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No tengo nada claro que el PP llegue a las próximas elecciones sin alguna sacudida interna de importancia. La apabullante victoria electoral de los señores Aguirre y Gallardón en Madrid ha proyectado a ambos repentinamente al estrellato partidista, marcando una distancia insalvable con cualesquiera otros candidatos a suceder al señor Rajoy en el caso harto probable de que éste fracase en las próximas elecciones generales. Se cumple una vez más el principio democrático de que la única legitimidad aceptable hoy día es la que proporciona el voto de los ciudadanos. Frente a aquellos, los otros posibles postulantes a la sucesión, Acebes, Zaplana e tutti quanti aparecen ahora como oscurecidos, desvaídos, caballos perdedores.
Y lo más grave para la tranquilidad interna del partido es que lo mismo pasa con el señor Rajoy quien, a diferencia de sus dos deslumbrantes segundos, no ha ganado una sola elección; al contrario, si acaso, la ha perdido, como perdió la de 2004 y como ha vuelto a perder las municipales y autonómicas de hace unos días. Porque ya está claro que en Madrid ganaron la presidenta de la Comunidad y el alcalde, y en el resto de España perdió el señor Rajoy. De hecho, el señor Rajoy es candidato a la presidencia del Gobierno por decisión personal del señor Aznar, no porque los electores lo hayan puesto en donde está.
Hay un ejemplo similar a esta situación en los últimos tiempos de la Unión Soviética. El señor Gorbachov fue presidente del país y secretario general del Partido Comunista por decisión del máximo órgano del partido, no de los electores. El señor Yeltsin, recientemente fallecido, llegó a presidente de la Federación de Rusia por elección popular y, pertrechado de su superior legitimidad, se impuso al señor Gorbachov en una memorable sesión del Soviet Supremo y, de un papirotazo, liquidó la Unión Soviética. Frente a un Yeltsin elegido por voluntad popular, el señor Gorbachov no era nadie.
Ya, ya, España no es la extinta Unión Soviética y es de esperar que los dos líderes electos, a los que ya les quedan pequeñas sus respectivas jurisdicciones, no sean tan expeditivos con el señor Rajoy como Yeltsin lo fue con su superior. Parecen más educados y, además, al ser dos, han de ir con cuidado, pues no se sabe cuál de ellos prevalecería en el caso de que hubiera una confrontación inmediata.
Lo que está claro es que el señor Rajoy tiene el liderazgo prácticamente amortizado antes de materializarlo y su derrota es un factor "descontado", como dicen quienes juegan en la bolsa. Frente a los dos astros madrileños, el señor Rajoy es un plepa. Su partido renquea tres puntos porcentuales en intención de voto por detrás del PSOE y él es el político peor valorado a escala nacional. Como para ganar unas elecciones que se convocarán en cualquier momento después del verano. Sin duda, conserva algunos fieles, pero la fuerza de estos no consiste en la seguridad del triunfo del jefe, sino en la necesidad de que ninguno de los otros dos postulantes destaque demasiado sobre el otro.
El zafarrancho de combate que está organizándose en el partido no se orienta a apoyar a su presidente sino a delimitar los campos entre la señora Aguirre y el señor Gallardón. Cada uno de estos dos tiene ya sus partidarios, sus bastiones y sus distintas posibilidades. El Alcalde cuenta con fuertes apoyos territoriales (señores Piqué, Arenas, Feijóo), buena situación en el organigrama representativo del partido (pues puede ser diputado) y con el factor ideológico de la prédica de centro. La presidenta de la Comunidad cuenta con el apoyo de otros barones territoriales, controla el partido en Madrid y dispone de un importante apoyo mediático, tanto privado como público (pues TeleMadrid es un canal a su mayor gloria) que argumenta su causa de una "derecha sin complejos", estilo neocon.
Parte de ese escudo mediático que protege a la señora Aguirre, además es beligerante en contra del señor Gallardón y no es ésta una de las menores razones que permiten barruntar la posibilidad de que el PP sufra algún sobresalto de aquí a las elecciones legislativas. Cuando hay tensiones y enfrentamientos dentro de un partido y en ellos intervienen los medios, la situación tiende a hacer crisis en poco tiempo. Los contendientes que tienen acceso mediático sacan el problema a la calle y los que no lo tienen suelen decir eso tan socorrido y triste de que "los trapos sucios se lavan en casa", haciendo de necesidad virtud.
La carrera por la sucesión del plepa señor Rajoy empezó la noche del 27 de mayo (por cierto, considérese la mirada que en la primera foto dirige la señora Aguirre al señor Gallardón; es de cine) y a estas alturas, la rebatiña del partido recuerda el episodio en que los soldados se reparten la vestimenta de Cristo crucificado. También están vendiendo la piel del oso antes de haberlo matado, pero no parece que este oso sea muy de temer. Lo son más quienes están ya vendiendo su piel.
Hoy, los de Libertad Digital arrancan diciendo que varios abogados van a solicitar la anulación del juicio. Como es bien sabido, la estrategia de los de la teoría de la conspiración (que están seguros de que jamás podrá probarse en sede judicial pues se la han inventado) consiste en retrasar y, a ser posible, detener el juicio en el que ya ha quedado meridianamente claro que, de intervención de ETA, nada de nada.
También hoy trae El País un magnífico reportaje de Ernesto Ekaizer en el que se explica que hay una colusión entre algunos abogados defensores de ciertos acusados (Basel Ghalyoun y Jamal Zougam) y El Mundo. Así mismo da a entender, sin hacerlo de forma expresa, que es ese medio el que se encarga de abonar los honorarios de los abogados. De ese modo la defensa se utiliza como un mecanismo más en la estrategia de la teoría de la conspiración, pues es la defensa de estos dos acusados una de las que más ha insistido en vincular a ETA con el atentado del 11-M.
Es curioso comprobar hasta qué punto en este proceso confluyen las tácticas jurídicas de unos con las políticas de otros. Y más curioso cómo las tácticas políticas pueden consistir en minar la administración de justicia. Desde el primer momento ha estado claro que el juez Gómez Bermúdez -en quien los de la seudoteoría de la intervención de ETA tenían puestas sus esperanzas- iba a presidir un proceso judicial intachable y desde ese mismo momento ha estado claro también que los partidarios de la conspiración iban a tratar de deslegitimar el proceso y, a ser posible, de anularlo. La finalidad es doble: de un lado, favorecer las expectativas del PP (que, a su vez, cumple con el papel que se le ha asignado de apoyar mediante declaraciones e insinuaciones varias la versión de la conexión etarra) y, de otro, vender más periódicos, aumentar la audiencia. Es de esperar que este nuevo intento de embarullar, retrasar o impedir quede en nada, como en nada han quedado todas las alambicadas invenciones del ácido bórico, la orquesta Mondragón y la furgoneta Kangoo. Entre tanto, el público crítico puede aprovechar para ver hasta qué punto cabe emplear los medios de comunicación como instrumentos al servicio de dudosas políticas de partidos, de intereses electorales de unos y de mecanismos para el enriquecimiento y el aumento de poder de otros.
Visto lo cual, la pregunta inmediata que ha de hacerse todo aquel que lea la información de Libertad Digital es cuánto de lo que lee es información en sentido genuino y cuánto mera expresión de una intencionalidad de la defensa que se urde de consuno con el propio medio de comunicación.
¿Qué sucede con el movimiento antiglobalización o alterglobalización? Ayer, los grupos contrarios a la globalización prácticamente arrasaron la ciudad de Rostock, como preparación a la reunión del G8 en Heiligendamm. Fue una batalla campal que duró horas, con lanzamiento de objetos, cócteles molotov, vehículos incendiados, barricadas, unos 150 policías heridos y una cantidad indeterminada de heridos y detenidos entre los manifestantes. Se reproducen los hechos de Seattle y Génova. De nuevo hay un debate sobre quién empezó, si los manifestantes al agredir sin motivo a un coche de la policía o si los policías al hostigar a los manifestantes y usar los helicópteros para atronar e impedir que se escucharan los discursos de la protesta. Pero eso es ya irrelevante a la vista de la facilidad con que estas concentraciones derivan en violencia generalizada. Cuando se habla de provocación es fácil olvidar que toda provocación involucra a un provocador y un provocado y el umbral a partir del cual la provocación se materializa en violencia es muy variable.
Suele atribuirse a Marx o a Engels o a los dos a la vez la expresión de que "la violencia es la partera de la historia". Suena a propio de ambos, si bien confieso que no recuerdo haberme tropezado la expresión en los textos que he leído de ambos, ni siquiera en el Manifiesto del Partido Comunista, aunque admito que pueda habérseme pasado. En todo caso desde luego suena muy marxista a la par que marxiana y leninista y estalinista y guevarista y propia de cualquier movimiento revolucionario que trate de subvertir el orden constituido por la vía de la acción rápida. Lo incómodo de ese enunciado es que se desdobla porque, partiendo de un juicio sobre cosas pasadas, se formula como un una especie de desideratum o de concepción normativa: como siempre ha sido así, así debe seguir siendo.
Al mismo tiempo, el discurso público generalizado sobre la violencia es explícitamente condenatorio. Nadie la quiere. Entre los alterglobalizadores muy especialmente. Digamos que uno de los lazos que unen a dos mujeres por otro lado tan distintas y hasta opuestas como Susan George y Ayn Rand es una condena explícita y sin paliativos del uso de la violencia. Nada da derecho a desencadenar la violencia. ¿Por qué, sin embargo, parece acompañar siempre las manifestaciones altergloblizadoras?
En primer lugar porque bastantes de los grupos de este amplio y difuso movimiento mantienen la creencia revolucionaria en la función mayéutica de la violencia. Probablemente algo así es inadmisible, debe condenarse y, en la medida de lo posible, impedirse. Pero, al mismo tiempo, ¿cómo olvidar que aquellos contra quienes se dirige esta violencia, los representantes del G8 y el mismo G8 y que, por supuesto, la condenan expresamente, a su vez recurren a ella cuando lo estiman oportuno a su libre albedrío? ¿Qué están haciendo los estadounidenses y los británicos en el Irak sino recurrir de modo sistemático a la violencia? Desde luego, aunque un clavo saque a otro clavo, sabemos que un crimen no justifica otro y, por tanto, no cabe escudarse en la violencia que se ejerce en el Irak y en tantas otras partes (Palestina y muchos otros lugares en todos los continentes) para exonerar a los responsables de la violencia de ayer. Pero, ¿cómo impedir que la hipocresía de que sean los señores de la guerra los que hablen de la paz subleve a la gente, sobre todo a la gente joven, que tiene la sangre más caliente?
El recurso a la represión no sirve para nada, como se ve con claridad en los territorios ocupados desde 1967. Israel impone siempre como condición para negociar algo el cese definitivo de la violencia, pero la violencia renace una y otra vez porque las negociaciones no impiden la aniquilación del pueblo palestino. Sin duda, la violencia tampoco, pero es preciso entender que haya gente que entre morir sin más y morir matando prefieran lo segundo. Yo también.
En consecuencia hay que conseguir que la "negociación", esto es, en sentido general, el tratamiento pacífico de los problemas tenga mayores visos de eficacia y sea más trasparente. Al fin y al cabo, ¿qué es el G8? Una especie de dicasterio de hecho, ilegal, en el que unos representantes se autoerigen en gobernantes mundiales y toman (o dicen que toman) decisiones que afectan al planeta entero sin ningún tipo de legitimidad, sin ostentar la representación de nadie para esos objetivos y en manifiesto detrimento del sistema mundial de organizaciones multilaterales, empezando por la ONU. El G8 tiene que cambiar, institucionalizarse, hacerse democrático y participativo, un foro en el que se escuchen las voces de todos y no solo las de los más ricos. Eso o desaparecer, pues tampoco parece que esta entidad sea necesaria existiendo el sistema de las Naciones Unidas.
Como no todos podemos ir un par de días a un balneario del norte de Alemania a manifestarnos (pacíficamente, desde luego) en contra del "geochismo", me sumo a la iniciativa que ayer me dejó un lector para convertir el próximo siete de junio en una jornada de lucha a base de hacer huelga laboral y consumista. Si no sale al hacer un click sobre la imagen, háganse dos.
En especial me resulta convincente lo de la huelga de consumo. No sé cuánta gente la seguiremos porque restringir esa tendencia tan humana es más difícil de lo que parece. Está claro que la gente entiende la huelga laboral porque trabajar no es cosa que guste a todos; pero el consumo sí que es una actividad voluntaria y preferente. Por eso tiene más valor abstenerse de ella.
La cuestión no es solamente cómo puedan ir juntas esas tres cosas, sino por qué producen un tan extraño sentimiento de exaltación, como si la violencia, la destrucción y la muerte se apoderaran de nosotros y nos trasportaran a un plano estético superior; cómo sea posible que apenas puedan contemplarse estas escenas pero resulten tan fascinantes, con una fascinación siniestra. La música de Trevor-Jones tiene mucho que ver con ello.
Muy preocupado, me fui a repasar lo que de la música dice Sócrates en La República platónica, donde, si no lo he entendido mal, después de muy detalladas precisiones técnicas, se permiten sólo dos tipos de composiciones, ambas ensalzando lo que de más noble haya en el ser humano en la guerra y en la paz; las demás, quedan desterradas. A su vez, el concepto de guerra es muy amplio y abarca múltiples usos de la violencia. Por ejemplo, este mismo, en El último mohicano, una violencia ciega cuyos ruidos (jadeos, disparos, golpes, gemidos) se incrustan en la composición musical como una especie de contrapunto brutal que genera una fascinación capaz de tenernos contemplando y escuchando algo que repugna a la razón, la furia destructiva de la venganza. El bien triunfa sobre el mal convirtiéndose en peor que él.
Lo achaco todo a la música que, al hablar sólo y directamente a los sentimientos puede amparar los actos más sublimes o los más atroces con similar indiferencia moral.
En principio está claro: una persona capaz de analizar los acontecimientos políticos, esto es, de descomponerlos en sus últimas unidades de sentido, explicarlos del modo más objetivo posible y volver a ensamblarlos para ofrecer después una interpretación de esos acontecimientos que tenga autoridad, es decir, que sea creíble, desinteresada y productiva. "Del modo más objetivo posible" quiere decir que, desconfiando de la existencia de la Objetividad (y mucho más de quienes dicen ejercerla), se trata de acercarse a ella en el entendimiento de que es algo deseable. Más deseable que las explicaciones de parte o partidistas. Y eso suponiendo que el partidismo sea sólo ideológico; con mayor razón si lo es por interés. De ahí que la interpretación deba ser desinteresada, que sea la que es aunque perjudique a los intereses propios o los de la causa que se defiende. Además de desinteresada, la interpretación debe ser rigurosa y atenerse a los hechos, no a las invenciones. Pero, claro, eso es lo que debe ser; no lo que es.
En España, me parece, se entiende por analista político a un esbirro (intelectualmente hablando), esto es, alguien dedicado sistemáticamente a subrayar, magnificar y hasta inventarse los errores y faltas del adversario y a ocultar, embellecer y hasta negar las de los amigos, compañeros o camaradas. En realidad, van de analistas políticos, pero son propagandistas de parte; son propagandistas de la fe, de cualquier fe con la peculiaridad, nada insólita, de que esa propaganda les proporciona pingües beneficios. Y eso pasa también porque, no ya los sedicentes analistas, sino los medios en España y salvo honrosas excepciones, son medios de partido. Reproducen hoy la situación en Francia en el siglo XIX cuando cada periódico representaba una tendencia política partidista, debido a que, en virtud de la Ley Le Chapelier, que iba originalmente contra los sindicatos pero afectaba a toda forma de asociación, no había partidos. No es el caso en España hoy, donde sí los hay y, a pesar de todo, muchos medios son de partido. No todos por igual. No conozco ningún periódico de papel que sea tan del PSOE como El Mundo, el Abc o La Razón lo son del PP. Tampoco conozco radio alguna comercial tan a favor del PSOE como la COPE lo está a favor del PP. En comparación con lo que estos periódicos son al PP, El País es una especie de El berrido de Nueva Zelanda en relación al PSOE. Y, para demostrarlo no hay que hacer abstrusos razonamientos, sino que basta contar cuántos de sus columnistas permanentes, semipermanentes y alternantes son cargos del PP, electos o designados y luego, hágase la misma búsqueda en El País con cargos del PSOE.

¿Y el público, los lectores, la audiencia de esos analistas? ¡Amigo, ese es el otro meollo del asunto! El público no está compuesto de lectores propiamente dichos, sino de militantes. Los medios son bienes altamente inelásticos; no es frecuente que la gente cambie de periódico o de emisora de radio. ¿Por qué? Porque recala siempre donde le dicen lo que quiere oír. Y cuando a alguien le dicen muchas veces lo que quiere oír, ese alguien acaba delegando en quienes hablan o escriben aquella facultad que es constitutiva del individuo ilustrado, esto es, el juicio crítico.
Que la derecha montuna ataque al señor Gallardón es lógico, pues le va en ello la supervivencia. Que lo haga la izquierda no lo parece tanto, salvo que sea la típica venganza del esbirro por el manteo electoral que el señor Gallardón ha propinado al señor Sebastián. Manteo que el señor Sebastián se merecía más que sobradamente por su osadía al optar por un cargo del que un mes antes de que lo nominaran no sabía nada y por su modo inaceptable de llevar la campaña electoral. Cosas que son evidentes y todos sabemos. No poner eso en el debe de quien lo debe y en el haber de quien lo ha equivale a ser injusto y prescindir del juicio crítico. Dos cualidades -justicia y juicio crítico- de las que los analistas políticos de la izquierda alardean pero de las que carecen..Claro que esto tampoco quiere decir nada, ya que yo no soy analista ni de izquierdas. Al menos en comparación con tanta tempestad en vaso de agua.
Está bien que el señor Sebastián se retire de la pugna política. No es lo suyo. No supo venir, no supo quedarse y no sabe irse. Sigue teniendo un problema de falta de conciencia de sus propias limitaciones que aun le dará más disgustos en la vida. No supo venir porque el candidato a alcalde de Madrid no puede improvisarse entre grises técnicos económicos y asesores de medios pelos, a espaldas de la opinión del conjunto de su partido y no hablemos ya de sus votantes. No supo quedarse porque la campaña electoral a la alcaldía no se hace pensando que uno es Zeus olímpico que desciende (y condesciende) a resolver milagrosamente los problemas de los ciudadanos que, por cierto, le eran bien ajenos. Y no sabe marcharse porque, cuando uno ha hecho el desairado papel que el señor Sebastián ha hecho, no se despide uno diciendo que se va "sin rencor", como si estuviera perdonando la vida al pueblo porque tuviera sobrados agravios de los que quejarse. Aquí los únicos agraviados han sido los ciudadanos madrileños que se han visto burlados en la posibilidad de una sana alternativa.
Váyanse en buena hora los señores Simancas y Sebastián y entre gente nueva en la organización, con ideas nuevas, sin intereses creados, gente con ganas de trabajar y que de entre ella se forjen los nuevos candidatos o candidatas a la Comunidad y el Ayuntamiento de la villa y corte dentro de cuatro años.
Buen hombre este Sarkozy. Ha venido al caladero español después de haber visitado a Frau Merkel en Alemania para recomponer el eje Berlín-París-Madrid. Gran idea. El contenido de la visita ha girado en torno al relanzamiento de Europa. El "no" francés y el "sí" español al proyecto de Constitución (Tratado-Constitución o como se llamara aquel engendro) tienen que unirse en un "ní" o un "so", en fin, una figura intermedia, otro proyecto viable, una chapuza para salir del atasco. Recuérdese: las chapuzas son lo único que funciona y los planes perfectos, y las Constituciones detalladas y sublimes que se los lleve el diablo. Corresponde ahora a los alemanes preparar un texto flexible y breve (para lo que tendrán que hacerse verdadera violencia en su teutónica Gründlichkeit) que pueda tener el apoyo de los 27 países. Una tarea que ha empezado con buen pie.
Además, M. Sarkozy ha impartido una buena lección a la oposición española al decir que el terrorismo es un asunto de Estado y ser respetuoso con la política antiterrorista del Gobierno del señor Rodríguez Zapatero. Supongo que hoy se arrancarán en la COPE hablando de los pactos secretos entre Sarkozy y De Juana Chaos. Sin querer, M. Sarkozy ha dado en el meollo de la llamada "cuestión vasca" al decir que ETA "est un problème espagnol". Él quiere decir que no es un problema francés (aunque esté dispuesto a tomárselo tan en serio como si lo fuera), pero la obvia lectura que hay que hacer a este lado de los Pirineos es que es eso, un problema español. ¿Me explico? ETA no es un problema vasco; es un problema español y hay que tratarlo con la seriedad y el sentido de Estado que se merece. Sería muy de agradecer que los señores del PP se metieran esta simple idea en la cabeza y dejaran de utilizarlo para sus mezquinos fines. Pero eso, me temo, es más que pedir peras al olmo; es pedir fresas al alcornoque. ¿No están ya movilizando al principal representante de este tipo de árbol con que cuentan para volver a las pancartas y a exigir que De Juana Chaos dé de nuevo con sus huesos en la cárcel?
Merodeando ayer por la red encontré este sorprendente video que es un recorrido por la pintura occidental de los últimos quinientos años a base de retratos de mujer tratados con ordenador. He contado unas 92 composiciones, pero puedo haberme equivocado y quizá sean 100 y he reconocido (es un buen ejercicio) unos cuarenta pintores, desde Leonardo (el video empieza con un fresco del gótico tardío que creo sea anónimo) a Picasso, pasando por Rafael, Giorgione, Van Eyck, Durero, Memling, Greco, Rubens, Reynolds, Gainsborough, Ingres, Manet, Renoir, Dalí, etc, etc. Es fascinante porque la técnica aprovecha los gestos y movimientos naturales del rostro (parpadeos, sonrisas, muecas, mohínes) para transformar una madona en una Diana y ésta en la esposa de un pintor. No me extraña que cuente ya con medio millón de visitas en algo más de un mes. Es un viaje por eso que los cursis llaman "el eterno femenino".
Llego tarde, ya lo sé, pues la peli lleva un tiempito en cartel. Pero uno no puede ir ahora al cine con tanta libertad como antaño y no voy a quedarme sin opinar sobre esta historia que es una de las películas más premiadas de los últimos tiempos y sobre la que llevo mucho leído.
La verdad es que el argumento, la trama, el plot, que decía Ayn Rand, es tan fabuloso que todo lo demás pasa a segundo plano y se disculpa. Sobre todo, pasa a segundo plano que el guión deje mucho que desear, el ritmo de la narración esté desacompasado y algunas soluciones empleadas den un poquito de risa, especialmente ese providencial camión que atropella a la mujer que da la réplica al protagonista y que recuerda los salvíficos pistoletazos del teatro del siglo XIX con los que éste resolvía los problemas demasiado complicados de unas tramas que habían ido enredándose sin otro posible remedio que la muerte de alguien.
Digo que se disculpa porque el film cumple con creces su propósito: trasmitirnos de modo tangible, aplastante, atosigante el clima de una sociedad cuyos elementos convivenciales elementales han sido destruidos por un régimen político tiránico, arbitrario, policiaco, despiadado e inhumano como el de la República Democrática Alemana, el Estado comunista títere que los soviéticos erigieron en la parte de Alemania que ellos habían ocupado. Esa función de espionaje permanente de los ciudadanos, de delación continua en el que nadie puede confiar no ya en el vecino sino si quiera en el pariente o el amante, llevada a cabo con el carácter metódico, sistemático de los alemanes revela los abismos de encanallamiento a que el comunismo sometió a las sociedades en que se impuso.
A modo de contrapunto, la historia se entreteje con otra muy humana de cómo un ejemplar burócrata de los servicios de inteligencia del régimen comunista, encargado de espiar a un famoso dramaturgo bienquisto del partido al que un ministro pretende hundir para levantarle la novia, se va implicando en las vidas de los espiados hasta hacerlas suya y comprender la ignominia de su propia existencia. Esa evolución (no muy bien contada en sus tiempos, insisto) se hace al hilo de una repetida referencia a Bertolt Brecht. El capitán de la Stasi (la policía política comunista) encargado de espiar al dramaturgo, intuye la auténtica realidad de su función en el mundo leyendo el final del poema de Brecht "Recuerdo de María" y, finalmente, se hace enteramente humano escuchando la interpretación de una sonata llamada "Sonata de la buena persona" (Sonate vom guten Menschen) que es, evidentemente, otra referencia a la obra de Brecht "El alma buena de Se Chuan" (Der gute Mensch von Sezuan), esa estupenda parábola brechtiana que parece una especie de variación sobre un tema que podría salir de la "Ópera de tres centavos", "ser bueno y, a pesar de ello, sobrevivir" (gut zu sein und doch leben).
La ambientación es extraordinaria: la cutrez de aquellas sociedades comunistas que contrarrestaban sus ampulosas proclamas ideológicas sobre el "hombre nuevo" con unas relaciones sociales presididas por la inmoralidad, la corrupción, la delación generalizada, queda perfectamente reflejada. En algún lugar he leído extrapolaciones de esta situación a la España de la dictadura. Como antifranquista de antaño y de hoy y, al mismo tiempo, conocedor de las sociedades comunistas, sólo puedo decir que ni color. El franquismo era un régimen de palo y tentetieso, basado en el terror desde el Estado y en el que éste estaba interesado tan sólo en conseguir la conformidad exterior de las personas. El régimen comunista alemán, todos los regímenes comunistas que he conocido, incluido el cubano, son orwellianos, tratan de conseguir la adhesión (aunque sea falsa) interior de las personas y para ello, no vacilan en quebrar la resistencia espiritual, la fibra moral des guten Mensch brechtiano, de la buena persona.