Quizá sea exagerado recurrir a la manida fórmula de ¿Arde España?, sobre todo si uno se informa por la prensa y los medios comerciales, incluidos los medios públicos. Pero, si enciende Twitter, saltan las imágenes de lo que está sucediendo en Barcelona, Valencia, Madrid, Zaragoza, Burgos, etc. Contenedores ardiendo, petardos, cargas, barricadas. Según Twitter, en efecto, arde España como la pradera incendiada por la chispa del Gamonal. La prensa de orden se lo toma con menos nervios. Así, El País da noticia de Una veintena de detenidos en varias ciudades en las protestas pro Gamonal, ilustra con una foto de un conato de disturbio y mantiene un tono moderado y moderador. La prensa sabe en dónde estamos y tiene miedo de echar leña al fuego. Eso es cosa de internet.
En efecto, en este conflicto han estado clarísimas las distintas funciones de los medios tradicionales y las redes sociales e internet. La pregunta es muy simple: ¿quién ha organizado esta oleada de protesta y de solidaridad? ¿Cómo se han coordinado las distintas y numerosas manifestaciones y quién y cómo ha tomado las decisiones? Ahora habrá gente que se ponga al frente de la manifestación por cuanto la victoria tiene muchos padres. Pero el movimiento es colectivo, horizontal y anónimo.
Gamonal ha sido un triunfo en toda regla de la resistencia popular. Nadie ha dado oídos a tonterías del tipo de atentados en el Gamonal o los comandos itinerantes violentos. Hay una obvia necesidad de reconocer la victoria del movimiento popular de resistencia por dos razones: a) la falta de legitimidad para hacerle frente; b) la preocupación por evitar males mayores.
a) La falta de legitimidad. La declaración de salida del alcalde de Burgos al comienzo de la movida fue fogosa, como la del toro que sale del chiquero: las obras no se pararían bajo ningún concepto. Para pararlas habría que pasar por encima de su cadáver. Diez días después, el mismo alcalde, aún vivo, anuncia la paralización definitiva de las obras. ¿Qué ha pasado en esos diez días? Que los vecinos no han cejado en su protesta y, entre tanto, han salido a la luz los dramatis personae del proyecto que tiene toda la pinta de ser un chanchullo más de corrupción en el que media un empresario exconvicto, poderoso prohombre del lugar, propietario del periódico más influyente y, al parecer, también de la empresa adjudicataria del proyecto que, según se lee, adeuda la nómina de cuatro meses a sus empleados. Un ciudadano Kane del lugar. Resulta que el ayuntamiento burgalés no tiene 180.000 euros para una guardería en el barrio pero sí ocho millones para enterrarlos en una obra que nadie quiere, salvo quien tenga pensado forrarse con ella; el cuadro típico de la corrupción del PP: políticos sinvergüenzas y trincones con empresarios trincones y sinvergüenzas estafando a la gente con ayuda de medios de comunicación lacayos. Con esa falta de legitimidad era imposible que la autoridad municipal se impusiera a las protestas vecinales. Así, las órdenes de arriba han sido tajantes: el señor alcalde se come sus palabras, el conflicto se cierra y se saca de las portadas de los periódicos.
b) La preocupación por evitar males mayores. Ahí es donde está la razón del retroceso del alcalde de Burgos y de la escasa cobertura que los medios comerciales conceden a las manifestaciones y las movilizaciones de solidaridad. Esto puede irse de las manos del establecimiento político y mediático. Los gobernantes empiezan a preocuparse. La vicepresidenta del gobierno se pone admonitoria diciendo que: Los indicadores de recuperación no casan con las protestas. En realidad es una amenaza: si seguís protestando, no habrá recuperación. Una amenaza basada en la fe de Santamaría, persona muy creyente, en las trolas que va por ahí soltando su jefe sobre la recuperación española. La verosimilitud de esta hipótesis se calibra a la perfección recordando que Rajoy habla de recuperación incluso con un 25% de paro.
Gamonal ha sido una chispa que ha encendido una pradera; la pradera de la conciencia de la gente de la necesidad de actuar y defenderse por sí misma. La pradera puede apagarse pero la conciencia se ha despertado y puede volver a encenderse con la chispa siguiente. Que saltará, sin duda alguna. Y en donde menos se espere. Hay un perceptible cambio en la forma en que la ciudadanía está empezando a comportarse. Los partidos políticos institucionales, absorbidos en sus rutinas orgánicas y sus cauces de acción predeterminados, viven de espaldas a esta reacción del cuerpo social al que teóricamente representan. Esta inoperancia propicia movimientos que están cambiando el sistema de partidos estatal en su forma consagrada de bipartidismo imperfecto. Incluso está alterando el esquema heredado de relaciones entre los partidos, los votantes y la gente en general. Especialmente en la izquierda.
Pero este asunto ya requiere una consideración propia en una entrada posterior.