Cuando sus asesores obligan a Rajoy a llevar escritos todos sus pronunciamientos públicos y a atenerse a ellos, aunque no los entienda, tienen mucha razón. Sin guión en la mano, dejado a su libre creatividad, este hombre no dice más que estupideces y melonadas no ya impropias de un presidente de gobierno, sino de un homo sapiens.
Cataluña, la parte de España más avanzada, moderna, desarrollada; la nación que tira de las demás desde hace tanto tiempo, está en riesgo de retroceder a la Edad Media.
Al margen de si este presunto cobrador de sobresueldos sabe o no de lo que habla cuando lo hace sobre Cataluña y la Edad Media, debe reseñarse que esto lo diga un aborigen que cree en los espíritus y, en cuanto puede, se abraza a un palo al que atribuye virtudes mágicas y rinde culto sosteniendo que representa a un ser legendario llamado Santiago, jinete sobre un caballo volador como el de Perseo. El mismo que preside un gobierno cuya ministra de Trabajo venera otro palo con el nombre de Virgen del Rocío que cree la ayudará a resolver cuestiones de su negociado como los ángeles labraban los campos de los Vargas mientras Isidro rezaba. El mismo que nombró a otra especie de eslabón perdido ministro del Interior con la tarea, entre otras no menos esclarecidas, de poner medallas a un tercer palo, muy adorado en su tribu bajo el nombre de Virgen del Pilar, del que esperan muy señaladas mercedes milagrosas. El mismo cuya vicepresidenta, tocada de negro riguroso, como una mujer afgana, va a escuchar las palabras de un hechicero residente en Roma del que esta manga de necios dice que es infalible cuando le peta.
El mismo que asiste muy orgulloso a una parada militar en el que unos guerreros bravucones desfilan precedidos de una cabra como animal totémico.
Estos homínidos supersticiosos son los que dicen que el independentismo lleva a Cataluña a la Edad Media.