Palinuro no es de ningún equipo, ni siquiera aficionado al fútbol, del que no sabe nada. No asiste a partidos ni los mira por la tele. Ignora todo del futbol, como de muchos otros deportes de los que también lo ignoran todo la mayoría de los aficionados al balompié. En realidad, la diferencia entre aquellos y este es cuantitativa: la enorme cantidad de gente y dinero que mueve. Eso sí que es una transnacional y con una cúpula corrupta, según parece, como corresponde. Gente, dinero... y pasiones políticas.
Insignes tratadistas han indagado en las relaciones entre el fútbol y las más diversas aficiones espirituales del ser humano. El fútbol y la literatura, el fútbol y la música, la pintura, la filosofía y, por supuesto, la política. La política se lleva la parte del león. Y aquí hay verdaderos gramáticos capaces de enjaretarte varias teóricas sobre la rivalidad entre el Real Madrid-Barça como trasunto de conflictos nacionales de todos conocidos. Sobre la identificación del nacionalismo catalán con lo blaugrana, especialmente si viene acompañado de la estelada y el español con el merengue o los colchoneros madrileños. Testimonio a base de cantidad: los 70.000 silbatos que pitaron el himno nacional español en el Camp Nou hace unas jornadas, lo que ha puesto a los censores del Reino en busca de los delitos que estos pitadores hayan podido cometer. La cosa se encona y se encona. Hasta que alguien recuerda que el fútbol es un deporte, solo un deporte, nada más que un deporte y no hay sacar las cosas de quicio.
Perfecto. Para hacer deporte es preciso no solo estar en forma sino tener un espíritu deportivo. Ayer, el Barça, según la ideología dominante en España, era un equipo español peleando en Berlín para conseguir lo que consiguió: una hazaña solo al alcance de los mejores: Liga, Copa del Rey (piiiiii) y Champions, por quinta vez. Parece un momento excepcional. El gobierno envió a la vicepresidenta y tanto Rajoy, según él gran amante del fútbol, como el Rey hicieron pellas. A lo mejor no querían que los pitaran en italiano o alemán. Pero el espíritu deportivo debió impulsarlos a ir, sobre todo a ellos, que tanto identifican el fútbol con la política y la nación. Qué digo nación, con la gran nación. Y un equipo catalán de esa Cataluña que Rajoy asegura es tan amada de todo español, se proclama champion de Europa, en ausencia del Rey y del presidente del gobierno.
El Rey estaba celebrando lo que El Mundo considera un Sobrio y discreto primer Día de las Fuerzas Armadas de los nuevos Reyes con desfile militar incluido y cazas sobrevolando el cielo de Madrid. En fin. Pero, por la tarde, pudo coger uno de esos cazas y llevarse a Rajoy de paso, a mostrar un poco de elegancia y deportividad en el Olympiastadion, jaleando a los catalanes a los que tanto quieren. Y, si no es por amor, por educación y táctica. Bueno, pero...
Sí, eso, pero. Los televisiones de bares que visité ayer en Madrid y los pueblitos por los que ando los fines de semana,tenían puesto el partido, pero no lo miraba nadie. Ahí hay una quiebra profunda en el amor que los españoles sienten por los catalanes, según las autoridades que, como se ve, lo predican pero no lo practican. Toda la alegría que se respira en Barcelona por la hazaña del Barça se torna indiferencia en Madrid.
Llámenlo como quieran.
Enhorabuena al Barça y a todos sus seguidores de un español que sí quiere a los catalanes, aunque no sea futbolero y siente sus éxitos como propios.
Enhorabuena al Barça y a todos sus seguidores de un español que sí quiere a los catalanes, aunque no sea futbolero y siente sus éxitos como propios.