Falta ya poco para declarar alguna forma de proscripción de Artur Mas que en esto rivaliza con éxito con Pablo Iglesias. Ambos están en la diana de la agresividad sistémica, aunque por motivos distintos y en diferentes circunstancias. Ambos coinciden objetivamente: son un grano en el ojo del Cíclope. Pero no subjetivamente. De momento gana Mas por puntos porque no se ve limitado a hablar como el otro sino que hace.
Fabulosa la capacidad de Rajoy para decir sinsorgadas con aspavientos amenazadores. Mas ha dado un paso más hacia ninguna parte truena el tribuno. El tropo es diáfano: Mas y, con él Cataluña, está de viaje a ningún sitio. En castellano vulgar: el destino que se marca, la independencia, es inalcanzable, no existe, no está en ninguna parte. O sea es una utopía en el sentido más estrictamente etimológico del término. La independencia es una utopía. Sin embargo, Mas ha presentado una hoja de ruta con un cronograma bastante verosímil que desemboca en la independencia con o sin DUI en 18 meses.
Sí, dirá Rajoy, lo minucioso del plan no lo hace menos utópico. Fourier tenía contabilizados hasta los pupitres de cada falansterio. El detalle técnico es puramente estético porque aquí lo que cuenta, queridos catalanes, es quién tiene el poder. Cuenta el poder. Quizá sí y quizá no. Tampoco iba a celebrarse la consulta del 9N y se celebró. El Estado no pudo impedir que Cataluña realizara un acto de soberanía de hecho en su territorio. O sea, el Estado no garantiza el cumplimiento de la ley en todo el suyo. Y, si es así, ¿cómo piensa Rajoy parar las elecciones autonómicas anticipadas sobre las que no tiene competencias? Y ¿cómo la posterior convocatoria de un referéndum?
Al pobre Mas le llueven las querellas, las amenazas, los gestos torvos. Si Rajoy le advierte de que no va a parte alguna, Pedro Sánchez lo acusa de fracturar aun más la sociedad catalana. O sea: además de no ir a ningún sitio, Mas lleva el pasaje "fracturado". Put the blame on Mas, boy. Vive el cielo que este Mas es un irresponsable total. Y, al parecer, los partidos políticos, la sociedad civil, las asociaciones culturales, los ayuntamientos, parte importante del clero, del empresariado, las profesiones, las universidades, los clubs deportivos catalanes son una manada de borregos sin criterio ni juicio, una riada de ratas que se dejan embaucar por un flautista de Hamelin. Es lo que se llama un juicio profundo.
Inviértase la carga de la prueba y respóndase a la pregunta siguiente: para que Mas no diera más pasos en falso y dejara de fracturar la sociedad, ¿qué tendría que hacer? Exactamente, ¿qué? ¿Callarse?