El Jefe del Estado se ha reunido a almorzar con los 17 presidentes de las empresas españolas más importantes. Dice que para hablar sobre cómo pueden los empresarios ayudar al país a salir de la crisis. Le gustan estas reuniones al monarca en torno a una buena mesa y con exquisitos caldos. En marzo tuvo otra, aunque no recuerdo si también yantando o antes del aperitivo. Supongo que son gestos para mejorar la imagen pública del Rey. Los súbditos toman nota de cuán a pechos se toma el soberano las angustias de la colectividad, los empresarios se dan luego pote hablando en familia de lo simpático que es el Borbón. Y nada más. Hemos tenido la fortuna de que los medios nos hayan ahorrado la descripción del menú.
Dice el Financial Times que Rajoy antepone los intereses de su partido a los del país, o sea, el Estado, que diríamos por estos pagos. Pues sí. Tampoco es muy veloz el diario financiero. Ese peculiar orden de prioridades lo dejó claro Rajoy al comienzo de su mandato, cuando retrasó tres meses la presentación de los presupuestos para que el PP de Andalucía pudiera ganar las elecciones. Las ganó por mayoría relativa; o sea, las perdió y el que perdió mucho más fue el país pues el juicio de los europeos sobre un gobernante capaz de dejarlo sin presupuesto para que alguien como Javier Arenas cumpla una vana ilusión, cayó en picado.
De esas cosas, Rajoy ni se entera. Ignora las consecuencias de sus actos, bien porque no sabe inglés, bien porque no lee la prensa. Le toca gobernar en tiempos de zozobra exterior, europea, pero él lo hace con perspectiva de campanario, pensando más en su partido, como dice el Financial Times, que en su país, en el Estado. Lo que verdaderamente le preocupa son los resultados electorales aquí y allá. Por eso ha empujado a Feijóo a adelantar las elecciones en Galicia, porque trae el hacha afilada y, si se celebran después de que caiga, el PP de Galicia puede no sacar más votos que los que compre Baltar. Le preocupa la colonización de los medios, la necesidad de acallar la disidencia y suprimir la crítica, la conversión de RTVE en un gabinete de prensa de La Moncloa. Vigila de cerca el avance del nacionalcatolicimo, tanto en la devolución de la educación a la iglesia como en el coto que se ha de poner a los desmanes como el matrimonio homosexual o el aborto y da cumplida cuenta de los retrocesos a los curas, que son quienes mandan en España. Está pendiente de la batalla de Cataluña, de cómo aprovechar la asfixia financiera del Principado para reconducir las relaciones entre el centro y esta díscola periferia, a ver si se consigue que la "Gran Nación" vuelva a ser "unagrandelibre" como en los tiempos de Franco, su directo inspirador. ¿Cómo va a tener tiempo de ocuparse de los asuntos de Estado?
Además, del Estado ya se ocupa el Rey, como debe, quien está almorzando opíparamente con los 17 príncipes de la empresa. Rajoy practica lo que se conoce como patriotismo de partido, algo típico de la derecha para la cual el partido, su partido, es el Estado, España. Por eso, cada vez que aparece la gaviota azul, se despliegan los colores de la bandera monárquica y suena la espantosa melopea quje llaman himno nacional. Desde su limitado punto de vista, del político gallináceo de vuelo corto, al ocuparse de las fortunas de su partido ya se ocupa de España. Todos sus afanes y desvelos, que serán muchos, pero telefónicos ya que no se le ve viajar a parte alguna, van orientados a lo mismo: afianzar la hegemonía de su partido e ignorar el Parlamento y, por supuesto, la oposición parlamentaria. Y gobernando por decreto.
Gobernando es un decir. Son otros los que toman las decisiones vinculantes para España en el orden europeo. Rajoy es un florero y de flores marchitas. A primeros de septiembre, Merkel y Hollande se reúnen en petit comité aseguran que para pergeñar una nueva arquitectura de la Unión Europea pero, en realidad, para adoptar una determinación respecto a Grecia y España. De aquí a entonces, Rajoy no tiene otro pito que hacer que esperar y recibir a los distintos líderes europeos que vendrán a avisarle de cómo se le pondrán las cosas cuando, finalmente, recaiga una decisión connjunta sobre este desdichado Reino que, en un momento de enajenación, otorgó mayoría absoluta a un cantamañanas balbuciente que no sabe ni en dónde está.
Es decir, que en nueve meses de brillante gestión, Rajoy ha conseguido poner a España a la altura de Grecia, como un Estado intervenido.
(La imagen es una foto de La Moncloa en el dominio público).