Los socialistas están muy nerviosos. Los sondeos les son desfavorables y los datos apuntan, en efecto, a un batacazo. Ya no se andan con remilgos y han sacado a sus mayores y jenízaros a arremeter contra el enemigo. Felipe González, o lo que queda de él, da gritos tan histéricos como los de Sánchez hablando de la reproducción de la pinza de los años 90. Vale. En aquellos años, a juicio de Palinuro hubo, en efecto, una pinza entre los comunistas de IU y el PP contra el PSOE. Pero se daba una diferencia esencial: el PSOE estaba en el poder y los otros dos, en la oposición. Ahora el PSOE está en la oposición, aunque, en realidad, habría que decir que ni en la oposición está porque este guiñapo de partido que Rubalcaba dejó en herencia a su alter ego, Sánchez, ni oposición es capaz de hacer. No es capaz de hacer nada.
Efectivamente, al PP le interesa vencer al PSOE, por supuesto.También le interesa a Ciudadanos. Y a Podemos. Y a IU. Naturalmente. Esto es una campaña electoral en la que todos quieren ganar, como es lógico. Están en su derecho. También el PSOE quiere ganar y, desde luego, a costa de los demás. Son las reglas del juego. En los años 90, la pinza se dio durante toda la legislatura, era un acuerdo de fondo entre IU y el PP y no en la campaña electoral. Ahora es otra cosa. Siendo una campaña electoral, lo lógico es que cada contendiente trate de maximizar sus beneficios y vencer a los contrarios. Carece de sentido enfadarse porque Podemos intente desplazar al PSOE y ponerse en su lugar, como si fuera algo inmoral o injusto. ¿Acaso no quiere el PSOE desplazar a Podemos? Y al PP y a Ciudadanos. Es lo natural. ¿Qué hay de injusticia aquí? Si el PSOE no quiere que los demás le ganen y lo dejen fuera de juego como, al parecer, están haciendo, tendrá que reaccionar y conseguir ganar él. No lloriquear como un crío porque todos los demás chavales del barrio se han aliado en su contra.
Pero ¿qué sucede? Simplemente, que no puede. Efectivamente, Rubalcaba, que ya recibió un PSOE muy dañado, acabó de hundirlo con sus políticas de derechas y cuando lo hundió de todo con el peor resultado electoral de su historia, cedió el paso al relevo, pero no a alguien que pudiera remontar, vigorizar el partido, sacarlo del marasmo y la atonía, sino a una hechura suya, un hombre a su sombra sin ideas, sin fuerza, sin personalidad. A Sánchez.
Tómese nota de un dato: ¿por qué va la gente a votar a un partido que en cuatro años del gobierno más golfo, corrupto, inútil y autoritario que ha tenido España ha sido incapaz de hacer oposición? ¿Qué ha hecho el PSOE en estos cuatro años para que la gente esquilmada, reprimida, menospreciada, despojada de sus derechos confíe en él? En cuatro años de un gobierno de ladrones que ha hecho pagar los costes de la crisis a los más desfavorecidos, el PSOE ha sido incapaz de presentar una moción de censura. Incapaz de oponerse a los atropellos de un partido que es una asociación de presuntos delincuentes, incapaz de exigir en serio la dimisión de un presidente indigno, acusado de haber cobrado sobresueldos de procedencia dudosa. Incapaz de oponerse y denunciar a una banda de ladrones y sinvergüenzas.
¿Y por qué se ha producido esta evolución negativa hacia la complicidad con la derecha más reaccionaria del viejo partido de Pablo Iglesias? Porque hace algunos años que dejó de ser el "viejo partido de Pablo Iglesias" para convertirse en un club de enchufados, arribistas, clientes y banderías, una organización de intereses creados. Ya había empezado en tiempos de Felipe González con aquellos majaderos llamados "la gente guapa", parásitos de derechas que se colaron en las filas socialistas a forrarse, a veces con medios delictivos. Pero en los gobiernos de Rodríguez Zapatero está tendencia se exacerbó y el partido pasó a ser un cortijo de amigos y paniaguados, dedicados a sus tejemanejes mientras la gente empezaba a pasarlo mal con una crisis que aquel lumbreras de León no previó, ni vio, ni entendió y se limitó a negar contra toda evidencia. La única diferencia entre este corral de enchufados y los de la época final de González fue que ahora, los enchufes eran paritarios y había tantos enchufados como enchufadas. Pero el partido había dejado de existir, convertido en una agencia de colocación de amigos y clientes que sostuvieran el poder de los distintos barones. Llevaba -y lleva- decenios desconectado de la realidad de la gente, en complicidad con lo más sórdido de la derecha nacionalcatólica (que alguien como Fernández de la Vega haya sido vicepresidenta del gobierno ya lo dice todo) y seguidor de las doctrinas neoliberales.
Y ahora se queja de que la izquierda emergente le coma el terreno y dice que se repite la pinza. Es muy difícil que alguien se deje ya engañar por este discurso de funcionarios y burócratas solo atentos a sus privilegios, sus carreras y no al bien común. Podemos ha fagocitado a IU y ahora está haciendo algo parecido con el PSOE. ¿Qué sentido tiene que el PSOE acuse a Podemos de hacer lo que está en la naturaleza de las cosas y él mismo haría si pudiera? Ninguno. Si el PSOE no quiere ser laminado por Podemos y los demás partidos tendrá que articular un discurso que lo haga más atractivo que ellos para el electorado. Y ahí está el problema: no lo tiene. Entre la derechización del partido por el binomio Rubalcaba/Sánchez, que lo han convertido en monárquico, servidor de la Iglesia y centralista jacobino y la incapacidad de los grupos de amigos y enchufados que controlan el partido, este no tiene nada que proponer.
Pongo un ejemplo significativo. Hace seis meses tanto Podemos como el PSOE eran contrarios a un referéndum de autodeterminación en Cataluña. El primero disimuladamente y el segundo de modo rotundo. Luego de las elecciones catalanas en las que los dos pincharon, Podemos rectificó y ahora se compromete a organizar dicho referéndum en cuanto pueda. El PSOE, en cambio, no se ha movido y sigue uncido al carro centralista del PP, incapaz de entender que, debidamente explicada a la gente, esa propuesta de referéndum tendría mucho apoyo en España porque, a la vista está, es lo más sensato que puede hacerse.
Pero el PSOE, sumado al nacionalismo español más obtuso e intransigente no entiende esto. En realidad, no entiende nada justo cuando las cosas están más graves. Así como los españoles se enfrentan al vértigo de quedarse sin país por culpa del señor de los Sobresueldos, los militantes socialistas afrontan el aciago vaticinio de que el antiguo partido de Pablo Iglesias, el de verdad, desaparezca. Es lo que tiene cuando se entrega el mando de un país o de un partido a dos inútiles. Cómo estarán las cosas que, en el fondo, puede decirse que el debate a dos entre Rajoy y Sánchez el próximo lunes es un favor que el primero hace al segundo.