Buckingham Palace April, 26th. 2015
La Moncloa. Spain.
Estimado señor Mariano R. Brey: Envío a usted esta carta traducida al español porque, según mis noticias, no lee usted el inglés. Me fastidia, no crea, porque, dado su contenido, exige confidencialidad y, aunque estoy absolutamente segura de la discreción de mi traductor, nunca se sabe, ¿verdad? Por cierto, también me han dicho que, además de no saber leer inglés, tampoco sabe usted leer español. Pero me malicio que esas deben de ser las inevitables habladurías envidiosas que acompañan siempre a la gente grande.
Paso al asunto que nos ocupa. He esperado unos días por si, a la vista de los hechos, su gobierno tomaba alguna decisión a propósito de ese señor que tienen ustedes aquí a título de embajador. Pero veo que pasa el tiempo y no hacen ustedes nada. Así me dije: “Mira, Liza, escribe directamente al señor Brey. Seguramente se habrá distraído. Como está tan ocupado…
En Inglaterra, señor Brey, estamos acostumbrados a tratar con todo tipo de pillastres y no se nos caen los anillos. Pero son nuestros pillastres, ¿entiende? No ajenos. De esos tenemos poca experiencia y menores deseos de verlos por aquí. Me he informado suficientemente sobre su embajador en la corte de Saint James: tampoco sabe mucho inglés (aunque más que usted), es de estatura moderada, moreno, de crespo cabello, fanfarrón, violento, mal encarado, vocinglero, cuenta chistes verdes, dice ser muy religioso, es arbitrario, incompetente y presuntamente aficionado a los chanchullos. Mis informadores coinciden en declararlo un español típico pero estoy segura de que se dejan arrastrar por los prejuicios de la Leyenda Negra, que tanto y tan injusto daño a hecho a España.
De todas formas, para evitar disgustos, ¿por qué no relevan ustedes a este héroe de Perejil y nos envían a alguien normal, de esos de la carrera diplomática? Por ejemplo, al dramaturgo Ramírez de Haro.
Según parece, además de haber tenido una bochornosa actitud en un accidente de aviación de un Yak 42 ruso, en el que perecieron 62 compatriotas suyos, recientemente se ha descubierto que, siendo el hoy embajador diputado, y sometido a estricta incompatibilidad, cobraba un dineral de una empresa que luego recibía contratas públicas adjudicadas por su partido. Aquí, en Inglaterra tenemos nombres muy duros para esos sujetos. Pero somos los ingleses, ya se sabe, puritanos. Ustedes los papistas lo tienen más fácil: cometen tropelías, luego van al cura, se arrepienten y ya pueden volver a empezar.
Aun así, haga un esfuerzo, póngase en mi lugar. Debo guardar las apariencias. Le sugiero busque un destino más apropiado para este pájaro. ¿Por qué no en Jamaica, por ejemplo?
Y ya en el seno de la confianza, aprovechando este momento distendido entre usted y yo, permítame añadir mi preocupación por un par de asuntos más.
Según mis noticias, ha repetido usted una mítica hazaña de cuando era vicepresidente del gobierno del señor López y ha enviado usted a pique en alta mar, pero cerca de sus costas, un buque petrolero cargado de fuel, confiando en que su cargamento se convertirá en hilillos de plastilina, gracias a la intercesión de Santa Teresa de Jesús. No sabe qué tranquila me siento. Muchos británicos que planean pasar sus vacaciones en las Canarias me han escrito alarmados. Supongo que puedo tranquilizarlos, ¿no? La Santa convertirá el chapapote en aguas limpias y cristalinas que dirían “bebedme” de no ser saladas.
Igualmente, nuestro ministro presidente de Gibraltar, señor Fabián Picardo, me ha pedido que interceda ante usted para que su ministro de Asuntos Exteriores, señor Margallo, al parecer lo que ustedes llaman un africanista, deje de incordiar con la Roca, que ustedes llaman Peñón. Dicho queda. Estoy segura de que sabrá usted domeñar el encendido patriotismo de su colaborador. Tenga en cuenta que en Gran Bretaña protegemos los intereses de todos nuestros súbditos. Incluidos los monos de Gibraltar.
Algunos asesores me han recomendado que no le escriba una carta tan larga para que no se fatigue usted y le quede tiempo de leer el Marca. Que lo redujera a un whatsap porque en esto de las nuevas tecnologías está usted muy impuesto. O un SMS que dijera: “Brey, sé fuerte. Actúa. Destituye”. Pero yo sé que dada su probada voluntad y entrega al servicio de su país, aceptará usted de buen grado los consejos de esta veterana reina que lo aprecia. Sobre todo, ahora que se enfrenta usted a unas elecciones.
Los reyes y reinas británicos tenemos prohibido inmiscuirnos en política. Pero solo en Gran Bretaña. En el extranjero, somos libres, por eso y porque sé que mi primo, Felipe VI de España, tan descendiente de la Reina Victoria como yo, muy respetuoso con los límites constitucionales, no lo hará, me atrevo a sugerirle una inmejorable vía de actuación.
Además de destituir a este embajador que deja la marca España en muy mal lugar, proceda usted a apartar de la política a todos los personajes de su partido ya condenados, procesados, acusados, imputados o sospechosos de corrupción empezando por usted mismo. Sí, señor Brey, inclúyase usted en la relación de los grandes primeros ministros, los Palmerston, Gladstone, Disraeli, Churchill, capaces de sacrificarse cuando la patria lo exigía. Disuelva usted el parlamento y convoque elecciones anticipadas. Por lo demás, deje que sean los jueces quienes decidan si también corresponde o no disolver su partido, el Partido Popular, como una presunta asociación de malhechores.
Estoy segura de que si atiende usted a mis humildes sugerencias, se fortalecerá la tradicional amistad entre nuestras dos naciones. Serán fraternales.
(La imagen es una foto del ministerio británico de Defensa, con licencia abierta del gobierno británico "© Crown Copyright 2015").