¡Qué no habrán dicho y hecho para ganar las elecciones! ¡A qué insulto o injuria no habrán recurrido para desalojar al PSOE del gobierno! El único obstáculo a la recuperación de España era Rodríguez Zapatero, quien pasó de ser un bobo solemne a ser un peligro para la Patria. Arrastraron a esa idea a intelectuales, filósofos, analistas y hasta al jefe de PRISA, que lo instó de modo intemperante a quitarse del medio el verano pasado, un 18 de julio si no recuerdo mal, a convocar elecciones anticipadas y a hacer mutis por el escotillón de su "insoportable levedad" (o algo así de original). Sostuvieron que, tan pronto desapareciera el fementido y ellos tomaran la gobernación del Estado, todo se arreglaría por arte de birlibirloque, que la confianza llegaría a raudales y que un nuevo amanecer aguardaba a España. Sonaba a milagro pero anunciado por quien podía hacerlos ya que, quienes así hablaban, sostenían ser capaces de gobernar como Dios manda.
Muy cerca de Dios deberían de estar, a juzgar por su ostentosa religiosidad. La insólita imagen de Cospedal arrastrando la cruz da que pensar si no será un mensaje subliminal a la población, cuya vida está siendo un via crucis. Prepárate al sacrificio, pueblo elegido. En todo caso, la señora recuerda los episodios de los Evangelios en los que se habla de los fariseos y los sepulcros blanqueados. En verdad, si están tan cerca de la gente como de Dios, están a distancias siderales.
Se han presentado con paso recio y firme el ademán (o al revés) y han adoptado una serie de medidas contundentes, una reforma laboral demoledora y unos presupuestos que recortan drásticamente las partidas por las que la derecha no siente simpatía: educación, sanidad, dependencia, investigación, ayuda al desarrollo, igualdad de género, servicios públicos, etc. Mientras que pretenden amnistiar a los grandes dafraudadores y, por supuesto, a la iglesia no le han tocado un céntimo. Porque cerca de Dios, en realidad no están, pues les falta caridad, pero con los curas son uña y carne.
Se trata de un gobierno claramente nacionalcatólico que, según asegura Rajoy, sabe lo que tiene que hacer. Si él lo dice... Pero los hechos muestran algo distinto: que las contundentes medidas no tranquilizan, todos los indicadores han ido a negativo, la bolsa, el Ibex están en mínimos históricos, la prima de riesgo, por las nubes. Es decir estamos, según los expertos, como en septiembre de 2011, cuando gobernaba el liviano, leve o aleve Rodríguez Zapatero. Yo diría peor, por cuanto ahora ya no existe aquella sonrosada esperanza de 2011 de que el pueblo votara por una auténtico partido con un auténtico programa. Y eso que ahora el gobierno no tiene a la oposición sentada en la chepa, augurando catástrofes y afirmando que España no sería capaz de cumplir sus compromisos y que había un riesgo de intervención. Es decir, ahora el gobierno puede gobernar con una oposición crítica pero leal.
Y, a pesar de todo, la situación es catastrófica. Dice Rajoy que las medidas son muy desagradables y que a corto plazo lo serán más, solo provocarán más paro, más estrecheces pero que a medio y largo plazo tendrán efectos óptimos. Nadie ha explicado al presidente el famoso adagio de Keynes de que "a largo plazo, todos calvos". O sea, que fiar a largo cuando hoy se juega a corto, a cortísimo, es un dislate. Entre otras cosas, evidentemente, Rajoy está a punto de meter a España en la vorágine griega: cuantas más reformas hace el gobierno, más le exigen "los mercados". Es la forma segura de ir a una quiebra como la griega.
(La imagen es una foto de La Moncloa y está en el dominio público).