dijous, 11 de juliol del 2013

Sordo, ciego y mudo.


Rajoy se niega a hablar de Bárcenas y dice en Figueruelas que contamos las cosas que no son las mejores, pero no las importantes y buenas. Pues no sé. Ayer salieron tres ministros a poner la mano en el fuego por él y hacerse lenguas de cuán probo y honrado es y qué entregado está a la causa de España. Cospedal, Floriano añadían venablos envenenados contra Bárcenas, un fementido villano traidor que arderá eternamente en los fuegos del averno. Muy listos no son, pues no se dan cuenta de que, cuanto más aspavientos hagan, más notoria será esta imposible situación. Pero esto no es lo esencial. Lo esencial es averiguar si este asunto es o no importante.

Hay una medición bien sencilla: las noticias de la Gürtel, las de Urdangarin, Matas, Castedo, Munar, han pasado a segundo plano. Bárcenas se las ha comido todas. Importancia tiene. Toda. No es admisible que el presidente del gobierno esté bajo sospecha de comportamientos corruptos y él se niegue no ya a dar explicaciones sino a hablar de ello. No oye que la gente lo llama delincuente a gritos en la calle; no ve que lo ridiculizan en los medios -incluidos los extranjeros- y en las redes sociales. No habla de Bárcenas. Es célebre: ni pronuncia el nombre. Sordo, ciego y mudo en una situación límite.

Las vacaciones de verano han comenzado. Con el bajón noticioso, el caso Bárcenas y la contabilidad del PP en pelota picada en todas las redes sociales prometen ser auténticos filones.  Con el añadido de que el curso del proceso deparará sorpresas. En algún momento el juez puede atender a la reiterada petición de la acusación particular de que se tome declaración a Aznar como testigo; incluso, por qué no, al propio Rajoy. Sería apoteósico ver al presidente del gobierno obligado a declarar si cobró esas cantidades que tiene apuntadas Bárcenas y de qué fondos.

La última línea de defensa del PP, tras haber negado los papeles, su autoría, la relación con Bárcenas y hasta la existencia física de este, consiste en afirmar que los cobros son legales (los de Rajoy y el resto de su cuadrilla) y se declaraban a Hacienda. El valor taumatúrgico atribuido a la declaración a Hacienda es pintoresco por dos razones: la 1ª porque es una obligación y cumplir con ella carece de mérito especial; es lo que hacen todos; la 2ª porque la declaración a Hacienda no demuestra que el dinero sea de procedencia legal; demuestra que es. Por eso se afirma en primer lugar que son unos cobros legales. Palinuro cree que no pueden ser legales unos cobros que infringen la vigente ley de incompatibilidades. Pero eso lo decidirán los tribunales. Lo que es evidente, sin embargo, es que son profundamente inmorales y lo saben. Por eso los mantenían ocultos y, al descubrirse, empezaron por negarlos. De hecho, la última vez que Rajoy se refirió a ellos fue para negar que los hubiera cobrado. Pero sí parece que los cobró. Y, siendo así, es bien claro que ha mentido. La cuestión es si una mentira más puede forzarlo a dimitir.

La única forma de salir de este marasmo es que las gentes de su partido pongan en marcha una conspiración palaciega para apear al presidente de un cargo que no está capacitado para ejercer.

(La imagen es una foto de La Moncloa en el dominio público).