Dice Die Welt que la corrupción en España es comparable a una dictadura del Tercer Mundo. ¡Qué ingenuos son estos alemanes! Y trasnochados. Ya no se estilan las dictaduras en el Tercer Mundo, al menos en América Latina. Ahora hay gobiernos de izquierdas más o menos autóctonas y repúblicas del Consenso de Washington. Pero, comparados con la corrupción de España, no tienen ni color. O quizá color, colorido, sea lo único que tengan. En todo lo demás nos dan sopa con honda.
La primera corrupción española (y en la que Die Welt probablemente no esté pensando) es la desmemoria histórica. Dice Gerardo Iglesias que España es el único país del mundo que, habiendo padecido el fascismo, aún no lo ha condenado. Y no solo no lo ha condenado sino que lo ensalza siempre que puede por activa a través de los franquistas jóvenes y no tan jóvenes y ancianos del PP o cercanos a él, o por pasiva a través de la inacción de la izquierda, incapaz hasta la fecha de acabar con la simbología franquista en todos los órdenes de la vida civil. Que sea la justicia argentina quien tenga que pronunciarse sobre la actitud pública española frente al franquismo es una vergüenza mundial. Que España sea el segundo país del mundo, después de Camboya, en cantidad de asesinados políticos enterrados en las cunetas es más que vergüenza. Es un oprobio por encima de toda medida. Que haya una Fundación Nacional Francisco Franco legal y subvencionada por el Estado democrático es algo de todo punto injustificable. España es el único país europeo que aún no ha condenado la parte alícuota que le correspondió en los totalitarismos (nazi, fascista, franquista, comunista) europeos.
La otra corrupción, la que preocupa a Die Welt y con harta razón es la económica. La económico-social, diremos nosotros, más acostumbrados a esta maldición nacional. Porque los alemanes, extranjeros al fin y al cabo, van a buscar la comparación al Tercer Mundo. Nosotros sabemos que la tenemos en casa. Los cuarenta años de franquismo fueron los de una "dictadura atemperada por la corrupción". Y, antes del franquismo, la dictadura de Primo, otro negocio de corruptos. Y, antes, la primera restauración, un régimen de oligarquías alternantes basadas en la corruptela sistemática. Y la cosa viene ya de los Austrias, expertos en esquilmar las arcas públicas, imponer gabelas ala población, endeudarse e ir a la quiebra del Estado. Está en la tradición patria. Lo irritante de la corrupción actual es, precisamente, que no tiene nada de nuevo ni extraño. Es la reproducción del franquismo en su más clara esencia: un partido único, en este caso dominante, con una mayoría absoluta que le da casi el monopolio del poder político en España y que, en realidad, no es un partido político en el sentido habitual del término, sino una organización instrumental de la patronal y la banca para convertir sus intereses, políticas y negocios en legislación del Estado. Los miembros destacados del partido pueden considerarse -según los papeles de Bárcenas- hombres a sueldo de la patronal. Que luego devuelvan esos sueldos con creces por medio de prácticas corruptas ilegales, es el ingenioso mecanismo por el que esta actividad presuntamente fraudulenta ha estado funcionando veinte años y ha permitido que el partido de la derecha gane elecciones trucadas, mientras sus dirigentes cobraban cuantiosos sobresueldos.
Cualquier escrúpulo moral que puedan algunos sentir quedará disipado por la acción benéfica de la Iglesia ya que esta operación sistemática de expolio de lo público por actividades ilegales o, cuando legales, autoritarias, se hace bajo la cobertura del viejo nacionalcatolicismo, ese que luce en la peineta la dueña Cospedal.
En España, el Estado de excepción permanente de Agamben se convierte en . Y como es estructural, responde a las dos preguntas que más se plantean hoy día:
1ª) ¿Cómo no ha dimitido ya Rajoy? Porque a él le parece que lo que presuntamente ha hecho, de cobrar sobresueldos de procedencia dudosa no es nada distinto de lo que llevan toda la vida haciendo las clases dominantes españolas. ¿Dimitió Franco? ¿Dimitió Primo? ¿Dimitieron Cánovas o Sagasta? ¿Dimitió el espadón de Loja? ¿Por qué él, vamos a ver?
2ª) ¿Cómo es que todavía no ha pasado nada? Nada gordo, se entiende. Porque la gente está resignada, no ve salida alguna y la izquierda es incapaz de ofrecerla en términos electoralmente gananciosos. La resistencia se convierte en la chirigota de las redes sociales.
Las vísperas catalanas se aceleran por momentos. Las posiciones se encrespan. La ruptura del socialismo catalán es prácticamente un hecho como sin duda daba por descontado Chacón. Pero también hay grietas en CiU. Los de Union se desmarcan de la cadena y dejan así como en posición comprometida a los convergentes, también dados a la marrullería. Así que la presión nacionalista española se ejerce ahora sobe Artur Mas. Faltan seis jornadas para la Diada.