dilluns, 14 de febrer del 2011

Goyesca.

La gala del cine español tuvo ayer su noche con todos los requisitos de rigor, empezando por la imitación de la ceremonia de los Óscar, alfombra roja incluida, así como en mojigato, sous-développée y provinciana. Es verdad que Hollywood tiene la paternidad y maternidad del cine y es justo que se le rinda tributo. Pero no es imprescindible imitarlo. Si el Óscar es aquí Goya, la fiesta quizá pudiera tener un aire más goyesco. Podían hacerla en una romería, por ejemplo; o llevarla al anfiteatro de Mérida o a la plaza de toros de Ronda. Para eso los tenemos, cosa que no pasa en Hollywood. Los medios acudirían igual y la atención sería la misma, puede que superior. También los títulos podían ser algo más castizos: Buried es casi tagalo y Biutiful, impresentable. Parece que no pero los títulos también son arte y debiera haber un Goya para ellos. Pa negre es lo más recio que ha habido, lo más goyesco. Lo dice todo.

Aun así hubo bastante esencia nacional. Eso de tener a una ministra en el acto no como convidada de piedra sino activa por ser del gremio es un punto. Luego dicen que los sociatas comunican mal. Lo que sucede es que el personal no las pilla. ¡Una ministra vestida de gala de cine! Con un glamour (como dicen los especialistas) discreto. Eso vale algo.

La ministra, además, enconada con el director saliente, Alex de la Iglesia, que se ha largado un discurso de gran interés. Y mira que el hombre ha salido mal parado en la lluvia de premios. Le han dejado dos de consolación: maquillaje y efectos especiales que a mí me parecieron detestables por la cantidad de casquería. Y tampoco se lo hubiera dado al título. Pero sí le hubiera dado algún otro que ha ido a parar a otras pelis.

En su discurso, por cierto muy ágil y con sentimiento, De la Iglesia se ha rendido a lo evidente: internet que, dice, es el presente, está cambiándolo todo. Pero eso es obvio desde hace años. Añade el ya exdirector de la Academia que la considera (internet) como la gran oportunidad para los cineastas, para el cine. Pero no dice cómo y, además, da la impresión de que dimite porque no ha conseguido un resultado favorable a su punto de vista en las negociaciones de la Ley Sinde. Lo que sucede es que su punto de vista no está claro. Y esto no es un reproche. De la Iglesia es un hombre honrado y viene a reconocer que las circunstancias lo superan. Llega hasta decir que hay que cambiar el modelo de negocio. Pero como él no es un negociante, el asunto le es ajeno.

Entre tanto, la gala se vio oscurecida o iluminada (según puntos de vista) por la presencia de los miembros o seguidores de Anonymous que, tras haber tumbado las páginas de la Academia y de los Goya, se llegaron hasta el Real a armar bulla en pro del acceso gratuito a la cultura, cosa en principio loable siempre que se resuelva previamente el modus vivendi de los creadores que son esos que, por tener genio, suelen estar condenados a la miseria unas veces por una causa, otras por otra, como Modigliani, Balzac, Van Gogh, etc.

Hay en este elemento del anonimato de Anonymous un aspecto moralmente dudoso. El anonimato es el santo y seña de la red. Pero el activo, el eficaz. Me explico: el anonimato ha sido, es y será el destino del 99 por ciento del género humano. Lo que hay de nuevo es que se trata de anónimos que pueden hacer daño y no dan la cara. Ellos dicen que no se identifican por prudencia, porque tienen declarada la guerra a la cienciología y esa secta amenaza de muerte a quienes la combaten. Es posible, pero los pobres Goya no tienen nada que ver con una secta. Entonces, ¿por qué se mantiene el anonimato? ¿Puede haber alguna otra razón que la de hacer daño a terceros impunemente? Y eso, se defienda lo que se defienda, no es de recibo. Es una parábola: el ataque al glamour de las candilejas viene de la sombra. De la sombra que las propias candilejas proyectan.

No obstante, el capitalismo no sería lo que es si no tuviera capacidad de adaptarse a las nuevas circunstancias creadas precisamente por su evolución. Esta resistencia numantina de los partidarios de los derechos de autor durará el tiempo que tarde el capitalismo en encontrar la forma de conseguir beneficios de y en internet. Y los piratas durarán el tiempo que tarde el mercado en encontrar fórmulas para obtener beneficio de la libre navegación en la red. Esos beneficios se materializarán el día que los costes de perseguir la piratería se hagan prohibitivos.

Porque el beneficio es la diferencia entre el coste y el precio. Ahora puede estar en una relación de veinte a uno. Si vigilar tiene un coste muy elevado, puede empezar a resultar atractiva una relación de dos a uno, teniendo en cuenta que los clientes se multiplican por millones. 500 millones de usuarios de FaceBook hacen que el servicio sea gratuito y un negocio próspero, sumamente próspero. Ese es el camino. Para el cine también.