El momento político de las elecciones catalanas es un cuadro con tantos matices que ningún politólogo perderá la ocasión de analizarlo. El relato de la independencia de Cataluña, que se iniciaría con un hito con reflejo en los anales de la patria catalana, el 25N, mediante la mayoría excepcional que pedía Mas, se convierte ahora en una narrativa plural y, por ende, confusa, con más elementos en juego. Pero el relato es el mismo.
La derecha española trompetea a los cuatro vientos el fracaso de Mas, su batacazo, su derrota incuestionable. Cataluña, señores, no quiere separarse de España. Suele pasar con los conservadores, que personifican siempre las ideas en un caudillo y presumen que, si el caudillo cae, caen las ideas. Pero eso no es cierto. Mas se ha dado una castaña, desde luego y, por tanto, el plebiscito personal que las elecciones contenía se le ha vuelto en contra. Pero la idea, el plan, el proyecto, sigue adelante porque donde CiU ha perdido doce diputados, ERC ha ganado once y más aguerridos en el espíritu soberanista. Es claro: el bloque soberanista tiene mayoría absoluta, con 71 escaños.
Pero hay un punto que no suele mencionarse, un punto intermedio. Si, en lugar del soberanismo, preguntamos por los partidarios del referéndum de autodeterminación, la mayoría asciende a 91 diputados pues hay que sumar los veinte del PSC. Es de suponer que los soberanistas se apuntarán al referéndum en virtud del principio lógico de que donde cabe lo más, cabe lo menos.
Y ahí es donde está el sentido de estas elecciones. Toca dar por hecho el referéndum, salvo que haya una pugna entre el PSOE y el PSC y este ceda. Es decir, hay que dar por hecho el lío del referéndum porque, sin duda alguna, el gobierno central lo prohibirá por todos los medios a su alcance y creo razonable señalar que, cuando se dice todos se quiere decir todos con el matiz de a su alcance.
Los discursos de los partidos son autocomplacientes, pero muy ilustrativos. En CiU, que parece haber entendido el mensaje, Mas se queda. Hay quien lo quiere dimitido y hasta vestido de peregrino en jornada de expiación a Montserrat. Pero se queda.
Los de ERC duplican votos con creces y casi recuperan el vigor de los tiempos de Carod Rovira. Siguen hegemonizando el independentismo de izquierda, a donde quizá se hayan ido votos del PSC y de CiU. Pueden hacer de las suyas, pero también pueden impedir que Mas siga cargándose el Estado del bienestar catalán.
El PSC es el que más pierdegana porque todas las encuestas le auguraban un resultado catastrófico y ha quedado en un honroso tercer lugar, segundo en número de votos. Pero esa contravictoria provoca un conflicto en el conjunto del PSOE porque no se da como consecuencia del federalismo propuesto sino de la petición de referéndum, cosa que a la dirección actual del PSOE le repatea los higadillos.
En el PP nada cambia. Aunque con sus 19 diputados (uno más) daría una raspada mayoría absoluta a Mas, la alianza es altamente improbable. No imposible, porque imposible no hay nada en la vida. Si no es parte del gobierno, en Cataluña el PP es un partido marginal.
ICV-EUIA habla de continuo ascenso por pasar de 10 a 13 diputados con un aumento de 130.000 votos. Tampoco es un resultado para echar campanas al vuelo, pero el optimismo antropológico de la izquierda post-soviética y la fe en el triunfo final de la razón en marcha de tres en tres diputados lo convierten en arrollador triunfo.
Ciutadans es el verdadero ganador porque ha multiplicado por tres sus diputados y casi también sus votos con un discurso no independentista pero centrado en Cataluña con ribetes de izquierdismo populista. Más o menos el tipo de electorado de UPyD en España, razón por la cual, quizá, el partido de Rosa Díez ha quedado por debajo del Partido Pirata.
La CUP es la otra gran sorpresa, de cero a tres diputados y 126.000 votos para unas gentes independentistas de izquierda que hasta ahora actuaban sobre todo en el ámbito local.
En cuanto a los dos grandes partidos nacionales, el impacto de las elecciones catalanas es muy distinto. En el PP, sin novedad en el frente cataláunico. Alicia Sánchez-Camacho no sabrá sumar pero ha añadido un diputado a los 18 de antes. Ahora son 19 irreductibles de Filipinas.
El verdadero lío está en el PSOE. Tod@s dicen que la propuesta federalista tiene mal fario. Nadie habla de federalismo excepto el PSOE en la hora 25 y el PSC, casi como el muñeco del ventrílocuo y con los mismos efectos. Lo que ha mantenido el PSC a flote ha sido la propuesta referendaria. Pero en esa vía, el PSC entra en conflicto con la dirección del PSOE. Una razón más por la que este debe tomarse muy en serio su próxima conferencia política. Si es conferencia y si es política se supone que tratará asuntos de más fuste que las personales sobre si Rubalcaba se va o se queda. Porque, además, supongo yo, eso dependerá de las decisiones de la conferencia de marras.
Pero debe haber debate en serio. El proyecto federalista tiene pinta de ser un abracadabra por lo precipitado, lo confuso y desganado de su oferta. Pero es igual; no hay inconveniente en apoyarlo. Siempre que no pretenda constituirse en única propuesta que excluya la del referéndum. El referéndum es perfectamente compatible con el federalismo. El PSOE habrá de explicar qué tiene en contra de la idea del tal referéndum. A más, a más, qué tiene en contra del derecho de autodeterminación de catalanes y vascos y otras diversas gentes. Por qué no apadrinar la idea, proponer una reforma de la Constitución que reconozca ese derecho y presentarse a las elecciones (con el añadido de un programa netamente socialdemócrata en lo económico y lo social), a ver qué pasa.
Lo que está claro es que el PSOE, de todas formas, se ha pasado ya al campo de la reforma de la Constitución puesto que solo a su través podrá implantarse el federalismo. La reforma de la Constitución es el punto en el horizonte que las elecciones catalanas han despejado. Es como si Cataluña devolviera a España la pelota de la fracasada reforma del Estatut.
Ahora toca la reforma de la Constitución. La izquierda a la izquierda del PSOE lleva años proponiéndola. Y de todas partes le llueven partidarios. Tomás Gómez acaba de proponer reformarla para blindar el sistema público de pensiones. Me parece de perlas. Hay que contrarrestar ese maldito articulo 135. Y se queda corto. Yo blindaría asimismo el carácter público y gratuito de los sistemas sanitario y educativo.
En todo caso, de aquí a las próximas generales en 2015, la reforma de la Constitución va a ser uno de los dos ejes centrales del debate político y programático. El otro será el de la salida de la crisis pues para entonces aún no habremos salido.
Y ya en la recta de la reforma constitucional, si el PSOE le echa arrestos, puede proponer un referéndum sobre la Monarquía. Se le irá mucho voto por la derecha, pero le llegará mucho también por la izquierda y, si el plan que presenta es viable y razonable con promesa de resolver contenciosos crónicos en España, no puede obtener malos resultados. Y, en todo caso, si uno quiere que lo consideren de izquierda, algo tendrá uno que poner de su parte.