divendres, 12 de desembre del 2014

Catalanes: habla el Rey.


Hace unos días, en una reunión de alcaldes del PP en Barcelona, Rajoy anunció su propósito de aumentar la presencia del Estado en Cataluña. Preguntaba el quisquilloso Palinuro qué quería decir esto. Empieza a estar claro. Ayer, el Rey, el jefe de ese Estado, se desplazó a Barcelona, a recibir la medalla de oro de la patronal catalana, Foment del Treball Nacional, la organización empresarial más antigua de Europa, a la que la prensa nacional llama "Fomento del Trabajo", ignorando ese "nacional" que, viniendo de Cataluña, es sospechoso. Acudieron al acto 160 empresarios catalanes, otros peces gordos de la patronal y varios políticos, mayormente de CiU. Acompañaba al Rey, que habló en español y catalán, el ministro del Interior a fin, sin duda, de hacer presente el Estado en sus dos más visibles atributos, la majestad y el garrote, para que nadie se llame a engaño. Speak softly and carry a big stick recomendaba el primer Rossevelt, Theodore, el rough rider. Y ese sabio consejo rige aquí. Suaves palabras y un buen garrote en forma de Ley de Seguridad Ciudadana, más conocida como Ley Mordaza, recién aprobada en esa cámara de silencios y aplausos llamada Congreso de los diputados.

Por cuanto se ve, el nuevo Rey viene a ser una especie de mandado o chico de los recados del presidente del gobierno. Este se lo llevó a México, a ese pintoresco guateque de la Cumbre Iberoamericana en Veracruz en donde, como siempre, lo más noticioso son los países que no asisten. En esa cumbre y en una reunión de empresarios, el Rey recitó de coro el discurso triunfalista del gobierno: España está saliendo de la crisis, crece más que nadie, tira de Europa y es un sitio fantástico para invertir porque los costes laborales unitarios son muy razonables; vulgo: porque los salarios están por los suelos.

Superada con éxito la prueba, Felipe VI, el Estado, recibió el encargo de aparecer en Cataluña en todo su esplendor ante una escogida representación de los suyos. A decirles ¿qué? Otra vez el discurso del gobierno: estamos mejor juntos, Cataluña es grande cuando España es grande, la Constitución, marco de concordia fraternal y garantía del Estado de derecho que reconoce a morir la singularidad catalana, aunque a veces hayan podido cometerse errores puntuales, errar es humano, que serán corregidos sin duda con garantías de éxito. Apuntalaba la remozada doctrina nacional española el presidente de la patronal catalana, Joaquim Gay de Montellá, pidiendo diálogo, negociación y pacto. ¿A quién? ¿Al Rey? No. Al pobre Artur Mas que estaba allí junto a  un par de conmilitones, todos con las orejas gachas pensando que eso es exactamente lo que les piden a ellos los soberanistas catalanes que, por cierto, con eso de que suelen ser republicanos, no estaban allí a recibir la ducha de esencias patrias nacional-españolas.
 
Desde otro punto de la geografía hispana, Rajoy inauguraba la nueva campaña de comunicación de La Moncloa, ya enfilando el año electoral, o campaña de Propaganda 2.0. Lo hace con gran habilidad dialéctica y trémolos poéticos, como si hubieran cambiado a Arriola por Manuel José Quintana. No es que estemos saliendo de la crisis, no. Es que la crisis ya es historia. Los brotes verdes son ya gigantescs baobabs.  Y, como le han dicho que el juego de las macrocifras no engaña ni a las figuras del museo de cera, asegura que las familias detectan ya la mejora en sus nóminas, bolsillos, mesas y fiestas de cumpleaños. No basta con mentir de lejos; hay que mentir de cerca también. Hay que probar a la gente que ve lo que no ve y tiene lo que no tiene. Lo complementa ese inenarrable presidente de Madrid para quien el problema de los niños en su comunidad no es el hambre sino la obesidad. 
 
Por si acaso el personal se mosquea y piensa que la propaganda 2.0 es una tomadura de pelo, también habló a los catalanes el ocupante del sidecar del Rey, como catalán y ministro de la cachiporra, recordando a los empresarios que el gobierno tiene como interés primordial al progreso de Cataluña. Es un respiro porque este mismo ministro afirmaba hace días que una Cataluña independiente sería pasto de la delincuencia organizada y las mafias extranjeras, siendo obvio que es mucho mejor serlo de las nacionales. Cosa que no sucederá, gracias a la intercesión de varias Vírgenes que el ministro tiene condecoradas y a la aprobación ayer de la Ley Mordaza, una ley de seguridad ciudadana en el más recio espíritu de la Ley de Orden Público de la Dictadura.
 
Así se hace la patria, sin duda. Esta es la cara del Estado en Cataluña y, por cierto, en el resto de España. El Rey ha hablado y ha puesto en palabras los silencios de Rajoy.
 
Ahora le toca a Mas aclarar si se inclina por el acuerdo o pacto con el Estado o con el resto del soberanismo, singularmente Esquerra Republicana. La primera opción tropieza con el inconveniente de que es el propio Estado el que niega que haya terreno para el pacto. La segunda el de una posible subalternidad del nacionalismo burgués frente al republicano.
 
Por último: lo importante no es lo que se dijera en esa reunión de empresarios a repartirse premios. Lo importante es lo que hayan hablado después.