo queda. Si me gusta, la dejo; pero también puedo dejar el programa mas no el entrevistado o incluso puedo suspender toda actividad de entrevista ya que el programa, al ser un magazine, incorporaba momentos similares a entrevistas.

- Vamos a ver si la cosa da, si das, si damos.

Nos sentamos en sendos sillones de lona, frente a frente, bajo los focos.

- Empezamos de cualquier manera; luego lo edito yo porque esto queda enlatado. A ver, ¿qué es mejor, el bien o el mal?

- El bien, por supuesto.

- ¿Por qué?

- Porque es lo positivo, lo creativo. No lo que quiere destruir sino construir.

- Eso son descripciones del bien; pero no dice por qué sea mejor hacer el bien que el mal.

- ¡Ah, bueno! En realidad no hay razones; todo depende de lo que quieras hacer.

- O sea, las razones las pones tú.

- Claro, el hombre es libre.

- Y por eso mismo a veces prefiere hacer el mal.

- Exacto.

- Y además, no sabemos nada. LLoramos a nuestros muertos y nos alegramos de los triunfos del vecino, pero podía ser al revés.

- Sí, podía.

- Podía y si podía, podrá.- Se giró para mirar a una cámara a su derecha y fue como si yo, fuera de campo, hubiera pasado a ser un no-ser o aplicación empírica del dicho de que lo que no está en la tele no está en el mundo. Me interesaría más o menos desde el punto de vista ontológico, ese ser que pasa a no ser por obra de algo que se llama "Ente", pero me interesaba más el aspecto psicológico de la cuestión, incluso el cultural.

- Porque está claro, ¿verdad? No hay ninguna instancia en el mundo que sepa con certidumbre qué sea el bien y qué el mal. Las iglesias, jerarquías, órdenes que dicen ser especialistas en el tema, se arrojan unas a las otras sus contradictorias ideas a la cabeza. El bien, además, suele ocultar el mal y el mal el bien. Ningún intelectual, pensador, escritor, profesor, columnista, investigador o sedicente experto en el asunto tiene una noción válida de qué sea el bien y qué el mal. Las dos son opciones abiertas y el mundo vive desde siempre, desde que es mundo y tiene gente dentro eligiendo entre las dos opciones, a veces una, a veces la otra. ¿Y por qué no elegir estar para siempre en el bien? Parecería lo sensato ya que es opinión universal esa idea edulcorada de que el bien es lo mejor, lo fetén, lo que tiene que ser pero donde se disfruta es en el mal. Aunque nos comportamos como si lo cierto fuera lo contrario; lo que sucede es que nuestra enemiga la Iglesia no nos deja manifestarnos como somos y no nos gusta el bien que no es otra cosa que el tiempo que transcurre entre un mal y otro. De ahí ese dicho célebre de que "no hay mal que cien años dure." Obsérvese, además, que la idea de mal que aquí late (el mal como calamidad, catástrofe, desastre, ruina), tiene una dimensión propia en el tiempo que es lo único que dura en nuestra forma de ver las cosas. Porque eso es lo definitivo -y al llegar aquí vi cómo la cámara iniciaba un travelling hacia la iquierda, en donde se veía un a modo de escenario de teatro pero más reducido, un recinto decorado con grandes cortinajes de terciopelo carmesí y un círculo en el centro, en el que destelleaba el nombre del programa, Mitos satánicos. Ya no era A salto de mata. Un cambio portentoso. En cuanto la cámara lo dejó fuera, Ovidi dio un salto casi como de felino y, a la carrera, se acomodó en otro sillón, éste de respaldo gótico con una especie de dosel del que pendían dos lienzos carmesíes entreverados de oro, para estar allí repanchigado cuando la cámara lo enfocase.- Decidir en el fondo de nuestras conciencias, qué elegimos nosotros, cada uno de nosotros. Téngase en cuenta que el mal, y eso es lo que explica su inexplicable atractivo, a diferencia del bien, que es monocotiledóneo, es complejo, quebradizo y, por lo menos, comprende dos ideas: el mal como desgracia y el mal como fortuna: el goce carnal más desenfrenado, por poner un ejemplo que no me lleve directamente a la cárcel, al menos en el primer número del programa, que en realidad no tiene por qué clasificarse como mal en modo alguno y si lo hace es a causa de la labor destructiva, de termita, de comején maligno de la Iglesia, cuya función, dice ella, es procurar el bien pero en realidad sólo solicita el mal que es a lo que se dedica en cuerpo y alma, fascinada como está por el genio de su propia creación. ¿O no es la Iglesia la que cuenta que el ángel que se rebeló contra Dios, el que quiso ser como Dios, era Luzbel, de una extraordinaria belleza? La belleza del mal, la belleza luciferina.- Al llegar aquí la cámara había hecho zoom sobre el título del programa en el terciopelo carmesí, Mitos satánicos.- Los esperamos el próximo martes en el atrio de la Sagrada Familia a las nueve de la noche que será cuando inauguremos el nuevo programa de Mitos satánicos.

El parlamento de Ovidi coincidió con los últimos acordes del Dies irae del Requiem de Mozart. Era el trozo que empezaba ya a emitirse como publicidad por las radios y los televisores para anunciar el programa. Ovidi se vino directo en tromba hacia mí, agitando un papel y quitándose el micrófono:

- ¿Qué te parece?

- No está mal. Me hubiera gustado que me avisaras antes para no quedar de pardillo, pero supongo que está bien.

- ¿Bien? Está genial, hombre. Nadie ha hecho nada parecido, te lo juro. Está como Dios.

Ovidi me preguntó que si había comido y, sin esperar respuesta, me condujo a una sala cercana en la que había variados canapés sobre una mesa y varios tipos de refrescos, así como una cafetera con pastas y me dijo que me sirviera.

- Pero, -le dije mientras me servía. ¿Tú crees que te van a dejar sacar eso?

- ¿Por qué no?

Bien, buena pregunta. Aquí estaba yo pillado en mi propia ingenuidad como el Cándido de Voltaire. ¿Que por qué no? Porque se iba a armar un revuelo, la de Dios es Cristo, los obispos empezarían a intrigar y le echarían de una patada el culo.

- ¿Tú crees? -preguntó con malicia- ¿Crees que intervendrán los obispos? Sería fabuloso, menuda campaña de lanzamiento.- Añadió que tenía mucha prisa, me indicó que el coche que me trajo estaría esperándome para llevarme a donde quisiera, se despidió dándome un abrazo y diciéndome que deberíamos quedar para comer, cosa que no pensaba ni por asomo, y me dejó allí plantado con un sandwich de jamón y queso y un bote de fanta. Al salir, efectivamente, me esperaba el chófer. Le dije que me llevara a la Barceloneta.

- Pero ¿a dónde en la Barceloneta?

- Vd. vaya para allá, que ya le indicaré en dónde me bajo.- Tenía muchas cosas en que pensar mientras miraba el mar y no me apetecíoa volver de inmediato a casa de Luján.

Dos días más tarde, la joven estrábica de Santa Coloma de Gramenet acababa de solicitar un día de ausencia en la fábrica de aluminios por asuntos propios. No quería decir a nadie que pensaba acudir a la presentación del programa de Ovidi y además era claro que no le darían un permiso para eso. Su presencia en la sección administrativa de la fábrica no era imprescindible, pero sí muy necesaria de forma que sólo a regañadientes le concedían algún asueto. Tuvo suerte de que el departamento estaba a rebosar.

(Continuará).

La imagen es el segundo grabado de la serie de W. Hogarth La historia del libertino (1735), titulada La levée, rodeado de artistas).

dissabte, 13 de desembre del 2008

El capitalismo como estafa.

La última estafa es de unos 50.000 millones de dólares de los EEUU, un fraude que arruinará a mucha gente y que, globalización mediante, afectará a inversores españoles que mediata o inmediatamente hayan estando metiendo dinero en hedge funds gestionados por Bernard L. Madoff Investment Securities cuyo titular, Bernard Madoff, está detenido por haberlo organizado. Una estafa de esas que aquí llamamos "de pirámide" y que en los EEUU se conocen como Ponzi's scheme o "plan de Ponzi", el emigrante italiano que aparece fotografiado a la izquierda, que puso en marcha la primera operación de estafa de pirámide a través de un sistema de sellos de correos. Algo parecido a lo presuntamente hacía Afinsa en España sólo que Afinsa decía obtener los beneficios que tan generosamente repartía entre los espabilados inversores que recibían intereses muy superiores a los que ordinariamente se recibían en el resto del mercado mediante sellos considerados como inversión filatélica mientras que Ponzi montó su estafa sobre el valor nominal de los sellos para franquear cartas, un ingenioso procedimiento de aprovechar las diferencias de cambio entre Italia y los EEUU en un proyecto postal internacional de unos bonos universales de franqueo que no tuvieron en cuenta que alguna moneda podía devaluarse (como sucedió con la lira), lo que permitiría comprar bonos en liras y venderlos luego por dólares en los EEUU con ganancias espectaculares. Cuando esto dejó de funcionar y Ponzi no pudo pagar los intereses que estaba pagando se descubrió el fraude y él fue a la cárcel, dando nombre a este tipo de estafa basado en que las incorporaciones nuevas financian los altos intereses que se pagan a todos los impositores.

Lo mismo ha sucedido con Madoff. Sólo que Madoff no es un inmigrante italiano si no quien fuera presidente del Nasdaq, la asociación de agentes de Bolsa que mueve más capital en la de Nueva York con ramificaciones en todo el mundo. Cuando él mismo no pudo soportar la presión, lo confesó todo a sus dos hijos, a su vez altos ejecutivos de la empresa fraudulenta quienes fueron a la policía echando virutas. Pero la estafa ya está hecha y, con ella, la ruina de lo inversores, el paro de los empleados de la empresa y la cárcel para el que lo puso todo en marcha.

Lo simbólico del caso es que se trata del presidente del Nasdaq. Al igual que sucedió en España cuando se supo que el gobernador del Banco de España cometía delitos de información privilegiada, también el caso de Madoff sacude los principios de gestión ética, responsable y triunfadora. Si es lo uno no puede ser lo otro. Como se dice aún en España, en feliz ignorancia de la existencia del euro, no se puede ir dando duros a cuatro pesetas. La magnitud de la estafa de Madoff es, como dice el Departamento del Tesoro (Hacienda) de los EEUU, de proporciones "épicas". Hay quien dice que toda la Seguridad Social (la que se financia mediante lo que se llama "solidaridad intergeneracional") no es otra cosa que una gigantesca estafa de pirámide. Es un típico argumento neoliberal.

Es posible, aunque no parezca muy cierto, no vamos a discutir ahora que eso les encanta a los neoliberales. Lo cierto, lo indubitable, lo seguro, es que el caso Madoff, una empresa privada, privadísima, es una estafa mayúscula. Y que el estafador ha estado al mando del Nasdaq. Como para confiar los ahorros a estos brillantes expertos, magos del enriquecimiento súbito y gloriosos doctrinos de la no intervención del Estado... no intervención para que el capital pueda robar a mansalva.

Los riesgos de estafa que presenta sistemáticamente el capitalismo se multiplican con el globalizado. Tómese como ejemplo el rechazo del Senado al plan de salvación del Gobierno estadounidense de los gigantes del automóvil General Motors (GM), Ford o Chrysler. Si estas empresas entran en suspensión de pagos (y pueden hacerlo en enero), tres millones de personas irán al paro en los EEUU. Cálculese. Es una emergencia nacional. Se valorará cómo se las gastan en el capitalismo si se recuerda que el Senado se cargó el plan cuando se supo que los sindicatos de trabajadores del automóvil se niegan a aceptar un descenso general de los salarios reales en la industria de carácter inmediato.

Pero hay más. La emergencia es nacional e internacional desde el momento en que GM es propietaria de Opel y Volvo, ambas empresas europeas. Opel, al menos, sigue siendo rentable y competitiva y tendrá que independizarse si no quiere que la crisis de la matriz la arrastre al abismo. Para ello recurre al crédito oficial que el Estado alemán facilita como lo hacen hoy día todos los Estados; pero el Gobierno alemán pone la muy lógica condición de que el dinero que meta en Opel no vaya a ir a parar a GM y eso es muy difícil de cumplir dada la situación de ambas empresas.

Todo el mundo espera que el Gobierno de los EEUU recurra al fondo de 700.000 millones de dólares de salvamento de la banca para resolver el problema de las empresas automovilísticas. Ya se verá cómo toma el mercado esa posibilidad pero lo que de momento queda claro es que en esta crisis aparece mezclada una gran cantidad de factores humanos, convirtiéndola en una catástrofe casi incomprensible y, por tanto, muy difícil de resolver; aparecen la codicia y el afán ilimitado de lucro de unos gestores financieros carentes de todo escrúpulo moral, la negligencia culpable cuando no la complicidad de unas autoridades políticas que escondían sus tejemanejes tras un discurso neoliberal y antiintervencionista, la actitud provocadora y chantajista de una corriente política que pretende la destrucción de los derechos sociales de los trabajadores, la inclinación al fraude y a la estafa de unos sectores financieros que saben que la tamaño gigantesco de sus fechorías obligará al Estado a hacer frente a la situación con el dinero de los contribuyentes, a los que se estafa así de modo doble: primero se les sustraen sus ahorros y luego se confiscan sus ganancias...

(La imagen es un retrato de Charles Ponzi, pertenece al Gobierno de los EEUU y está en el dominio público).

Caminar sin rumbo (XXIV).

La vida burguesa

(Viene de una entrada anterior, Caminar sin rumbo (XXIII) titulada Formas de salir del armario

Acogiéndome a la amable invitación de Luján me instalé en el piso que éste compartía con su novio Willie con el propósito de pasar allí un par de días mientras daba vueltas por Barcelona, visitaba los libreros de viejo del barrio gótico, aunque sin comprar casi nada por no cargar la mochila de peso o iba al Museu Nacional d'Art de Catalunya a extasiarme ante las colecciones de románico y gótico catalanes. En este tiempo de crisis universal en que nos ha tocado vivir, cuando todo parece convulso e incierto, cuando desaparecen los asideros a que las gentes somos tan aficionadas, las religiones, las doctrinas morales, los sistemas filosóficos, las tradiciones, las identidades colectivas de diverso tipo, cuando las manifestaciones del pensamiento y la sensibilidad se fraccionan, se distorsionan y se enfrentan entre sí en una cacofonía universal ininteligible, es una experiencia bien recomendable recorrer las salas de este Museu y meditar ante imágenes como el Pantocrator del ábside de Sant Climent de Taüll. Ese sentido grandioso de orden cósmico que trasmite, esa serenidad de la majestad de Cristo rodeado de los círculos angélicos que muestran el equilibrio eterno del universo en el que uno se siente cobijado, ajeno a las sacudidas muchas veces sin sentido de la vida cotidiana, invade el alma y derrama sobre ella una paz balsámica que lo reconcilia a uno con la naturaleza humana, esa que es capaz de masacrarse recíprocamente pero también de ejecutar pinturas tan excelsas que nos trasmiten la esperanza de encontrarnos algún día con nuestros mejores ideales, libres de las penalidades de la tierra.

Había puesto verdadero empeño en tomarme Barcelona como un destino turístico, pasear por el parque Güell, acercarme al Montjuic y, cómo no, a Montserrat, a fundirme como pudiera en el espíritu mismo de la nación catalana y, si no lo conseguía, ya que los espíritus nacionales se me antojan siempre, incluso en los momentos de mayor trance místico, estados de enajenación mental, hacerlo con la leyenda del Grial, mucho más interesante porque, aunque también tiene aristas nacionales en la medida en que se se ve como algo inherente al "espíritu europeo", cuando menos no es estrechamente nacionalista/estatal. También tenía planeado dar una vuelta por el Museu Picasso a empaparme de la fuerza de convicción de ese genio proteico que me ha parecido siempre el prototipo del artista descubridor, casi hipnotizador, esto es, el que no se limita a dar una visión del mundo (o de lo que sea) según criterios estéticos o narrativos propios o ajenos que aplica con regularidad si no que arremete contra todos los criterios, los reorganiza a su modo y nos descubre la realidad en una multiplicidad de manifestaciones que no sospechábamos.

Pero la verdad es que, aunque Luján me insistía en que me sintiera libre, me organizara la vida como quisiera y no considerara tener obligación de estar "haciéndoles la visita", como me llamaba con frecuencia por el móvil y en ocasiones hasta se apuntaba a las visitas, me fue absorbiendo poco a poco al interior de su atormentada convivencia. Yo le decía que no abandonara la clínica pero él me explicaba que, dada la ocasión, sabía administrar sus consultas y visitas según le convenía y que no me preocupara. Estaba claro que le interesaba más comentar sus asuntos matrimoniales con un oído comprensivo que mantener el ritmo normal de trabajo y que se podía permitir ese lujo porque era un médico de clase media con consulta privada y clientela más o menos fija con la que podía negociar las horas de atención.

Luján vivía su relación de modo apasionado y Willie formaba parte importante de su conversación. El tal Willie era un joven agraciado de aspecto normal, cosa que me llamó la atención porque cuando Luján me dijo que era del Raval yo pensé en una especie de macarra por esos estereotipos de los que andamos siempre cargados. Y no lo era. Hasta parecía un dependiente de comercio, de esos antiguos que se llamaban horteras. Era rubio, de piel muy blanca y sensiblemente más joven que Luján. Había estudiado algo inconcreto de arte dramático y algo más de acción dramática y quería ser actor y director, pero se quejaba de que en España y más en Cataluña, no hay ocasiones para la gente, que está todo repartido entre en los grupos constituidos y si no estás en uno de ellos, no tienes oportunidades. Así que iba a los castings, pero no obtenía buenos resultados y sus proyectos teatrales no conseguían productor. Tanta frustración lo tenía amargado y ello le hacía cargar contra su pareja en opinión de Luján que lo quería, según me decía, pero encontraba muy difícil de soportar una convivencia tan tensa.

El piso en que vivían y en el que yo ocupaba un cuarto, estaba puesto de modo convencional, al estilo de cualquier revista de decoración. Supongo que, al tratarse de dos hombres yo esperaba el habitual desorden que suele atribuirse a los varones y que muchos de estos tienen como símbolo incuestionable de su virilidad. Pero lo que allí había era un piso de matrimonio de clase media, con su televisión en el sitio de honor de la vivienda, en el salón con un tresillo, un jarrón chino y un bargueño, su cocina perfectamente equipada con los últimos adelantos y el dormitorio de matrimonio en el que por no faltar, no faltaba ni la consola de maquillage dotada de un espejo con cornucopia dorada. Y ese orden en las cosas reflejaba un impasible orden en la vida cotidiana. Luján salía a su consulta todos los días y volvía a media tarde, después de haber pasado todas las visitas y haber tomado las medidas necesarias para aquellos niños que estaban en tratamiento. Willie también se suponía que dedicaba a sus asuntos buena parte del día y regresaba asimismo por la tarde, charlaban un rato, veían la tele, cenaban, volvían a ver la tele u ocasionalmente, salían al cine y los fines de semana solía haber actividades, excursiones o vida social. Una existencia perfectamente burguesa.

Hay la idea de que, como los homosexuales rompen el principio mismo sobre el que, según muchos, se erige el matrimonio tradicional, esto es, la convivencia de gentes de sexo distinto, el resultado de la unión tiene que ser también distinto de los matrimonios habituales y probablemente por eso muchos también hacen cuestión del nombre y se niegan a que las relaciones de gays entre sí puedan llamarse matrimonios, aduciendo, claro es, las más peregrinas razones por no reconocer que operan sobre la base de un prejuicio. Porque los gays pueden formar y forman matrimonios incluso desde el punto de vista restrictivo de la Iglesia que no los ve como uniones duraderas entre dos o más seres humanos con el fin de compartir sus vidas y entregarse los unos a los otros sino como uniones heterosexuales con la finalidad de la procreación. Y efectivamente hasta con este último requisito pueden cumplir los matrimonios gays en una época en que se pueden tener niños de muy diversas formas, incluso consiguiendo que un hombre conciba; todo depende de lo que se implante. En el fondo esta es una de las razones principales por las que la Iglesia se opone a cualquier avance en las técnicas de reproducción. Es el caso sin embargo que, atacados en ese punto simbólico y sensible de negarles el derecho a constituirse en matrimonio, los gays se esfuerzan en probar que reúnen todos los requisitos de los matrimonios más convencionales. En Nueva York, los homosexuales publican los esponsales en la prensa y siguen idéntico protocolo de ceremonias que los heterosexuales.

Y luego una vez fundado el hogar su comportamiento es también ejemplarmente burgués. En el caso de la pareja formada por Luján y Willie, externamente,se guardaban todas las formas. Pero la procesión iba por dentro. Al menos por dentro de Luján que me preguntaba con insistencia si no percibía el distanciamiento de Willie, cómo parecía ofendido, desabrido, seco. Yo decía que quizá fuera su reacción porque no le gustara tenerme de huesped. A lo mejor estábamos haciéndole violencia. Pero no era el caso, no era el caso, aseguraba Luján. El caso era que, como no se aclaraba acerca de su propio papel en la relación, estaba manipulándola continuamente y de ahí venían sus dos exigencias permanentes: que se casaran y que adoptaran un crío. No era que él no quisiera ambas cosas; al contrario. Pero no estaba seguro de qué finalidad perseguía Willie con ellas. Algo así como si pretendiera usarlas para ligar a Luján, para tenerlo sujeto porque además, era casi seguro que pretendía que él se encargara de los cuidados del niño.

El problema parecía complicado y yo no estaba seguro siquiera de que me interesase gran cosa. Empecé a pensar que había hecho un mal negocio aceptando la hospitalidad de mi amigo que se cobraba el hospedaje en especie de murga matrimonial. Y justo en ese momento, Luján me propuso que hablara a solas con Willie. Sostenía que nos conocíamos lo suficiente, que lo invitara a tomar un café fuera de casa y tratara de sonsacarle cómo veía él la situación. Dijo que no se le ocurría nada mejor y que yo le prestaría un gran favor.

Mi propósito de salir del nido de pasiones se estaba convirtiendo en una necesidad apremiante. Barcelona había desaparecido detrás del serial de aquella relación torturada que ahora amenazaba con devorarme a mí también. Y de pronto me encontré en un velador de un café de la Plaça de Catalunya, hablando mano a mano con Willie, como quien no quiere la cosa. Resultó que el chaval era más despierto de lo que había imaginado y Luján me dio a entender. Lo primero que me preguntó fue si iba a hablarle por indicación del otro y, como no pude negárselo, me soltó un chorreo del que lo único que recuerdo son sus reproches a que me prestase a un papel tan indigno de arreglamatrimonios o consultor conyugal a instancia de parte y su rotunda afirmación de que allí no pasaba absolutamente nada salvo que Luján era un maníaco depresivo con complejo de inseguridad, que no sabía cómo comportarse en una relación normal y que todo el asunto del niño era una invención suya porque ya podía imaginarme yo para qué quería él un crío cuando tenía por delante una carrera en que pensar que le exigía plena atención. Ahora, por ejemplo, se le había ocurrido una ideaza, un arreglo del Emperador Jones que lo lanzaría al estrellato y me preguntaba si conocía la pieza. Pretendía hacer una interpretación en que se entendiera la condión de negro de Jones como una especie de alegoría de la de los homosexuales. Estaba empeñado en que la obra sería un éxito, pues son cuatro personajes. No hay necesidad de gran motaje y casi toda la obra es monólogo. ¿A que Luján no me había hablado del proyecto? Claro, parte del incordio venía del hecho de que le había pedido que ayudara en la producción, que él tenía un productor que se metería en harina si Luján ponía dinero. Ahí estaba la raíz del problema; no en ninguna otra parte, y Willie me miró directamente a los ojos desde el azul de los suyos no sólo tratando de parecer sincero, sino mezclando en la mirada un punto de invitación y complicidad del que creía oportuno no darme por enterado. Al fin y al cabo yo estaba allí por Luján, por muchos que fueran sus defectos, y no por él.

Al volver a casa tenía un recado de Ovidi. Yo lo había llamado por la mañana y él quedó en devolverme la llamada citándome para la entrevista. El recado fijaba ésta para el día siguiente a las tres de la tarde, en que el estudio estaría vacío.

(Continuará).

(La imagen es el grabado nº 1 de la serie de W. Hogarth La historia del libertino titulado Toma de posesión de la herencia (1735)).