Incluyo aquí las impresiones que he tenido con motivo de la asamblea de la CUP ayer y su resultado, publicadas por elMón.cat de hoy. 50% y 50% a favor y en contra de Mas. Mi afecto por la CUP no ha hecho más que crecer. Todos los burócratas y espíritus convencionales en el sistema están entre abrumados y escandalizados: que si ridículo, que si el hazmerreír, que si espectáculo lamentable, etc., etc. Se entiende muy bien que para quien una jura de bandera, una toma de posesión de un ministro, una entronización de un rey, una pascua militar, una inauguración de un polideportivo con cura e hisopo incluidos, un bautismo de ricos, una misa papal, un desfile de la victoria, etc. son espectáculos bellos, edificantes, armónicos crean que tres mil y pico ciudadanos libres, votando en una elección libre en un espíritu democrático resulte bochornoso. No vamos a discutir. Que les parezca lo que quieran con tal de que no lo prohiban, que es lo que, en el fondo quieren siempre: prohibir, reprimir, coartar.
Otra cosa es la eficacia. Aquí, me temo, hay que hacer una reflexión. Ese 50%/50% muestra una fractura que no se puede arreglar y que no se va a arreglar quitando unos votos aquí y poniéndolos allá. La CUP está paralizada. Por las razones que sean (y que darán para muchos y sesudos debates), pero paralizada. No es correcto asumir una posición de impoluta imparcialidad diciendo que la organización no bloquea ni deja de bloquear, ni inviste ni deja de investir, ni come ni deja comer. Es peor: el no sale ganancioso con un cálculo lógico muy simple. Investir a Mas tiene un 50% a favor; no investirlo, otro 50% a favor. Pero el resultado es que no se le inviste, lo que quiere decir que la no investidura tendría el 100% y eso es falso e injusto. Lo contrario, también, pero menos dañino.
No veo que haya más salida que investirlo, desencallar el proceso y echar a andar con la hoja de ruta.
Aquí, mis explicaciones en castellano:
El resultado de ayer fue decepcionante y no lo arreglaron con una rueda de prensa sin preguntas a la que elMón.cat no asistió porque sustrajeron a la gente el derecho a saber cómo se proponen gestionar la situación y qué piensan hacer para evitar que siga empantanada.
Hasta la fecha el bloque independentista ha actuado correctamente y ha sabido moverse dentro de la moderación en busca de acuerdos que satisfagan a todo el mundo, facilitando las cosas y sin herir susceptibilidades. Junt pel Sí, el sector mayoritario ha sido paciente y la CUP, el sector minoritario ha actuado sin cortapisa alguna.
Pero no puede olvidarse que ese bloque representa las aspiraciones y deseos de una parte importante de la sociedad catalana que se ha movilizado masivamente en los últimos años por la independencia y que ha cristalizado en casi dos millones de votos en las últimas elecciones. Un mínimo sentido de la responsabilidad nos dice que no es de recibo defraudar a tanta gente a la que se ha pedido el voto con un programa determinado y que ha confiado en que se haría realidad.
Llegados a esta situación no queda otra sino esperar a la decisión del día 2 de enero, mientras se aguanta el chaparrón de insultos, descalificaciones y desprecios del nacionalismo español, especialmente el de raíz catalana. Basta con echar una ojeada a El País para darse cuenta de que su ataque, que comparte con toda la prensa de la derecha española aprovecha el resultado de ayer para ir contra la pieza que verdaderamente interesa abatir: Mas.
La conclusión es forzosa: la CUP está fracturada en dos mitades de idéntico peso y, por ello, paralizada. Los partidarios de investir a Mas no pueden imponerse a los partidarios de no hacerlo y viceversa. El resultado es la inacción. Pero los más de 330.000 votantes de la CUP no la eligieron para que no hiciese nada y, lo que es peor, para que no dejase hacer. No eligieron un perro del hortelano.
Los tres meses transcurridos desde el 27 de septiembre han servido para evidenciar esa fractura interna del movimiento, hasta ahora oculta, para hacerla visible. Los cinco días de sobreplazo que ahora se imponen no pueden servir para que la mitad de la CUP haga pagar a los demás, a la otra mitad, a Junts pel Sí y a las casi dos millones de votantes su incapacidad para resolver una fractura interna, un problema que es suyo y solo suyo. Porque ha quedado claro que la figura de Mas es únicamente un pretexto para hacer pagar al conjunto de la sociedad un problema de inoperancia.
Para el día 2 ya no hay dos opciones activas, abiertas, como hasta ahora sino una; la otra es un efecto mecánico, independiente de la voluntad de los actores, el límite que marca la ley. Solo cabe permitir la investidura de Mas recurriendo a los procedimientos formales que se quiera o ir a nuevas elecciones. La no investidura ya no es una opción abierta, pues se confunde con la convocatoria de esas nuevas elecciones. Con la carga de responsabilidad que conllevan.