dissabte, 2 de març del 2013

Las mentiras de Rajoy.


Es fama: el presidente del gobierno de España no ha dicho una sola verdad desde el ya lejano momento de su toma de posesión. Incluso se ha jactado de ello, llegando a formular una de sus empingorotadas sentencias, tan falaces como sonoras. Reconoce no haber cumplido su palabra pero, dice, ha cumplido con su deber. Implícito, cómo no, va que cumplir con el deber es algo superior a cumplir la palabra. Tiene su mérito, al menos en el reino de la desvergüenza, disfrazar la felonía de probidad. ¿O no es cierto que el primer deber de un hombre es cumplir su palabra? "Es la realidad", añade, la que le ha obligado a incumplir. Y ¿con qué otra cosa ha de habérselas uno sino es con la realidad? ¿O se hacen las promesas y se da la palabra pensando en un mundo de fantasía?

Esa condición de embustero sistemático de Rajoy queda patente cada vez que habla. En la foto lo vemos explicando en sede parlamentaria que el déficit de 2012 es del 6,7% del PIB, siendo así que los fementidos socialistas lo habían dejado en un 9%. Otra trola de caballo porque el cálculo ofrecido no incluye el déficit de la ayuda a la banca que eleva el total a más de 10% del PIB. Lo sabe todo el mundo. El propio Rajoy sabe que lo sabe todo el mundo pero no importa. Él lo dice y lo repite impertérrito. No ignora que nadie lo cree y le da igual, pues si justifica la mentira por el sentido del deber, también se puede mentir sobre los datos objetivos. Y eso es lo que hace.

La mentira como forma de gobierno no es aceptable. Emponzoña de tal modo la vida pública que llega a adquirir caracteres irrisorios. El vídeo en el que Cospedal tartamudea y balbucea incoherencias sobre el inexistente finiquito de Bárcenas debe de ser lo más ridículo que se haya visto en mucho tiempo; superior a los dislates de Floriano sobre Sepúlveda, otro presunto mangante a sueldo del PP que se lo paga del dinero de los impuestos de todos los españoles, si no lo hace con los fondos de las donaciones ilícitas de los empresarios.

La mentira sistemática, permanente, no solo degrada el funcionamiento de las instituciones (en las que da igual lo que se diga, pues todo es falso) sino que, además, enreda al mentiroso en una red de embustes sobre embustes de donde no le es posible salir. En varias ocasiones ha afirmado Rajoy que "ese señor" (por Bárcenas) hace más de dos años que no tiene nada que ver con el partido. Sin embargo, en la demanda por despido improcedente presentada por el innombrable, se hace constar que estuvo cobrando 21.300,08 euros hasta enero de 2013. Si el PP paga 21.300 euros a alguien que "no tiene nada que ver con el partido", los que tengan que ver, probablemente nadarán en la abundancia. De hecho, así parece haber sucedido gracias a los sobres barcénigos que, como maná caían del cielo de la corrupción directamente en los bolsillos de muchos altos cargos entre ellos, supuestamente, los de Rajoy.

Otra nueva mentira, por tanto. El personaje está completamente desacreditado. Diga lo que diga, no lo cree nadie. Ni los suyos, algunos de los cuales están sorprendentemente callados, como Aznar o Aguirre. Añádase a ello la circunstancia de que a más de un mes de la revelación de los "papeles de Bárcenas", en donde aparece el nombre de Rajoy como receptor de dineros ilegales, este no haya procedido judicialmente contra el acusador, limitándose a un desmentido que, como siempre, se desmiente a sí mismo, aquel "todo es falso excepto alguna cosa que han publicado los medios", que deja todo en el aire.

Este baile de la mentira no puede continuar. No es posible seguir con una sociedad en estado de movilización permanente en contra de un gobierno carente de legitimidad, de crédito y de autoridad. Un gobierno y un partido que han estado presuntamente gozando de suculentos ingresos ilegales mientras imponían duros sacrificios a los demás. Y no uno o dos de sus cargos sino el conjunto del partido como tal.

(La imagen es una foto de La Moncloa en el dominio público).