Hoy, domingo, con tiempo soleado en toda España y ánimo festivo, me disponía a comentar un artículo de Francisco Marhuenda en el comic que dirige, llamado, ignoro por qué, La Razón, y en el que entre otros dislates de pura propaganda se leen mentiras como ruedas de molino del tipo de cuando gobiernan los socialistas emprenden una limpieza, como sucedió en 1982 ó 2004, en la que no sólo los que han colaborado sino los que creen desafectos son enviados a los peores destinos. Decir esto con lo que han hecho sus amigos en RTVE (aunque no se hayan acordado de él para darle algún chollo) prueba que se tiene el rostro de hormigón.
De pronto cayó en mis manos la 1ª entrevista que concede Rajoy a cuatro periódicos (Il Corriere della Sera, Bild am Sonntag, Le Journal du Dimanche y ABC), es decir, prensa conservadora de tercera regional, como es él, lo que me hizo dudar en mi propósito original. ¿Para qué iba a perder el tiempo con el monaguillo, el perrillo faldero de Rajoy, teniendo negras sobre blanco las mixtificaciones de su amo? Tuve que sopesar:
Verdad es que el ABC, el Bild, etc., no son verdaderos periódicos, sino panfletos de la derecha con la misma ética y profesionalidad periodísticas que pueda tener un calabacín. Pero La Razón no es mejor, sino mucho peor, pues no pasa de ser un puñado de páginas impresas cuya única función es respaldar una portada de colorines que colgar diariamente en los quioscos; es decir, en sentido literal, un pasquín.
Bueno, pensé entonces, pero Rajoy es un político, mientras que Marhuenda es un periodista. Falso de nuevo: Marhuenda es un militante del PP, hombre de Rajoy a cuyo servicio estuvo cinco años y al que el partido ha encargado ahora dirigir el comic La Razón como podía haberle encomendado reconquistar Gibraltar.
Así, que pensándolo bien y pudiendo hablar del jefe antes que del subordinado, me decidí por esto, no sin cierta desazón porque el artículo de Marhuenda, titulado nada menos que Defendamos la democracia, además de estar escrito en la pintoresca prosa marhuendesca, contiene mentiras desvergonzadas de esas que prueban que Dios no existe porque, si lo hiciera, ya hubiera mandado al averno a descarados embusteros como este, capaces de afirmar que "Un terreno en el que la izquierda se siente muy cómoda es la agitación en la calle", como si los españoles fuéramos todos imbéciles y no recordáramos esas calles de Madrid llenas día tras día de obispos, señoras de Serrano, falangistas, pijos de discoteca, franquistas, mayoresorejas y pacomarhuendas, clamando a causa del aborto, ETA, los gays y el sursum corda.
Con todo, es mejor el señorito. Más divertido, si cabe y, claro, de más alcance. Marhuenda estará dolido de que Rajoy conceda su 1ª entrevista a la competencia pero es de suponer que él es el primero en saber que el ABC es un periódico malo, pero es un periódico; no un pasquín. El ABC cumple con el jefe. El entrevistador, Bieito Rubido, director del panfleto de la derecha, lame literalmente el suelo que pisa Rajoy y es tal su entusiasmo por el jefe y su entrega a la causa común que, a veces, en vez de hacer las preguntas, da las respuestas y son tan del PP que hasta Rajoy tiene que matizarlas.
En sí misma, la entrevista carece de todo interés porque se limita a dar pábulo a la ingente cantidad de desvergonzadas mentiras sobre las que Rajoy construye su acción de gobierno; mentiras preventivas; mentiras justificativas; mentiras explicativas; mentiras declarativas; mentiras y más mentiras, que es lo único que fabula este peculiar gobernante, falso, escurridizo y convencional.
Pero hay dos momentos, al comienzo y al cierre de esta entrevista, modelo de peloteo sin tapujos, que delatan al entrevistado y la lamentable situación en que tiene al país en el que, al parecer, nadie se levanta a decirle que carece de toda legitimidad para actuar al haber basado su acción en la mentira sistemática y mantenida.
Al comienzo, se arranca Rajoy diciendo que «Quien me ha impedido cumplir mi programa electoral es la realidad». Es decir, confiesa, la realidad lo ha forzado a hacer lo contrario de lo que prometió. Eso, en román paladino, se llama mentir, engañar a la gente, estafarla. Y la prueba de que es así es que, mientras los japoneses convocan elecciones anticipadas por haber faltado a un solo punto de su programa electoral, este menda no solo no hace tal cosa sino que, en frase final, se muestra convencido de que cumplir con su deber lo llevará a ganar las próximas elecciones. Más claro es imposible: su deber consistía en mentir a la gente para usurpar las elecciones (pues unas elecciones que se ganan a base de mentiras son una usurpación) y seguir mintiendo para conservarse en él mientras se hace que la crisis la paguen los de abajo. Cualquier persona con dignidad, honor y orgullo hubiera dimitido al encontrarse en esta situación de embustero redomado y ya tenido por tal en todas partes, de fuera y dentro de España. Él, no; el piensa que quien debe dimitir es la realidad.
Si eso le hará o no ganar las elecciones (incluso si llega a ellas y no lo echan antes en su propio partido) está por ver.