Hay muchas definiciones de la democracia, pero una es universal; decir democracia es decir elecciones. Cierto, no siempre que hay elecciones hay democracia; pero siempre que hay democracia, hay elecciones. Es más, las democracias miden sus tiempos normalmente por convocatorias electorales públicas, fijas, periódicas. Y cuando hay situaciones anormales, se trata de salir de ellas mediante elecciones extraordinaris o anticipadas. Es eso o resignarse a que lo anormal sea lo normal, cosa desatinada. Llega un momento en que los costes de vivir en una normalidad anormal, repleta de sobresaltos y crisis son a todas luces superiores a los de una convocatoria anticipada de comicios. El adelanto electoral se convierte entonces en una necesidad. Y da la impresión de que, por diversos motivos, en España hay una corriente de opinión cada vez más favorable a elecciones anticipadas.
En los últimos días se han publicado tres sondeos sobre intención de voto. Es prueba de la inquietud mencionada. Quienes quieren o temen elecciones anticipadas desean conocer los datos. Los tres, el de DYM para El confidencial, el del CIS y el de la Fundación Sistema dan resultados muy distintos. Los de los dos primeros son más parecidos entre sí aunque la proporción se invierte; los del tercero son muy diferentes. Para DYM, la intención de voto es 1º PP (26,9%), 2º Podemos (26,3%) y 3º PSOE (19,5%). Para el CIS es 1º PP (27,5%), 2º PSOE (23,9%) y 3º Podemos (22,5%). En ambos casos, IU gatea por el fondo con cantidades de un dígito. El sondeo de Sistema parece de otro planeta: 1º PSOE (31 a 34%), 2º Podemos (21 a 24%), 3º PP (20 a 22%). Pero la Fundación Sistema es del PSOE, se dice, lo cual resta crédito a su sondeo. Eso no es justo. La ficha técnica es correcta, la Fundación tiene prestigio y un historial de aciertos/errores en todo similar a las empresas más acreditadas que, además, también tienen inclinaciones políticas. Esa discrepancia está lejos de ser absurda. Al contrario, es verosímil y apunta a una hipótesis de gobierno de unidad de la izquierda. Habrá quien se malicie que Sistema hace públicos los resultados con la aviesa intención de convertir en probabilidad la hipótesis. Es posible, pero los otros resultados también alimentan otro tipo de cábalas y las cábalas son libres.
Crece la opinión favorable a varias elecciones anticipadas. El último territorio en que se abre camino es Andalucía, en donde la ìmputación de dos expresidentes crea una situación muy delicada. Susana Díaz se ve en el dilema de mantener el espíritu de partido y la solidaridad con sus compañeros o aplicar su reiterado propósito de distanciarse de la corrupción. De momento cree resolverlo reafirmando su fe en la integridad de sus dos predecesores y aplicando la presunción de inocencia. Pero no está claro que sea suficiente para evitarle problemas políticos y una presión creciente en favor de elecciones anticipadas, cuenta habida de que ella no llegó al cargo por los votos del electorado sino por los de los militantes en sucesión de Griñán.
En Cataluña las elecciones anticipadas son una reclamación viva de muy amplios sectores políticos y sociales y el mismo partido del gobierno sopesa su posibilidad. Tras la enésima ruptura entre Mas y Junqueras, que son como el yin y el yang de la independencia, el PSC se ha apresurado a ofrecer a Mas un pacto de estabilidad para el resto de la legislatura. Podía haber esperado un poco para no evidenciar una oficiosidad palmariamente unionista que puede resultar incómoda a CiU. Los republicanos volverán a la carga, acompañados de las organizaciones cívicas y, en el fondo, Mas solo puede disolver y convocar elecciones anticipadas pues la llamada estabilidad de legislatura significa poner en hibernación el proceso soberanista sin ningún resultado tangible. Rajoy ya ha dicho tajantemente que no hay negociación y mucho menos para un referéndum. La hibernación así será imposible a causa de la fuerte movilización interna en Cataluña y externa, en el ámbito internacional, que el soberanismo ha cuidado especialmente.
El único modo político, o sea, civilizado de cortar el paso a esas elecciones anticipadas catalanas que traen consigo la amenaza de una legitimación redoblada de la exigencia autodeterminista, es convocar otras también anticipadas en España. Vistas tanto la obstinada incompetencia de Rajoy en la cuestión catalana y su fracaso en la solución de la crisis, el año de mandato restante va a ser una agonía sin límite. Además, la corrupción es tan agobiante que lo único sensato es convocar elecciones y transferir la decisión política a la gente, antes de que los inexorables procesos judiciales terminen de hacer trizas el sistema político. Los procesos judiciales sin duda seguirán después de las elecciones, pero ya no se darán entre autoridades muchas de las cuales son parte interesada en ellos como acusadas. Y los políticos electos podrán dedicarse a gobernar, no a defenderse de las acusaciones y sus consecuencias judiciales.
Con elecciones anticipadas también podría resolverse ese nudo gordiano de la irresponsabilidad de los dirigentes implicados en escándalos que jamás dimiten. Es absurdo, es ridículo, que aún no haya dimitido Monago, corrupto azote de corruptos; o la insoportable deslenguada Aguirre; o el melancólico Fernández Díaz quien ahora tiene que explicar las razones que lo llevaron a acosar a un alto funcionario por inquina personal o quizá delegada de la orden a la que pertenece, el Opus. Un asunto bochornoso del que Palinuro se ocupó hace un año porque se honra con la amistad del dicho funcionario, en un post titulado Mi amigo Jaime. El ministro ha de explicar cuál es el sentido de emplear fondos públicos en satisfacer la sed de venganza de una secta. Y, si no puede hacerlo, debe dimitir.
Dimitir debiera hace ya mucho un presidente del gobierno que no está intelectual ni moralmente a la altura de la tarea que los dioses le han deparado.
Pero lo más sorprendente de todo, lectores, es que la oposición no plantee esa necesidad.