dilluns, 22 de juliol del 2013

Ni muerto ni vivo.

Viene el paisano de Vlad Drakul y Rajoy aprovecha la circunstancia para reaparecer procedente de... de ¿dónde? Pues quizá de la Transilvania. Reaparece en su naturaleza de muerto viviente o vivo muriente. El rito es, maldita sea, obligado: viene el afuereño y hay que hacerle los honores. Aprovechando que Van Helsing está en Moscú, explicando a los rusos lo que tienen que hacer para mitigar el paro en España, se mostrará en La Moncloa a responder a dos preguntas de periodistas españoles.

A propósito, ¿por qué dos preguntas? ¿Por qué no una y acabamos antes? O mejor, ¿por qué no ninguna? Que los periodistas le hagan todas al rumano quien, como buen hijo de la Dacia, será locuaz. De todas formas, nadie le mostrará una ristra de ajos o de crucifijos al presidente, que se las habrá amañado para pactar las preguntas con algún director fiel a la causa. Dada la notoriedad que se adquiere luego por cómo te ponen los colegas en las tertulias, sugiero que, para contribuir al desarrollo de las PYMEs, que tanto le preocupan, pacte la pregunta con el director de El berrido liberal de Pinganillo de Oreja. Seguro que le suben las ventas.

A lo mejor se le ha ocurrido al presidente que con una nueva comparecencia al compás del dos resolverá el lío en que se ha metido por ignorar una ley de hierro de la vida: cuanto más quieres evitar algo, más se te impone. Decretó toque de silencio en el campamento y la algarabía no cesa; quiso evitar el nombre de Bárcenas y se lo encuentra hasta en los semáforos; pretendió ocultarse y eso hace sus apariciones más espectaculares. Trataba de no comparecer y tiene que hacerlo varias veces, mal, arrastrado, sin elegancia, a regañadientes: una vez con el polaco, otra con el rumano, otra cuando finalmente decida a su libérrimo parecer si por plasma, en una rueda de prensa con guacamole o en una charla distendida a bordo de un avión; y otra, la cuarta, finalmente, cuando no consiga evitar la moción de censura.

Y dice este señor, con quien ya empiezan a sentirse incómodos en su partido, al menos los que no cobraron sobresueldos, que él no está para estas menudencias, sino para sacar a España de la crisis. Pero, en realidad, la crisis se llama Rajoy. Se lo han dicho ya en español, en inglés, en francés, en italiano y en las demás lenguas que no habla. El The Economist que, a veces, se parece al Private Eye;lo llamaba con elegancia británica chorizo. Está arreglando la marca España. Esa marca de la que han tenido que sacar a empujones a un señor que tuiteaba catalanes de mierda...no se merecen nada. Un señor diplomático de carrera. Si alguna vez es Cataluña independiente, sugiero que España mande como embajador a este genio. Seguro que los catalanes le dan el placet.

Una digresión. Es la segunda vez que nos insultan con eso de que Rajoy no está en política por dinero sino para arruinarse por su amor a España. Margallo lo expresó en los términos legionarios al uso entre los suyos: Rajoy pierde dinero por entregar su vida a España. Ya está bien con estos diplomáticos. En primer lugar, no es verdad. No se sabe cuánto dinero ganaría Rajoy de no dedicarse a la política porque eso no ha sucedido nunca. Lleva toda su vida en cargos públicos. Fue hacerse registrador de la propiedad, tomar posesión y calzarse su primer cargo público como presidente de la Diputación de Pontevedra y, desde ahí, con tesón, sin prisa, sin pausa, como el buey por el surco, ha llegado a presidente del gobierno. Y, en el camino, según los papeles de Bárcenas, fue cortando lorquianos limones redondos en sobres hasta que se puso de oro. Pero, en segundo lugar y aunque fuera verdad, que no lo es, ¿obligaba alguien a Rajoy a sacrificarse por España? ¿Se lo pidió alguien?  ¿Aznar es alguien? ¿Cuándo le dijo España a Rajoy que le consagrase su vida que, por lo demás, tampoco es tan apasionante? Si lo hizo fue porque quiso, porque le interesaba. ¿Por qué tenemos que estarle agradecidos? ¿Qué culpa tenemos los españoles de que no estuviera a la altura de la responsabilidad que, en su inconsciencia, se echó sobre los hombros? O, para decirlo en términos más llanos, estos ¿de qué van?

Haga lo que haga Rajoy, aparezca o desaparezca, los indignados le han preparado otro escrache para el día 26 en todo el país y tenga por seguro Rajoy que irá mucha gente. Más que a la vergüenza de las barbacoas de chorizos. Y ya han quedado todos y se han dado cita porque, en realidad, les da igual lo que pueda decir hoy este presidente zombie. Como le da igual a casi todo el país. En el fondo, lo que la ciudadanía está esperando escuchar es una sola palabra, dimito. Si no le gusta, si le amarga, si se le hace cuesta arriba, cámbiela por otra: Bárcenas.

Son la misma.