diumenge, 2 de novembre del 2014

La algarabía catalana y el vudú presidencial.

Lo recordaré siempre. Preguntado Rajoy por su opinión a raíz de la Diada de 2012, la calificó de  algarabía, momento en que se vio con claridad que con tamaño genio en La Moncloa, la llamada "cuestión catalana" se enconaría al paroxismo y Artur Mas aprovecharía una coyuntura tan favorable para alcanzar sus más altas cotas interpretando dos papeles legendarios: el de Moisés liberando a su pueblo del yugo de Faraón y el de Ulises, burlando al primitivo Polifemo. 

El actual Cíclope de La Moncloa se ha pasado la semana palpando carneros y ovejas para evitar que se le colara algún decreto, decretillo o convocatoria de Mas. El pobre ya no sabe qué hacer. En sus ratos libres se ha fabricado un muñeco réplica de Mas y le hace vudú, clavándole alfileres, a ver si se rompe algo o le da un cólico. Luego sale a la puerta de su cueva mascullando que nadie se atreva a saltarse la ley en su presencia y dando voces para que el Tribunal Constitucional suspenda todo acto y medida de la Generalitat encaminada al nefando fin de consultar a la ciudadanía.

¡Pobre Polifemo! Mientras el Tribunal cumple la misión encomendada, las urnas están repartiéndose en Cataluña y la consulta sigue en pie. Y en pie parece seguirá en los próximos días. De ser esto así, la pregunta de Palinuro es la de días pasados: ¿qué piensa hacer el gobierno? Montoro dice que no paga. Sáenz de Santamaría que expedienta a todos los funcionarios que participen, es decir, no aceptará el principio de obediencia debida. Y ¿qué piensa hacer Rajoy, aparte de esconderse? ¿Va a suspender la autonomía catalana? ¿Va a emplear la fuerza? ¿No es obvio que no queda otra sino negociar? ¿No lo es que hubo que hacerlo mucho antes? ¿Que haber llegado hasta aquí es prueba de la absoluta incompetencia de Rajoy? ¿Que tendría que haberse ido también hace mucho? Gobernar es muy fácil y puede hacerlo casi cualquier imbécil. Casi.

Anuncia "El Confidencial" que hay un plan del gobierno para reformar la Constitución con el fin de reconocer a Cataluña como nación. No sé qué veracidad tendrá o si, como es posible, sea un bulo. Algunos ya se lo han creído y están dando gritos por considerarlo un atropello, una traición, un contrafuero. Tantos años sosteniendo sin desfallecer que en España hay una sola nación y ahora resulta que, cuando menos, había otra, la catalana, que debía de estar oculta, o preterida, o prohibida. Reconocer el carácter plurinacional de España es reconocer la realidad misma. Pero, si el gobierno es partidario de ello, cosa que dudo sobremanera, tendrá que convencer al otro partido dinástico, emperrado en la mononacionalidad española y aferrado a un elixir reconstituyente a base de federalina.

Lo definitivo no es este reconocimiento que, sobre ser obligado, no deja de ser meramente nominal. Lo definitivo es la inevitable negociación posterior. Llegar a una situación en la que la única solución al problema es aquella que, de haberse aplicado en el primer momento, hubiera evitado el problema demuestra irresponsabilidad e incompetencia. Los dos rasgos distintivos del gobierno de Rajoy.