En dos días Rajoy ha hablado con más políticos ajenos al PP que en sus cuatro años de gobierno. Estos independentistas catalanes van a acabar consiguiendo que en España reviva la gloria del Imperio y el orgullo de la raza.
El presidente del gobierno, siguiendo su natural querencia, empezó por llamar a La Moncloa a los suyos, Sánchez y Rivera, gente de orden. Alguien debió de decirle que no estaba bien dejar fuera a Iglesias, pues luego va largando por los platós. Y algún otro le forzó la mano para que llamase asimismo a Garzón y Duran. Fuera se quedó Rosa Díez, sin duda porque, siendo mujer y no del PP, para Rajoy es perfectamente invisible. En cuatro años no se ha molestado en pronunciar bien su apellido, que es Díez y no Díaz, como dice él, no por ignorancia, sino por afán de humillar. Ninguno de los cinco machos convocados ha dicho ni pío sobre la exclusión de Díez, lo que permite calibrar su sinceridad cuando hablan de igualdad de género. Lógico: no están para tonterías políticamente correctas sino para atender a la Patria en peligro y forjar una unión sagrada en su defensa, un verdadero movimiento nacional, que es cosa de hombres, con el que el genio de La Moncloa aspira a ganar de nuevo las elecciones, como su inspirador ideológico, Franco, ganó una guerra civil.
Se acabaron los disimulos. Nada de votos, escaños, elecciones, plebiscitos, porcentajes, mayorías, minorías. Los independentistas no pueden salirse con la suya aunque alcanzaran el 100 por ciento de los votos y de los escaños, porque no. Todo lo demás, sobra. Unión sagrada nacional que, por cierto, han roto estos bellacos de la izquierda valenciana. Nada de contemplaciones: ley, orden, constitución, soberanía, una, grande libre y, si la cosa se complica, prohibición, inhabilitación, represión, prisión y lo que sea menester. Desde luego, todos estos guerreros están dispuestos a hablar cuanto haga falta con los soberanistas catalanes siempre que depongan su actitud, haciendo a un lado la experiencia obvia de que, cuando deponen su actitud, nadie habla con ellos. En todo caso, para amenazarlos o llamarlos nazis.
La melopea del PP y su jefe es siempre la misma: los independentistas han de acatar la ley y las decisiones de los tribunales. Que sea la misma ley que Rajoy y el PP cambian cuando, como y donde les da la gana sin consensuar nada con nadie, y los mismos tribunales con militantes de su partido, no es óbice para aplicárselas a los catalanes, según el principio del embudo. Felices de esta ocasión, las derechas neofranquistas encaran unas elecciones en las que no se hablará de cuánto han robado y cómo han destrozado el país, sino de la integridad territorial de la sagrada Patria.
El discurso de C's es idéntico al del PP: ley y tentetieso. El mimetismo de estos con el partido de Rajoy es tan completo que, según parece, también Ciudadanos tiene las cuentas poco claras. Quería presentarse como el relevo de una derecha corrupta pero, según parece, no podrá ser. Además, quizá ni sea necesario: la defensa de la gran nación española pondrá sordina a los escandalazos de corrupción de esta asociación de presuntos malhechores muy patriotas.
El PSOE matiza su triste papel de comparsa de la derecha neofranquista balbuceando algo sobre una imprecisa reforma de la Constitución que los socialistas saben de sobra que jamás conseguirán. Y, caso de conseguirla, tampoco serviría para nada porque la dinámica constituyente catalana está en otra galaxia. Es una pena que, incapaz de encontrar ideas nuevas para un tiempo nuevo, arrastrado por la inercia y el reaccionarismo de su cogollo dirigente, sea este centenario partido el que más vaya a padecer las consecuencias de esta confrontación.
Podemos habla de referéndum catalán vinculante mientras se bizma los chichones de las elecciones catalanas. Trata de ganarse las simpatías en el campo españolista asegurando que es el mejor modo de conservar la unidad de España, creyendo quizá que va a engañar a los descendientes del caudillo que lo era por la gracia de Dios. En todo caso, tendrá que aclarar si se encuadra en el frente nacional o no. Todavía no han gobernado y ya están metidos en el baile de las medias verdades y las medias mentiras.
Hasta Garzón defiende la unidad de España frente a las termitas catalanistas porque, ha descubierto que Rajoy y Mas tienen los mismos intereses: ocultar sus vergüenzas. El hecho de poner a Mas a la bajura de Rajoy, como hacen también el PSOE y Podemos, es la prueba definitiva de que la izquierda española no ha entendido nada del independentismo catalán, que no es cosa de una persona, un grupo o una pandilla, sino otro movimiento nacional, pero popular. Y, desde luego, una revolución.
Duran, supongo, acudirá a La Moncloa a pedir cristiana clemencia con los que desea ver vencidos.
Y Díez, cuya oposición al nacionalismo catalán ha sido siempre frontal, al verse excluida por el patriarcado, a lo mejor acude a los tribunales. No sería disparatado.
Este intento de fraguar un frente nacional no servirá para nada porque solo tiene una funcionalidad simbólica. Pero su consecuencia será muy real: uncir a los demás partidos, empezando por el PSOE, al carro de la derecha y hacerlos corresponsables de los dislates que esta continuará cometiendo. Resulta curioso cómo la oposición, en especial el PSOE, no entiende que, al sumarse a la polarización y la confrontación, admite carecer de discurso propio frente al independentismo y que, por lo tanto, ya ha perdido.
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Actualización en el curso de la mañana. Rajoy ha vuelto a corregir su metedura de pata y ha hecho llamar a Rosa Díez. Pero el encargo ha correspondido a la vicepresidente Soraya Sáenz de Santamaría porque, para los machos como él, las cosas de mujeres deben tratarlas mujeres. Fue Sáenz de Santamaría también quien llamó a Garzón quizá porque, para los españolazos de bien, los comunistas tienen un punto sospechoso, como de afeminamiento. En fin, es lo que hay en La Moncloa al frente de los destinos de este país en lo que quizá sea el momento más grave de su historia reciente.
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Actualización en el curso de la mañana. Rajoy ha vuelto a corregir su metedura de pata y ha hecho llamar a Rosa Díez. Pero el encargo ha correspondido a la vicepresidente Soraya Sáenz de Santamaría porque, para los machos como él, las cosas de mujeres deben tratarlas mujeres. Fue Sáenz de Santamaría también quien llamó a Garzón quizá porque, para los españolazos de bien, los comunistas tienen un punto sospechoso, como de afeminamiento. En fin, es lo que hay en La Moncloa al frente de los destinos de este país en lo que quizá sea el momento más grave de su historia reciente.