diumenge, 7 de setembre del 2008

Barrabasadas e hipocresías.

El señor Fraga Iribarne, quien debe de pensar que aún es ministro de Información y Turismo o sea de Propaganda, del dictador y presunto genocida Francisco Franco, hablando de los asesinatos perpetrados por los fascistas durante la guerra civil e inmediatamente después, dice que "del otro lado" se hicieron muchas más barrabasadas como es absolutamente obvio. Tan obvio como el porcentaje de votos a favor de Franco que este correoso fascista cocinó en el referéndum de 1966. ¿Qué entenderá por obvio este buen hombre? Supongo que lo contrario de lo que entienden los demás. Porque a los asesinatos cometidos por los facciosos durante la guerra vinieron a sumarse los que llevaron a cabo los vencedores después de la contienda, uno de ellos precisamente siendo él ministro en la persona de Julián Grimau. ¿Le parece poca "barrabasada" al señor Fraga torturar a un hombre hasta dejarlo inútil, tirarlo por una ventana y fusilarlo luego de una farsa judicial sentado en una silla porque no se tenía de pie? Porque a esa barrabasada dio su visto bueno el señor Fraga.

Sin embargo, lo más indignante de las declaraciones del ex-ministro franquista no es lo de las "barrabasadas" sino lo del "otro lado". Desde 1939 a 1975, fecha de los últimos asesinatos del franquismo, en España sólo hubo un lado, el de los vencedores y su régimen de terror, de forma que no pudo haber ni una sola barrabasada del "otro lado". Dos lados hubo de 1936 a 1939 pero, ¿por qué? ¿por qué hubo dos lados entonces? Porque los fascistas, los militares y los curas se alzaron en armas contra el Gobierno de la República de forma que son ellos los responsables jurídicos de las barrabasadas del lado fascista y morales de las del otro lado.

Por último éste que habla ¿no es el responsable de la matanza de Vitoria en 1976 siendo ministro del Interior de la Monarquía con la misma saña con que lo fue de Propaganda de la Dictadura? Barrabasadas, sí pero (casi) siempre en el mismo bando y hasta hace bien poco tiempo.


HIPOCRESÍAS

Dice el señor Rodríguez Zapatero que la derecha es hipócrita cuando se opone a que se busquen los restos de los miles y miles de víctimas de la vesania fascista en España durante la guerra y la posguerra para que sus parientes y allegados puedan tributarles sus exequias como estimen oportuno. El presidente del Gobierno se ha quedado corto: es más que hipocresía, es un comportamiento inhumano y delictivo que observan siempre que se trata de muertos ajenos porque eso es exactamente lo que hicieron con los del accidente del Yakovlev 62 cuando gobernaban ellos: impedir que los familiares y allegados recuperaran a sus muertos.

Como es hipocresía la oposición a una regulación del aborto encabezada por los mismos que enviaban a sus hijas a abortar a Londres cuando gobernaban en España y el aborto, como tantas otras cosas, como el voto, como casi todo, estaba prohibido.

(La imagen es una foto de Catorze 14, bajo licencia de Creative Commons)

Latinoamérica y el ruido.

México es una ciudad inmensa, tumultuosa, abigarrada, llena de contrastes y por muchas razones fascinante. Pero es tremendamente ruidosa. Ayer anduvimos dando un paseo por el centro en torno a la Avenida Madero en el cruce con Lázaro Cárdenas, en torno al Palacio de Bellas Artes y la famosa Torre "Latino". En la foto el bloguero en el mirador de la torre; abajo puede verse el Zócalo con la banderaza que inspiró al señor Aznar para hacer algo parecido en la madrileña plaza de Colón; la señorita de la derecha es circunstancial. Después merodeamos por la incomparable plaza Garibaldi a la observación del mariachi. Y, en efecto, el estrépito y más que estrépito, el fragor es insoportable. Los autos, los pitidos de los guardias, los claxons y esa maldita costumbre de toda Latinoamérica de tener música altísima en todas partes a todas horas del día que no escucha nadie pero que todos tienen que oír quieran que no convierten un simple paseo en un suplicio inimaginable.

Los lectores que conocen la inquina que Palinuro profesa al ruido, valorarán el sacrificio que le supone deambular por estos lugares tan absurdamente estruendosos. Parece ser que Madrid es la segunda ciudad del mundo en ruido después de Tokio. Ignoro cómo se hacen estas mediciones pero afirmo que, al lado de México, Madrid es un convento trapense. Es más, creo que el ruido es la maldición de toda América Latina. Imagino que este factor no cuenta a la hora de medir el subdesarrollo pero debiera; estoy seguro de que tiene notable incidencia en él. Es imposible concentrarse en nada o ser medianamente productivo con ese estrépito permanente en todas partes, esas musicangas que los dioses confundan en los coches, los bares, los chiringuitos, las casas de vecinos.

El segundo rasgo que suele mencionarse de México, y más recientemente, es su inseguridad. Este es asunto muy subjetivo y no me atrevo a pronunciarme porque supongo que habrá datos incontrovertibles pero tengo la impresión de que también hay mucha exageración. No me parece que México sea especialmente insegura. Supongo que habrá zonas y barrios peligrosos; pero ¿en dónde no? Téngase asimismo en cuenta que parte del negocio de la industria turística consiste en asustar a la clientela para que no se desplace por la ciudad haciendo uso del metro, los taxis, etc y tenga que contratar sus carísimos servicios especiales.

A cambio debo insistir en el atractivo de una ciudad tan gigantesca, en su extrordinaria variedad por barrios, su abundantísima vegetación tropical, su disparatado y sorprendente diseño urbano. Luego del Zócalo anduvimos por la colonia Roma, sobre la calle Durango, a la búsqueda de una librería de lance a la que soy muy aficionado en la calle Mazatlán, una zona de calles amplias con bulevares, rebosantes de palmeras, ceibas, buganvillas, jacarandas y plagada de estatuística clásica, con Apolos, Dianas cazadoras, Venus... Lo que se ve en la segunda foto, además de Celia y Ramoncete, es una réplica exacta de la madrileña Cibeles, en la plaza de su mismo nombre, que produce un efecto bien curioso.

dissabte, 6 de setembre del 2008

El valor de las palabras y la sinceridad del discurso.

A los blogs les ocurre lo que a los periódicos de papel: a veces lo más interesante que hay en ellos son los comentarios de los lectores. Con el añadido a favor de los blogs (como siempre) de que no tiene por qué respetarse límite de espacio alguno. Si antes de ayer un comentario de ximo movió el post del día siguiente, el de hoy trae cuenta de otro muy ponderado y oportuno de un comentarista anónimo.

Tenía éste dos puntos. En el primero decía que no entendía mi empeño en que el Gobierno reconozca que estamos en una crisis y sugería que esta palabra "crisis" es multívoca y que, por lo tanto, da igual que se emplee o no porque hay términos más exactos, respaldados por indicadores numéricos que son los que valen. Es decir, o nos expresamos con la propiedad de las magnitudes, de lo cuantificable, o el empeño en tratar de entenderse en terrenos opinables es baldío. En el segundo hablaba de la economía de mercado. Yo haré lo mismo.

Sucede que las palabras también tienen usos exactos en términos lingüísticos y emplearlas o no con rigor es una decisión política. Como lo es el decir que no existe rigor lingüístico posible y que tanto da hablar de un modo o de otro. No, no da igual. Uno puede emplear bien o mal las palabras como puede emplear bien o mal los indicadores y puede hacerlo por descuido o a propósito e, incluso, a propósito simulando que es por descuido. Se trata de la sinceridad del discurso, de la que hablaré al final.

La palabra "crisis" no es ambigua ni opinable ni multívoca, salvo que uno vaya de mala fe y juegue a que así sea. Pero si uno va de mala fe también son multívocos los indicadores. "Crisis" viene del griego krinein (decidir, juzgar) y se refiere al momento decisivo de un proceso en el que hay que tomar una medida porque, como saben bien los médicos que son quienes la emplean con más propiedad, es la situación en que se decide si un enfermo se salva o muere; es el momento decisivo porque depende de nuestra decisión. Eso es la "crisis", la situación crítica, aquella en la que hay que hacer (o dejar de hacer) algo, demostrar que uno tiene recursos, que vale para algo, que puede ser útil, que los ciudadanos no lo han puesto en donde está por ser un enchufado, amigo del jefe (de esos conozco yo algunos, incluso en este Gobierno), por error de cálculo, ignorancia o dejadez. Por eso no quieren los gobernantes emplear la palabra, porque ello los obliga a tomar decisiones de las que depende el curso de los acontecimientos posteriores. El asunto no es inocente ni baladí, sino que se refiere a la entraña misma de la Política entendida al noble modo aristotélico como aquel quehacer que afecta al conjunto de la polis. Por eso los gobernantes, en este caso estos, los nuestros, prefieren evitar el término y con él el compromiso y acudir a expedientes más cómodos, atribuirse los éxitos y rehuir la responsabilidad por los fracasos del pasado y pintar el futuro de color de rosa, siempre basándose en los indicadores, claro está. El caso es no hablar del presente crítico.

Cuando se trata de procesos, de la realidad en el tiempo, los gobernantes, como todos los seres humanos, sólo pueden hablar de tres cosas: del pasado, del presente y del futuro. El pasado está ahí, a la vista de todos y lo único que cabe hacer con él -y es lo que se hace- es pintarlo de colores, de rosa, de negro, de blanco...se trata de los debates de los historiadores que no son enteramente subjetivos, pero tampoco pueden tener la objetividad con que cuentan los procesos naturales.

El futuro no existe, lo vamos creando en uso de nuestra libertad y una de las más comunes formas de hacerlo es predecirlo como nos dé la gana o nos interese porque, tratándose del de los seres humanos, es incierto. No hay modo de predecir con exactitud el futuro de los hombres. Quienes acuden a indicadores sólo pueden predecir "tendencias" y ello si somos muy caritativos o sea, en el fondo, nada ya que, llegado el momento, esos indicadores son tan de fiar para la tarea predictiva como el vuelo de las aves o las entrañas de los corderos. Y ¿para qué nos empeñamos en esta tarea, esta sí huera, de predecir el futuro? Es obvio, para llevarnos el gato al agua en el presente. Por eso, cuanto más científicos parezcamos, más indicadores pongamos sobre el tapete, más conseguiremos convencer en principio a nuestros coetáneos de que tenemos razón en el presente.

El presente, ese instante que según innumerables filósofos y poetas, no existe porque o bien no ha llegado todavía o ya es pasado, el presente, el momento en que vivimos ahora, el que no existe, el que nos incumbe a todos, el territorio de la política, el del conflicto. Por eso es fundamental no ocultar las cosas, no teñir de rosa el pasado ni el futuro y hacer en el presente lo que hay que hacer y si el presente es crítico, es decir, requiere decisiones, hay que decirlo y no ocultarlo. Por eso es importante que Gobierno de izquierda que, en mi opinión no puede ni debe mentir, diga lo que hay y muestre estar a la altura de lo que dice que hay.

Ya está bien de teorías y vamos al caso práctico que nos ocupa, la cuestión de la economía capitalista ¿Miente o no miente el Gobierno? Estoy de acuerdo con "anónimo" en que vivimos en una economía capitalista y, diré más, me parece muy bien y confío en ella siempre que haya los necesarios mecanismos correctores de carácter intervencionista; no creo en la economía de planificación centralizada como tampoco en la ideal de libre mercado. El rasgo esencial de la economía capitalista es que ésta es bastante autónoma y no cabe responsabilizar a los gobiernos de lo que sucede en ella.

En tal caso, ¿por qué el Gobierno atribuye los éxitos a su política económica y los fracasos a la coyuntura internacional? Qué ingenuidad ¿verdad? Porque eso es lo que hacen todos los gobiernos. Pero éste no es "todos los gobiernos", sino que es un Gobierno de izquierda a quien no estoy dispuesto a admitir que recurra a la demagogia, la trampa y el engaño, como los gobiernos de la derecha; al que no voy a pasar que mienta porque para eso ya está la derecha, al que voy a exigir un comportamiento distinto una voluntad de abordar los problemas con un discurso sincero, no engañoso. Porque, de no ser así ¿cuál es ladiferencia entre la derecha y la izquierda? ¿Que los de izquierda somos más críticos y exigimos más a nuestros gobiernos que los de derechas a los suyos? Por supuesto. Así son las cosas. Los gobiernos de derecha mienten y sus partidarios lo toleran; los de izquierda no pueden mentir, ni siquiera dejar de decir la verdad.

En una situación como la actual, no sólo hay una crisis económica general sino que es especialmente grave en España a causa del abultado déficit por cuenta corriente con perentorias necesidades de financiación hoy agravadas por las restricciones impuestas al crédito. Como quiera que los países del euro no tenemos política propia de tipos de cambio, está claro que el Gobierno tendrá que encontrar una solución ingeniosa a una situación que en principio no la tiene. Y eso es lo que tiene que explicar.

En una situación de crisis hay que decir qué medidas se proponen de solución o, si se es un gobierno de izquierda, reconocer que no se tienen porque el problema lo sobrepasa. Esto es, elaborar un discurso sincero. No hacer como si la situación no fuera crítica, sosteniendo que se trata de una mera alteración en los ritmos habituales para la que basta con medidas ordinarias, dentro de lo previsto. Ese es un discurso embustero, falso y que, además, no conseguirá nada porque la crisis exige decisiones nuevas y contundentes Téngase en cuenta que todavía no hace seis meses no solamente no se reconocía la necesidad de afrontar la situación crítica sino que se estaba prometiendo el pleno empleo para esta legislatura. Y eso no lo hacía un cargo medio o bajo de la cadena de mando sino el mismo presidente del Gobierno, responsable de su política económica. ¿Cómo mantener un discurso sincero racional mínimo cuando, ya en caída libre en una crisis que no quiere aceptarse, se siguen haciendo promesas dentro del esquema embustero, propagandístico y demagógico de que en una economía de mercado los éxitos son producto de nuestras decisiones acertadas y los fracasos resultado de la desgraciada coyuntura internacional?

(Las imágenes son dibujos de John Leech publicados en la revista británica Punch, en los que satirizaba el fracaso de la "gran manifestación cartista" en 1848, un momento crítico en la historia del movimiento obrero cuando, temiendo violencia callejera, las autoridades, con el octogenaria Duque de Wellington a la cabeza, tomaron las medidas pertinentes que evitaron la violencia y desactivaron el movimiento cartista; se encuentran en John Leech Sketch archives).

Países anegados.

Los de Avaaz han puesto en marcha una campaña de recogida de firmas para apoyar la petición que los representantes de los pequeños Estados insulares harán al Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas para que se tomen medidas con urgencia a fin de frenar el cambio climático, principal responsable de que esté subiendo el nivel del mar. Este ascenso de las aguas acabará sumergiendo a muchos de estos países en un plazo más corto que largo, lo que obligará a evacuar a las poblaciones y encontrarles acomodo en algún otro lugar, cosa nada fácil. Quieren que firmemos el texto siguiente. Yo lo he hecho. Creo que todo ayuda:


A la Asamblea General y el Consejo de Seguridad de la ONU:

Nosotros, como ciudadanos de todo el mundo, compartimos la preocupación de las pequeñas naciones insulares con relación a la amenaza que el cambio climático representa para la paz y la seguridad internacional. Necesitamos actuar ya, y las discusiones sobre el clima global deben acelerarse para poder llegar a un sólido acuerdo a tiempo para prevenir una catástrofe, así como para proteger a aquellos que son obligados a desplazarse como consecuencia del calentamiento global. Nuestro futuro en común requiere que las Naciones Unidas traten la crisis climática internacional como mínimo con la misma urgencia con que se tratan temas relacionados con la guerra y la paz.

(La imagen es una foto que representa viviendas inundadas en Funafuti, Tuvalu y procede de lapágina de Avaaz).

divendres, 5 de setembre del 2008

Zapatero ya ha fallado.

Y no solamente ha fallado sino que nos ha engañado miserablemente, lo que es mucho peor. Más claro: este Gobierno ganó las elecciones de marzo pasado mintiendo a la gente. Mintiendo consiguió el voto de la izquierda, mintiendo se mantuvo y, según se ve, piensa seguir en la mentira hasta el final de la legislatura que ójala llegue pronto porque se vea obligado a convocar elecciones anticipadas al no disponer de mayoría absoluta.

Quede claro que este deseo no es la habitual trampa de los analistas de derecha que critican a la izquierda por no serlo suficientemente pero con la sola intención de que gane la derecha. No es el punto de vista de este blog ni de este post. Al contrario: aquí se propugna la disolución de las cámaras y las elecciones anticipadas en la esperanza de que el PSOE haga un esfuerzo y presente como cabeza de lista a una persona de izquierda y no a este sucedáneo que ya ha mostrado de qué es capaz: mentir como un bellaco para conservar el poder.

Ayer ximo, un amable lector, hizo un comentario que me dio que pensar. Decía ximo: "¿estoy muy equivocado si digo que en las anteriores elecciones se presumía de poder ir hacia el pleno empleo?. No quiero disculpar a nadie y que cada palo aguante su vela pero, me cuesta mucho ( no quiero, mas bien) crer que en aquella campaña nos estuvieran engañando de manera tan miserable y estrepitosa.Pardillo?". Yo tampoco quiero creer tal cosa, pero a las pruebas me remito: a la altura de julio de 2007, en el debate sobre el Estado de la Nación, el señor Rodríguez Zapatero dijo que España alcanzará el "pleno empleo" en la próxima legislatura. Ésta es la próxima legislatura y si entonces el paro era del ocho por ciento aproximadamente, hoy es del once por ciento

Se dirá que se trata de hace más de un año de entonces, en un ambiente de euforia en que nadie podía prever lo que ha sucedido. Sin embargo, al borde del fin de año, en diciembre de 2007, cuando ya se oteaban los negros nubarrones en el horizonte, el señor Rubalcaba anunciaba que: Podemos llegar al pleno empleo y ser líderes en derechos sociales. ¿Hace falta recordar ahora las sonadas declaraciones del mismo señor Rubalcaba en 2004: "Los españoles se merecen un Gobierno que no les mienta"? Estoy de acuerdo con el ministro del Interior, así que espero verlo dimitir por mentiroso y anunciar su pase a la vida de civil.

Aun así habrá quien diga que se trata de diciembre de 2007, cuando todavía ataban los perros con longanizas en la calle Ferraz. De acuerdo pero es que en marzo de 2008, a una semana de las elecciones, cuando la crisis era ya un hecho aunque el Gobierno se obstinara (como sigue obstinándose) en no reconocerla el señor Rodríguez Zapatero seguía diciendo en el debate televisado con el señor Rajoy que se comprometía a lograr el pleno empleo en 2012. Por supuesto hablaba del final de la legislatura y los incondicionales dirán que esperemos hasta entonces, que las cosas sin duda mejorarán. Es posible pero lo que dicen hoy en el Gobierno es que se avecinan tiempos malos y que de pleno empleo, nada.

O sea no hay exageración: han mentido y siguen mintiendo. Esto molesta mucho porque se trata de gente de izquierda pero es la realidad. ¿Y qué decir entonces de las políticas de igualdad, de las cuestiones del aborto, la eutanasia, el avance en los derechos sociales? Por supuesto Palinuro aplaude estas cuestiones pero lamentablemente da la impresión de que han recurrido a ellos para desviar la atención de sus políticas derechistas en otros territorios no menos importantes. Es decir, siguen mintiendo.

Tengo dos argumentos para demostrarlo. El primero hace referencia a la cuestión de la laicidad del Estado. Aquí no va a moverse nada. Nadie va a tocar los infames Acuerdos con la Santa Sede. Habrá políticas sociales moderadamente progresistas en algunas cuestiones pero no en otras cruciales, las decisivas para laIglesia.

El segundo argumento para probar que el Gobierno socialista miente y que no tiene nada de socialista sino que está engañando a la gente, en concreto a sus electores, entre ellos a Palinuro, utilizando su voto para hacer lo contrario de lo que sus votantes quieren es la inmigración. Durante el mandato de este Gobierno en su segunda etapa y el del ministro Celestino Corbacho en concreto, los eurodiputados socialistas españoles han votado a favor de la "directiva de la vergüenza" europea con las honrosas excepciones de los señores Borrell y Obiols. El ministro señor Corbacho también ha impedido que los inmigrantes puedan reunirse con sus familias y antes de ayer, en un movimiento indignante que ya debería haberle costado la destitución fulminante, anuncia que para luchar contra la crisis que él ni sus compañeros de Gobierno reconocen, cerrará el cupo de inmigración anual.

No se trata sólo de que esa decisión sea políticamente inadmisible sino de que es una inmoralidad. El mismo señor Corbacho ha llegado a ministro de España porque sus padres, extremeños, emigraron a Cataluña cuando él era niño. Es pues un emigrante. Si Cataluña hubiera hecho con él lo que él quiere hacer con los africanos que vienen a España espoleados por el hambre, estaría a estas horas destripando terrones en la dehesa lo que quizá hubiera sido una suerte para la causa de la justicia y de la izquierda.

O sea que mentirosos e inmorales. Compañeros: nos hemos lucido.

(La imagen es un famoso cuadro de Ford Madox Brown que simboliza la dureza de la emigración, se llama The Last of England y se encuentra en Birmingham Museums and Art Gallery).

La fuerza del odio.

Aprovechando la hora de comer y un vacío en los exámenes ayer dimos un salto hasta Coyoacán, a recorrer la zona, una de las más pintorescas del Distrito Federal y visitar las casas de Frida Kahlo y León Trotsky. La primera se ha puesto imposible desde que se hizo la película con Salma Hayek pues se ha llenado de turistas. La de Trotsky en cambio sigue en el bendito semiabandono en que ha estado siempre. Semiabandono porque, aunque esté bien atendida, no es un negocio como lo es la de Frida Kahlo y los pocos visitantes que hasta ella se acercan (estuve observándolos un buen rato) son como peregrinos, como iluminados por una luz interior. La casa está más o menos según la dejó Trotsky al morir a manos de Ramón Mercader. En el pequeño pero frondoso jardín luce la estela que labró Juan O'Gorman en memoria de Lev Davidovich Bronstein, que descansa en la parte de atrás, junto a su esposa Natalia Sedova.

El caso Trotsky invita a una reflexión sobre el alcance del odio, la envidia, el miedo, la inseguridad y otros rasgos de la naturaleza humana. ¿Por qué persiguió Stalin con tanta saña a Trotsky y a su familia, después de derrotarlo en las intrigas internas del Partido Comunista? Hacia más de quince años que Lev Davidovich ya no tenía poder político real en la Rusia soviética, quince años en que anduvo perseguido y hostigado por el totalitarismo estalinista hasta que éste consiguió acabar con él. La pregunta es siempre la misma: ¿por qué? Y la respuesta también ha de serla misma: por el ejemplo moral de Trotsky. Stalin no podía permitir que un solo hombre, un hombre exiliado, perseguido, acorralado, se enfrentara al aparato estatal de la Unión Soviética y ordenó asesinarlo al tiempo que lo vilipendiaba, estigmatizaba su persona y trataba de eliminar toda memoria de su paso por la historia.

Es curioso: poco antes del hundimiento del comunismo, el Partido Comunista de la Unión Soviética rehabilitó a todos los perseguidos del estalinismo, a los Zinoviev, Kamenev, Bujarin, etc... pero no a Trotsky. Cuando pregunté a los comunistas soviéticos el porqué de esta anomalía, me contestaron que porque Trotsky nunca fue procesado y condenado. Trotsky fue un caso de venganza personal de Stalin; la venganza del soberbio, del todopoderoso frente al débil y, sin embargo, ahí está, erguido en su derrota. Que si el odio tiene fuerza, más fuerza tiene la moral.


ACTUALIZACIÓN DÍA 5 DE SEPTIEMBRE

Este post ha merecido el honor de ser reproducido en el número de hoy del estupendo periódico digital de izquierda

InSurGente con el que Palinuro mantiene excelentes y fraternales relaciones sazonadas con una actitud mutua de vigilante crítica, necesaria siempre para el logro que ambos reconocemos común: la emancipación del ser humano.

dijous, 4 de setembre del 2008

La crisis está desbocada.

Casi parece una broma de un dios maligno. Cuanto más se obstina el Gobierno en que los ministros no pronuncien la palabra "crisis" mayor es la profundidad, extensión y complejidad de ésta. No recuerdo una situación tan absurda en muchos años. El señor Rodríguez Zapatero y los suyos utilizan circunloquios como si, víctimas de una creencia supersticiosa en los poderes mágicos de las palabras, esperaran que éstas sustituyeran a los hechos.

Mes tras mes los indicadores económicos dan unas situación catastrófica: el paro está ya en el 11%; la inflación no se detiene; las ventas de coches caen en picado; las de inmuebles igual; la tasa de confianza está por los suelos; el euríbor por las nubes; el IPC también; las empresas quiebran; la bolsa se hunde; el índice de morosidad se dispara; la banca tiene problemas de liquidez; el PIB no se mueve o va para abajo.

Pero según el Gobierno esto no es una crisis sino un frenazo.

Las declaraciones de los ministros quedan desmentidas por los hechos apenas se han formulado; las comparecencias en sede parlamentaria no sirven para nada; apenas ha declarado un ministro cuando la oposición parlamentaria pide otra y al ministro ha de sucederle el presidente del Gobierno "a petición propia" cuando una semana antes se había negado a hacerlo.

Pero según el Gobierno esto no es una crisis sino un frenazo.

Ante las malas perspectivas y la política de ahorro, las demás instituciones se sublevan contra el Gobierno, incluso las gobernadas por el partido del Gobierno. Ayuntamientos y Comunidades Autónomas parecen hacer causa común para mejorar su situación y aumentar sus disponibilidades presupuestarias.

Pero según el Gobierno esto no es una crisis sino un frenazo.

¿Quién es el imbécil al frente de la política de comunicación del Gobierno?

(La imagen es una foto de Hryckowian, bajo licencia de Creative Commons).

El peregrino intermitente.

Julio Llamazares ha emprendido un largo y peculiar viaje a través de los años y de la vida, uno que tiene un destino pero no fijo en un punto en el horizonte sino diseminado por la geografía nacional: el de visitar todas las catedrales de España, un viaje que ha iniciado bajo la doble advocación de Fulcanelli y Georges Duby ya que empieza su periplo con sendas citas de ambos como una mezcla premonitoria entre el espíritu científico y el místico que viene a ser como un programa del itinerario. Es un viaje que se irá completando con los años. Empezó en 2000, cuando los cálculos monetarios se hacían en pesetas (p. 46) pero ya en Zamora, ochenta y cuatro páginas más adelante, se calcula en euros (p.130). El viajero pasa por el tiempo igual que el tiempo pasa por su viaje en el que también hacen su aparición las nuevas tecnologías casi como introduciéndose sin avisar ya que el autor no parece gran amigo de ellas; escribe con pluma en un cuaderno y en un par de ocasiones dice, parece que con orgullo, que no tiene máquina de fotos lo que no empece para que el lector encuentre algunas reproducciones de bajísima calidad desperdigadas por el libro pero que dan una idea bastante certera de los ambientes que gustan al autor para sus fines. No obstante las nuevas tecnologías aparecen de pronto en la página 558 y en la catedral de San Feliu de Guixols cuando Llamazares se hace con un modesto folleto explicativo no pidiéndoselo a un encargado más o menos agradable cual tiene por costumbre sino, dice, bajándoselo de internet", notable evolución desde luego si bien se nota que a regañadientes pues escribe internet con mayúscula, signo indubitable de que sigue siendo algo extraño para él.

El propio autor declara el sentido profundo de la obra: "viajar y contar su viaje, aunque a nadie interese salvo a él" (p. 145). Típica modestia porque un viaje de Llamazares, que es un gran escritor, interesa a mucha gente y la prueba es que esta obra Las rosas de piedra, Alfaguara, Madrid, 598 págs) a pesar de su considerable extensión, va por su segunda edición en un año. Es un libro curioso, impregnado de una especie de misticismo laico. El autor no es religioso, me parece que ni siquiera creyente, pero se siente atraído y espiritualmente movido por el sentido trascendental que emana de las catedrales románicas, góticas (ambas sus preferidas) y renacentistas. No tanto por el estilo neoclásico, al que odia sin que me quede claro el porqué, aunque lo intuya: escaso misterio.

El libro está formado por dos tipos de narrativas: de un lado la descripción de las catedrales y de otro los percances del recorrido por las tierras de España. Éste es al mismo tiempo un libro sobre catedrales y un libro de viajes. Por lo que hace al primer relato, la descripción de los templos es liviana y no muy técnica, cosa de agradecer aunque a veces se le vea algo la estameña de los resúmenes de las guías. A este respecto hay de todo.Una de las conclusiones que se obtienen de este peregrinar de Llamazares es que el régimen general de las catedrales en España es como la casa de Tócame Roque: los horarios son irregulares; unas tienen guías (a su vez de muy distinta calidad); otras, no; otras, simples fotocopias. Las instalaciones dependientes de los edificios (criptas, claustros, museos) están sometidas al mismo principio caprichoso y aleatorio. Salvo que se tenga la suerte de dar con algún canónigo amable (cosa rara) o algún lugareño aficionado a mostrar el templo, como le sucede a veces a Llamazares, las catedrales carecen de personal capacitado para mostrarlas a los visitantes con conocimiento de causa.

En este terreno de las cuestiones propias de las catedrales, sus estilos, arquitecturas y tesoros artísticos el libro es una mina; muy subjetiva, como debe ser todo criterio artístico pero una mina. Resalto de él lo que más me ha interesado con una idea tan subjetiva como los juicios del autor: la exaltada valoración de la catedral de León, la suya, hecha con un ánimo contenido pero emocionado; la admiración ante la rica pintura acumulada en el museo de la de Palencia (el Greco, Berruguete, Zurbarán, Mateo Cerezo) (p. 206); la apreciación del gótico tardío de las de Valladolid y Segovia, ambas obras de Juan Gil de Hontañón (p. 240); el asombro ante la de Burgo de Osma, la quinta de España en tamaño tras las de Santiago, León, Burgos y Toledo y depósito de las ilustraciones de Beato de Liébana (255); la comprobación de que la de Gerona es la única catedral de España cuya nave central carece de columnas y se asienta solamente sobre las paredes (p. 520); la sorpresa ante los frescos de José María Sert en la de Vic (p. 538).

En un terreno no artístico sino de organización eclesiástica es interesante reseñar la distinta dignidad de los templos. Aragón constituye un verdadero galimatías: Barbastro es catedral junto a una concatedral en Monzón y una excatedral en Roda de Isábena. Calahorra y La Calzada constituyen una catedral con dos sedes y en Zaragoza conviven dos catedrales, la Seo propiamente dicha y la basílica delPilar (p. 403).

No me resisto a consignar una respuesta a un interrogante que plantea el autor en relación al cimborrio de la catedral de Zamora de clara influencia bizantina vía Francia. Se pregunta Llamazares: "Pero ¿cómo llegaría hasta Zamora? ¿Por qué caminos? ¿En qué momento?" (p. 129). Si hacemos caso a mi amigo el abogado y escritor Javier Sáinz Moreno, el único que ha propuesto una teoría alternativa a la de don Ramón Menéndez Pidal sobre la autoría del Poema del Mío Cid en un libro titulado Jerónimo Visqué de Périgord, autor del Mío Cid, esas preguntas están contestadas: viene de la mano del obispo Visqué de Périgord que anduvo con las mesnadas del Cid y llegó a obispo de Toledo. Por cierto, el propio Llamazares se encontró después con Visqué al pasar por Salamanca en donde había una exposición sobre él (p.155).

Respecto al segundo tipo de narrativa el libro es más que nada un libro de viajes, ya se ha dicho, aunque se trata de un viaje entrecortado ya que el viajero lo interrumpe y lo reanuda cuando lo tiene a bien, acometiendo su empeño por grupos de diócesis territoriales: Galicia, Castilla la Vieja, el reino astur-leonés, Vascos/navarros y riojanos, Aragón y Cataluña. Se lee de corrido o saltando de una parte a otra porque está escrito en una prosa sencilla, tersa, escueta, que recuerda la de Cela en el Viaje a la Alcarria y lleno de observaciones pertinentes, muchas veces implícitas, en forma de understatements sobre las gentes y tierras de España por las que Llamazares profesa una devoción prudentemente oculta. Es pintoresco el personaje de Merlín, un hombre que no está muy en sus cabales en la catedral de Mondoñedo (p. 74). No creo que sea extraño que a la sombra de estos grandes templos cristianos abunden gentes de peculiar compostura. Así tampoco será raro que, al visitar la catedral de Teruel, un borracho se le presente como "fabricante de ojos", mereciendo la muy sobria pregunta de Llamazares de "¿Qué habrá querido decir?" (p. 478). A mí, menos sobrio y más dado a la ensoñación romántica que el autor, me sonó como aquel inquietante personaje de E.T.A.Hoffmann en Elhombre del saco y su expresión "¡bellos okos!" ("schöne Öken!"). Algo parecido a ese curioso y extraño episodio del grupo de turistas ciegos que visitan la catedral de Ciudad Rodrigo (p.70).

¿Quién no ha tenido alguna vez la impresión al visitar alguna catedral, algún claustro silencioso, de que el tiempo se hubiera quedado colgado de los capiteles de las columnas, venerables piedras, y de que a la vuelta de algún pilar, de alguna columna podría uno toparse con el arcediano de Nôtre Dame o el magistral de Vetusta? Y, hablando de Vetusta, Llamazares recala en Oviedo, ciudad a la que iban a estudiar los leoneses de su generación, toma un café en la cafetería Logos, enfrente de la facultad de Derecho, en donde también lo stomaba yo cuando daba clases allí más o menos en el tiempo en el él estudiaba (p.89) y me hizo gracia.

Llamazares es un escitor de ánimo leonés. No estoy seguro de saber expresar lo que a mi entender se encierra en esta determinación intuitiva, quizá una fe laica (ya lo he dicho) que lo lleva a respetar a los demás de una forma tan obsesiva que no parece española a pesar de que el hombre es radicalmente español, que lo lleva a luchar contra su forma de ser, como se prueba por el hecho de que, padeciendo claustrofobia, se encierra en las criptas y sufriendo de vértigo, sube a las torres y los campanarios. No menos significativa me parece su acendradísima circunscepcción que nos habla mucho de su carácter amable y tímido. Por ejemplo, en la catedral de Valladolid se queda dormido en un banco (una experiencia que hemos tenido todos los que hemos visitado templos a veces en jornadas agotadoras), hasta que se despierta con un sobresalto y, muy preocupado, se dice: "Menos mal que nadie me ha visto" (p. 225) Y¿cómo sabe él que nadie lo ha visto si estaba dormido? Su reflexión, pues, no es decir que el asunto sea baladí sino el bochorno de que lo vean durmiendo, es decir, de no poder escenificarse, como los viejos hidalgos castellanos.

Lo que hace más español al autor y lo integra de modo casi esencial, civilizatorio, con los ámbitos en los que circula y deambula casi como si fuera un marciano, el momento en que se descubre su identidad de raíz con el paisaje cultural y los usos y costumbres patrios es el del almuerzo a mediodía. Jamás cuestiona el hecho de que los templos, siguiendo inveterada costumbre hispánica en el terreno religioso (como si Dios también se retirara a almorzar) y en el del siglo cierren a mediodía para cumplir con la sacrosanta costumbre de la copiosa mesa, quizá la amada sobremesa y puede que hasta la muy hispánica siesta. De todo ello participa nuestro autor sin cuestionarlo ni una sola miserable vez, como el que se adapta a un movimiento telúrico. En ningún momento se le ocurre que los templos podían estar abiertos a mediodía (cosa que ya va calando en el comercio, siempre el más adelantado, sobre todo las "grandes superficies", que pueden permitírselo) en beneficio de quienes, como quien esto suscribe hace años que se ha declarado en rebeldía de mesa, sobremesa y siesta, se ha desnacionalizado y emplea el tiempo entre las 14:00 y las 16:00/17:00 horas en algo distinto que llenar la andorga. Llegado a esas horas Llamazares se funde con el paisaje, inquiere en dónde se puede comer "bien" y, de serle posible, se sienta ante una bien provista mesa que lo sirvan y a llenar bien el estómago con independencia del tiempo del año al extremo de que, a veces le cuesta levantarse de la mesa y hasta, ya se ha visto, se queda traspuesto en algún crucero.

Cuídese señorLlamazares que aún le queda seguir con este interesante viaje para dar cuenta de la otra mitad más o menos de las catedrales de España, esos refugios del alma de piedra y silencio.

dimecres, 3 de setembre del 2008

Nueve hurras por el juez Garzón.

Basta con ver cómo se pusieron ayer todas las derechas del país para comprender que el juez Garzón ha dado en el blanco que es también donde más les duele. Voto a tal qué griterío organizaron, cómo se pusieron, qué cantidad de denuestos, descalificaciones, falacias e insultos pudieron oírse a propósito de la providencia del señor Garzón para recabar información antes de decidir qué hará en un asunto para el que ha sido requerido en debido tiempo y forma, esto es, si abre o no diligencias para averiguar si hubo delito en la sanguinaria, bestial, inhumana represión que organizaron los fascistas en España durante la guerra civil y los primeros años de la posguerra y, habiendo habido delito, a qué tipo responde y qué cabe hacer al respecto. Para muchos de los que ayer participaron en la diatriba contra Garzón éste sólo tenía que haber escuchado al fiscal que pedía el archivo del caso. Eso es lo que se llama respeto por la autonomía del juez de instrucción.

En el ámbito político el señor Rajoy dijo eso tan original de que no hay que reabrir viejas heridas sin plantearse siquiera si se habían cerrado alguna vez. El señor Mayor Oreja, un franquista confeso, calificó la decisión garzoniana de "disparate" porque volvía a poner a las dos Españas frente a frente. Habría mucho que hablar sobre esto y se hará en su momento ahora que el señor Garzón con una decisión encomiable ha planteado el asunto de fondo que envenena la política española: la represión franquista, ¿fue un delito de genocidio?

En este territorio político el que cargó con mayor contundencia contra el magistrado con insultos incluidos fue El Mundo que en esto de vilipendiar es consumado maestro. Calificó la decisión del señor Garzón de una truculenta garzonada y provocó que los otros jueces en la Audiencia Nacional pidieran la defensa de su compañero frente a la hostilidad y virulencia de los ataques. En lo que no eran insultos, el editorial de El Mundo utilizaba tres razones para oponerse a la decisión del juez Garzón alguna de los cuales era compartida por otras instancias, a saber: 1º) la decisión del señor Garzón es algo parecido a la "causa general" durante el franquism0 (argumento que comparte el diario con las asociaciones de la magistratura) o con el agravante de que dicha "causa general" no fue sino un asunto meramente propagandístico; 2º) los posibles delitos han prescrito a causa de la Ley de Amnistía de 1977; 3º) de hacerse caso al señor Garzón, ello obligaría a disponer de recursos que la Justicia española no posee.

De los insultos de este periódico especialista en la materia que se defienda el señor Garzón; de las falacias puede hablarse aquí: 1º) la "Causa General" fue una orden del poder político al Ministerio Fiscal para que realizara una acumulación de información mientras que ahora es al revés, una solicitud de información de la justicia a los poderes políticos. Además lo de meramente propagandístico no es cierto ya que muchos procedimientos penales se sustanciaron con pruebas de la "causa general"; 2º) en cuanto a la prescripción en virtud de una ley (de autoamnistía), aparte de que el genocidio no prescribe por decisión de los tratados internacionales, una ley posterior derogaría tranquilamente una ley anterior; 3º) lo de los recursos es una bobada por si cuela.

Pero la parte más divertida del guirigay antigarzoniano vino precisamente de los colegas jueces del señor Garzón en sus tres asociaciones de la magistratura, la de la derecha, la de la extrema derecha y la de la extremísima derecha pues la judicatura que, como decíamos ayer, apenas ha cambiado desde los tiempos de Franco, desconoce el centro y la izquierda y bien claro ha quedado. Su evidente coincidencia con El Mundo procede probablemente del espíritu corporativo porque, como nadie ignora, muchos jueces (o lo que pasaba por tales) fueron un puntal de la estrategia represiva de la dictadura. Si los criminales que componían la Brigada Político Social de Franco eran unos delincuentes, ¿qué fueron los jueces que condenaron a decenas, cientos de personas en el siniestro Tribunal de Orden Público, antecesor de la actual Audiencia Nacional? Los jueces de las asociaciones que pasan por ser la derecha y el "centro derecha" repiten los argumentos de la prensa reaccionaria sobre la nueva "causa general", la no competencia del juez Garzón, la inexistencia del delito y, en todo caso, su prescripción.

Los más refinados son los de la asociación"progresista" de jueces que parecen acusar al señor Garzón de activismo judicial y no ven justificación a una posible acción penal en lugar o substitución de la política que es la que corresponde. En el colmo de la incongruencia el portavoz de esta asociación "progresista" reconoció que asiste a las víctimas el derecho a saber donde se encuentran sus muertos pero no parece ocurrírsele que la garantía de que eso se cumpla sean precisamente los jueces y no ya solamente frente a la posible desidia de los poderes públicos sino contra su expresa oposición.

No se me alcanza cómo puedan decir unos jueces que no sea competencia de un juez de instrucción indagar para descubrir al autor de un delito al que, antes de acusar formalmente, es preciso definir con exactitud y sin titubeos. Tampoco entiendo cómo pueda un juez negarse a indagar un delito porque suponga que haya prescrito. Los jueces están obligados a investigar la presunta comisión de delitos, luego ya se verá si hay o no prescripción. Dicho con otras palabras: Franco es responsable de un delito de genocidio y es un genocida. Si el delito ha prescrito, no habrá condena, cuestión tanto más irrelevante cuanto que el autor lleva ya más de treinta años muerto. Y si no ha prescrito pero se debe tener en cuenta el principio de irretroactividad de las normas penales, como se han apresurado a señalar los magistrados "progresistas" (más muertos de miedo que de vergüenza, me parece), queda la cuestión del ejemplo moral de nuestras acciones. En función de éste y en virtud del sentido de la justicia que siempre estará por encima de los subterfugios de los leguleyos, es importante que un tribunal de justicia declare que Francisco Franco fue un genocida. Y que quede claro que quienes honran su memoria honran la memoria de un genocida.

(La imagen es una foto de Carolonline, bajo licencia de Creative Commons).

dimarts, 2 de setembre del 2008

Tres hurras por el juez Garzón.

Ya era hora. Resultaba ridículo que España se erigiera en juez universal, precisamente a través de una iniciativa del señor Garzón en relación con el señor Pinochet y tuviese su casa sin barrer en asuntos como el genocidio y las violaciones de derechos humanos. Porque si Pinochet fue un criminal el máster se lo dio el general Francisco Franco, otro criminal que se adelantó a su tiempo en materia de persecuciones haciendo palidecer las de la junta militar argentina y otros dictadores latinoamericanos. A su lado todos estos eran honrados gobernantes que se desvivían por su amado pueblo.

A su vez, lo que la oposición derechista va a hacer de inmediato ya no será cuestionar la competencia del señor Garzón sino insistir en el principio de irretroactividad de las normas penales en la esperanza de que el nombre del delincuente Francisco Franco no incurra en el ludibrio y su alambicado sistema de iniquidades y maldades no surja a la luz pública y sea, por fin, condenado treinta, cuarenta, setenta años despúés.

¡Un censo de los desaparecidos, masacrados, asesinados y enterrados de cualquier forma en cualquier parte! Desde luego,lo mejor es que se sepa la identidad de todas esas víctimas y qué sucedio con ellas y si, de paso, se conoce la de los victimarios, mejor que mejor. Será un acto de justicia.

En los años de la transición esto no fue posible ni en broma. Los franquistas seguían en el poder, sobre todo en el militar y el judicial. Los militares hubieran impedido por la violencia que sucediera algo así. No se había hecho nada y ya hicieron una intentona... ¡Cuántas veces escuchamos en aquellos años que lo que los de izquierda pretendíamos era ganar en la paz lo que habíamos perdido en la guerra!

Ahora el ejército ha cambiado mucho, sobre todo desde el ingreso de España en la OTAN y gracias a dicho ingreso, guste o no a quienes pusieron en marcha Izquierda Unida desde la plataforma del OTAN NO. Ya no se puede contar con él para un golpe de Estado. Por eso la derecha se ha concentrado en instrumentalizar el Poder Judicial, que ha cambiado mucho menos que el ejército, si es que ha cambiado algo. Sin embargo, las iniciativas del juez Garzón, inscriben en este ámbito y logran el palmarés de lo más avanzado y progresista. El juez Garzón hace historia y contará con el apoyo entusiasta de toda la gente ecuánime y justa del país. Su decisión traslada la polémica al interior del Poder Judicial, que ya va siendo hora también de que se enfrente a sus responsabilidades durante la Dictadura.

Pero los jueces aplican las leyes, en este caso la llamada Ley de la Memoria Histórica Cuando ésta se aprobó en el Senado con el apretado resultado que se aprecia en la imagen, muchos en la izquierda la saludamos criticándola y pensando que menos daba una piedra. La idea era -y así lo expusimos- dar un primer paso que posibilitara otros posteriores que abrieran por fin ese lóbrego tugurio del miedo y la memoria histórica de los españoles a los aires frescos de la justicia y la reparación. La decisión de zancada hacia este fin. Pero ha sido posible gracias a aquella Ley tan timorata e insuficiente para muchos perfeccionistas del momento.

¡Tres hurras por eljuez Garzón y también por aquellos legisladores!

(La primera imagen es una foto de Carolonline. La segunda, de Jaume d'Urgell, ambas bajo licencia de Creative Commons).