La entrada de Palinuro de ayer , titulada Bloqueo del Parlamento. Avanza la dictadura. Retirada al Aventino, predijo correctamente lo que sucedería en el Congreso. El PP, con su mayoría absoluta, negó todas las iniciativas de la oposición para que este, en ejercicio de su democrática función, controle el gobierno. Un NO cerrado en banda, envuelto sumariamente en dos o tres triquiñuelas reglamentarias y una falsedad: Rajoy ya compareció y dio todas las explicaciones el pasado 1º de agosto. No es cierto. No explicó nada y mintió en dos tiempos, en tiempo real y en diferido. En tiempo real al afirmar que había roto toda relación con Bárcenas cuando no lo había hecho y es posible que siga sin hacerlo. No sería extraño, a la luz de su comportamiento habitual en el que la verdad y la mentira no se distinguen. En diferido, al decir que no había acordado nada con Bárcenas. Quince días después, Cospedal decía al juez que el chanchullo con olor a chantaje del finiquito en diferido lo hizo Rajoy. Una mentira en diferido pendiente de aclaración. Pendiente de aclaración está también el nuevo finiquito estratosférico a Páez, cuando fue preciso sacrificarlo por exigencias de Bárcenas. Un finiquito conocido por Rajoy, claro es. Chanchullo sobre chanchullo, cada día un chanchullo nuevo de cientos de miles de euros ¿y no hay nada que aclarar?
Como pendiente de explicación está el bochornoso asunto de que, al conocerse las declaraciones de la renta de Rubalcaba los últimos 10 años, se vea que Rajoy ha cobrado el doble y hasta el triple que el dirigente socialista, incluso estando en la oposición. El presidente argumenta que son devengos legales. Es posible, aunque sigo sin ver cómo puedan ser legales unos cobros de dineros ilegales por mucho que se declaren a Hacienda. En todo caso, son inmorales y, especialmente esa subida de 27% que se adjudicó Rajoy en el mismo año en que pedía reducir el salario de todos los demás.
Por supuesto que hay motivos más que suficientes para pedir se explique en el Parlamento este dislate hecho de ilegalidades, mentiras, abusos y tergiversaciones. Rajoy está ya definitivamente instalado en el centro del escenario. Es el responsable político directo de los papeles de Bárcenas y el caso Gürtel. En realidad, es el caso Rajoy y, al resistirse a dimitir, cada vez lo será más. Supongo que el hombre está indignado y se niega a pagar él solo por lo que considera es asunto de todo el partido, desde Aznar hasta Arenas, pasando por Aguirre. Así es de dura la realidad: ya se verá cuál sea la responsabilidad penal de cada uno, si ha lugar a ello. Pero la responsabilidad política, hoy, es solo suya por ser el único con mando, cum imperio.
Con todo y ser escandalosa la negativa del PP al control parlamentario del gobierno, forma parte de una experiencia palpable de degradación de la democracia española, cada vez más parecida a una dictadura que nada en la corrupción. Los baremos del CIS arrojan unos datos de popularidad de los políticos escalofriantes y cualquier sondeo sobre el gobierno, los ministros y el Presidente muestra que la confianza que inspiran en la gente es prácticamente cero.
La inmoralidad y la indiferencia del presidente del gobierno son algo insólito que causa pasmo en el extranjero. De hecho es asunto que se comenta en la prensa mundial y Rajoy suele ser portada en los medios cuando se niega a dimitir por cosas mil veces peores de las que llevan a la dimisión a cualquier político de cualquier país democrático del mundo. El asombro por el hecho de que los españoles parezcan dispuestos a tragar con todo.
Para explicar esta aparente anomalía Palinuro tiene una teoría en dos partes: 1ª) la desfachatez de la derecha y 2ª) la resignación de la gente. La desfachatez de la derecha es evidente. No se siente interpelada por la desastrosa situación de España y hace caso omiso de las críticas. Para contrarrestar dispone de una batería de medios públicos y privados en donde pasea un cohorte de opinadores mercenarios que la defienden. Y, si las cosas se desmadran, recurre de inmediato a la represión policial que es, en el fondo, en lo que descansa su poder. Esto la lleva a ser tolerante con el franquismo allí donde gobierna, incluso a justificarlo, como hacen sus jóvenes de Nuevas generaciones. La derecha española no es democrática ni le interesa aparentarlo.
2ª) La resignación de la gente. A la salida del franquismo se dijo que, por diversos motivos largos de explicar aquí, la cultura política de los españoles era democrática. y en tal creencia hemos pasado 35 años. Pero me parece que no detectamos un poso profundo de fatalismo y resignación dejado como herencia de la Dictadura y que ahora se hace ver, cuando la derecha gobierna mediante autoritarismo, censura, manipulación y represión. Es como si se aceptara de antemano que la derecha española sigue siendo franquista y tiene derecho a serlo. La idea de que no hay nada que hacer, que España es de siempre el cortijo nacional católico de una derecha oligárquica y cerril, dedicada al saqueo del país con ayuda del ejército (o la policía, por ahora) y bajo la bendición de la iglesia.
A este fatalismo ayuda también que los partidos de la izquierda, obligados a ofrecer un punto de apoyo para la resistencia ante los abusos, no están en condiciones de hacerlo, ambos por falta de crédito. El mayoritario por haberse identificado en exceso con el régimen que ha llegado a este extremo de descomposición. El minoritario por andar perdido por los cerros de la transcaucasia, incapaz de encontrar un discurso al margen del otro partido y que merezca mayor crédito.
Una resignación que probablemente se manifestará en una abstención elevada en las próximas elecciones, pues no parece que su acompañante, la indignación, vaya a articularse como opción electoral. Pero este no es el peor inconveniente. El peor es que la crisis económica, política y moral, sobre todo moral, en que el gobierno del PP ha sumido el país lo debilita justo en el momento en que más fuerte y cohesionado debiera mostrarse. No para hacer frente a esa ridícula crisis de salón que han montado los ineptos de Exteriores con Gibraltar; algo que proyecta una imagen de España en Europa como del neorrealismo italiano. Y, en verdad, Margallo se parece cada vez más a Vittorio de Sicca y Trillo a Alberto Sordi.
No. El problema grave al que se enfrenta España como tal y para el que no está perparada en modo alguno es el catalán. Enfrascado el gobierno en la tarea de sobrevivir en una situación política y moralmente insostenible, no entiende lo que está sucediendo en Cataluña. No lo calibra. Ni se entera. Confía en el NO que impone en el Parlamento. Pero olvida que Cataluña tiene muchos más recursos que la alicorta oposición en el Parlamento español. Tiene la proyección exterior, la internacionalización de su caso frente a la que el gobierno carece de recursos.
Pero sobre todo tiene la profundidad y el alcance del movimiento. En un momento de apatía, resignación, indignación frustrada, confusión y desaliento de la sociedad española, Cataluña ha encontrado una causa. Hay una movilización de todos los estamentos de la sociedad civil en conjunción con las fuerzas políticas y las instituciones de gobierno que el nacionalismo español no parece en condiciones de entender. Y esto es muy grave. Porque quiere decir que no tiene nada que ofrecer como alternativa aceptable a un movimiento que goza de tan considerable apoyo social.
¿Sería posible que los catalanes decidieran libremente quedarse en España? Quiero creer que sí. Pero no con un gobierno de estas características, Porque también aquí Rajoy ha mentido. No era Zapatero quien rompía España. Es él.