dijous, 13 de novembre del 2014

La nada.


En algo decía verdad Rajoy cuando, en campaña electoral, alababa sus méritos. Aseguraba ser una persona previsible. Lo hacía para subrayar esquinadamente que Zapatero o Rubalcaba eran imprevisibles, como dos buenas cabezas de chorlito y afianzar la idea de que lo previsible siempre es bueno. Era una verdad basada en dos falsedades: en primer lugar, ZP y Rubalcaba eran tan previsibles como él y, en segundo, eso de que lo previsible sea siempre bueno no es cierto; basta con verlo a él. Pero, sí, es muy previsible. Tanto que ya habíamos adelantado su comparecencias en Palinuro ayer y antes de ayer y nos equivocamos en bien pocas cosas.

Rajoy hizo y dijo en su comparecencia lo que todo el mundo se esperaba: nada. No sé si se pactaron las preguntas pero sí las respuestas, que se atuvieron tan estrictamente al patrón previsible que, en realidad, fue una y la misma respuesta. La consulta no es consulta, sino un simulacro carente de efectos jurídicos. No es un argumento sino un juicio necesitado de argumento. Aporta el presidente dos: uno es que careció de garantías democráticas. Como argumento es injusto. En lo que dependió de la Generalitat, las garantías fueron irreprochables; en lo que no dependió de la Generalitat fue por el juego sucio del gobierno, que se negó a facilitar el censo.

El segundo argumento parece cosecha del presidente. Votaron 2,2 millones de catalanes y 4,8 se quedaron en casa. Su obvia voluntad es apropiarse de esos 4,8 millones. Se sirve de una fórmula pomposa: tres de cada cuatro catalanes no quieren la independencia. Perfecto. Tres de cada cuatro españoles no quieren ser gobernados por Rajoy y Rajoy gobierna con mayoría absoluta, absolutísima. ¿La diferencia? Está en la legalidad, ciudadano. La realidad es indiferente. Si la legalidad no la contempla, la realidad no existe. Eso suena. Si la crisis no se menciona, la crisis no existe; si no se pronuncia el nombre de Bárcenas, Bárcenas no existe; ni Rato; ni los sobresueldos; ni la corrupción.

¿Qué se puede hacer ante esta actitud? Nada. ¿Que se está haciendo? Exactamente eso: nada. Todo el mundo aplaza todo en un wait and see inquieto hasta ver en qué desemboca la nueva no-decisión de Rajoy. La Fiscalía dice ahora que aplaza su ánimo pugnaz hasta encontrar una base jurídica más sólida. En realidad alguna base jurídica del tipo que sea. El PSOE aplaza dar a conocer el exacto alcance de la reforma constitucional que con tanto ardor defiende; me atrevo a decir que ni siquiera el alcance aproximado. No sabe por donde empezar y está feliz de aplazar la decisión.

Hasta los soberanistas aplazan. Aunque es otro tipo de aplazamiento. Es táctico. Tienen que digerir el doble "no" recibido del gobierno. Un "no" explicito y otro implícito. El explícito es una bofetada a Mas y va dirigida a los sectores más ultramontanos del PP: no hay negociación alguna porque la soberanía del pueblo español no se negocia. El implícito es otra bofetada pero en diferido, una promesa de bofetada: para conseguir lo que Mas quiere no hay más vía legal que la reforma de la Constitución. Propóngala y déjese de pasear la senyera por el carrer. Vaya, no obtante, sabiendo que el PP se opone a toda reforma constitucional de ese jaez. Y, sin el PP, hoy por hoy, es imposible toda reforma constitucional. Bofetada.

El ultimatum de una Convergència crecida es ya papel mojado. Pueden ahorrárselo. No hay negociación. No hay referéndum. No. La Generalitat tiene ahora que invertir ese tiempo que previsiblemente iba a ganar siendo Rajoy tan previsible en tantear las posibilidades de unas elecciones anticipadas. El debate estará en cómo se bauticen, si "plebiscitarias" o "constituyentes" o no llevarán calificativo alguno que parece lo más sensato porque lo importante no es el fuero sino el huevo. Lo importante son las elecciones; no cómo se llamen. Y que a ellas concurra o no el bloque soberanista en una lista única, nacional.

El soberanismo entiende algo que el nacionalismo español no capta: votar otorga una legitimidad democrática capaz de reventar las costuras de un ordenamiento jurídico interpretado en clave represiva. Por eso dice Palinuro que el soberanismo lleva la iniciativa política mientras que este majadero pomposo no sabe ni en dónde está.

En la comparecencia, ni una palabra sobre la corrupción, el otro tema de los temas. Ni una palabra sobre esa afirmación del juez de que hay indicios suficientes para acusar al PP como partido de haberse lucrado con la caja B, nutrida con los supuestos delitos de la¨Gürtel. Pero el partido, como persona moral, no puede delinquir. La acusación habrá de hacerse a su responsable, esto es, ese Rajoy silente que no menciona el episodio y hoy se encontra explicando la recuperación de esta Gran nación en las antípodas. No estaría mal que, a su regreso, estuviera la policía esperándolo en Barajas para llevarlo ante el juez, a declarar sobre la presunta asociación de malhechores que preside.