Tómese el lector unos minutos para contemplar la foto de El País. Ampliéla en ventana nueva. Calibre la mirada de Merkel a Rajoy. Dígase si esa es la mirada de alguien que te respalda como dicen algunos. Esa mirada es la de la hija del pastor evangélico, ella misma de profundas convicciones religiosas, que no entiende el comportamiento de su huesped. Este aguanta la penetrante mirada a pie firme bajo el paraguas, pasando, probablemente, un mal rato.
Y peor habría de pasarlo en la rueda de prensa posterior, a donde los periodistas se desplazaron a freírlo a preguntas, todas sobre la corrupción, Bárcenas, los sobresueldos. Hubo cuestiones de ese tipo hasta para Frau Merkel, quien las contestó con la adusta seriedad que se usa en Hamburgo y Pomerania, las dos zonas en las que nació y creció. En cambio, casi no hubo preguntas sobre el aspecto sustantivo de la reunión bilateral con un puñado de ministros, esto es, las medidas para salir de la crisis. En este aspecto, Rajoy vuelve de Alemania avergonzado y con las manos vacías. Los alemanes aplauden a los españoles, les animan a seguir ahorrando (o sea, recortando) y prometen venir de vacaciones con mayor intensidad. Es duro oír eso, pero es lo que hay. De tomar medidas de reactivación que favorezcan a España, nada. Un éxito diplomático sin precedentes.
¿Y las respuestas a las preguntas barcénigas? Intento de repetición de la melopea televisiva del día anterior. Pero, al tratarse de una rueda abierta, con preguntas, es imposible atenerse al guión, no se pueden llevar escritas las respuestas a preguntas inesperadas. Es preciso improvisar y ahí se patina, se mete la pata. La melopea era “Todo lo referido a mí y mis compañeros no es cierto". Pero su falta de luces le aconsejó matizar: salvo alguna cosa publicada. Eso no lo puede decir el presidente del gobierno sin obligarse de inmediato a explicar qué cosa sea esa y por qué solo es esa. ¿O no entiende que la distinción entre lo lícito y lo ilícito corresponde a los jueces y no a él?
Entre tanto, en el foro, los pretorianos del PP, González Pons y Floriano, salieron en son de guerra, descalificando y amenazando a la concurrencia con todo tipo de acciones judiciales si no se calla. Y la policía hostigando e identificando arbitrariamente a los cientos de manifestantes que parecen haberse instalado en la calle día tras día. Hay en este momento en marcha dos rebeliones contra este gobierno sospechoso de corrupción, manifiestamente incompetente, agresivo, arbitrario y despótico. De un lado, la creciente rebelión de la calle, de momento pacífica pero con un grado de tensión creciente. De otro lado una incipiente rebelión interna en el PP. Cada vez hay más militantes, cuadros, dirigentes disconformes con la táctica de Rajoy de parapetarse en el partido para salvar su pellejo. La actitud tibia del ABC y la repentina hostilidad de El Mundo y La Gaceta son signos claros de un corrimiento de fuerzas en favor de una alternativa dentro del PP al desastre de Rajoy. Aguirre y Feijóo ya han tomado distancias pidiéndole que se querelle contra Bárcenas. Aguirre, se dice, sería la tapada en una jugada de substitución de un Rajoy achicharrado.
Podría ser. Pero Aguirre también está en proceso de achicharramiento. Es el inconveniente de los prolongados ejercicios del poder: se pierde el mundo de vista. Cualquier día de estos se reaviva ese nido de zombies de FUNDESCAM y le sacan los colores por la hipotética financiación ilegal de las elecciones. Eso sin contar el otro zombie de la llamada Gestapillo, más al estilo de las películas de Pepe Isbert, fiel exponente de la raza hispánica.
En esta situación de coincidencia de una crisis sistémica con otra política y moral que ha absorbido en su vorágine a la misma Corona, no hay más salida que disolver las Cortes y convocar elecciones anticipadas a las cuales la izquierda, toda, debe concurrir unida con una propuesta de proceso constituyente o revisión total de la Constitución. Conociendo el rostro berroqueño de nuestros gobernantes, la hipótesis es remota. Corresponde en tal caso presentar una moción de censura cuyas ventajas e inconvenientes analizamos ayer.
La moción de censura tiene un valor político y moral. Carece de toda posibilidad de triunfar a no ser que hubiera una escisión en el PP y una cantidad de diputados rompiera la disciplina de voto. Parece altamente improbable pero no debiera serlo por cuanto, aun estando en juego los intereses del partido, también lo están, y son más importantes, los de España. Así, pues, la actitud testimonial parlamentaria debe complementarse con la resistencia pacífica en la calle. Cada vez hay más motivos para recurrir a la desobediencia civil. ¿Y qué pasará si un día la policía se niega a seguir reprimiendo permanentemente a la población para proteger a un gobierno bajo sospecha?
Ya nadie duda de que el gobierno está deslegitimado de origen y de ejercicio. De origen por cuanto ganó las elecciones de forma fraudulenta, prometiendo hacer lo contrario de lo que hizo después. De ejercicio porque su talante autoritario, represivo, arbitrario, le ha enajenado el apoyo de la opinión, como prueban todos los sondeos. Pero no solo el de la opinión, también parece estar a punto de convertirse en objeto de la acción de la justicia penal por la abundancia de indicios de comportamientos ilegales que ha ido dejando tras de sí.
Mucha gente no entiende por qué la corrupción parece ser cosa exclusivamente del PP. Entre ella, mucha gente del PP. No han reparado en el hecho evidente de que sus políticas públicas están pensadas en favor de sus políticas privadas de grupo, sector, clan, pandilla o familia y ambas son causa y efecto de la corrupción. Lo lleva en la sangre ese neoliberalismo intervencionista y aprovechategi de nuestra sin par derecha política y económica.