divendres, 11 d’octubre del 2013

La herencia fantástica.


Curiosa exposición la de la Fundación Juan March buscando las raíces del surrealismo. Organizada en colaboración con el Germanisches Nationalmuseum de Nurenberg y comisariada por Yasmin Doosry, tiene una gran preponderancia de arte alemán. El lapso va desde el siglo XVI hasta el XX y reúne doscientas piezas, sobre todo grabados, dibujos, fotografías y reproducciones. Viene siendo la continuación de una mítica, organizada hace 75 años en el MoMA, titulada Arte fantástico, Dada y Surrealismo y que, al parecer, señalaba las influencias del Bosco, Piranesi, Arcimboldo, Goya, etc en el surrealismo. Pues aquí, más o menos, lo mismo. Faltan algunos de aquellos precedentes, como el Bosco, Arcimboldo o Hogarth pero, en cambio, se suman nuevas y muy atractivas sugerencias. La exposición está metódicamente organizada en once apartados temáticos, así que el visitante tiene en donde elegir para considerar las relaciones entre obras antiguas y el espíritu del surrealismo.

No será por falta de precedentes. Los propios surrealistas eran muy dados a resaltarlos, a buscarse influencias pasadas, como si quisieran establecer una especie de pedigrí subterráneo en la historia de las artes y las letras. En su primer Manifiesto del surrealismo, Breton señala los atavismos en  la Divina Comedia y en Shakespeare "en sus mejores momentos"; y luego repartía patentes surrealistas con generosidad a lo largo de la literatura, principalmente, pero no solo, francesa: Swift, Sade, Chateaubriand, Constant, Hugo, Poe, Baudelaire, Rimbaud, Jarry, Saint-John Perse, Roussel, etc, eran surrealistas cada uno a su modo. Y, cómo no, los omnipresentes Cantos de Maldoror. Lo que no está mal para un movimiento que declaraba enfáticamente por boca de Antonin Artaud en 1925, un año después del Manifiesto, que no tenemos nada que ver con la literatura. Más o menos lo que también decían Breton y sus amigos. Pero el caso es que acabaron expulsando al bueno de Artaud del movimiento. Por cierto, la declaración de este como director del Centro de Investigaciones Surrealistas está en la exposición y en ella se lee que el surrealismo es un medio de liberación total del espíritu y de todo lo que se le parezca y que los surrealistas están dispuestos a hacer una revolución. Surrealismo y revolución han estado siempre muy unidos, tempestuosamente unidos. Así que el motivo de la exclusión de Artaud fue otro.

Pero en la exposición hay poco de este surrealismo, exceptuada una sala que muestra las primeras de revistas, libros y anuncios de las exposiciones internacionales de surrealismo organizadas por Breton. Ahí se encuentra esta portada de uno de sus libros con una célebre imagen de Magritte. ¿Resulto muy surrealista si digo que, a la vista de ese rostro, los surrealistas también pueden reclamar como precedente la Mona Lisa?

Las otras secciones traen sobre todo esos precedentes. La primera, dedicada al "ojo interior", aparece dominada por los extraños ojos de Odilon Redon. En la segunda, consagrada a los "espacios mágicos" se encuentra el fabuloso mozo de cuadras embrujado, de Baldung, un escorzo extremo insólito que recuerda bastante una figura de un guerrero caído en el episodio de Niccolo da Tolentino en la Batalla de San Romano (h. 1425), de Paolo Uccello, tanto mas extraño cuanto que el cuadro no tiene perspectiva. También en estos espacios vemos una de esas ruinas de Piranesi que parecen auténticas pesadillas de las que no es posible despegar la mirada. Es como una especie de vértigo de locura y está muy bien traído el vínculo con el surrealismo.

Hay en la exposición un montón de gente conocida, Man Ray, Ernst, Ensor, Klinger, Goya, con algunos caprichos. Y también imitadores. Una especie de copista del Bosco reproduce cinco de sus pecados capitales, esas ruedas que están en el Museo del Prado, me parece. Se pueden ver las figuras con embudos en la cabeza y los extraños artilugios con que las gentes de la baja Edad Media convivían, como ready mades con quinientos años. Hay un Cornelis van Haarlem que reproduce las caídas míticas de Ícaro, Faetón, Tántalo e Ixión, de Goltzius. La conexión con la foto de Pierre Boucher está bien pero las imágenes de los otros son impresionantes. 

El sueño de la razón de Goya, las formas de volar y otros caprichos se encuentran muy en su elemento, como algunas obras de Picasso, Miró, bocetos de Dalí o unos dibujos de Lorca. Realmente, el surrealismo ha vivido de infinitas fuentes. Como todos los "ismos".