dimecres, 29 d’agost del 2012

Raus!

Los políticos tienen complejo de taumaturgos. Creen o simulan creer que pueden hacer milagros. Basta un conjuro suyo para que se enderece una terca realidad, para que se resuelva un problema. Por ejemplo, esta crisis está poniendo en cuestión los fundamentos mismos de la Unión Europea y, por supuesto, la continuidad de la moneda común. Es ahí donde exclama estentóreo Hollande: el euro es irreversible. Animado por este espíritu de resistencia, Rajoy recibe al presidente del Consejo Europeo, van Rompuy y lo primero que suelta a los periodistas es que El euro es irreversible y el proceso de integración europea imparable. Aquí siempre hemos hablado francés, aun sin saberlo.
Irreversible. Irreversible era el comunismo y apenas queda rastro de él. El IIIer. Reich iba a durar mil años, pero se quedó en 12. No son los deseos de los hombres los que fijan la duración de sus obras. ¿El euro? Eterno, hombre, eterno. Es verdad que Grecia tiene ya un pie fuera pero hay que luchar por impedir que saque el otro. Queremos Grecia en el Euro aunque, eso sí, cumpliendo estrictamente sus obligaciones. Es verdad que el euro seguirá siendo el euro aunque Grecia se vaya pero es que no tiene por qué irse. Ni Grecia ni nadie.
Sin embargo los gabinetes económicos de los bancos y los de los gobiernos ya están estudiando simulaciones de qué pasará si Grecia se va; incluso de qué pasará si la zona euro se rompe. De hecho, hay mucha gente que quiere a Grecia fuera de la eurozona, raus, y con Grecia todos los demás países que pretenden que sean los otros europeos, especialmente los alemanes, quienes paguen sus deudas. El objeto de este discurso es España, una Grecia multiplicada por diez. Spanien, raus! Y, si quiere quedarse, que pida el rescate de una vez por todas. Muy probablemente es lo que ha venido a decir Van Rompuy que, en el fondo, es una especie de portavoz del tándem Merkel-Hollande
Ese es el terreno en el que Rajoy tiene montado su juego. Si pide el rescate o no dependerá de las condiciones que se le impongan. Se entiende que puede haber condiciones que Rajoy no considere asumibles por su alto coste político. El problema, sin embargo, es que el español no tiene margen de maniobra. La prima de riesgo lo ha traído hasta aquí y aguarda vigilante y bastante alta el resultado de las negociaciones que solo puede ser una u otra forma de rescate. Los mercados han dicho ya que no confían en el proyecto de gobierno de salir adelante con la ayuda del Banco Central Europeo. Esto quiere decir que, si las negociaciones para el rescate no fructifican, la prima de riesgo se disparará y España quebrará. Es decir, no hay margen, diga Rajoy lo que diga que, por otro lado, es nada.
Lo que el gobierno está negociando, en realidad, es un rescate blando. Por blando ha de entenderse uno que no tenga unas condiciones tan duras como las griegas, pero duras serán  y el gobierno se encontrará con un recrudecimiento de la resistencia en la calle. La situación, que ya pinta bastante mala en la eurozona, en donde hay una especie de frente contra los países con problemas, singularmente, Grecia y España, pero también Portugal, Irlanda y hasta Italia, puede empeorar en los próximos días. O también mejorar. A mediados de septiembre hay elecciones en Holanda, lo cual es más significativo de lo que parece. El multipartidismo holandés es muy confuso para los extranjeros, pero el resultado de estas elecciones puede ser decisivo. Si gana el bloque de la derecha, se reforzará la posición de Merkel y las cosas se pondrán más difíciles para España; si gana el bloque de la izquierda, será la de Hollande la posición favorecida y mejorarán las posibilidades españolas.
No deja de ser un sarcasmo que la única esperanza de Mariano Rajoy, un político nacionalcatólico de la derecha más cerril, autoritaria y excluyente, que se niega a hablar con la oposición de izquierda de su país, sea el triunfo de esa misma izquierda en Europa, que será la que eche una mano a España y no la derecha. Eso sería lo único que salvaría a España pero él jamás lo reconocería porque la grandeza de espíritu no es uno de sus rasgos.
Porque, por más que el presidente insinúe lo contrario o afirme que se reserva decisiones, España, mejor dicho, él, no pinta nada en Europa, nadie confía en su palabra, nadie lo toma en cuenta y su única posibilidad es aguardar a  que se dicten las condiciones del rescate, en las que apenas puede influir, aunque sus ministros digan hoy una cosa y mañana la contraria, tratando de amortiguar el golpe.
Es esto o raus!
(La imagen es una foto de La Moncloa en el dominio público).