Ni las estupideces de Floriano sobre los puertos USB de los ordenadores ni las fascistadas de Hernando sobre la bandera republicana pueden salvarlo a usted. Está usted escondido como un topo en su madriguera, como un caracol en su concha, con más miedo que vergüenza, esperando que todo pase, sin hablar, mudo.
De entrada, es usted un cobarde. Pero no solo eso.
Su partido no es tal sino una presunta asociación de granujas al servicio de la patronal para imponer la política de esta a cambio de repartirse un cuantioso botín hecho de sobresueldos, canonjías, "gastos de representación", "compensaciones" y otros cuentos chinos para disfrazar unos pagos ilícitos, ilegales, probablemente delictivos y, desde luego, inmorales. Una asociación de presuntos malhechores que, viéndose descubiertos, recurren a los habituales procedimientos de los mafiosos: niegan la evidencia, amenazan al mensajero, tratan de comprar a los incómodos, mienten, difaman, calumnian, destruyen pruebas y obstruyen la labor de justicia.
Y al frente de todo este desaguisado, conocedor de todo, está usted. Es usted quien nombró a Bárcenas, quien trató de comprar su silencio con pagos ilegales millonarios, quien se comunicaba vergonzosamente con él por SMS, quien ha negado toda explicación pública de sus fechorías, quien ha evitado toda explicación, quien ha ordenado pagar otro estratosférico "finiquito" (otro chantaje) al tal Páez con el dinero de todos los españoles, quien ha estado cobrando sobresueldos hace veinte años, quien se subió su sueldo un 27% mientras bajaba los de los demás (que no fueran del PP), quien ha ordenado destruir todas las pruebas posibles de sus mangancias, el registro de entradas de Génova 13 o los discos duros de los ordenadores barcénigos.
Usted y solo usted es responsable político y penal de esta catástrofe vergonzosa que es hoy España. Todos los demás, Florianos, Cospedales, Arenas, Ponses, Hernandos, son más o menos pillastres y han trincado más o menos sobresueldos; pero están todos a sus órdenes y las ejecutan. Y usted es el que las dicta
El caso Bárcenas es el caso Rajoy, un ejemplo insólito de cómo puede llegar un presunto corrupto y mafioso, un supuesto mangante, a la presidencia del gobierno. Y mantenerse en ella contra viento y marea en clarísimo perjuicio de las instituciones democráticas de la gobernación del país (usted no puede gobernar, hombre, dedicado como está todo el día a evitar el procesamiento) y de su posición internacional.
Lleva usted veinte años riéndose de sus compatriotas, engañando a todo el mundo, destruyendo los valores democráticos y ahora dos dinamitando las instituciones, haciendo burla del parlamento, impidiendo que ejerza sus funciones, tomando a los españoles por imbéciles, negándose a explicar sus chanchullos y su enriquecimiento y causando un daño irreparable a su país.
Es usted y solo usted. Hasta los suyos le piden que dimita por el bien de su partido. En realidad, deben pedírselo por el bien de España.
Váyase antes de que aquí pase algo gordo. Y hágalo con la ignominia y la infamia que solo usted se ha ganado.