Con motivo del centenario de la creación de la Residencia de Señoritas como grupo femenino de la Residencia de Estudiantes, creada, a su vez, en 1910, esta alberga una documentada y cuidada exposición, sobre aquella, muy bien comisariada por Almudena de la Cueva y Margarita Márquez Padorno. Abarca de 1915 hasta 1936 y más allá, en los años del franquismo aunque, naturalmente, solo como apéndice porque, como cabe imaginar, los fascistas no iban a tolerar un centro de educación superior para mujeres y, como todo lo que tocaban, y tocan, la convirtieron en una farsa, una burla, una triste muestra de la cerrazón mental y el machismo de esa gente.
Año 1910, 1915, los años veinte, treinta, el llamado siglo de plata español, cuando florecían los Garcia Lorca, los del 27, Dalí, Buñuel, (todos residentes), los Juan Ramón, los Machado, Unamuno, Ortega, Azorín, etc., etc., pero también las Victoria Kent, Clara Campoamor, Zenobia Camprubí, Maruja Mallo, María de Maeztu, etc., etc,. Gracias a los esfuerzos de la Junta para la Ampliación de Estudios (JAE), creada en 1907 y presidida por Ramón y Cajal, asistido por el infatigable José Castillejo, foco poderoso de fomento de la ciencia, las humanidades, el saber en general, que becó a cientos de jóvenes investigadores y científicos y subvencionó sus viajes y estancias en centros extranjeros, España conoció en aquellos años una explosión de creatividad que justifica aquel título. A su vez, la JAE, fue el resultado del prestigio de la Institución Libre de Enseñanza, organismo de educación superior que se nutríó con los catedráticos de la central expulsados a partir del siniestro decreto Orovio, dirigido por Giner de los Ríos. Giner introdujo en España las ideas del filósofo alemán Karl Christian Friedrich Krause hoy casi desconocido en su propio país, pero muy influyente en este a través del krausismo que trajo con él Julián Sanz del Río, el maestro de Giner.
La Residencia de Estudiantes y subsiguiente Residencia de Señoritas son resultado del krausismo de la Institución Libre de Enseñanza (ILE). Entre los rasgos característicos de su enfoque filosófico y educativo se contaba en primerísimo lugar la equiparación de las mujeres y los hombres en la educación, cosa revolucionaria en España en donde hasta 1910, precisamente, no se derogó la norma que exigía a las mujeres un permiso especial para estudiar en la universidad. Algunas de las mujeres que accedieron a estudios universitarios en el siglo XIX, como María Goyri o Pardo Bazán lo hicieron en condiciones casi heroicas. Por ejemplo, Concepción Arenal iba a las clases de Derecho vestida de hombre. El krausismo y la ILE querían acabar con esta discriminación y, dicho y hecho, en 1915 nacía la Residencia de Señoritas en un palacete en la calle Fortuny que hoy ocupa la Fundación Ortega-Marañón con el adjunto edificio Arniches, actualmente también en uso.
Antes de seguir, una breve observación para quienes aún no hayan caído en lo significativo y simbólico oculto, latente de este asunto. Residencia de Estudiantes, o sea, de chicos y chicas, ¿no? Ni hablar. Solo de varones. ¡Ah! Pero los términos que acaban en "ante" o "ente" (caminante, viandante, paseante, combatiente, representante) ¿no incluyen a ambos sexos según las gentes que niegan la estructura patriarcal del lenguaje y tachan de "políticamente correctos" con sorna a quienes defendemos lo contrario? Al fin y al cabo, he oído por ahí, esa terminación "ente" viene de ens, entis y no tiene género. ¿Seguro? Entonces ¿por qué las chicas fueron a su propia residencia? Y, sobre todo, ¿por qué no se llamó la nueva casa Residencia de Estudiantes II si no se quería llamarla Residencia de Estudiantas? Obviamente, porque en el primero había estudiantes y en el segundo señoritas. Por si no estuviera claro: el término estudiantes no incluía a las mujeres. Es más, ya veríamos si las mujeres llegaban a estudiantes. De momento y por si acaso, señoritas.
En fin, vamos allá. La exposición está muy bien. Por la Residencia de Señoritas pasaron generaciones enteras de mujeres que formaron una especie de elite de la vida española y hubieran dado mucho más de sí de no haber ganado la guerra los fascistas y nacionalcatólicos: María Zambrano, las mencionadas más arriba, Delhy Tejero, Joaquina Zamora, Marina Romero, Josefina Carabias, Maria Luz Morales, quien, por cierto, crearía en 1931 una Residencia Internacional de Señoritas Estudiantes en Barcelona (estas catalanas, siempre poniendo los puntos sobre las íes: "internacional" y "estudiantes"), África Ramírez de Arellano, Encarnación Aragoneses (Elena Fortún), Ernestina de Champurcin, las hijas de Sorolla o su sobrina. A propósito del autor de ¡Y dicen que el pescado es caro! lucen en la exposición algunos bocetos y bosquejos del propio autor valencianpo y un par de bustos bastante de buenos de su nieta, Helena Sorolla. Debe recordarse, de todas formas, que el asunto no tiene mayor misterio: el pintor vivía prácticamente en la acera de enfrente de Martínez Campos, un poco más arriba, en donde está hoy el Museo Sorolla. Volviendo al personal de la Residencia, allí anduvieron también como docentes ocasionales y conferenciantes personalidades como Ortega, Lorca, Azorín, Alberti, Gerardo Diego, Bergamín, Victoria Ocampo, María Montessori, Marcelle Auclair, Gabriela Mistral, etc. Mucho para la época, aunque muy poco si se compara con la febril actividad de la Residencia de Estudiantes en aquellos años.
Pero hay más. No sin melancolía, hay que reconocer que esta Residencia de Estudiantes, probablemente no hubiera sido posible o lo hubiera sido en menor importancia sin la actividad en España (en 1892 en Santander y 1903 en Madrid, calle de Miguel Ángel) del International Institute for Girls in Spain, fundado por el matrimonio de misioneros protestantes de Massachusetts, William Gurlick y Alice G. Gurlick con la intención de hacer adelantar la condición de la mujer en España. Para los protestantes anglosajones España, último cerril reducto del papismo más fiero, siempre ha sido una tentación. Recuérdese a George Borrow y su viaje a la Península a predicar la Biblia. Y con él, muchos otros, inútilmente dedicados a conseguir que los españoles se aficionasen a la lectura directa de la Biblia (según el ideal evangélico) en lugar de permitir que se la cuenten los curas. Poco conocimiento de los españoles revelaban estas buenas gentes pues, aunque supieran leer (el analfabetismo en España a comienzos del siglo XX era de un 85% de la población), no irían a la Biblia.
El caso es que este IIGS pronto anudó lazos con la JAE y con la Asociación para la Enseñanza de la Mujer (AEM) que algunos beneméritos varones como Fernando Castro, Rector de la Universidad Central, pusieron en marcha en los años setenta del siglo XIX y gracias a la cual se consiguió que, poco a poco, las mujeres fueran accediendo a ciertos oficios y profesiones, considerados propios de su sexo, como el de taquígrafa, mecanógrafa, institutriz y cosas así. Risum teneatis amici: fue un adelanto enorme en la época. La amistad entre Susana Huntington, directora del IIGS, y María de Maeztu que lo sería de Residencia de Señoritas desde 1915 hasta 1936, posibilitó un funcionamiento magnífico de esta (actividades al aire libre, profesorado estadounidense, prácticas de laboratorio, una biblioteca espléndida de más de 14.000 volúmenes) así como el intercambio de estudiantes entre España y los Estados Unidos, con las españolas haciendo estancias en algunos colleges femeninos de la costa Este de los Estados unidos. Todo ello y muchos otros aspectos de esa interesante aventura pedagógica que, luego conectaría con las Misiones Pedagógicas de la República, está muy bien documentado en la exposición con todo tipo de piezas: fotos, manuscritos, diarios, cartas, periódicos, libros, cuadros, etc. Acaba uno muy impuesto de lo que fue la vida y obra del pendant femenino de la Residencia de Estudiantes.
La historia de la citada María de Maeztu, en el fondo, condensa el drama vivido por esta institución desde el fin de la guerra civil. De Maeztu dimite en septiembre de 1936, al comienzo de la guerra civil, conmocionada por el asesinato por los republicanos de su hermano Ramiro, con cuyos ideales tradicionalistas comulgaba porque, aunque aplicaba los principios krausistas en la Residencia, ella era mucho más conservadora en su actitud. Exiliada luego en la Argentina, a donde intentó trasladar la ILE y la Residencia, no lo consiguió y la muerte la sorprendió a mediados de los cuarenta, preparando su vuelta a España pues ella, a diferencia de otras mujeres alumnas o profesoras de la Residencia, como María Zambrano, Zenobia Camprubí, María Teresa León, etc, podía volver sin temor a represalias.
Muchas de aquellas residentes se exiliaron, otras se sumieron en un exilio interior y tardaron mucho en reemerger, como Josefina Carabias y otras, por fin, colaboraron con la Dictadura desde el primer momento como la que fue su primera directora en el franquismo, Matilde Marquina García, residente entre 1932 y 1934 que aceptó la tarea de fascistizar la casa y depurarla de personal "desafecto". Muy amiga de Pilar Primo de Rivera, convirtió la Residencia en el Colegio Mayor femenino Teresa de Cepeda, en el que se impartían cursos de la Sección Femenina de la Falange. Merece la pena comprobar el contraste entre las fotos anteriores a 1936 y las posteriores a 1940: falangistas de camisa azul brazo en alto con el correspondiente cura también con el saludo fascista por si alguien se olvida del papel que correspondió a la Iglesia en la Sagrada Cruzada contra el comunismo y la masonería y los cuarenta oprobiosos años posteriores.
Merece especial atención el acopio de obra gráfica de la exposición, tanto por los fondos que allí fueron depositándose de artistas ajenos como por la obra que se guarda de las propias rsidentes. singularmente Maruja Mallo, de la que hay abundante obra, como su famosa verbena y algunas otras piezas con evidentes rasgos surrealistas. Igualmente hay bastante de Delhy Tejero incluido un curioso autorretato. Destaca un interesante retrato de María de Maeztu pintado por su otro hermano, Gustavo, republicano y anticlerical. Algunas piezas de influencia cubista y bocetos para escenografías de Victorina Durán. Igualmente un magnífico retrato de María Zambrano por Gregorio Toledo y los citados bronces de Helena Sorolla, Saeta y un busto de su abuelo.
El lado femenino de la Generación del 27, del Siglo de Plata, otra ocasión que pudo ser pero, como siempre en España, no fue.
La exposición merece la pena. En algún lugar (un vídeo, creo) hay una cita de Carmen Martín Gaite que, con su fino ojo de novelista, cuenta cómo de chica le gustaba ver aquellos rostros alegres de las muchachas del pelo corto (llevar el pelo corto también fue un derecho que las mujeres tuvieron que conquistar) y añade con esa trágica sencillez que la caracterizaba: "las pobres no sabían lo que les esperaba".