Tal cosa dice con su habitual contundencia Manuel Fraga: El PP no es un partido de derechas que defienda a los ricos. Manuel Fraga, exministro de Franco; exministro del Interior del Reino de España cuando los sucesos de Vitoria en 1976; líder de una confederación de siete partidos seis de los cuales estaban encabezados por otros tantos exministros del Invicto, que se presentaron a las elecciones de 1979 y a los que la gente llamaba los siete magníficos; no es de derechas.
La declaración de Fraga da por supuesto que la derecha defiende a los ricos, lo que plantea el problema de saber quién, si él no lo hace, defiende a los ricos en España porque indefensos no parecen. O sea, ¿no hay partido de derechas? ¿Es la derecha un conjunto vacío? Por lo que hace a los ideólogos, eso que ahora se llama "terminales mediáticas", tal cosa es falsa. Mientras unos afirman que están orgullosos de ser derechas y lo hacen explícito a diario por radio, televisión y prensa, otros, también por los mismos medios, están dedicados a ejercer de derecha sin complejos. Algo no cuadra aquí. ¿Desobedecen los ideólogos la consigna de la jefatura? No; lo más probable es que piensen que Fraga habla a beneficio de inventario, por decirlo caritativamente. Ellos a lo suyo, a ser una derecha sana, vigorosa, de esencia nacional y acendradamente religiosa.
Pero Fraga da voz a una corriente de opinión a la que disgusta el término "derecha" porque se siente de "centro". Sería interesante averiguar, en efecto, por qué parte de la derecha no quiere que la consideren de derechas. Eso no pasa en la izquierda. No es previsible que en algún momento alguien importante del PSOE diga que el partido no es de izquierdas y eso que en Izquierda Unida (que ya lleva la orientación en el nombre) hay una tendencia a sostener que el PSOE no es de izquierda. Pero éste sería asunto para otra entrada acerca de la izquierda y la derecha.
Aquí y ahora, la afirmación de Fraga viene a reformular la nunca extinta ambición del PP de ser considerado de centro, todo lo más, como dice su prensa menos montaraz, centro derecha. Y el motivo de esta resurrección es la proximidad de dos citas electorales importantes, la de mayo de este año y la de marzo de 2012 y la necesidad de ganar por mayoría absoluta. Dando por seguro el voto de los orgullosos y sin complejos, se trata de desplazarse en el eje ideológico para captar el voto del centro.
Rajoy, que acaba de escuchar a sus dos oráculos, Aznar y Fraga, con dos mensajes contradictorios, se ha decantado por el de Fraga y pide a su partido que haga el favor de moderarse y presentar propuestas. Ha tenido siete años para hacerlo y no lo ha hecho. Aunque quizá no haya podido hasta ahora en que parece haberse librado de las ataduras con el sedicente "sector duro". Nunca se sabe. Precisamente se sabrá a la vista de las propuestas. De esto se oirá mucho este finde en la convención nacional de Sevilla. Porque las propuestas, según están las cosas, no se improvisan.
Claro que a lo mejor esto tampoco importa ya que de lo que se trata es de matar el tiempo hasta las elecciones de mayo sin que se hable de la Gürtel. Eso se consigue monopolizando los titulares de los medios todos los días. Y la fórmula es muy sencilla: ir siempre a contrapelo de los medios, unas veces porque se es el más radical y se acusa a los demás de negligentes o de cómplices; otras porque se es el más moderado y se acusa a los demás de radicales. De lo que se trata es de acusar el primero y hacerlo siempre. Acusar ¿de qué? De cualquier cosa, hasta de lo que hace uno mismo. Por ejemplo, de emplear el discurso del odio.
A la vista de la práctica se entiende que el crédito que deba otorgarse a las declaración de Rajoy es limitado, Mañana puede el señor Rajoy sostener que el gobierno es nazi. Ya lo han hecho algunos de sus ideólogos y políticos, como el célebre alcalde de Valladolid. La idea en el fondo es considerar las declaraciones de principios (ser de derechas, ser de centro) sometidas al cálculo pragmático de costes/beneficios. Se dice lo que conviene electoralmente hablando.
El único problema que se plantea a esta actitud es que, al dejar el conjunto derecha vacío, sea ocupado por otra derecha, una escisión, en definitiva, entre moderados y radicales que pudieran agruparse y alzar bandera de orgullo (como el de los gays aunque con otro tono) en torno, por ejemplo, a Álvarez Cascos. La tentación debe de estar presente en ciertos sectores del partido sobre todo del integrismo neoliberal. Y el resultado de las elecciones de mayo puede ser determinante en la medida en que, si fuera por debajo de cierta raya psicológica, podría volver a cuestionarse el liderazgo de Rajoy ahora blandiendo una amenaza creíble.
No obstante mi impresión es que la derecha no se escindirá porque hasta cuando esgrime principios los supedita al triunfo. Y si hay que volver a hablar catalán en la intimidad, se hace.
(La imagen es una foto de FDV (Own work) bajo licencia de GNU Free Documentation License).