divendres, 30 d’agost del 2013

Y la bola crece.


Bola en todos los sentidos del término.

¿Qué estratega pensó en el Peñón para tapar el caso Bárcenas? Hacen falta mil peñones y aun serán pocos "para asaltar torreones", según reza la venganza de Don Mendo. Ni Gibraltar ni la guerra de Siria. Por cierto, ¿se han fijado en el asunto de Siria? España no cuenta nada. Nada de nada. España no está en el exterior porque está secuestrada por el asunto Bárcenas.

Un asunto que no da un respiro al gobierno y a sus cómicos portavoces quienes cualquier día de estos van a necesitar una camisa de fuerza. La bola crece y crece y cuanto más calla Rajoy, más lo aplasta. El cadáver de la obra de Ionesco ya lo ocupa todo.

En escena, solo, bajo la luz de los focos, un presidente del gobierno desacreditado fuera y dentro, oculto, con una valoración ciudadana ínfima, bajo sospechas francamente infamantes que lo hacen aparecer no solo como un presunto corrupto sino como un no menos presunto truhán. Todos los parapetos, las trincheras, los personajes secundarios tras los que se escondía, han caído barridos por los vientos procesales: Arenas está en paradero desconocido; Cospedal, insólitamente muda; Aznar, callado como la esfinge; Cascos, ausente; los portavoces, Hernando, Floriano, Pons mejor estarían de portasilencios porque, cada vez que hablan, agravan la situación ya de por sí muy grave.

El caso Bárcenas es el caso Rajoy.  Es el principal responsable político (y los jueces decidirán si penal) de este desbarajuste de corrupción, inmoralidad y acciones mafiosas en que naufraga España. Tiene Rajoy pendiente, le guste o no, una comparecencia parlamentaria para explicar las mentiras de su anterior comparecencia parlamentaria. Su obligación debiera ser estar a disposición del Parlamento y así lo asegura su partido. Para lo cual so opone a toda petición de comparecencia del presidente. Y así, con todo. Dice estar a colaborar con la justicia y: 1º) destruye los registros de entrada de Génova 13, pedidos por el juez; 2º) destruye los discos duros de los ordenadores de Bárcenas.

A eso lo llaman colaborar con la justicia. Y luego se extrañan de que la gente los vea, no como un partido político, sino como una asociación de mafiosos que debiera ser ilegalizada. Porque otros lo llaman destrucción de pruebas, obstrucción a la justicia, encubrimiento, etc. Ya se verá si sí o si no, pero lo cierto ahora es que alguien ha dado la orden de destruir las pruebas y ese alguien solo pueden ser Cospedal y Rajoy. Cospedal está literalmente achicharrada con Bárcenas y con sus asuntos propios. Así que ¿qué tal si el juez cita a declarar a Rajoy para preguntarle quién dio la orden de destruir unas pruebas que no se podían destruir?

Hasta los suyos le piden que dimita y Vidal Quadras reclama un cambio de jinete. Es de esperar que se le sumen otras voces dentro de su partido por el bien de España. Y que pidan cambiar de jinete y de caballo. Mientras tal cosa no suceda, este gobierno, basado en la mentira más descarada, la corrupción, la censura y manipulación de los medios, el bloqueo institucional y la represión policial, seguirá siendo el hazmerreír del mundo entero.

La sociedad, falta de posibilidades reales de defensa, se lo toma también a chirigota. El prestigio de Rajoy, su gente y su partido es como el de José Ulloa, "el Tragabuches". Y tengo la impresión de que, en el fondo, al presidente no les disgusta este enfoque así como cínico y desgarrao. Si se observa bien su rostro se verá que tiene algo de pantagruélico y, en todo caso, se reconocerá que parece aplicar la filosofía de Pantagruel: cierta alegría de espíritu adobada con desprecio de las cosas fortuitas, aunque el personaje más bien parezca triste de espíritu.

El problema es que no es momento de risas ni alegrías. El verdadero problema de España ahora mismo es Cataluña. El momento catalán es extraordinario. Es un ahora o nunca que ha movilizado toda una sociedad. Algo, por cierto, sumamente respetable y, desde luego, envidiable. ¡Qué más quiséramos los españoles que tener un objetivo cívico común tan claro, tan unificador y tan digno! Al contrario, lo que tenemos es  una lamentable situación de enfrentamiento de un gobierno y su partido con la sociedad casi al unísono; un gobierno incapaz de gobernar y que no tiene ni idea de lo que se le viene encima el próximo 11 de septiembre, con la cadena humana, que va a dar la vuelta al mundo pues ya están acreditados para cubrirla más de doscientos periodistas. Es de esperar que alguno de ellos informe a los españoles porque la RTVE, sin duda, no dirá nada. Cataluña no existe.

Hace falta ser irresponsable para llevar al país a este punto de ruptura solo por salvar el propio, miserable pellejo.

¿O? Última hipótesis: Rajoy echa a las fauces del Moloch de la opinión pública un par de ministros y un par de cargos destacados del partido y llega así a la Diada en la esperanza de que se arme un lío y se desencadenen unas tensiones en el país que justifiquen su continuidad en La Moncloa, ahora convertida en estado mayor desde el que organizar la reconquista de Cataluña, incluido el preceptivo bombardeo de Barcelona.

La dimisión de este hombre es un asunto de Estado. 

(La imagen es una foto de La Moncloa en el dominio público).