En 2013, en su sección de Escolar.net, Ignacio Escolar recordaba esa declaración solemne de Rajoy en 2009, estando entonces en la oposición: "esto no es una trama del PP; es una trama contra el PP". Lo hacía al hilo de un tremendo videoblog de Iñaki Gabilondo, titulado ¿Recuerdan aquella foto? Dicho sea de pasada, menuda pareja de periodistas de categoría. La profesión debe de estar orgullosa.
En efecto, ¿recuerdan aquella foto? En ella aparecen con gesto grave, severo, de honrada indignación reprimida, Camps y Cospedal y Mato y Arenas. Era a propósito del caso Gürtel y se denunciaba una trama en contra del PP como lo probaba entre otros nefandos hechos, el que el juez instructor Garzón se hubiera ido de caza con el ministro del Interior Bermejo. Bermejo dimitió y se inició la operación que acabó apartando a Garzón de la carrera judicial. Pero no se pudo anular el caso Gürtel y, aunque Correa y el Bigotes nos parezcan hoy tan lejanos como Rinconete y Cortadillo, sus caretos volverán a primer plano en cuanto se abra la vista oral que promete ser una verdadera feria de la codicia y la trapacería. Claro quedó en todo caso que Rajoy fue muy combativo en el caso Gürtel no a favor de la información y la justicia sino de lo contrario.
Llegó luego Bárcenas y sus papeles. La reacción de Rajoy, ahora en el gobierno, volvió a ser entorpecedora de la justicia a extremos insólitos. Hasta destrucción de pruebas hubo. Al amparo de interpretaciones torticeras de las normas se barrieron los discos duros de los ordenadores de Bárcenas y se hizo desaparecer el registro de visitas a la sede del partido, calle Génova. Así se dificultaba a sabiendas la investigación judicial. Bárcenas gozó del respaldo del partido y de su máximo dirigente prácticamente hasta su ingreso en prisión. Y aun más allá, Rajoy lo apoyó moralmente mientras negaba hacerlo en sede parlamentaria. La implicación directa de Rajoy se explica porque en esos papeles ya se le señala como receptor de sobresueldos en B durante casi veinte años.
Blesa, Rato y Acebes acabaron con toda pretensión de veracidad del presidente cuando sostiene que él no sabía nada de las granujerías de estos pillastres con los que llevaba complotando casi desde que tenía uso de razón, por escasa que fuera. De Blesa Rajoy no sabe nada porque, siendo evidentemente un galopín, se lo endosa directamente a Aznar, con bastante lógica. Rato ha pasado a ser un innombrable habitante del reino de los muertos y a Acebes le manda recados de aliento como a Bárcenas. No puede ocultar que se trata de compadres, colaboradores estrechos y directos, pero quiere borrar todo rastro de su relación. Ni sus nombres pronuncia.
El pedrisco de la corrupción púnica ha convertido a Esperanza Aguirre, la chispeante lideresa defensora de la civilizacion cristiana neoliberal, en la payasa que recibe las bofetadas. Según parece su consejero de Justicia se corría juergas de borrachos y jugadores con patanes tan putañeros como él mismo. Todo su gobierno está repleto de robos, malversaciones, expolios, fraudes. Tiene a cinco de sus exconsejeros imputados. Ella misma ganó gracias al pestilente Tamayazo y todavía le quedan pendientes de explicación episodios como el de FUNDESCAM, con aires de Inside Job o el de la "Gestapillo", más en la línea de los comedy capers. La Comunidad de Madrid es el reino de la corrupción. Hya mucha competencia en Valencia, Baleares y otras partes. Pero el PP de la capital se lleva el oro. En todos los sentidos.
Y el responsable es Rajoy. El responsable político último de este desastre es el presidente del partido y del gobierno que, desde 2009, como se ve, viene combatiendo con denuedo contra el esclarecimiento, la investigación y el procesamiento legal de las docenas de corruptos que han trabajado con él, a su órdenes, cumpliéndolas según él decía, magníficamente. Puede decir que no sabía nada, que no conocía a nadie y hasta que no había nadie; puede decir que su llegada al PP fue como la de Robinson Crusoe a la isla y que solo después se encontró a Viernes bajo la forma de su fiel Santamaría. Puede decir misa y, dada su desvergüenza y absoluta falta de escrúpulos y principios morales, lo hará si cree que así puede salvarse. Pero la única salida que le queda es la dimisión. No la presentará. Al contrario, se pondrá al frente de la manifestación pidiendo regeneración democrática.
Además argumenta que no es momento para dejar la gran nación sin gobierno, justo en el momento del llamado "desafío catalán". Ese "desafío" u "órdago" ha llegado hasta ahí porque él lo ha empujado. Y lo ha hecho por dos razones: por cerrazón mental y por cálculo electoral. Por la primera es incapaz de admitir que alguien tenga una idea de España distinta de la que él tiene en la cabeza, por lo demás, bastante simple. Por la segunda, sabe o cree saber que acentuando el conflicto entre España y Cataluña, obtiene rentas electorales en aquella. Un cálculo que comparte con el otro partido dinástico que lo apoya sin fisuras.
Ahora los soberanistas catalanes parecen dispuestos a llevar su consulta adelante y el gobierno no menos a prohibirla mediante el Tribunal Constitucional. Y si, a pesar de todo, la consulta sigue, ¿qué piensa hacer a continuación? ¿Suspender la autonomía? ¿Emplear la fuerza? ¿Cómo calificar al gobernante que ha dejado llegar las cosas hasta aquí?¿De fracasado o de algo peor?
Esto no es una trama del PP; es una trama contra el PP.
Los independentistas quieren devolver Cataluña a la Edad Media.
Ambas aseveraciones tienen un grado similar de veracidad y sinceridad.