dimecres, 10 de juliol del 2013

¿En dónde está el enemigo?


Las tribulaciones de los héroes legendarios, los Ulises o Jasones, son tortitas y pan pintado comparadas con la singladura del celta Rajoy y su mesnada. Desde que el temible Polifemo Ufer fue a dar con sus huesos en el trullo, no ha parado de llover fuego sobre el gobierno y, en especial el piloto, en forma de nuevas revelaciones sobre un comportamiento escandaloso en el pasado y hasta tiempos muy recientes. Sobresueldos, mamandurrias, mordidas, regalos; a tenor de lo que Bárcenas relata, y la contabilidad muestra, su antiguo jefe concentra en sí todas las formas posibles de las corruptelas que salpican las tierras de las Españas.

La sufrida tripulación rezonga y amenaza con amotinarse, harta de que la gente en los puertos la tome por una banda de piratas y la trate como tal. "Los que la hayan hecho que la paguen", murmuran muchos para el cuello de su camisa. "No hay derecho a que paguen justos por pecadores". Sobre todo cuando los pecadores siguen campando en sus pecados. Y, si la tripulación está así, no se diga nada de los pueblos en la costa. Ayer había una concentración de lestrigones antropófagos manifestándose a las puertas de Génova 13, sede del PP en Madrid y otras sedes del partido al grito de Presidente, delincuente. La voz del pueblo, sabio, conciso, gracianesco.

Y no solo empieza a sublevarse la clase de tropa, la marinería. También la oficialidad se encrespa. Esperanza Aguirre quien, como Circe, puede convertir a los hombres en cerdos, retorna al escenario con uno de sus mensajes tajantes, lleno de implicaciones: si ha habido casos de corrupción, deben reconocerse. Hay que depurar responsabilidades. La mala fe brilla aquí en especial. Dice Aguirre que el "y tú más" no le vale en los casos de corrupción pero no deja de recordar los EREs, de decir que la cantidad defraudada es mucho mayor y de responsabilizar a socialistas y comunistas. Lo de los comunistas, según entiendo, es como lo del Pisuerga. Pero lo esencial es que le ha faltado decir que se depuren las responsabilidades caiga quien caiga, aunque todo el mundo lo ha entendido, incluso Rajoy, silente, supuesto, esquivo, recluido en La Moncloa como Luis II de Baviera en su fantástico palacio de Neuschwanstein como en espera de que vengan a declararlo incapaz por el bien del reino.

La oposición carece de fuerza para obligar al gobierno a dimitir y/o disolver las cámaras en vista de la excepcionalidad judicial en que se halla el país. La aplastante mayoría gubernamental en las Cortes tiene reducida a toda la oposición a la irrelevancia. Tanto es así que Palinuro ya recomendó en su día a los diputados de la izquierda seguir el tradicional plante de la retirada al Aventino. Si la mayoría recurre a la tiranía, la minoría puede negarse a colaborar.

A su vez, el propio interesado parece haber emprendido una huida hacia su propio interior, con síntomas preocupantes, como esa extraña manía de no pronunciar en público el nombre de Barcenas. Sus intenciones manifiestas hasta la fecha son numantinas: resistir, que ya escampará. Por supuesto, nada de dimitir, según parecen ordenar la dignidad y la decencia. Esas son debilidades.

Así las cosas, parece obvio que alguien dentro de su propio partido ha de tomar la iniciativa y pedir el relevo de Rajoy en el gobierno. El problema es quién. Aguirre se lanza en lo que los expertos consideran una operación a tres bandas, con Aznar en el fondo y Pedro J. aportando los fuegos de artificio. Sin embargo, Aznar y Aguirre son más de la vieja guardia y están también muy tocados por sobresueldos o la corrupción gürteliana.
 
 Mírese por dónde, a lo mejor la cazurrería de Rajoy le da frutos y aguanta el resto de la legislatura merced a la circunstancia -escasamente consoladora- de que los posibles relevos son peores que él.