Si se me ocurre comparar a Italia en 2009 con Alemania en 1932, a Giorgio Napolitano con el mariscal Von Hindenburg y a Silvio Berlusconi con Adolf Hitler seguramente estaré exagerando. En el caso de Napolitano/Von Hindenburg por exceso y en el de Berlusconi/Hitler por defecto. Que me estoy quedando corto, vaya. El conflicto que ha provocado Il premiere italiano (cuya capacidad histriónica es superior a la del cabo austriaco) pone en jaque al Estado de derecho en Italia desde el momento en que enfrenta al poder legislativo con el Presidente de la República por una parte y con el Poder Judicial (representado aquí por el Tribunal Supremo cuyas sentencia se niega a cumplir el Gobierno del Cavaliere) por la otra. Téngase en cuenta que el dominio que Berlusconi ejerce sobre el parlamento es muy superior al que ejercía al principio A. Hitler sobre el Reichstag en el que no disponía de mayoría absoluta.
Lanzar a unos poderes del Estado contra otros, al tiempo que se controlan los medios de comunicación y se cuenta con el apoyo incondicional del Vaticano (hoy en manos de un antiguo miembro de la Hitlerjugend o "Juventud hitleriana") es una vía distinta a la de la marcha sobre Roma de los fascistas mussolinianos, pero tiene la misma carga de provocar un golpe de Estado.
Abrigo la esperanza de que la Corte Constitucional italiana anule ese esperpento de ley que il Cavaliere pretende que aprueben sus siervos y lacayos en el Parlamento italiano que pasan por diputados. La base de la anulación es obvia: la ley no es una ley sino un fraude de ley pensado para desobedecer el fallo del Tribunal Supremo y soslayar el veto presidencial. Repito, un fraude.
Y si el Tribunal Constitucional fallara, cosa improbable pero no imposible dado que en la Italia de Berlusconi nada es imposible, espero que la Unión Europea intervenga porque no puede tolerar que semejante ataque al Estado de derecho quede impune.
Y a todo esto, qué canallada que la pobre Eluana y sus familiares tengan que padecer la brutal y autoritaria injerencia en los derechos humanos de un neofascista prepotente y la carcunda vaticana que siempre está al lado del poder cuando éste es criminal.
(La imagen es una foto de vas vas, con licencia de Creative Commons).