Mientras daba cuenta pública del cese del señor Acebes, tan brusco e inesperado como el del señor Zaplana una semana antes, el señor Rajoy se hizo lenguas del ya Secretario General en funciones y terminó con un lapsus diciendo que no lo olvidaría "mucho", aunque reaccionó de inmediato corrigiéndose con un "nunca".
Pero era "mucho" lo que en el fondo quería decir; el señor Rajoy sólo olvidará "un poco" al penúltimo hombre de la guardia azanariana. Digo penúltimo porque el último es él, pero no creo que el señor Rajoy se depure a sí mismo. Al contrario, está dispuesto a acaudillar la renovación del PP por su cuenta con lo que el próximo congreso de junio promete ser animado. Ahí es de suponer que contraatacarán los enemigos del actual Presidente, quejosos de que todo se limite a un cambio de personas sin que se toquen los arreglos institucionales del partido y mucho menos se debatan cuestiones de valores y principios; o sea de que no los tengan en cuenta para nada.
Como dice la vieja guardia del partido y sus órganos de difusión la Cope y El Mundo, es posible que el señor Rajoy se haya dejado "comer el tarro" por el grupo Prisa y esté de acuerdo en convertir al PP en un partido más moderado, descentralizado, con el que seguirá perdiendo elecciones cuando lo que hay que hacer, sin embargo, es acción directa y practicar el activismo callejero para conseguir los propios objetivos que son ganar las elecciones. Rajoy y el centro las pierde; Aguirre y la derecha "liberal" las gana. Pero esa es una opinión; la de Rajoy y mucha otra gente parece ser distinta.
Lo que está claro al día de hoy, es que no tenía sentido que siguiera en primera línea política el hombre que, siendo ministro del Interior, había llegado a llamar "miserables" a quienes no creían en sus trolas y mentiras.
(La imagen es una foto de Ppde catalunya, bajo licencia de Creative Commons).