En el Caixa Forum del madrileño Paseo del Prado tienen una exposición de Alphonse Mucha de la que dicen que es la primera que se hace en España, y lo creo. No es frecuente ver exhibida obra de Mucha. De hecho no estoy muy seguro pero me parece que hasta bien entrado el siglo XX no se le reconoció como lo que era, un gran artista y ello debido sobre todo a su asociación con la publicidad y lo que se consideraban artes menores, como la litografía o los carteles, siendo así que en ambos aspectos estaba adelantándose a su tiempo, cuando la mezcla entre arte y publicidad se ha hecho completa y se ha afianzado la era de la reproducción mecánica con las serigrafías.
Mucha es sinónimo de modernismo, estilo que casi monopoliza. Cuesta identificar otros modernismos que no sean de él, como los de Toulouse-Lautrec o Tamara de Lempicka, mucho mejor aceptada como artista en el mercado que Mucha. Porque el modernismo por antonomasia es Mucha.
En su estilo preciosista, muy decorativo y amanerado se encuentran mezcladas las influencias del simbolismo de la época, el Jügendstil austríaco, la decoración de escenografía teatral, los figurines, las ilustraciones de publicidad y, muy notablemente, las influencias icónicas de la pintura oriental.
Desde que en un primer momento pudo hacer el cartel anunciador de la pieza Gismonde, protagonizada por la diva de entonces, Sarah Bernhardt, Mucha se convirtió en el artista preferido de la gran actriz, que le encargó otros carteles, lo que le dió nombre y clientela. De todos los que hizo para Sarah Bernhardt el que más me gusta es el de su Medea en el que la madre que acaba de asesinar a su hijos nos mira con ojos de locura, una expresión de desvarío que Mucha emplearía en otras ocasiones. La estructura básica de estos carteles es un modelo que se repite en muchos otros, generalmente en series (de las que hay varias en la exposición), como las estaciones del año, los tiempos del día (mañana, mediodía, tarde, noche), las flores o las piedras preciosas: una mujer de cuerpo entero enmarcada en geometrías que mezclan lo rectilíneo con lo ondulante y embebida en todo tipo de símbolos florales, celestiales, de vidriera y mosaico bizantino. El modernismo así expresado, l'art nouveau, era básicamente dibujo e ilustración que encajaba perfectamente en la publicidad mercantil. Aquí, la obra del artista gozaba de la máxima difusión que se encargaba de dar el cliente que era al mismo tiempo el patrón, y por la cuenta que le tenía. Mucha es el primer artista que no sólo vive del mercado sino para el mercado. De este modo algunas de sus obras han llegado a los confines del planeta y gran parte de la gente que las ve o las ha visto durante años, ignora cómo se llama el autor. ¿Quién no ha visto o, incluso, no ha tenido en algún momento los anuncios del artista checo para el champagne Moët & Chandon o el archifamoso de papel de cigarrillos JOB? Su popularidad llegó a ser tal que le surgió multitud de imitadores. Buena parte de la gráfica publicitaria de primeros del siglo XX está descaradamente imitada de la de Mucha. La exposición tiene el detalle de mostrar algunos ejemplos particularmente llamativos de artistas españoles "muchianos". Las figuras tienen menos gracia y son más pesadas pero el resto, la decoración, los perifollos es servil imitación.
Uno de los atractivos de esta exposición es la posibilidad de contemplar íntegra la famosa serie de veinte cuadros sobre la épica eslava; no porque puedan verse los originales, que están celosamente guardados en un pueblo de Chequia, sino porque se presentan en proyección de diapositivas y, aunque las reproducciones no son muy allá, se hace uno una idea del contenido y la forma de esta epopeya, tan difícil de encontrar, pues apenas si hay alguna reproducción por ahí, como la que se ve más arriba, que es un cuadro de 1914, cuyo tema es la liberación de los siervos en Rusia, una magnífica imagen que glorifica a la nación eslava. La catedral de San Pablo aparece como envuelta en el halo del deseo y el misterio, como una Sión celestial, con el Kremlin a la derecha, mientras el noble y humilde pueblo ruso en primer plano va despertando lentamente a la historia. Gran parte de la épica es sólo tangencialmnte modernista pero el modernismo que en ella hay está al servicio del ideal nacional eslavo, tanto como Mi país de Bedrich Smetana. Es el momento nacionalista del arte.
Porque Mucha era paneslavista, checo de nación y paneslavista de convicción sin que ambas identidades, checa y eslava, colidieran en él por considerarse que la una entraba en la otra. Como nacionalista checo se incorporó a la República que salió de la Iª guerra mundial y, a las órdenes de su presidente, Thomas Masaryk, dibujó y diseñó billetes de curso legal, sellos y otros papeles y documentos oficiales del Estado checo. Quien había hecho postales y cubiertas de menú bien podía hacer los billetes de lotería.
La exposición muestra también algunas piezas de volumen, como joyas o algún busto, varias cerámicas y una curiosa colección de fotos. Mucha era muy aficionado a la fotografía, a la que recurría para plantear sus cuadros, estudiar ambientes, buscar tipos o hacer composiciones de luz.
(Las imágenes son el prospecto de la exposición, el cartel de Mucha para la Medea, de Sarah Bernhardt, el episodio de La épica eslava, ya mencionado y una de las dos famosas Cabezas bizantinas, en concreto la morena. )