Esto no es ya ni periodismo basura. Es en realidad una fábula. El País informa hoy de que El Mundo trató de sobornar a dos testigos protegidos del 11-M para que se desdijesen de su declaración y así ayudasen a exculpar a Jamal Zougam, el principal condenado, a deslegitimar el juicio y sembrar dudas sobre la imparcialidad del presidente, Gómez Bermúdez.
Por descontado, todo esto supuestamente y pendiente de demostración. Pero no hay duda de que está en la línea que El Mundo adoptó desde el principio en el caso 11-M y en donde ya se produjeron hechos suficientemente alucinantes como el del condenado Trashorras, al que el periódico daba cancha cuando denunciaba ser víctima de un golpe de Estado encubierto tras un grupo de musulmanes. Una fórmula que condensa el mensaje de la derecha a la hora de interpretar el 11-M: los islamistas son una pantalla de una oscura y sórdida conspiración en la que están pringados ETA, el PSOE, sectores de la policía y algún servicio secreto, la antiEspaña, en definitiva. Su finalidad: echar al PP del gobierno mediante eso, un "golpe de Estado". Lo sostiene asimismo Aznar: el atentado trataba de acabar por la tremenda con el gobierno del PP al que no podían ganar las elecciones. Y así llevan once años dando la murga con ocurrencias tan peregrinas que las aventuras de Pimpinela Escarlata, a su lado, parecen la rutina de un regimiento prusiano, hurgando entre la chatarra y vociferando desde los titulares. Lástima que el propio Trashorras se fuera de la lengua y acabara confesando aquello tan famoso de "Mientras 'El Mundo' pague, yo les cuento la Guerra Civil". Es decir, siempre aparece El Mundo pagando a cambio de historias imaginarias, fabulosas. Y no de ahora. Ya en el asunto de los GAL, al parecer hubo pagos a Amedo para que contara una historia y no otra. Aquí se trata de imponer frente a la que el periódico y el resto de los conspiranoicos llaman la versión oficial otra que está oculta, pero acabará viendo la luz como una versión mundial (o sea, de El Mundo).
La pregunta inmediata es: ¿para qué está el periodismo, para informar sobre la realidad o para crearla y, cuando menos, inventársela? Pasa la práctica por ser "periodismo de investigacion", pero no deja de ser periodismo de agitación y bastante malo, en el fondo pésimo porque es una imitación andrajosa del mítico Watergate. En verdad no hay diferencia entre este tipo de prensa y aquel primer Informaciones de la Dictadura del que, cuando los alemanes iban perdiendo la guerra y preguntaban por esta a Hitler, el cabo austriaco decía "no tan bien como dice Informaciones pero vamos tirando".
De ser ciertas las denuncias de las dos testigos rumanas, los tratos que aseguran haber tenido con las gentes de El Mundo son casi un estudio de antropología. ¿A quién se le ha ocurrido que las rumanas valorarían, además de una ayuda con la hipoteca y una mejora en el empleo, una camiseta del Real Madrid? Yo, en lugar de los merengues me cabrearía. ¡Tratan nuestras camisetas como si fueran abalorios! Periodismo de fábula, fábula ramplona y ruin, pero fábula. Recuerda este proceder el del tabloide de Murdoch, el extinto News of the World pues plantea la misma cuestión: ¿vale todo en el periodismo? ¿Se puede hacer periodismo cometiendo delitos? Presionar, sobornar, corromper testigos son delitos, igual que las escuchas ilegales.
Uno está tentado de asimilar estas fábulas a las inocentes leyendas de la inmortalidad del héroe o del supremo villano: Elías volverá, pues no murió; Arturo regresará de Avalon porque tampoco murió; ni el rey Sebastián, ni Hitler, ni Walt Disney. Lo unico que distingue la fábula de la versión mundial del 11-M de estas otras leyendas es que está pensada para hacer daño.