...por la puerta asoma, aquí lo tenemos, en vera efigie, el prohombre contemporáneo, el héroe de Carlyle, el superhombre de Nietzsche, el mando a cuyo imperio se abate la orgullosa majestad de la ley, el que somete con mano firme el ensangrentado caballo alado, la vigorosa lucha final con las fuerzas del mal.
Su comparecencia es siempre heraldo de algún portento mayor, de una decisión insólita que hace crujir las cuadernas del navío. Personifica la solidez y soledad del poder. El guía que toma las decisiones en nombre de todos pero sin ayuda de nadie. Aquel que responde ante Dios y la historia. El encargado de la entrada y el guardian de la puerta de la salida. El depositario del carisma por procedimiento escrupulosamente democrático.
Una figura así encaja mal en el esquema del Estado de derecho. Pero tiene que encajar porque a día de hoy es la única fuente de legitimidad. Que use ésta para socavar la del propio Estado de derecho, para situarse por encima de la ley y romper con el principio mismo del imperio de aquella es parte de la perversión de este tipo de despotismo legal y plebiscitario que ha puesto en marcha Silvio Berlusconi en su país. Una nueva forma de ataque a la democracia para la que (una vez más) ésta no estaba prevenida: el ataque desde dentro, como el gusano de la manzana.
(La imagen es una foto de rogimmi, bajo licencia de Creative Commons).