Siempre hubo Pirineos; siempre los habrá porque, aunque los trenes de alta velocidad y demás maravillosos avances de la técnica y la tecnología hayan vencido el imponente obstáculo que acostumbraba a ser esa cordillera, hay otro moral, espiritual, intelectual que ningún avance del ingenio humano ha sido capaz de vencer. Los dos pueblos a ambos lados de los Pirineos son muy distintos: incluso aquellos que, como sostienen los vascos y catalanes nacionalistas, son el mismo pueblo aquende y allende la cordillera. Prueba evidente de que lo que se llama Francia y lo que se llama España tienen una impronta decisiva, hasta el punto de avocar a su ser nacional a otros seres nacionales o partes sustanciales de ellos.
Pero no quiero embarrancarme en el cansino tema de las naciones del Estado español. Me importa más señalar las obvias diferencias entre los dos pueblos, diferencias que, no pudiendo venir de causa genética (supongo), vendrán de sus culturas, tradiciones y evoluciones históricas respectivas. Es eso que decía Marx en El dieciocho Brumario de Luis Bonaparte de que "la tradición de todas las generaciones muertas oprime como una pesadilla el cerebro de los vivos", modo expresionista, casi apocalíptico, de formular la famosa alianza entre los muertos, los vivos y los que están por nacer que, según Burke, es la esencia de toda nación. Así que, en efecto, franceses y españoles son naciones muy distintas, dentro, claro es, del llamado "concierto de naciones europeas" que las más de las veces es un desconcierto. Pero un desconcierto del que en el fondo estamos todos muy orgullosos.
La magnífica jornada de ayer en Francia ha dejado un reguero de imágenes impresionantes. Me he quedado prendado de una de ellas que no puedo reproducir porque tiene derechos de autor. Pero puedo poner el enlace así que pinchen aquí si quieren ver algo sorprendente. Es esa genial capacidad francesa para formular la insurrección poéticamente. El párrafo de la pancarta podría haberlo escrito Tzara o Breton, Artaud, Vian, cualquiera. Y la traducción al español que acompaña a la imagen también ilustra sobre las diferencias de mentalidad que se dan. Como sea que la última palabra de la pancarta no está clara, puede inducir a error. Pero los errores nunca son inocentes. El traductor español, realista al cabo, cree que la palabra es force y, claro, vierte "fuerza". Ni siquiera ve que la primera letra es una "r" evidentísima. De forma que en lugar de lo que dice (que es una traducción que literalmente mata el espíritu del escrito) el texto debe decir: "Bloqueo, sabotaje, huelga salvaje, ocupación, destrucción, secuestros,... luchemos armados de toda nuestra rabia (rage)". La única duda podría ser que dijera "race"; pero estamos en Francia, je vous en prie. En todo caso, ¿es imaginable la que se armaría en la patria de Daoiz y Velarde si alguien propusiera proceder al sabotaje, la destrucción, los secuestros? La poesía no delinque... ¿o sí?
La izquierda del sistema empieza a asustarse. La señora Royal llamó a la huelga a los estudiantes y después se desdijo; pero estaba ayer en la manifa. La situación para esta izquierda (zarandeada por los radicales por su carácter acomodaticio pero la única que obtiene mayorías electorales que le permiten gobernar) es complicada porque la rage en efecto es profunda y la insurrección puede ir a más y salirse de madre, que es mucho salirse. Pero, en fin, es Francia.
Aquí, en España, a este lado de los Pirineos, las cosas son, como siempre, más comedidas, más domésticas, de mesa camilla y rosario de las ocho. (Estoy deseando leer el nuevo libro de Eslava Galán que será fantástico). Y más del cortijo. Según las informaciones de Público, La Gürtel organizó todos los actos de Aguirre en la campaña de 2003. Ese artículo femenino que le ha caído a un término que es una clave de operación policial denota la intención de convertirlo en sinónimo de "mafia" o algo así. En todo caso, de ser cierto el hecho, la Comunidad Autónoma de Madrid ya no es una Corte de los Milagros, sino una especie de Mahagonny, un predio de Mackie el navaja, y para contarlo haría falta un Brecht, ese al que cita mal el señor Camps.
Pero lo verdaderamente hispánico de la jornada fue la pataleta del PP ante el pacto presupuestario de su socia de gobierno en las Canarias, la Coalición Canaria, con el villano de La Moncloa. Ya no la ajuntan. Pero la política es un juego de estrategia, como el ajedrez; no de raquetazo corto como el pádel. Así que ahora han de ver los populares qué hacen con su alianza externa de gobierno con ese mismo villano en el País Vasco. Porque si Patxi López quedaba desairado por el acuerdo del chef con los jelkides, el señor Basagoiti queda aliado con un desairado y ninguneado por un Gobierno que pacta con la oposición lo que no pacta con el gobierno autonómico. Su posición no es desairada sino desesperada: si sigue sosteniendo al lehendakari, sostiene el partido que ha firmado los acuerdos con la oposición; si le retira el apoyo puede encontrarse con la desagradable sorpresa de que, hasta las elecciones autonómicas, el PNV apoye al PSE-PSOE, lo que devolvería el PP a la irrelevancia. Estamos en España. La crisis es cosa de los franceses.