diumenge, 13 de febrer del 2011

Gürtel, el cadáver y los pirómanos.

El cadáver de la obra de Ionesco sigue creciendo y ya ocupa los escenarios de los mítines del PP. La derecha está reaccionando del peor modo posible a las noticias sobre el proceso de la Gürtel.

Del peor modo posible en lo referente a los intereses generales y el respeto debido a las instituciones a las que pone en solfa permanentemente. La policía y la fiscalía siguen consignas políticas. Los jueces tienen doble rasero y no son independientes. Un discurso que cuestiona la actuación de los órganos del Estado y sus fuerzas de seguridad sin pruebas es tan ajeno al espíritu democrático y al Estado de derecho como a la verdad.

Pero también está actuando del peor modo posible respecto a sus intereses como partido. Esa batahola que organizan los dirigentes llamando persecución política al hecho de que el Ministerio Público acuse de presuntos delitos al presidente de la Generalitat valenciana en sede judicial es tan disparatada, tan delirante, que sólo sirve para magnificar lo que quieren minimizar: la Gürtel. Lo inteligente aquí sería no mencionar el asunto y hablar de otra cosa a ser posible montando un escándalo. En lugar de ello respiran por la herida, cada vez más infectada y lo hacen sin temor al ridículo. Escuchar al señor González Pons llamar al pueblo a la sublevación, como si fuera Rafael de Riego o Marat es un poco ridículo. Salvo que en realidad esté llamando a la sublevación a los militares cosa que, tratándose de quien se trata, tampoco sería de extrañar.

Ese conjunto de disparates que va desde querer minimizar la importancia del presunto delito (teoría de las "cuatro corbatas") hasta negar la legitimidad de los jueces por los más peregrinos motivos revela tal desquiciamiento y estado de nervios que va a dar al traste con las esperanzas electorales del partido. No creo exista un solo delincuente que no diga que es objeto de una persecución de jueces que le tienen ojeriza o víctima de una sórdida venganza de alguien que maneja a los jueces como si fueran guiñoles. Véase el caso de Berlusconi, presunto delincuente de manual. Dice que los jueces son comunistas que lo persiguen. Más o menos como Rajoy cuando dice que son socialistas.

El último desatino en esta campaña de intimidación de los jueces a fin de obtener la impunidad para una serie de presuntos sinvergüenzas y mangantes es insistir en el nombramiento de Camps como candidato a la Generalitat estando imputado en un proceso penal porque eso equivale a erigir un baluarte político frente a la acción de la justicia. Caer en tan craso error supone intentar una política caudillista no admisible. Nadie, ni el Rey, está por encima de la ley; nadie excepto el Rey (que ya tiene narices), fuera del alcance de los tribunales. Y eso es sin duda lo que pretende el presunto delincuente Camps: mantener su aforamiento para que no lo juzguen y decir luego que era inocente. Como Fabra con la prescripción. En el PP se hace lo que sea con tal de no comparecer ante los tribunales.

En nada ayuda la otra cara de esta actitud de asalto a la justicia, consistente en negarse a rendir cuentas públicas, a responder a las preguntas de los medios. Camps hace tiempo que no contesta a los periodistas que quieren saber algo sobre la Gürtel y María Dolores de Cospedal sigue su ejemplo y se niega a contestar preguntas sobre Camps. Silencio. Luego llegará el que se encargue de no contestar a las preguntas sobre Cospedal. No hay comentarios. Son los mismos que luego incendian la pradera en sus mítines. Esa parece ser la consigna: hablar en los mítines, en donde se puede decir lo que se quiera sin que lo repliquen a uno, sí; responder a las preguntas de los periodistas, cuando hay que dar explicaciones concretas y justificar las palabras, no.

Y el cadáver sigue creciendo.


No sé qué pinta Bono en Guinea Ecuatorial y estoy dispuesto a creer que lo mueven objetivos solidarios en pro de la paz y la libertad del pueblo guineano así como intereses de Estado mutuamente benéficos. Seguramente. Pero la verdad es que la tiranía de Obiang no se diferencia de la de los cleptócratas árabes más que en el color de la piel del tirano y los tiranizados. Esa infeliz excolonia española solo ha conocido la dictadura en sus 42 años de independencia, primero del tío y luego del sobrino.

Pero el país es también otras cosas. Hay gente que protesta y a la que no se debe silenciar. Hay un intelectual, Juan Tomás Ávila Laurel, en huelga de hambre en pro de la democracia en su país y que ha escrito una carta abierta a José Bono y hay también un puñado de opositores en el exilio (cuatro, en realidad; pero la razón no se mide por el número) que ha suscrito un manifiesto de solidaridad con Ávila Laurel. Palinuro aplaude la acción y espera que Bono dé algún tipo de respuesta a la carta de un ciudadano en huelga de hambre contra una tiranía a la que le unen más cosas de las que lo separan. Otra vez como si esta importancia fuera numérica de más o menos cosas cuando es obvio que si lo que nos separa es el respeto a los derechos humanos, nada de nada puede unirnos.

(La primera imagen es una foto de Carlesmari, bajo licencia de Wikimedia Commons; la segunda, una de US Department of State, en el dominio público vía Wikimedia Commons).