Llegado su momento (lo más tarde posible, desde luego), quizá pueda escribirse en el epitafio de Mario Conde lo que Edmond Rostand imaginó que pondría en el de Cyrano de Bergerac. Parafraseando: "Mario Conde, que fue todo y no fue nada". Porque esa es la clave de la vida de este pintoresco personaje: haber sido todo en un momento (relativamente juvenil de su vida, además), presidente de un poderoso banco; hombre público de moda; amigo del Rey, quien lo apadrinó en ese doctorado Honoris Causa que la Complutense le concedió, sin saber bien lo que hacía; símbolo y modelo del hombre de éxito en el que se miraban todos los adolescentes; posible líder de un partido de la derecha en íntima relación con su amigo Pedro J. Ramírez, otro especialista en ser todo y no ser nada al mismo tiempo.
Vino luego el tropezón con la justicia. Conde intentó contraatacar chantajeando incluso a la presidencia del gobierno con la revelación de papeles confidenciales muy comprometedores y en plena vorágine de aquel confuso escándalo de los GAL del que Ramírez se cobró dos piezas menores (Vera y Barrionuevo) pero falló en la principal y más codiciada, González, lo que le ha dejado marcado por el fracaso. No le sirvió de nada. Al final, la justicia condenó en firme a Conde por estafa, apropiación indebida y no sé qué más a veinte años de cárcel. El exbanquero ingresó en prisión y empezó a no ser nada.
Tras unos años de silencio obligado, que no de inactividad, gracias a su buen comportamiento (el mozo sabe hacerlo cuando le interesa) obtuvo diferentes beneficios penitenciarios, el tercer grado, pudo salir a la calle y, por fin, quedó en libertad.
Un don nadie; un expresidiario; un delincuente. Nadie.
Pero Conde no se resigna. Quiere volver a serlo todo. Cuenta con medios de sobra: la pasta que, según los tribunales, afanó y jamás devolvió. Aprovechándola, trata de hacer realidad sus sueños en las interminables noches de la prisión: Cuando salga de aquí demostraré de lo que soy capaz; me vengaré de todos ellos; van a saber con quién se han metido; morderán el polvo; volveré a ser el hombre de moda, envidiado por todos y deseado por todas; me impondré al país; seré el puto amo. Es un síndrome muy frecuente en los presos comunes. Solo que la inmensa mayoría de ellos no puede realizar sus ensoñaciones porque le falta lo que sobra a Conde: dinero.
Y, como le sobra, ¿por qué detenerse en fruslerías? Lo dicho; quiere volver a serlo todo: autor de éxito (lleva cuatro insufribles libros publicados); tertuliano en Intereconomía y, ahora, líder de un partido regeneracionista. Ya lo intentó otra vez en el pasado, comprando una formación que estaba en almoneda, el Centro Democrático y Social (CDS), pecio que quedó del naufragio de la UCD de su amigo (y luego enemigo), Suárez y con el que se dio una majestuosa chufa.
Vuelve ahora a la carga pero con una formación nueva. Nada de segunda mano, que trae mal fario: el nuevo flamante partido con el que Conde quiere comerse el mundo y hacerle pagar por sus años entre rejas,se llama Sociedad Civil y Democracia. Tiene intención de presentarse a las próximas elecciones en su Galicia natal. Palinuro le augura otra chufa básicamente por dos errores garrafales de planteamiento. El primero es su orientación ultraderechista. Teniendo en cuenta que el CDS quería ser un partido de centro, la nueva propuesta de Conde, del brazo del lunatic fringe de la extrema derecha española prueba que el hombre tiene sentido práctico, es flexible en materia de ideología y lo que le interesa no son los principios sino el poder. Pero su coyunda con Intereconomía, cuya audiencia (0,8%) y seguimiento es inversamente proporcional al volumen de las estupideces que propaga no es una decisión inteligente. Situarse fuera de la escala de posiciones de la mayoría del electorado para pedir esa misma mayoría carece de sentido.
El segundo es el nombre elegido. CDS en la primera echada, SCyD en la segunda, demuestran que Conde tiene sentido del humor y cabezonería pues son las mismas siglas en otro orden. Pero nada más. Lo que queda claro es que, como todos estos espontáneos de la política, como Rivera (Ciudadanos), Díez (UPyD), Cascos (Foro), huye del término "partido" como de la peste. ¿Por qué? Precisamente por el complejo de intruso que todos tienen y que es su perdición, aunque no se den cuenta porque la gente, los electores, detectan rápidamente que se trata de chiringuitos a mayor gloria y vanidad de sus promotor@s o para permitir a est@s tener un sueldo respetable y algunos privilegios a cambio de no hacer gran cosa. No es este, supongo, el caso de Mario Conde, así que le interesaría distanciarse un poco más al menos nominalmente de esta pandilla de oportunistas que solo pretende ir tirando. Sociedad Civil y Democracia parece el cuñado gorrón de Unión, Progreso y Democracia y muestra su misma falta de tirón electoral y de interés. Y todavía "unión" y "progreso" son términos que entiende todo el mundo. Pero ¿quién sabe qué es la "sociedad civil" fuera de cuatro profesores y cinco pedantes que normalmente son los mismos?
(La imagen es una foto de xornalcerto, bajo licencia Creative Commons).