divendres, 23 de gener del 2015

La cuestión candente.


Xavier Vidal-Folch (2014) Cataluña ante España. Madrid: La catarata (143 págs.)

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 En 2013 Palinuro reseñó otro libro del mismo autor y la misma editorial en un post titulado El dret a decidir. Gran parte de lo que allí se decía podría repetirse de este nuevo trabajo de Vidal-Folch. Gran parte, pero no todo y menos aun en cuanto al ánimo o espíritu que rezuma el texto. Desde aquella obra hasta esta ha pasado aproximadamente año y medio y, la verdad, es que es poco lo que ha cambiado la naturaleza del problema o conflicto objeto de estudio, esto es, las relaciones de Cataluña y España. Parece haber cambiado algo más el propio autor. Si en su libro anterior mantenía una actitud relativamente equilibrada entre los dos nacionalismos enfrentados, el español y el catalán, aun propugnando una solución unionista al conflicto bajo la forma del federalismo, en este parece haberse descompensado un poco. No es que haya aumentado su simpatía por el nacionalismo español, con el que sigue siendo muy crítico, pero sí parece haber crecido su animadversión al catalán, que presenta no solamente como equívoco, ambiguo, proclive a la ilegalidad, sino también, lo más grave, inepto, fracasado y empecinado en seguir fracasando a toda costa, con desprecio hacia los perjuicios que su obstinación provoca.

En realidad, con esta segunda obra, parece como si el autor respondiera a la pregunta de la primera (¿Cataluña independiente?), no porque se haya producido un mejor encaje de aquella en España ya que, por el contrario, viene a decir que las cosas están peor que nunca; no tampoco porque el gobierno y el partido que lo sostiene hayan sido capaces de reconducir la cuestión catalana y tratarla con la habilidad y la capacidad de gestión que requiere, sino porque las circunstancias no lo permiten y el nacionalismo catalán, fracasado en su  intento, no ha hecho otra cosa que empecinarse, enrocarse, mantenella y no enmendalla, huir hacia delante. Hacia la catástrofe o el choque de trenes que el autor decía en su primera obra que había que evitar.

En  esta otra, parece haber subido algunos puntos la hostilidad de Vidal-Folch hacia el independentismo catalán y también su impaciencia. Dedica un primer y largo capítulo a desgranar con detalle y competencia los aspectos económicos del problema y revisar algunos prejuicios: España ya no es una ruina y Cataluña tampoco tan eficaz y próspera como se suponía y, por supuesto, con la independencia no le iría mejor sino peor (p. 35). Esta idea recorre el libro, predicada no solamente del comercio sino de otros aspectos, como las relaciones bancarias (p. 108) y, desde luego, las posibilidades de supervivencia en la Unión Europea (pp. 112 y ss.).

La independencia, viene a decir el autor, no interesa a los catalanes y el independentismo, sea el burgués y moderado de CiU o el más radical de ERC, deja mucho que desear en punto a responsabilidad política, sentido común, honradez de actuación y conciencia democrática. La idea básica viene a ser que el objetivo independentista, perversamente disfrazado para no asustar, pero calculado, llevado adelante con medios demagógicos, estilo Assemblea Nacional Catalana (p. 139), descansa asimismo en la demagogia del "España nos roba", propagada por "unos medios subvencionados" (p. 122). Y, la verdad, suena un poco a soga en casa del ahorcado. ¿No podría decirse que el discurso antiindependentista es de esperar en un medio como El País, en el que trabaja el autor y que está, a su vez, según mis noticias, sostenido financieramente por el gobierno central?

El planteamiento general del libro produce cierta incomodidad. Vidal-Folch conoce a fondo la cuestión, es competente y está documentado. Pero algo no encaja. Sin duda critica el centralismo y la cerrazón del obtuso nacionalismo español que este gobierno representa (p. 69 y ss) y no hace concesiones. Pero da la impresión de cargar injustamente toda la culpa del desencuentro sobre el catalán que, por las razones que sean (básicamente ignorancia y demagogia) ha abandonado su viejo y productivo anclaje español para lanzarse a una aventura sin sentido.

Y aquí está, a mi entender, el meollo de la cuestión, apenas esbozada en la obra, pero que no escapará a quien tenga experiencia y sepa de qué se trata. Veamos: la independencia de Cataluña es un dislate, un enorme perjuicio económico, un desatino desde el punto de vista de las relaciones internacionales, es inconveniente y desaconsejable porque, además, en nuestro moderno mundo de hoy "la independencia no existe" (p. 118). Los catalanes debieran entenderlo así entre otras cosas porque, en último término, se enfrentarían a "una resistencia numantina". Está dicho como al desgaire en la página 120, pero está dicho y también insinuado en otras partes. Lectura real: catalanes, no os molestéis porque España no va a dejaros marchar. Punto.

Vidal-Folch tiene la mejor opinión de la tercera vía, entendida como un modelo de federalismo desarrollado por el PSOE, un federalismo asimétrico que las gentes, en lugar de ignorar, harían bien en estudiar y aplicar porque es muy prometedor (pp. 80-85). No siendo eso, el autor rechaza todos los demás argumentos a favor de la secesión (el Canadá, Escocia, las recientes independencias europeas, etc) y, si bien reconoce el derecho de los catalanes a votar (o sea, el derecho a decidir) (p. 137), cree que los independentistas han puesto "el carro delante de los bueyes" (p. 129) y el gobierno y el nacionalismo españoles son incapaces de arbitrar una solución viable si no es la federal (p. 142).

En resumen: aunque con altibajos e insuficiencias, Vidal presenta una argumentación profederalista de la cuestión catalana (que, en realidad y con razón, considera cuestión española), pero, a juicio de este crítico, tiene una visión localizada, parcial, insuficiente, incluso tecnocrática del problema. Habla de bancos, organismos, partidos, gobiernos, autoridades, tribunales, parlamentos, medios, empresas, comercios. Sus razones están mejor o peor traídas y sus argumentos suelen llevar marchamo de experto. Pero falta algo esencial en su reflexión: la gente.

El nacionalismo catalán ha desembocado en un amplio movimiento popular, cultural, transversal, general. Se ha convertido en una reivindicación social ampliamente compartida que ha generado un imaginario colectivo de construcción nacional de carácter emancipatorio. Empeñarse en que un movimiento de este tipo tenga en cuenta cuestiones de contabilidad bancaria, de balanza de pagos, de interpretaciones jurisperitas y de interpretación de las normas positivas equivale a intentar calmar la furia del mar con una espumadera.