dimecres, 5 de novembre del 2008

Francia e Italia en España.

Invitados por nuestros amigos Mari Pepa y José Antonio, a quienes los dioses colmen de venturas, hace un par de días fuimos de visita al Real Sitio de la Granja de San Ildefonso, para completar un recorrido que empezamos en el verano de 2007 y del que ya dejé una entrada titulada El real sitio. Por entonces prometimos volver y hacerlo en otoño, para pasear por los jardines y parques y visitar el palacio, que no tuvimos ocasión de ver la vez anterior.

Desde luego los jardines son impresionantes. Los bosquetes de castaños y tilos con sus tupidos follajes que empezaban a dorarse, dando al aire esa luz ambarina que parece mágica invitaban al paseo. Las fuentes estaban todas cerradas y los jardines en remodelación, motivo por el cual pongo una foto de la fuente de Andrómeda en momentos más felices en los que, como se ve, el dragón suelta un chorro de agua por sus horribles fauces mientras Perseo, montando sobre Pegaso, se apresta a librar de su cautiverio a la infeliz princesa de Trapisonda. Todas las fuentes del Real Sitio son de plomo con pátina de oro o bronce, de estilo francés (como obras todas ellas de escultores franceses) típico rococó.

Este Real Sitio es puro afrancesamiento. Lo mandó construir Felipe V, que se encandiló con el lugar y quiso reproducir aquí una especie de mezcla de jardines de Marly y Versalles, como lo que él había visto de niño y joven en su patria. Era hombre débil y acomodaticio, un vividor comodón, como se ve claramente en el espléndido cuadro de la derecha, obra del francés (cómo no) Louis Michel van Loo, hijo del pintor de cámara de Luis XIV y pintor de la corte de los Borbones españoles. Se aprecia el porte escasamente guerrero del Rey y su afición a rodearse de su extensa familia (una costumbre muy borbónica) en un ambiente de lujo y boato claramente italianizante, en tanto que un grupo musical interpreta una melodia en el balcón tras el drapeado rojo mientras que por el arco del fondo divisamos los jardines que tanto placían al monarca. El original del cuadro está en el Museo de El Prado; el que se ve aquí, en La Granja, es una copia. Felipe V quiso retirarse a este lugar y abdicó en su hijo Luis I, pero la temprana muerte de éste lo obligó a retomar los asuntos de Estado y, desde entonces, el palacio quedó ya como lugar de veraneo hasta la muerte del Rey en 1746. A partir de entonces fue la residencia de su segunda mujer, Isabel de Farnesio, quien continuó con la tarea de ampliación y embellecimiento del Real Lugar a cargo fundamentalmente de arquitectos italianos. Por cierto, ese monopolio cortesano de extranjeros, primero con los Austrias y luego con los Borbones, que ha durado prácticamente toda la historia de España explica en buena medida por qué en nuestro país no se desarrollaron jamás tendencias o escuelas autóctonas en artes, ciencias, profesiones u oficios. No por una especie de indolencia o ineptitud nacional, sino por una actitud básica antipatriótica de unos reyes que a veces ni siquiera hablaban la lengua del país y unos cortesanos aduladores dispuestos a seguir los gustos germánicos, afrancesados e italianizados de sus señores.

Pasear por los suntuosos salones del Palacio de San Ildefonso es como hacerlo por una mezcla de Versalles y Villa Borghese. Español en la concepción de la obra me parece que no hay más que la planta general del edificio, originariamente concebido según la del Alcázar de Segovia. La imagen de la izquierda, correspondiente a la llamada "sala de las lacas" es un ejemplo acabado del gusto imperante en el XVIII por las llamadas chinoiseries, algo realmente fascinante pero que tiene tanto que ver con el estilo castizo castellano o español en general como la coleta de Fu-Man-Chú. No obstante, no se crea, la visita merece la pena. Impresiona contemplar el lujo desmedido en que vivía la familia real, sobre todo si lo compara uno con las condiciones de miseria en que estaba la inmensa mayoría de la población en la época. Por cierto, así seguimos, más o menos: con unos reyes extranjeros que viven opíparamente a costa de una población en la que, según los datos de Cáritas hay ocho millones de pobres.

Las habitaciones reales están en la planta principal, en donde también se exhiben algunos (no todos ni mucho menos) de los preciosísimos tapices de la Real Colección. Los paños de Flances, confeccionados entre los siglos XV y XVII, muchos de ellos sobre cartones de pintores célebres, como Gossaert o Mabuse, reproducen por lo general abigarradas escenas de la Biblia y la mitología grecorromana en una alegre mezcolanza y con un sentido iconográfico libérrimo, pero todos ellos con una innegable funcionalidad moralizante cristiana. Creo no exagerar si digo que uno puede pasarse las horas muertas contemplándolos porque son muy hermosos y están llenos de lecciones. La Real Colección de Tapices de España debe de ser la mejor del mundo y si el Patrimonio Nacional, que los administra, se decidiera a unificarlos (ya que ahora se exhiben en diversos lugares y palacios) sería un punto de atracción de curiosos y expertos de primer orden.

La planta baja del palacio había de contener la rica colección de estatuas que mandó comprar Felipe V en Italia entre ellas las de la colección de Cristina de Suecia y, de hecho, aún se contemplan algunas pero la mayoría tambien ha sido trasladada a El Prado de forma que lo que puede verse en el Real Sitio son vaciados en yeso cuyo interés reside en que se hicieron antes de que se procediera a restaurar los originales para trasladarlos, con lo que nos hacemos una idea muy buena de cómo eran los que los Borbones tenían para su exclusivo disfrute. Dejo aquí una de las más curiosas y originales, obra del italiano Antonio Corradini, La fe velada que se encuentra en la sala de la Justicia.

Visitar el Real Sitio es una experiencia histórica y estética que lo conecta a uno con los lugares donde pasaron mucho tiempo las sucesivas familias reales españolas porque aunque, desde el ferrocarril, los reyes prefirieron el norte (San Sebastián y Santander), la Granja de San Ildefonso continuó en mucho uso hasta bien entrado el siglo XX. Don Juan el ninguneado, hijo de Alfonso XIII y padre del actual Borbón, nació aquí.

Me propongo volver porque todavía me quedan por visitar las múltiples dependencias anejas al palacio en donde se intalab la corte.

(Todas las imágenes proceden de la Guía del Real Sitio de La Granja de San Ildefonso y Riofrío de José Luis Sancho y Juan Ramón Aparicio y editado por el Patrimonio Nacional, de donde salen también algunas de las noticias de la entrada).